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Aire sano en peligro

Riohacha ve morir sus árboles

 Jungla de cemento para

una ‘Naturaleza muerta’

Por Luís Roberto Herrera Mendoza

La zona donde tristemente han muerto más árboles, está en la avenida que cruza frente al remodelado estadio de futbol...

Todo un espectáculo cuando estaban florecidos y maravillaban con sus matices la vista de estudiantes y deportistas y de toda clase de transeúntes...

Desde hace algún tiempo muchos de los árboles insignia de avenidas riohacheras como la ‘14 de mayo’ y la de ‘Los estudiantes’ —sitios de cierto atractivo en nuestro querido Distrito Especial Turístico y Cultural— han venido muriendo. Pero más terrible aun: a ninguna entidad oficial la hemos oído decir “esta boca es mía”.

Cada día, impotentes, vemos cómo nuestras avenidas se convierten en ‘peladeros’, monumentos exclusivos al cemento.

¿Qué está pasando con los arboles? ¿Qué los está matando? Son preguntas que nos hacemos cuando los vemos, todos los días, durante el recorrido madrugador que realizamos como rutina deportiva en procura de alargar un poco la vida.

Ejemplares de palmera imperial, robles, mangos y trupillos —¡que poético ambiente cuando reverdecían y después cuando florecían y más tarde cuando, por cíclico proceso biológico, se deshojaban para continuar vivos en sus solo-tallos—, todos arboles adultos, han ido secándose y resecándose, uno a uno, sin que ningún estamento oficial se digne no solo quitarlos y remplazarlos por otros sino promover un estudio para establecer las causas de esas ‘muertes arboreas’ casi epidémicas.

Las que algún día fueron bellas palmeras imperiales, en la ‘14 de mayo’ que también llaman ‘Calle primera’ —las sembradas en el bulevar que inicia desde el puente del riito hasta el frente del hotel Arimaca—, fueron las primeras en sucumbir. Y no fue de un día para otro.

Se fueron despojando —y nadie sabe por qué— de su hermoso follaje, que era vivo como cabello de majayura.  Una a una fueron muriendo sin que ninguna entidad se diera por enterada de tan terrible desenlace.

Imposible comprender que al frente del Palacio de la Marina, sede del gobierno departamental guajiro, hayan muerto cuatro de estas palmeras grandes y robustas, una de las cuales colapsó y se derrumbó sobre la plena avenida primera, con carrera del Comercio,  esquina de gran tránsito,  a pesar de que contó con una campaña para su recuperación adelantada por el gran Enrique ‘Iquechón’ Herrera, desde su tradicional y pintoresco programa radial... Alertaba sobre el peligro que representaba la ya herida de muerte palmera,  que podía ocasionar una tragedia si caía sobre algún vehículo de los  muchos que transitan por el lugar durante todo el día, incluido ese en el cual se trasporta el mandatario departamental... Quique advertía sobre las posibilidades de que cayera sobre algún transeúnte desprevenido de los muchos que utilizan la singular avenida.

Las otras tres palmeras imperiales siguen allí a la espera, a lo mejor, de que los funcionarios del CTI de la Fiscalía, cuyo edificio está justamente al frente, les realicen el examen forense para determinar las causas de su muerte.  Que sean ellos, ya que ninguna entidad oficial, ni siquiera la del ramo, se ha dignado darse por enterada: ahí están los troncos resecos como símbolo de la desidia gubernamental ante lo ambienta, compitiendo con los postes: de pie, pero inermes. En La misma zona se ven, ya sin hojas, etapa post mortem, árboles de roble y de almendra.

La tragedia se extiende por toda la avenida de ‘Los estudiantes’, desde la ‘Calle ancha’ hasta ‘Cuatro vías’, la urbana. En este tramo encontramos entre 20 o 30 árboles, mangos, robles y acacias totalmente secos. Pero la zona donde tristemente han muerto más árboles, es en el bulevar de la avenida que bordea el remodelado estadio de futbol: en aproximadamente 100 metros lineales han sucumbido más de 15 árboles mayoritariamente grandes robles —pura ‘Naturaleza muerta’—, que era todo un espectáculo cuando estaban florecidos y maravillaban con sus matices la vista de estudiantes y deportistas y de toda clase de transeúntes. Quienes a diario observamos esta tragedia ambiental, nos preguntamos: ¿Qué les está pasando a los árboles de la avenida? ¿Quién debe de cuidarlos? ¿Hay algún rubro en el presupuesto distrital para cuido de la arborización? Si es así, ¿quién lo ha administrado?

