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De lejos he venido,
he cruzado los andes,
he vagado errante
explorando tierra firme
para definir mi vida.
Insertado en la mente está
mi terruño natal todavía.
Horadando valles, ríos, serranías,
lagunas y el mar, arribé a tus lares
como hija adoptiva.

Mi juventud en pleno
cual infanta inocente
extasiada al verte;
observó tus ojos cándidos,
como nitidez del mar
emanando colores del cielo
heredados quizá
de tus ancestros.
Tus mejillas; suavidad, dulzura,
esparcida por mangos de azúcar.

Tu boca cuarteada caduquez
O placer de haber amado,
una corona de rojos trinitarios
y corales ha formado.
Tu noble sonrisa perfila
en sus dientes la blancura;
Blancos como el templete
que de otros nos distingue;
Blancos, tan blancos
como la iglesia San Juan Bautista.

Del arduo trabajar
destila tu semblante
la salubridad del mar
o el dulce sabor de laguna,
donde se prevé la fortaleza
de mujer madura.
Tu piel color de tamarindo
mulato, mestizo o guineo paso,
dimite rasgos fulminantes
que han dejado en ti los años.

Tu cabello ensortijado, negro,
deja entrever canas del tiempo;
Negros como carbón del puerto;
Negros, tan negros como lo es
de la masacre en las bananeras
su glorioso monumento.
Ocultando el sol brillante, arduo;
Tu sombrero entrelazado
de redes o palmeras
con flores de cayena acicalan.

Mamones y sapotes tus pezones
con tierna dulzura amamantan.
Arrullando estás
con maternal cariño,
hombres fuertes,
hombres luchadores.
Tus manos; rugosidad saturada
constriñeron las mías
bienandanza me brindaste
cual madre protegiendo a su hija.

El vaivén de tus caderas señoriales
alegría Y erguido caminar,
son movimientos de cumbia cienaguera
que por años en calles has bailado
carnavales y danza del caimán.
Tus pies cansados, cayecidos
son guerras o masacres que has vivido,
son troncales, son caminos
que labriego y pescador transporta
del mar o la tierra sus cultivos.

El inmenso verdor de serranía
va marcado en tu ropa caribeña,
verde, tan verde
como cultivos de guineo;
verde, muy verde
como frondosos cafetales
que labran campesinos en la sierra;
Verde, tan verde…
como palmeras de la playa
o los enormes almendros de las casas.

Entre acordes de flautas o guitarras
son de enero los versos caimaneros,
un acervo de calamares y mariscos
al sonar la cumbia, la tambora
delante de ti hacen la venia,
monumental, alegre, encantadora.
Por siempre serás para tus hijos
¡Bella Ciénaga¡...
Mi linda y bella Ciénaga
MI CIENAGA, MADRE Y SEÑORA

Coincidencia 'feizbukiana': un nombre, una poeta, una pintora...

Ciénaga Madre y Señora

HOMENAJE

Por Emna Codepi

Emna:

Y para diversas facetas del arte

Nombre sin

homónimo

Emna conjuga pintura y poemas para rendirle homenaje perenne a la tierra que la acogió: Ciénaga, de frente al mar Caribe.

Arbolito de Navidad: vasos de plástico y cucharas, con toque multicolor y estrella.

La poeta, en recital de poesia organizado por la revista taller ‘Luna y sol’.

Por José Orellano

Una noche de estas nos trope-

zamos, mucho mejor: nos ‘cibertro-pezamos’.

Yo, vanidoso, ojeaba mi ‘salario es-

piritual’ en Facebook y, de pronto, ella allí, en mi pedacito de la red, solicitándome amistad.

Todo caballero y con el pálpito de que algo excelente debía surgir 

para la crónica de El Muelle Caribe por parte de este personaje con nom-bre único, sin homónimos, enseguida le confirmé.

Conocía Enas —la mayor de mis hermanas es Ena, Ena Isabel—, co-

nocía Ennas, Enmas, Emmas, pero una Emna no y Google me lo confir-ma: ¡en el mundo no existe otra!

La nueva amistad ‘feizbukiana’ es santandereana de nacimiento, cie-

naguera por adopción y no solo se llama Emna sino que se apellida Code-pi. Vive en Ciénaga, Magdalena, y, para alimento de lo que ella hace, vive

frente a rugiente mar… Que, por esos lares costaneros, el Caribe ruge y brama como fe-lido y bovino de otro mundo.

Nos hicimos amigos, me-

jor: ‘ciberamigos’ de una vez. Y después del saludo inicial y la despedida, la ‘ciberinvestiga-ción’: “Emna Codepi, poeta y pintora”.

Pues bien: tras haber a-

prendido, en menos de lo que se pueda imaginar, a clavar en el alma por siempre la poesía del poeta-poeta vallenato Luis Mizar, de haber tratado en Ba-rranquilla a Federico Santodo-mingo, de sentir correr hormi-gas por la piel y arrugas en el alma con las letras de Gustavo Gutiérrez y Rafael Escalona, en ese orden, tras leer la exquisi-

tez de la producción poética por siempre inédita de ‘La maga’ y, última-mente, codearme con el psicólogo barranquillero Antonio Quintero Palme-ra, otra poeta —y además pintora— tenía que ser, simple y llanamente, ¡bienvenida al círculo de amistades! En su caso de amistades ‘feizbukia-nas’. Y al rompe.

Y sí: el ciberdiálogo es natural, sin pretensiones de ninguna índole. Y

sobre lo primero que se me ocurre ‘abordarla’, ‘ciberabordarla’, es sobre su concepción material y poética de Ciénaga:

—Ciénaga, Madre y Señora —escribe, la primera letra de cada pala-

bra en mayúscula—. Por siempre serás para tus hijos Mi linda y bella Ciénaga: Mi Ciénaga… ¡Madre y Señora!

