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Carnaval decadente en Riohacha

En inmensa mayoría, mujeres embarradoras listas para disfrutar de lo poco que queda del Carnaval de Riohacha.

Chabacanería opaca las

muestras tradicionales

Por Luis Roberto Herrera Mendoza

Sin temor a equivocarme puedo asegurar que el Carnaval del distrito turístico y cultura de Riohacha, es de los más antiguo que se realizan en Colombia y su lema ha de ser ‘historia, tradición y cultura’.

Y de entre ese palabrerío, tendríamos que construir frases como ‘historia que se olvidó’ y... ‘tradición que

ha ido perdiéndose’. Que de esta, queda muy poco, lo mismo que de lo cultural.

Más allá de muestras folclóricas, muchos jóvenes prefieren la expresión vandálica a manera de resentimiento.

La Reina Cantral del Carnaval y la de la Tercera Edad, como Momo, durante la Batalla de Flores.

La edición del Carnaval de este año en Riohacha mostró dos caras: la de muchas personas, buenos ciudadanos, que participan como actores y espectadores, que ponen todo su empeño y creatividad para mostrar lo pintoresco, lo alegre y el derroche de colorido en diversas alegorías a las tradiciones de los pueblos, y, la otra cara, la de la chabacanería, el mal gusto y el desorden que opacan y deslucen todos los esfuerzos realizados por quienes no quieren que esta fiesta muera.

Se proyecta como un vano esfuerzo, porque como se dejaron ver las cosas, el Carnaval de Riohacha pronto será, irremediablemente, página de registro para la historia.

Pero en honor a la verdad, aun quedan vestigios de lo que fue este carnaval. Y se conservan algunas tradiciones, como la de ‘los embarradores’ —aunque mal huelan—, porque hasta ‘la mojadera’ del domingo de Carnaval hoy es relajo y hasta anarquía.

Por las redes sociales muchos manifestaron su frustración y desencanto frente a lo que el vandalismo ha convertido el Carnaval riohachero. Publicaron que los desfiles se convirtieron en escenario propicio para que cientos de jóvenes, a manera de desadaptados sociales, realizaran todo tipo de vandalismos untando y arrojando todo tipo de sustancias —algunas hasta peligrosas—  no solo contra el público espectador sino contra los integrantes de los grupos de danza participantes, a los que hasta les invadieron sus espacios y les estropearon sus actuaciones.

Un sector importante de riohacheros se queja del Carnaval. Y con razón: durante los últimos años, en sus escenarios se pueden contar por varios cientos los jóvenes empecinados en provocar el caos, en hacer daño en bien ajeno. Las muestras folclóricas en torno al rescate de lo cultural y lo tradicional se ha ido diluyendo para darle paso a las carreras desbocadas, desenfrenadas, de un lado hacia otro, de un grupo de pelafustanes, como jauría persiguiendo su presa: niñas y jóvenes a las que les arrojan de todo, mientras no falta uno que otro abusador que aprovecha el barullo para manosearles sus partes íntimas y tampoco aquel que hurta usando como habilidad el raponazo.

Es tal la anarquía, que un grueso de la gente amante del Carnaval teme participar incluso como espectadores. Lamentan que cada vez esta horda de desadaptados crece y se toman las actividades programadas.

Ante la situación, a la Oficina de Cultura Distrital y a la Fundación Carnaval de Riohacha deben asumir una ardua labor de sensibilización desde meses antes, porque aquí el tradicional jolgorio va de mal en peor. Y todo pinta a que, finalmente, nos vayámonos a disfrutar del Carnaval en otras tierras.

Np todo está perdido. No todos los jóvenes que asisten a los actos carnestoléndicos en la capital de La Guajira tiene mal comportamiento o participan en los desórdenes. Por buen número se les disfrutar sanamente de la fiesta en plan de espectadores al tiempo que otros, aunque muy pocos, hacen partes como actores del Carnaval.

Son inmensas las voces que afirman que la continuidad de las carnestolendas en Riohacha peligra y hasta se le augura un entierro de pobre —con todo y Joselito—. A comienzos de años se murmuraba que “el Carnaval en Riohacha se acabó”.

Crece el vandalaje. Cada vez es menor la participación de danzas y comparsas, mientras que los disfraces individuales y grupales brillan por su ausencia. Es como un carnaval envejecido: el 80 por ciento de los integrantes de los grupos de bailes son bastante mayores de edad, incluso de la tercera; las comparsas son integrada en un 90 por ciento por mujeres. Los hombres son una minina parte. Y hasta en el disfraz de ‘embarradores’ la participación de las féminas va en aumento —¡desaparecieron los parejos!—. En las danzas se ve solo mujeres, fenómeno visto hasta en las comparsas infantiles, solo niñas.