Riohacha es un municipio arborizado porque hace un largo tiempo los habitantes de nuestro pueblo, motu proprio, se dedicaron a sembrar árboles en la puerta de sus casas. Pero que no se crea que lo hacían por un espíritu ecológico o porque presentían que había que proteger al planeta del cambio climático por el efecto invernadero o como medida contra el fenómeno de ‘El niño’... No, obedeció a la costumbre ancestral de los habitantes de nuestras poblaciones rurales de reunirse alrededor de un árbol a descansar de las faenas del campo y, a media tarde, a tertuliar entre vecinos o familiares mientras degustaban un tinto. Otras veces, bajo esos árboles, guarecidos del sol, jugaban dominó, algo similar a lo que hacían los habitantes del Centro Histórico de la ciudad, pero en los balcones o las terrazas de sus casas. Hay que precisar entonces que en sus inicios, la urbe no conocía de arborización. En las puertas de las casas de la a zona histórica de Riohacha no se encuentran árboles y muy pocas los tenían en sus patios que, entre otras cosas, eran reducidos. Se podía encontrar uno que otro árbol en zonas de plazas o parques, que nacieron de manera espontánea, que

estaban en el sitio antes de que este fuera demarcado como zona colectiva, y no porque alguien se haya dado a la tarea de sembrarlos.

Desde la calle primera hasta la calle séptima, el denominado Centro Histórico de la capital guajira, el entorno es semejante al de todas las poblaciones de la época colonial: callecitas estrechas para uso casi exclusivamente peatonal, de pronto con el ancho adecuado para el paso de carruajes y animales de cargas de la época; casonas sin mucho patio, solo lo necesario para colgar la ropa lavada. Y es que en esas épocas no se presentaban los problemas ambientales que nos achacan ahora. Residencias acondicionadas a costumbres caribeñas frente a clima tropical, con muchas ventanas y grandes terrazas para sentarse a platicar en las tardes en reuniones familiares, para juegos de dominó y o para ‘recoger’ el fresco de las brisas marinas del norte —llamado por los nativos del nordeste—, el ‘aire acondicionado de los pobres’.

A partir de las migraciones internas de personas provenientes de la zona rural y la aparición de los vehículos, lo cual influye en las nuevas construcciones, pasaron de ser casonas propicias para ‘fresquiar’ en el frente a casas con mucho patio y traspatio, con muchos árboles, cercados la mayoría de las veces con ‘cercas viva’, es decir con plantas, preferiblemente de matarratón, que a la vez era medicinal: el baño con sus hojas servía para secar la terrible varicela.  Patios sembrados de árboles frutales y ornamentales y que eran propicios para las parrandas y las reuniones familiares. Y en muchos se criaban gallinas y cerdos en los traspatios. Singular forma de vivir de nuestros campesinos, que llegaban con sus costumbres pueblerinas y amor por lo natural. Pero a medida que la ciudad fue creciendo se fueron desterrando: ambientalmente perjudicaban a sus vecinos, sobre todo con la crianza de cerdos: los olores a chiquero eran percibidos a la distancia.

Riohacha, junto con Valledupar, deben ser las ciudades de la Costa Atlántica más arborizadas. Las calles de la nueva Riohacha están sembradas de árboles frutales preferiblemente mangos, pero no todo el tiempo fue así. Esta arborización se fue dando en forma gradual, se inició con algunos árboles ornamentales, como almendras, acacias, laureles y uno que otro arbolito de mango, los cuales fueron blanco de los jóvenes de la época, que los levantaban a piedra para tumbar los frutos. Por esta razón muy pocos dueños de casa se atrevían a sembrarlos en las puertas: no deseaban que esos pelafustanes les rompieran los vidrios de las ventanas o los techos.