Le digo que ese pensamiento cómo lo materializaría y me envía la fo-

tografía de un cuadro…

—Se llama ‘Ciénaga, Madre y Señora’, como la poesía que también

estoy mandándote —señala.

Recientemente el periodista y escritor cataqueño Rafael Darío Jimé-

nez compiló un libro colectivo de poesía internacional con el título ‘Puen-tes de agua’ —poemas de 176 poetas de 10 países de dos continentes y 15 departamentos colombianos— y entre la pléyade de poetas del Mag-dalena está Emna, orgullosa de ello, pero también, como una chiquilla, orgullosa de que su nombre sea único en el universo: “Caramba, soy privi-legiada: no tengo homónimos”, dice apenas le manifiesto que Google me

lo había confirmado.

Además de ser parte de ‘Puentes

de agua’, es autora de tres libros: ‘Flore-cer’, ‘Poemas al pincel’ y ‘Betulia’, la tie-rra santandereana en la cual fue criada hasta los 15 años tras haber nacido y si-do bautizada —como Emna— en Ba-rrancabermeja. En su tránsito de niña a mujer llegó a Ciénaga para quedarse a-llí, por siempre jamás, con historia senti-mental y final feliz.

—Llevo 30 años de feliz matrimo-

nio —anota—. Casada desde los 16 con el único hombre que conoce el sabor de mis labios, el color de mi rosa y el olor de mis pétalos... Mi único novio, mi pri-mer amor, quien me ha dado los tres re-galos más bellos de la vida: tres hijos varones, un médico, un ingeniero y un abogado, a quienes amo con todo mi corazón.

Desde las dos facetas artísticas en 

que se mueve, Emna —ella lo escribe, yo lo confirmo— ha participado en va-rias antologías poéticas y exposiciones

de arte a nivel tanto nacional como extranjero. Ha ganado varios premios de pintura y poesía en Colombia y diferentes países y sus poemas han sido traducidos en varios idiomas.

La verdad, la verdad: la tercera pregunta que le hice fue: ¿Cuántas veces al año vas al mar de Ciénaga?

Me respondió: “¿Cuántas veces voy al mar? ¡VIVO FRENTE AL MAR!”.

Así, en mayúscula, lo escribió. Insistí: ¿Te sumerges en él?

—Claro que sí —anotó.

Letras y pictórica... ¿A qué hora aparece no la inspiración sino el deseo de producir? ¿Un cuadro...? ¿Un poema...? ¿Un texto descriptivo en prosa...?

—Mis poemas al pincel —dice, y ella sabe lo que dice—. Creo que desde niña... Cuando pinto siento que en

cada pintura me queda faltando muchas pinceladas para poder hacer la obra perfecta y por eso la culmino con ver-sos poéticos… De igual forma cuando escribo un poema, me siento a trazar las pinceladas basada en sus versos. La sensación de culminar al unísono la obra me hace estremecer al ver su perfección, a lo ‘codepiano’. Aunque para muchos existan falencias en trazos y versos, para mí es la culminación de un éxtasis artístico

Una apreciación sobre el amor, lo divino y lo humano...

—El amor es esa fuerza que tú llevas dentro de sí para dar valor en la creación de las cosas. Lo divino es todo

aquello que hace estremecer mis sentimientos. Lo humano es la satisfacción del deber cumplido cuando tú entregas todo de ti en pro de tus semejantes. Es poder ayudar sin esperar nada a cambio. Es dar silenciosamente sin esperar aplausos y es sentir felicidad cuando los demás triunfan.

Una más: ¿cómo defines tu línea poética? ¿qué poeta te influye?

—No tengo definición propia... Me gusta escribir historias poéticas, poesías con un comienzo, un nudo y un des-

enlace. Soy enamorada de la poesía gauchesca, la argentina. Aquellas historias de los gauchos que declamé muchísimas veces en mi infancia.

Perdón: pregunta final: ¿qué piensas de este encuentro ‘feizbukiano’?

—Coincidencia. Encuentro en a red social de dos almas amantes de la cultura.

Suelo ser noctámbulo: escribiré la presentación de tu poema a la noche-madrugada...

—Muy agradecida contigo. Disculpa mi demora en contestar ando en el almacén trabajando y estos días tengo

harto movimiento.

Trato de sacarle información sobre el almacén, que aproveche y le ‘damos una coba’, pero lo elude… Trato 

también de hacerle recordar un chasco, una anécdota de esas ‘trágame tierra’, pero no tiene claro lo que eso signi-fica para un barranquillero. Se lo explico con un ejemplo personal y pospone —tal vez para el nunca jamás— el rela-to de alguno de esos chascarrillos que no faltan en estas lides…

—Tengo que terminar 500 anchetas navideñas —se excusa la poeta y pintora de nombre único—. Tengo una

novena de Aguinaldo con 300 niños y es un trajín muy satisfactorio.

Dato que enriquece la presentación del personaje —le digo—. A la distancia asumo que eres sensibilidad a flor de piel... No es un piropo... Es un punto de vista en busca de una respuesta certera...

—En fotos se ven muchas cosas —anota Emna Codepi—. Hay que conocer a las personas para tener un

concepto real sobre ellas.

Un día de estos pasaré por Ciénaga para dejarme invitar a un tinto...

Cesar, Oskar y Andrés, un médico, un ingeniero y un abogado, los tres regalos más bellos de la vida de Emna.

Varias de las 500 anchetas navideñas que debía arreglar: otra faceta de la vocación artística de Emna.

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