El Muelle
CARIBE
Homenaje perenne al Muelle de Puerto Colombia
Crónicas y Opinión
José Orellano, director
A veces llegan libros... ¡y cielos!
Con sabor a gloria,
llenos de esperanza
...que te dan la vida,
que te dan la calma
Por José Orellano
Con lo que recibí de cuelga y aguinaldo en este final de 2015 puedo darme por enteramente contento.
Lo primordial: las sinceras muestras de afecto en la hermandad y la amistad. Pero en especial en la amistad —ese sentimiento que no es consanguíneo, que no se impone, como no se imponen el amor y el aprecio, de acuerdo con Voltaire: la amistad, “casamiento del alma, pero sujeto al divorcio. Contrato tácito que realizan dos personas sensibles y virtuosas”— aunque esa amistad esté recién llegada y el punto de encuentro haya sido Facebook.
¡Me regalaron libros! Y la primera en agasajarme fue mi hermana Evelina, desde Soledad: ‘La imitación de Cristo’, de Tomás de Kempis... Después lo hizo, desde Valledupar, Amelia Mizar: ‘Letanías del convaleciente’ y ‘Tardes tristes con testigos’, poemarios del entrañable y extinto amigo Luis Mizar... y, finalmente, desde Riohacha, Luis Roberto Herrera Mendoza, de reciente integración a los afectos —“‘ama a tu prójimo’ significa ‘préstale tu apoyo’. Pero no significa que goces del placer de su conversación si ésta es fastidiosa, ni que le confíes tus secretos si es lenguaraz, ni que le prestes dinero si es derrochador”, eso dice Voltaire, y como Luis Roberto nada de eso es, engrosa el círculo— y desde Riohacha: ‘Plegaria de Ulises’, un poemario de Limedis Castillo Mendoza, y ‘Lo que somos, fotografía en La Guajira’, con algunos textos en versos, y que, a no dudarlo, nos permitirá ilustrar El Muelle Caribe cuando llegue el momento de las fiestas de ‘La vieja Mello’, a la aurora de febrero.
Preparado para propiciarme yo mismo arrullos en brazos de Atenea en los días inmediatamente venideros, asisto en este instante a la última actualización de El Muelle Caribe en 2015, tras 43 números —vimos la luz-web el 9 de febrero, Día del Periodista— y me someto al ‘hermitañismo integral’ que tanto he pregonado en las últimas semanas, en solitariedad física pero muy bien acompañado en lo espiritual: Cristo, Jesús, Dios, el Omnipotente, el Superior y los libros: que ruedan letras e imágenes por mi apartamento, al tiempo que el cielo bogotano me hace sentirme en mi trópico Caribe tan intenso ha sido su azul de estos días, tan azul que ha sido capaz de sostenerse entre las 7:00 am y las 5:30 pm, espantando los nubarrones que se asomaban con espíritu de aguafiestas. Tan Caribe sentí el Astro Rey —gran
propiciador de ese cielo intensamente azul este domingo 27—, que no dudé en tomarle fotografías para enmarcar las carátulas de los libros que me han sido obsequiados.
Que también debo mencionar los obsequios de esos aprendices de monjes de la filosofía oriental que, enfundados en sus túnicas, se suben al Transmilenio y nos emboban con su charla profunda, mientras van repartiendo libros: ‘Meditación y superconciencia’, ‘Historias de otros tiempos’, ‘Las enseñanzas de los grandes sabios’, ‘Viaje al interior del ser’, entre otros: y los van dejando por seis mil pesos los cuatro, que eso es, para mí, un regalo. Estos forjan, con los cuatro primeramente relacionados, los manjares de
fonemas y mensajes que degustaré en esta apacible solitariedad.
