El Muelle
CARIBE
Homenaje perenne al Muelle de Puerto Colombia
Crónicas y Opinión
José Orellano, director
Con objetividad relativa
Felicitaciones por
un año más viejo o
‘¡más interesante!’
65
José F. Orellano Ripoll
Ada Luz Escalona y Primeria Barros
Es difícil encontrar un buen amigo, uno que nos escuche, nos entienda y nos acepte como somos. Yo estoy feliz porque encontré todo eso y más en ti.
“
”
Cruz Hernández, Guillermo Valderrama, Yul Fuenmayor, Arnol Castillo y Edgardo Aguirre
“José Francisco Orellano Ripoll ¡Feliz cumpleaños loco! Bendiciones y buenos deseos por siempre. #Familia Orellano Panza #Familia Orellano Ripoll#TodaUnaVida #Papá”
65
Carmen Rodríguez
Por José Francisco
Orellano Niebles
—¿Cómo va la vida? —me preguntan.
—Pasándola, pero ahí vamos... —respondo—. ¡Poniéndose uno cada vez más viejo! —puntualizo.
—Ya la palabra viejo no se usa —me contestan—. Se dice “interesante”.
—Viniendo del reino de la palabra, acojo la interesante propuesta —contesto—: no estoy viejo, estoy muy, pero muy INTERESANTE... Y va en próxima crónica de El Muelle Caribe y te aviso.
—Jajajajaja listo —y finaliza la conversa.
Con especial dedicatoria a Primeria Barros,
Princesa Wayuu, diosa de la Amistad
La glándula de la felicidad, ante 65 años de vida...
Cuando el viejo Francisco Javier —‘viejo’ no por viejo; ‘viejo’ por papá— fue a reconfirmar en la parroquia del pueblo que el niño recientemente bautizado había nacido el 7 de noviembre, la avanzada sordera del párroco dejó constancia en el libro de registros sobre lo que el santo hombre creyó haber escuchado: 7 de septiembre.
Pasaban los años y nadie de la familia se percataba del cambio de aquella fecha de nacimiento. Copias de la ‘partida de bautismo’ se fueron solicitando, se fueron expidiendo y se fueron presentando como primorial documento para llenos de requisitos —incluso hubo confirmación: sacramento que ratifica la recepción de la fe del bautizo— y los años corrían y corrían, y corrieron, hasta cuando se detuvieron en el primero de diciembre de 1971, fecha en la cual aquel adolescente-hombre, nacido bajo el signo zodiacal de escorpión, fue a ‘sacar’ su cédula de ciudadana que, para entonces, la mayoría de edad se alcanzaba a los 21 cumplidos.
Veinticuatro días antes él había celebrado con gran ‘parrandón’ —mondongo, ron Blanco, agua de coco, butifarra, cumbia y merecumbé—, su arribo a la mayoría de edad, pero era el viejo Francisco Javier quien lo había arrastrado hasta la Registraduría Municipal del pueblo, porque —como autoridad eterna sobre aquel vástago suyo—, él, papá, no iba a darle largas a que su hijo siguiera siendo un indocumentado “por muy mayorcito que se creyera”.
Ese fue el día —primero de diciembre de 1971— en que supe que por siempre cargaría, desde lo civil, con el hándicap de ser dos meses más viejo de lo que naturalmente soy. La cédula de ciudadana, que con el paso de las calendas me ha sido cambiada en dos ocasiones en su presentación, o sea: he tenido tres formatos distintos —para eso nos rigen el Estado y las nuevas tecnologías en sus precisos tiempos—, me mandaría por siempre a cumplir años el 7 de septiembre. Y de ser un auténtico escorpión, signo del cual me siento orgullosamente orgulloso, me había mandado, de un plumazo —literal— a usufructuar la condición de virgo, el único signo caracterizado por una femme. ¡Uf! Género que adoro.
