top of page
De cuento corto y tres poemas
Cactus
T
E
N
E
R
I
F
A
N
O

Cacto esbelto que te yergues
descollando entre la flora 
sobre la suave colina
bajo la luz mortecina
en el cenit o la aurora.

Como una tea encendida,
o cual lejano farol,
bajo un dorado arrebol
tu silueta se divisa.

Cubre tus pies la falda negra 
de la sombra a contraluz,
percha de aves canoras
que casi nadie valora.

Candelabro que hoy me inspira
en mi alma soñadora,
con mi mente peregrina
de algún versito autora.

Garza altiva

Sobre el crepúsculo multicolor de nubes encendidas
con el alma libre y la mirada altiva
vuela la garza de nívea blancura
semejando en su raudo vuelo
un hada estival de angelical ternura.

De repente, en ágil y silenciosa caída,
precipítase en las verdes aguas del estero
tras la estela refulgente del nicuro
que en vano escapa a su acechanza.

Espinas contra pico se baten un instante
en fiera lucha de espadas contra lanza
mas vence al fin, la cruel volante.

Mece sus alas con gracioso esmero
expulsa el agua del guargüero
y vuelve el rapaz a su mortal andanza.

¿Acaso estoy condenado a verte sin tenerte?
como tantos lobos que han llorado a la luna
para pedirle que no se vaya, 
que no los deje a oscuras,
que les de cobijo con su cálida luz
en las noches frías del invierno boreal.

¡Oh! mi bella ilusión,
musa rubia de mi Parnaso,
la que recrea los ojos sacros del mismísimo Creador,
la más linda odalisca del serrallo universal,
la más bella hurí del paraíso musulmán,
la fascinación de verte entorpece mis sentidos
y floto en medio de una galaxia de sueños y quimeras.

Si la felicidad existe, ha de ser a tu lado, 
¡Nadie te amará como yo te amo!
En vano he intentado callar mi corazón
que al verte canta de emoción
como un adolescente enamorado.

Déjame escuchar tu dulce voz, 
y que nadie se dé cuenta de mi amor
hasta que el fulgor de tus besos disuelva mi pasión.

Esa eres tú

Por Abel José

Rivera

García

tenerifana

Bruma

Como todos los fines de semana, con el furor de ese gran amor que por ti siento, de prisa me

engalano para ir a visitarte, amada mía. Siempre me animo cuando pienso: “de Real del Obispo a Tenerife hay solo un paso”. Ansioso por verte y llenarte de besos, apuro el paso de mi cabalgadura, y por fin llego.

Apenas amanece en un día brumoso. Es un Domingo de Pascua en Tenerife. Aun se siente el olor del

incienso quemado en la procesión de anoche. Cabalgo por la pavimentada calle principal, oteando a lo lejos tu casa rural entre los difuminados arboles de azar de la india. Solo el toc toc sincopado de las herraduras de mi bestia sobre el piso y la conversación animada de los últimos romeros que regresan trasnochados a sus casas, distrae mi atención de tu bella imagen, fija en mi mente.

Alcanzo a ver mientras pasan por mi lado, un grupo de mujeres que regresan de la iglesia con oscuros

velillos sobre sus cabezas. De nada vale que la bruma matinal te esconda con su velo blanco; tu fragancia natural de azahares delata tu presencia. Me apeo y te llamo a gritos: ¡Karen! ¡Karen! ¡Soy yo, amor mío! Un beso selló nuestro fugaz encuentro.

bottom of page