Con la bonanza marimbera, infinidad de coterráneos tuvieron la oportunidad de visitar otras ciudades, pero de Barranquilla —una de las ciudades que más acogida  tuvo para las visitas de los riohacheros— se  trajeron algunas costumbres entre otra la de hacerles figuras al follaje de los árboles del frente de las casas. También trajeron algunas especies de árboles ornamentales que propiciaban el trabajo de moldeado —hubo ‘riquitos’ emergentes que se trajeron hasta jardineros especializados para que les trabajaran a sus árboles—. Y como todo lo que es moda se propaga rápidamente, se dio comienzo entonces a la siembra de árboles en las puertas de las casas, que además servían para sentarse en las tardes a tertuliar o matar tiempo jugando dominó. Así se inició la prima etapa de arborización de Riohacha.

Luego de un tiempo las visitas no eran a Santa Marta, Cartagena y Barranquilla sino a Valledupar —cambiamos el Carnaval de Barranquilla y las fiestas novembrinas de Cartagena por el disfrute del festival Vallenato— y de allí nos trajimos entonces la siembra de árboles de mangos en las puertas de las casas y en las avenidas principales de la ciudad. Costumbre coincidente, sin proponérselo, con una recomendación de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO): mejor sembrar árboles frutales en las avenidas y calles de las ciudades, porque cualquiera pudiera utilizarlos como alimentación y contribuía a combatir la hambruna de los pueblos.

Riohacha, no hay duda, es ejemplo de arborización de sus calles y avenidas en los últimos 20 años, pero no como una política gubernamental sino como un ‘hacer que se viene haciendo’ asumido por nuestros habitantes. Que sin proponérselo han contribuido a que nuestro municipio sea, si no el que respira el aire más limpio, sí uno de los que tiene el mejor medio ambiente de Colombia.

Hemos contribuido con nuestra arborización a contrarrestar la polución ambiental ocasionada por los gases que escapan de los carros —contienen óxido nitroso, monóxido de carbono y dióxido de carbono—, gases contaminantes que nuestros arboles absorben para favorecer la limpieza del aire riohachero.

...

Se marchita la arborización, mueren palmeras, robles, mangos y acacias, pero reverdecen y florecen la desidia y el desgreño de los llamados a ejercer autoridad ambiental y de ornato y embellecimiento de zonas verdes como son la flamante Corpoguajira y la Alcaldía, entidades a las cuales les reclamamos por la muerte de los árboles en las avenidas.

Y vienen más y reiterados interrogantes: ¿A quiénes les corresponde el cuido, el mantenimiento y la poda de los árboles que están en nuestras calles y zonas verdes?  ¿Quién  responde por el daño ecológico que causa la muerte de un árbol? ¿Quién responde por los arboles tumbados por los carros? ¿Quien sanciona a los conductores que lo hacen? ¿Cuál es el papel de la Policía ecológica?

En meses pasados, un carro de Interaseo —la empresa que presta el servicio de aseo público—, tumbó dos grandes árboles de trupillo en inmediaciones del hotel Gimaura, pero no hemos sabido de sanción impuesta a la empresa. Ni siquiera de un pronunciamiento de la autoridad ambiental o de la administrativa o de la policiva conminando a la empresa a que siembre otros árboles en remplazos de los derrumbados. Todo indica que sigue siendo más importante embellecer la ciudad con obras de cemento que cuidar y preservar los árboles ya erguidos y proyectando sombra.

Y así, seguimos a la espera de que alguien nos diga qué es lo que está matando a nuestros árboles de las avenidas de Riohacha.

Señores gobernantes: ya que no ha sido por política de ustedes la arborización de nuestra ciudad hagan siquiera lo posible para preservarlas... Ayuden a contribuir para que los ciudadanos podamos seguir disfrutando de aire sano y para dejarles a nuestros hijos un legado de amor por la ecología y embellecimiento de la ciudad.

Apliquen su acción rápida y efectiva para que Riohacha toda no sea pronto un cuadro de ‘Naturaleza muerta’.

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