Aunque virgo simbolice “la búsqueda de la perfección, la crítica, el análisis, la lógica, el sistema, la laboriosidad, el detalle, las ocupaciones subalternas, el proletariado, el servicio, la salud, las artesanías, la eficiencia, las fábricas y los animales domésticos”, prefiero la simbología que el horóscopo de ‘ABC.es’ nos endilga a quienes, gráficamente, también podemos posar de alacrán: simbolizamos “la transmutación, la renovación, el cambio, lo misterioso, las fuerzas ocultas, la magia, la muerte, la destrucción y la regeneración, las confrontaciones, la lucha, los retos, los dramas pasionales, las envidias, las herencias, los legados, las donaciones, las búsquedas difíciles, la interiorización y el sueño”.
En este 2015, par meses más viejo, el 7 de septiembre —por obvias razones, así había de rezar el Registro Civil— hice mi arribo civil a los 65. Y así se apresuraron a recordármelo algunas entidades comerciales en cuyas bases de datos figuro con la obligatoria información que se registra en la cédula. Me alegré —por Dios Santo que me alegré— al ver transcurrir el día sin más congratulaciones: en las varias veces que me asomé a Facebook ¡nada de nada! “Bueno, nadie sabe que he cumplido un año más de vida, según aquel párroco de mi terruño, acontecimiento que corresponde, simple y llanamente, a uno menos que vivir”, me dije en voz alta, reflexivo, pero mamándome gallo a mí mismo. Y ‘¡san-se-acabó!’. Y comencé, sin sobresaltos, a andar mi ruta hacia los 66. ¿Será que sí llegaré?
Pero el 5 de noviembre ocurrió algo inesperado, ¡que me alertó! Una amiga sanjuanera, Mirelda Churio, mandó decirme, por intermedio de Facebook, que se hallaba súper-contenta porque minutos antes se había enterado de que, dos días después, yo cumpliría años el mismo día que ella. Le indagué sobre la forma en que se había enterado y me dijo que lo había encontrado en Facebook, cuando trataba de llenar su vanidosa curiosidad —¡ah!, siempre tan acuciosa la gran amiga Mirelda— de saber qué personajes cumplen años con ella. Minutos después, mi hija menor, Claudia Marcela, que es quien me había zambullido en el oceánico-inter-galáctico Facebook, me contaría que al registrarme se atuvo a la verdad verdadera y natural que yo le he transmitido: fecha de nacimiento, 7 de noviembre.
No sé por qué, pero recuerdo ahora que el revolucionario ruso León Troski y el escritor francés Albert Camus, entre cualquier infinidad de famosos del mundo, también se ponían más viejo este día. Son dos famosos a quienes yo sigo ganándoles la partida: el primero cumplió hasta 61 —lo asesinaron en México el 21 de agosto de 1940— y el segundo dejó de hacerlo diez meses antes de completar los 47, víctima de un accidente de tránsito registrado el 4 de enero de 1960. ¡Dos muertes supremamente trágicas!
Pues bien: en un abrir y cerrar de ojos, llegó ese cierre de la primera semana novembrina de 2015, sábado por cierto, para celebrarlo con las labores de comienzo del cierre de la actualización de El Muelle Caribe correspondiente a esos días, la número 37... Había amanecido con el Smartphone apagado y, tras encender el computador, al arranque del ya cotidiano ciber-viaje, un sentido ‘recorderis’ por medio de Facebook de parte de mi hijo mayor... Lo había ‘subido’, así se dice, a las 12:37:34 am (es decir a las cero horas 37 minutos y 34 segundos, aunque, según Evelina Dolores, ‘mamá Ina’, nací hacia el mediodía, un miércoles): “José Francisco Orellano Ripoll ¡Feliz cumpleaños loco! Bendiciones y buenos deseos por siempre. #Familia Orellano Panza #Familia Orellano Ripoll #TodaUnaVida #Papá”, decía...
Y digo ahora: si hay algo en el mundo que me hace sentirme siempre renovado en todos los aspectos emocionales, es ese ‘loco’ con que siempre me ha distinguido y me ha saludado mi Jr., mi hijo mayor. El otro día quiso cambiarlo, me ‘usteó’, y casi ‘peleamos’. Momento muy propicio, este, para reiterarle mis agradecimientos a mi ‘loquillo’ Orellano Ripoll.
