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Disfrutando del agradable ejercicio de escribir

Por Fernando Molina Molina

El juego imaginario de las siglas

E. P. S.: Enfermos Para Siempre. Y para corroborarlo, larga espera.

Esas ocurrencias de un ‘bacán’, involucrando a otros ‘bacanes’

Fernando Molina

Antonio Quintero

mis favoritos.

Confieso que me ha invadido la nostalgia de no haber estado presente en ese instante histórico. Pero me em-

barga el entusiasmo el hecho de que el amigo Jose acogió mi propuesta de propiciar un encuentro en esta Barran-quilla que anda en estos tiempos coqueteándole a la luna, que se ha hinchado de afecto en esa cercanía amorosa, como complacida con esta tierra caribeña que también se regocija con el sueño plácido de la paz.

Ofrezco el estudio acogedor de mis ‘noches de insomnio’ o la terraza complaciente del amigo Guillermo Te-

dio, para dedicarnos informalmente a compartir lo que más nos gusta: la poesía, la música, experiencias significa-tivas que la vida nos ha ofrecido, cantar con acompañamiento de piano y guitarra. Todo con la atención esmerada de este servidor, vino añejo y un calambucao de tinto.

Y que fluyan las palabras repletas de afecto y alegría porque en este pedacito de cielo caribeño también se

respira aroma de paz.

Antonio Quintero Palmera

Hombre maestro Fernando Antonio Molina Molina, que gran detalle, ya José Orellano me había conversado

su invitación, así que estaremos atentos , cuadramos agenda y eso va eh.

Abrazo

Nota de director: Un intercambio de mensa- 

jes Facebook entre dos especiales amigos de El Muelle Caribe: Fernando Molina Molina y Antonio Quintero Palmera… Y ese cruce involucra, gratifi-cantemente, a varios ‘bacanes’ barranquilleros:

Fernando Antonio Molina Molina 

Si un mensaje se borra por la distracción de no guar-

darlo a su debido tiempo, pues lo vuelvo escribir con ma-yor entusiasmo y agrado.

(II edición): He leído con acucioso interés, la publi-

cación en el blog elmuellecaribe.com, diversas actualiza-ciones, el encuentro, por no decir entrevista, del amigo José Orellano, su hija Claudia Marcela, Juan Carlos Rueda y el poeta, músico y compositor Antonio Quintero Palmera. Publicación que he guardado en el maletín de

Refugiado en la sala de estu-

dio del hogar, escuchando música instrumental, comienzo desde bien temprano a curiosear sobre los a-contecimientos que pintan de coti-dianidad las noticias de este peda-cito de parcela que Samper bautizó socarronamente como ‘Locombia’.

Mañana lluviosa, con un cielo gri-

sáceo, que contemplo a través de la ventana de marcos de madera protegi-da por barrotes de hierro carcomidos por la humedad y la salinidad. Y pienso ¿sobre qué escribir hoy?

De pronto, como una ráfaga de

luz que invade la privacidad, empiezo a juguetear con las siglas y sus significa-dos, juego que acostumbraba a practi-car desde mi época de estudiante. Vea-mos algunas de esas siglas a las que les cambiaba totalmente su significado dando como resultado construcciones de frases  jocosas, risibles y burlonas 

y hasta ridículas, ocurrencias de la ociosidad: Unitransco (únicamente transportamos corronchos), Cootrasol (cooperativa de traseros soleados), cootransporcar (cooperativa de transporte porcino caro), transalfa (Transporte de sal falsa), Inem (Instituto nacional de enfermos mentales)… La lista sería interminable, pero la que más me impactó fue: E.P.S.: Enfermos Para Siempre.

Y en esta última, E. P. S., me detengo para comentar algunas de las críticas de pasillo que escucho cuando,

atravesando  la época del cóndor (con dolor aquí, con dolor allá y quejidos acullá), asisto a una de las citas médi-cas, lograda después de incontables intentos fallidos y de escuchar la cansona y fastidiosa  voz robótica del call center que repite: “Usted ha llamado a la clínica general del norte,  en estos momentos nuestros operadores se en-cuentran ocupados, por favor siga en  línea, (esto lo agrega yo: “hasta que se aburra)” y luego sigue una voz que promociona los servicios más avanzados de atención  a los usuarios, una carrandanga de palabras que se atrope-llan unas a otras como gallinazos en desbandada ante el estruendo de una explosión). En definitiva conseguir una cita con el médico familiar es tan complicado y difícil como que “un camello entre por el ojo de una aguja”… demora que apresura la entrada al reino de los cielos). 

Frente al consultorio No. 12 espero pacientemente ser atendido, rodeado de congéneres quejumbrosos, la ma-

yoría docentes en uso de retiro forzado, las niñas y sus mamitas sumergidas en un silencio sepulcral, pero sus dedos digitando a velocidades incontroladas el separador de vínculos familiares de alta tecnología. 

La espera ha sido interrumpida por el llamado de una paciente que ya fue medicamentada, “fulano de tal”.

Es mi turno y el imberbe médico me recibe ataviado con su ropaje blanco, un joven practicante, recién egresado de la Uní. Con el tensiómetro al hombro, escucha el cacareado relato de mis dolencias.  No bien he terminado mi quejumbre, me entrega la fórmula médica, escrita con una letra de trazos digno de un cuadro surrealista: acetami-nofén, diclofenaco, amoxicilina, ibuprofeno y, para liberar un poco el maltratado estómago, dos frascos plásticos de Milanta.

Y sigue el vía crucis: Un segundo turno para el reclamo de lo ordenado. Nuevamente sentado a la espera del

cargamento químico, escucho radio bemba; críticas van y críticas vienen, y per secula seculorum, seguiremos enfermos para siempre hasta que la romería llegue a su fin.

E.P.S. ENFERMOS POR SIEMPRE... ¡HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE!

Fernando Molina Molina

T.P. 91666 expedida por el C.S.J. 

La croniquilla de ‘El cronista soy yo’

Parsimonia en la atención en los puntos E. P. S. para el efecto y mamadera de gallo por parte de la entidad al ‘satisfacerse’ el requerimiento del paciente, para quien, cuando por fin es atendido, ya parece programada la receta, cualquiera sea el mal que lo aqueja: acetaminofén, diclofenaco, amoxicilina, ibuprofeno y, para liberar un poco el maltratado estómago, dos frascos plásticos de Milanta.

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