Abro de sopetón ‘Lo que somos’ y mis ojos caen sobre dos nostálgicas fotografías de Marcelo Ortega: ‘Una tarde de estas’, I y II, así se llaman y fueron tomadas en la vía Monguí-Cuestecitas-Riohacha. Hermosas acuarelas, en ese libro que, al igual que ‘Plegarias de Ulises’ traen dedicatoria: ‘Con todo el cariño para el maestro José Orellano’. Repito: vienen de Luis Roberto Herrera Mendoza, con quien he amistado gracias a El Muelle Caribe, con punto de encuentro en Facebook. Él gusta de recrear historias desde Riohacha y las ilustra con fotografías tomadas por él mismo y de las cuales tres hacen parte de ‘Lo que somos’... Pero quiero abrir, también de golpe, ‘Plegarias de Ulises’ y caigo en la página ‘Frente al mar cimarrón’: ‘Es un domingo inútil, me digo.../ Y una jauría de olores me acorrala/ El olor tenue y apócrifo del mar cimarrón...’, que eso lo escribe el poeta Castillo Mendoza.
‘Letanías del convaleciente’ y ‘Tardes tristes con testigos’ los conozco... Los he leído, los tenía —como a los otros cuatro o cinco de Mizaaar—, pero el gitanismo de mi vida los había extraviado... Han sido repuestos estos dos por Amelia, por intermedio de ‘La maga’, y serán, una vez más, presa fácil para mi avidez lectora del momento. Leer a Luis Mizar es como sentir ‘candiles encendidos’, domar ‘domadores hambrientos’, cubrirse con ‘el peligro que abrocha el abrigo de mi noche’.
Y ‘La imitación de Cristo’, hasta el momento leído al estilo saltamontes, será fuente para la sed espiritual —un despertar que no sentía desde mi providencial y extendido paso por AA—, una sed que disfruto, pero con el anhelo de saciarla.
Y el círculo habrá de cerrarlo ‘Meditación y superconciencia’, ‘Historias de otros tiempos’, ‘Las enseñanzas de los grandes sabios’, ‘Viaje al interior del ser’ de mis permanentes compañeros de viaje en ‘transmi’ obsequiando, por poquísimos pesos, ‘bálsamos para quien aspira sanar el alma de los pesares de la existencia’.
Cuando ponía el anterior punto a la nota —4:45 de otra tarde dominical bogotana—, el sol, al otro lado, seguía brillando. Volvió a ganarle la ‘pelea’ a los nubarrones aguafiestas y el cielo bogotano se mantuvo azul intenso, hasta el crepúsculo vespertino, cuando aparecieron visos rojos-naranja.
Y entonces, un deseo a lo mejor ‘incristalizable’: que a 20 grados centígrados por siempre, a más de 2.600 metros sobre el nivel de mi mar de Puerto Colombia, a toda hora del día —que no de la noche, obvio es suponerlo— nos ilumine así el Astro Rey, con su cabello encendido, no importa.
Si el español Julio Iglesias canta que...
A veces llegan cartas con sabor a gloria,
llenas de esperanza
a veces llegan cartas con olor a rosas que si
son fantásticas
son cartas que te dicen que regreses pronto
que desean verte
son cartas que te hablan de que en la distancia
el cariño crece
a veces llegan cartas que te dan la vida
que te dan la calma
a veces llegan cartas con olor a rosas que si
son fantásticas
Por qué no cantar yo que, desde sitios distantes al mío hoy, a veces llegan libros, en medio de la aparición de cielos bogotanos casi tropicales, que surten los mismos efectos de la letra del intérprete ibérico:
A veces llegan libros con sabor a gloria,
llenos de esperanza...
Son libros que te dan la vida, que te dan la calma...
Y veces al páramo llegan cielos con color Caribe,
que repletan de alegría tu alma...
Como queriendo aguar la fiesta de brillo pleno del sol bogotano de este domingo 27 de diciembre de 2015, estuvieron formándose negros nubarrones que querían atacar el azul celeste, pero el Astro Rey fue más fuerte y, si es capaz de derretir un glaciar, pudo espantar, hacia las 3:45 de la tarde dominical, esa azaroza nube pasajera que se le cruzaba en su camino por este otro día que transcurría (Foto de José Orellano).