Pues bien —vuelve y juega—: si bien es cierto que el 7 de septiembre me había alegrado al haber visto transcurrir el día sin más congratulaciones en mi correo electrónico que las de las entidades comerciales, este día de mi cumpleaños de verdad-verdad sucedieron tantas cosas lindas, pero tantas-tantas, que la euforia de dos meses atrás no llega siquiera a ser un ápice, a ser una nonada, enfrentada a la del recientemente pasado 7 de noviembre.
Facebook en especial, WhatsApp en segundo término, las llamadas, tanto a fijo como celular, en tercer lugar, y uno que otro e-mail directo, me abrumaron durante todo el transcurso del día, con extendido al 8, tanto por cantidad como por calidad. De tal forma que el timo —que no es la inflexión verbal de timar, me refiero a ese timo que nada tiene que ver con hurto o engaño o timador—: mi timo, del griego ‘thýmos’, que algunos señalan como una de dos almas del humano: la ‘cálida, emocional y vigorosa’, mi glándula de la energía vital y la felicidad plena, alcanzó picos de crecimiento de hasta un 300 por ciento, si no más... Al margen de los estudios científicos en profundidad —“cumple una función primordial en el sistema inmunitario”—, el timo, de acuerdo con la cofradía yogui, regula las emociones y está directamente conectado con los sentidos, la conciencia y el lenguaje. Crece cuando estamos alegres y encoje cuando estamos estresados y mucho más si enfermamos, razón de su apelativo ‘glándula de la felicidad’. La pobre, que en 65 años de vida no ha escapado a encogimientos mayúsculos, de mucho más allá de la mitad, agobiada, la mencionada glándula, por ramalazos de nostalgia, por puñetazos de tristeza, por caricias de amargura, por remolinos de traición y, en un reciente, quizá, por acciones de ‘estrés post-jubilación’.
Luis R. Herrera y David Campo Pineda
No he eliminado ninguno de los mensajes de Facebook... Los he reservado, con cierta meticulosidad, esperando el momento oportuno para recrearme en y con ellos. Y ese momento me lo ha procurado la amiga guajira Primeria Barros, a quien, al comenzar la semana ya pasada, me tropecé en Facebook y saludé:
—¿Cómo va la vida? —respondió preguntando.
—Pasándola, pero ahí vamos... —le respondí eufórico—. ¡Poniéndose uno cada vez más viejo! —puntualicé con sello bromista, pero atenido a mi verdad.
—Ya la palabra viejo no se usa —me contestó—. Se dice “interesante”.
—Viniendo del reino de la palabra, acojo la interesante propuesta —contesté—: no estoy viejo, estoy muy, pero muy INTERESANTE... Y va en próxima crónica de El Muelle Caribe y te aviso.
—Jajajajaja listo... —Cierre de conversación.
Ese breve diálogo ‘feizbukiano’ hizo, de verdad, sentirme ‘interesante’. Y mientras leía y volvía a leer el breve ‘dime que te digo’ con Primeria, Princesa Wayuu, viajé a los acontecimientos ‘feizbukianos’ del 7 de noviembre. Y sí: quien precipitó la cascada ‘feizbukiana’ de aquel día fue ‘la foto en la que apareces’ que agregó Jr, JFOR, el gran responsable, el amoroso precursor. Porque apenas comenzaron a leer el texto que acompaña la foto que él subió, comenzaron no tanto los ‘me gusta’ como sí los mensajes: los protocolarios, los normales, los bien sentido, los afectivos, los que se fundieron en fuego de amor, pero del amor puro, ese que no necesariamente conlleva sexo ni abre pasos al rencor.
Ejecutada la gracia del Jr., de 4:00 de la madrugada del 7 de noviembre a 10:00 am del día siguiente, 8, estuvieron llegando los ‘cíber-encargos’. Ochenta, noventa, más de cien —¡qué sé yo. No los he contado!—, pero fueron bastantes aunque no para competir con Roberto Carlos. ¡El millón de amigos ha de ser exclusivamente de él!
