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Con la prevención

Coro

Dios bendiga el sagrado fervor, del redil colegial donde mora

la celeste y divina pastora, irradiando su ciencia y amor.

Primera Estrofa

En sus claustros benditos enseña, con sincera y vital devoción

y se crece en virtudes cristianas, como manda la gran religión

en el nombre de Cristo y María, se cultiva la sana instrucción

y en el campo feraz de la patria, el amor se convierte en pasión.

 

Tomo el himno de insigne institución educativa, escrito por el ilustre maestro y hombre de letras Luis Alejandro López —llamado cariñosamente por sus allegados como ‘Papayí’— para encabezar este escrito, porque representa todo lo que ha sido la Divina Pastora.

La institución cumple 108 años de enseñanza no solo a la sociedad riohachera sino a la guajira, también a la colombiana y hasta la venezolana —que han sido muchos los originarios del hermano país que estudiaron en este claustro educativo— y El Muelle Caribe no duda en sumarse a la complacencia por este hecho. Y a clamar por que mañana no llegue a horrorizarnos nuestra Divina Pastora.

Literalmente claustro, porque en sus inicios, a partir del 4 de febrero de 1907 bajo la rectoría de Monseñor Atanasio Vicente Soler y Royo, tenía la modalidad de internado. Aunque también era externado.

Desde sus comienzos la institución cambió varias veces de razón social y sedes y fue en 1930 cuando adquirió el nombre con el que se le conoce: Colegio de la Divina Pastora, que el 14 de mayo de 1959 se trasladó al edificio donde actualmente funciona y que para entonces estaba destinado a ser un hotel, pero más pudo la necesidad de ampliar la capacidad de la institución y por esa razón se le cedió. Ese mismo año puso en marcha su banda de guerra estudiantil —que así se llamaban en esa época—, la cual es una de las más antiguas y tradicionales de Colombia.

El sacerdote capuchino Tarsicio Dimeo (fallecido) fue su director desde 1953 hasta 1978 y es el referente más importante de la historia moderna de la Institución. Este varón de Dios fue acompañado durante mucho tiempo en sus labor por un selecto grupo de profesores, entre quienes destacan Luís Alejandro López, como vicerrector; Manuel Sierra, Luís Sierra Cabrales, Orlando Cuello, Ramón Gómez Atencio, Carlos Melo, Marcos Pedraza, Leonte Pérez, Manuel Navarro y Joaquín Curiel Scout, para que después llegara otro grupo, egresados como bachilleres de esta institución, entre ellos Carlos Pino —que luego llegó hacer rector—, Efraín Curiel, conocido como ‘Tata chu’; Luis Peñaranda, ‘Jochemin’, y Alfredo Conrado. Pero hay que rendirle mención de honor a la señorita Ana Eliza Smith, ya fallecida, la eficiente Secretaria Asistente del Padre Tarsicio, labor en la cual se desempeñó por más de 30 años.

A partir de 1975–76 la institución pasó de ser de jornada extendida a una sola jornada y se dio inicio al convenio de educación contratada, todo un alivio económico para los padres de familia de esa época. En 1979 la rectoría pasó a manos de los Hermanos Franciscanos y fue en 1982 cuando llegó el padre Franciscano Guillermo Meza; bajo su dirección se festejaron en forma pomposa las Bodas de Diamantes, 75 años de labor continua.

En 2000 la Institución pasa de ser el Colegio de la Divina Pastora a la Institución Educativa Divina Pastora y su cuerpo de profesores de ser por educación contratada para depender de la Nación, razón por la cual hacen parte del Sindicato de Educadores de Colombia.  

Es apenas, pues, un extracto de reseña histórica —en otra oportunidad profundizaré en su historia— de un centro de enseñanza que por mucho tiempo cubrió de gloria la educación en Riohacha y La Guajira ha visto pasar por sus salones miles de estudiantes de los cuales muchos se convirtieron en   profesionales destacados: ministros del gabinete presidencial, congresistas, gobernadores, alcaldes y grandes dirigentes políticos, entre profesionales en otras ramas del saber.