La situación es recurrente. En los últimos años se ha incrementado el vandalismo juvenil, mientras han disminuido los actores del carnaval. Y a menor participación de comparsas mayores muestras vandálicos.

En este 2016, los eventos programados contaron con masiva asistencia de espectadores, a pesar de lo repetitivo y de lo faltos de novedad. Hay que resaltar a quienes se han dedicado a no dejar morir el carnaval riohachero, entre otros la Fundación Carnaval de Riohacha, Mercedes Quintero, Noelia ‘La pipi’ Mejía —reina vitalicia—, la Fundación de los Embarradores, José María Pinedo y  Euclides ‘Quille Pajara’ Redondo. Pero a pesar de esa voluntad y todo el esfuerzo, no logran que esta actividad mejore y por el contrario cada año se nota más pobre en participación de grupos, musicales, danzantes y disfraces.

Sin apoyo estatal a la formación musical instrumental, a la danza folclórica y a las artes escénicas, el mal momento por el que atraviesa el Carnaval es un reflejo de ello. Tenemos que preguntarnos: ¿Cuál es la participación que tiene la juventud en las fiestas?  ¿Cuántos grupos folclóricos se han creado en los barrios? ¿Cuántos grupos musicales de tambores y millo tenemos en Riohacha? ¿Cuántos barrios participan con grupos folclóricos y de danza? ¿Cuántos grupos folclóricos de los corregimientos participan?

Y entre otras cosas, las únicas escuelas de danza organizadas como son las que dirigen Gary Julio Escudero y Carmen Ibarra, no participan como tampoco lo hace la Universidad de La Guajira. Las instituciones educativas de primaria y secundaria del Distrito no se hacen presentes: cada vemos menos participantes del carnaval.

Da envidia saber que en la Batalla de Flores y la Gran Parada de Tradición del Carnaval de Barranquilla participaron casi 500 jóvenes y niños repartidos entre la Banda Departamental de Músicos y grupos de danzantes. Jóvenes que hacen parte de los diferentes programas de formación de las casas de la cultura en municipios y corregimientos del Atlánticos, y que además reciben capacitación en artesanías y elaboración de máscaras y disfraces gracias a programas que en su mayoría han sido financiado por el Ministerio de cultura.  Entonces, pues, si en el Atlántico pudieron… ¿por qué en La Guajira no?

Esa gran cantidad de jóvenes que hoy asisten a los actos de Carnaval y que pretenden hacerse visibles con sus desmanes vandálicos, están pidiendo ser tenido en cuenta y ser parte del espectáculo. Diría que se sienten excluidos y claman con sus actos reprochables, ser protagonistas no como vándalos causantes de desórdenes y caos sino como integrantes de danzas, comparsas y disfraces colectivos.

Así como los grupos folclóricos y comparsas de Barranquilla tienen entre sus integrantes niños y jóvenes con lo que tienen garantizados el relevo generacional y el mejoramiento continuo del show que presenta. En algunos casos, hacen tolda aparte y crean otro grupo, pero siempre encuentran respaldo de empresa. En Riohacha entidades como Comfaguajira, Gases de la Guajira, Corpoguajira, entre otras, deben de procurar que los hijos de sus trabajadores hagan partes de sus comparsas y, al igual que otras empresas públicas y privadas, deben de integrar jóvenes de los distintos barrios, con lo cual mejorarían enormemente la calidad del espectáculo que ofrecen y contribuirían con la resocialización de muchos de estos muchachos.

El carnaval de Riohacha no se puede seguir realizando en forma improvisada y sin planificación. No se puede trabajar solo en los días previos. Siempre se tiene un año para organizar y programar, pero la improvisación se nota en el desarrollo de la programación y en la poca participación de comparsas, grupos folclóricos y disfraces.

Les aseguro que cuando la alcaldía distrital a través de la oficina de Cultura y la Secretaria de Educación, en unión con la Corporación del Carnaval de Riohacha y la participación de los entes Departamentales de Cultura, inicie los procesos formativos y vinculen a los jóvenes de los barrios en estas actividades, ellos mismo se encargaran de procurar el orden en los desfiles.

Solo de esa forma podremos decir con orgullo ¡Viva el Carnaval de Riohacha, el más antiguo de Colombia!

Porque, de continuar como va, tendremos que bajar el telón y anunciar el final de la función.

Quizá lo que esperan muchos jóvenes riohacheros para sumarse a la tradición es que el Estado les permita oportunidades para la práctica de la interacción.

El asunto pinta para que caiga, de manera definitiva, el telón. Como si el futuro del Carnaval de Riohachase vislumbrara en un entierro de pobre.

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