Pues bien: este establecimiento educativo que llega a sus 108 años de aporte continuado al desarrollo formativo de niños y jóvenes en La Guajira, ha ido perdiendo grandeza, ya no es plantel destacado y, desde que finalizó el modelo de educación contratada, presenta una serie de problemas que se acentúa con el paso de los años y se agudiza por algunas reformas y la aplicación de nuevas condiciones para la docencia. Por ejemplo: el cuerpo de profesores ya no era escogido y contratado por la comunidad religiosa sino por el ministerio del ramo, un cambio que si bien benefició a los profesores —les trajo estabilidad laboral—, flexibilizó la filosofía de la institución y la introdujo en el defectuoso sistema de la educación estatal. El énfasis en lo integral: formación educativa, disciplinaria y espiritual, se perdió. Pero además se suman el abandono total a la infraestructura y la falta de inversión en calidad educativo, que a la final no es más que pura retórica, bla-bla sin contenido.

Para resaltar, el hecho de que a medida que venía creciendo su población académica la Divina Pastora vino cambiando de sede. En sus inicios, con 30 estudiantes y tres cursos de primarias, estuvo en la capilla de los Padres Capuchinos, entre 1907 y 1910.  Entre 1911 y 1917 funcionó en casa de la señorita Margarita Cataño. Desde 1918 hasta 1959 tuvo edificio propio, frente a la Catedral —en lo que hoy se denomina ‘El callejón de las brisas’— y desde 1959 hasta la presente ha funcionado en la edificación de la calle primera o avenida 14 de Mayo.

Hasta 1976, la Divina Pastora funcionó con una jornada única extendida, los estudiantes asistían en la mañana y en la tarde, pero a partir del convenio de educación contratada la jornada única cambió a doble, debido al aumento de la población estudiantil, y trajo como consecuencia el desmejoramiento en la calidad educativa impartida: a mayor cantidad de estudiantes, menor calidad en la formación. Se había pasado de tener entre 15 a 20 estudiantes por salón de clases, a tener entre 30 y 40, pero además se pasó de tener uno o dos salones por grados a tener hasta 5 y 6 salones de un mismo curso.

En los últimos 10 o 15 años, la Institución Divina Pastora, como se le denomina ahora, ha dejado de ser una institución ejemplo por la excelencia de la educación impartida y sus grandes gestas deportivas y culturales, a una institución sin brillo ni presencia destacada en la actividad educativa guajira. Es más: su edificación ya muestra el desgaste de 56 años de uso y sus instalaciones ya son inadecuadas para el desarrollo de la calidad educativa.

Y es que las normas para edificaciones escolares han variados mucho desde aquellas que se implementaron en los inicios de nuestra amada institución educativa: tienen en cuenta desde el tamaño del lote y las distancias que debe recorrer el estudiante, hasta la posición de los salones de clases, la luz, el color de las paredes: ambiente propicio para la educación, con espacios para la recreación, el deporte y el descanso; para los laboratorios, la informática, las artes plástica y la música, e incluso espacios con zonas arborizadas, propicias para el relax y el estudio, todo esto pensado en la calidad de la educación a impartir... Hoy día la edificación de la Institución Divina Pastora no cumple con estas normas técnicas.

Este año se agudizo la crisis entre la Diócesis y la Alcaldía de Riohacha por la renovación del convenio para que el plantel continúe prestando los servicios educativos al municipio y el punto más importante de la discordia es el de la construcción de la nueva sede: que cumpla con las normas establecidas en procura de mejoras en el desempeño del estudiantado.

El Departamento, el Distrito y la comunidad tenemos una enorme deuda de agradecimiento con la Divina Pastora. Por muchos años puso a nuestro territorio en un nivel muy alto, no solamente en el ámbito educativo sino en lo deportivo y lo cultural. ¿Cuántas veces los estudiantes de la Divina Pastora subieron al pedestal más alto del premio Coltejer al mejor estudiante de Colombia? ¿Cuántas veces estudiantes de la Divina Pastora nos representaron en competencias deportivas nacionales con destacadas actuaciones?

Y en lo cultural, el concurso de intérpretes de baladas ‘Cactus de oro’ —de renombre nacional en su épocas—, con actuaciones especiales de artistas de talla nacional, estrellas de  temporadas y creación de grupos musicales, con estudiantes de la institución y el apoyo del profesor Arlando Cuello, quien  acompañaba musicalmente a los concursantes. Se hacían llamar ‘Los yorquis’ y allí destacab jóvenes como Álvaro ‘El pali’ Gámez, Edgar Mejía, (médico residenciado en Estados Unidos), Tony Ávila (arquitecto administrador de Avila Ltda., empresa constructora de proyección nacional e internacional), Luis Eduardo ‘El gordo’ Aponte (residenciado en México), José Illidge, Alex Wbert, Titi Ramírez y también Tito Serrano.

La Divina Pastora fue ejemplo nacional de modelo escolar, debido a que aplicó el modelo utilizado en Europa y que fue traído por los religiosos, inicialmente los españoles que fueron los fundadores; después pasó a manos de los italianos, que terminaron dándole forma, lo cual se refleja en la promoción de la práctica de las actividades deportivas y culturales. ¡Todo esto se ha perdido!

‘Los Pastorinos’ eran orgullosos de tener su origen y base en la institución, son memorables sus enfrentamientos con los representantes de otra institución insigne de la educación en La Guajira: el colegio José Almirante Padilla —también venido a menos—. En todas las actividades en que se enfrentaban estas instituciones afloraba el deseo de demostrar quiénes eran mejores, tanto en lo académico, por ser el mejor Bachiller de Colombia, en lo deportivo, pero los encuentros más recordados son las competencia de bandas, que antes eran llamadas ‘de guerra’, pero que ahora se denominan ‘de paz’. Y algo de literal puede que haya en aquello de ‘bandas de guerra’: las competencias muchas veces terminaron en batallas campales, con instrumentos rotos y averiados.

‘Los pastorinos’ han sido —no dudo al afirmarlo— desagradecido con su institución, la han abandonado a su suerte. Aquel orgullo ‘pastorino’ que sintieron por pertenecer a la Divina Pastora se ha venido desvaneciendo con el tiempo: basta y sobra con solo nombrar el caso de los dos últimos alcaldes de Riohacha, Jaider Curiel Choles, período 2008-2011, y Rafael Ceballos Sierra, el actual. Y así como ellos hay cientos de exalumnos que han ocupado cargos a todos los niveles, local y nacional.

Sin embargo, en estos días de crisis de la institución destaca un grupo de egresados promoviendo una campaña para que la Divina siga en su sede original, como patrimonio histórico de la educación guajira. Ante tan apreciado gesto, debo decirles a mis amigos que la lucha debe de darse pero no para que la institución se conserve en el antiguo edificio, la lucha debe de darse para que se construya la nueva sede, bajo todas las normas modernas para las edificaciones escolares.

La aspiración es que la próxima sede de la Divina Pastora corresponda a un ‘megacolegio’ como se lo merece no solo la comunidad ‘pastorina’ sino Riohacha y La Guajira.

¿Y qué hacer con la sede la antigua? Que se convierta en un museo, dotado de una escuela de bellas artes. Sería un extraordinario gesto para honrar la memoria de ese puñado de religiosos que nos prodigaron tanto amor y enseñanzas. Y para que a todos ‘los pastorinos’, pecho henchido de orgullo, volvamos a cantar, como en nuestra época de estudiantes, acordes de este maravilloso himno.

Coro

Dios bendiga el sagrado fervor, del redil colegial donde mora

la celeste y divina pastora, irradiando su ciencia y amor.

I

En sus claustros benditos enseña, con sincero y vital devoción

y se crece en virtudes cristianas, como manda la gran religión

en el nombre de Cristo y María, se cultiva la sana instrucción

y en el campo feraz de la patria, él amor se convierte en pasión.

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