Había pensado en destacar algunos de acuerdo con la cronología de su llegada, pero luego, al leer y volver a leer, decidí hacerlo en orden de impacto emocional, de afectación positiva a mi timo.
Por ejemplo, ese tan especial de Carmen Rodríguez a las 10:20: “Es difícil encontrar un buen amigo, uno que nos escuche, nos entienda y nos acepte como somos. Yo estoy feliz porque encontré todo eso y más en ti. ¡Un muy Feliz Cumpleaños para un amigo al que nunca olvidaré! Deseo que tengas un día adorable, no sólo hoy, que es tu cumpleaños, sino durante todo el año. Deseo que cada mañana te levantes con una sonrisa sincera”... Ahhh, Carmencita: ¡Mucho más joven que yo cuando la traté!. ¡Cómo me fascina este mensaje, incluso con asomos lagrimales! Ella labora en El Heraldo.
Otro que también me impactó emocionalmente lo genera el contemporáneo colega —unos días mayor que yo, como que apenas ¡unos 1.890!—, Cruz Enrique Hernández Fernández, de Calamar, Bolívar, residente en Bogotá, a las 10:27... Mandó decirme que “¡No joda! Llegar a los 60 y pico (pico de guasalé) de vital existencia terrenal en las actuales circunstancias y con ese ‘look’, es de admirar y tomarlo como vivo ejemplo. Jose: Mil felicitaciones en tu cumpleaños en unión de tu numerosisisisíma familia, y que El Todo Poderoso te siga iluminando en tu quehacer periodístico, en el que estás sobrado de la A a la Z, por encima de muchas ‘estrellitas’. Un abrazo rompe hueso”. (Guasalé, aclaro, es un pájaro de pico más largo que su cuerpo, que habita en los árboles, a orillas de los arroyos o en las rozas de cultivo).
Puede que hacer la presente reproducción suene a vanidoso, pero todo este ‘alimenta-ego’ ya es público. Una razón para venirme ahora con el recado de Guillermo Valderrama, desde USA, a las 14:34, él siempre con su eterna capacidad de dar en el clavo: “Caudillo... como las sombras ahí vamos... Pero te jodí, mis ochenta lejanos de ti. Felicitaciones, fuerte abrazo”. Guillermo Valderrama es de dar en el clavo, sí, como aquella vez que visitó un ministerio ocupado, en su titularidad, por quien había sido compañero nuestro en la redacción de El Heraldo y a quien, sin medir distancias por investiduras, no tuvo inconveniente en recordarle —mediante un espeto directo— el apelativo con que lo habíamos bautizado: “¿Qué hubo ‘garganta’e lata’... cómo te va en tu nuevo cargo?”, le dijo al entonces ministro.
Selecciono también ese mensaje de Yul Fuenmayor Ripoll, a la madrugada, a las 4:09 am, diciendo: “Feliz día Coñondongo”,... Obvio que yo sé que no había ‘coños’ de por medio sino que Yul se refería a ‘Cochongondo’, uno de mis seudónimos periodísticos de Carnaval... El simple hecho de que él se acordara de algo que pasó hace 38 años, y me lo recordara, me emocionó...
También me llenó el de Arnol Castillo, desde Valledupar, a las 8:06: “Felicidades a ese gran periodista costeño, profesor y ejemplo para muchos de nosotros, que DIOS lo bendiga hermano”... El de Edgardo Aguirre a las 8:24, desde Barranquilla: “Sírvelo!!! un abrazo bien Muellecaribeño!!!”... O el que había llegado 23 minutos antes, desde la península septentrional: “Que Atenea, DIOSA de la inteligencia y la sabiduría, siga aportándole, cada día, más de sus dones, FELIZ CUMPLEÑOS”. Este es de Luis Roberto Herrera Mendoza, de mi nuevo cuño de amistades, el veedor-transmisor de interesantísimas historias en torno a Riohacha, corresponsal puntual de El Muelle Caribe... Personalmente no le he dado un abrazo ni un apretón de manos, es más: nos nos hemos visto a la cara, mirada frente a mirada, pero es de esos excelentes amigos que sí propicia Facebook, que llegaron para quedarse. Ya hemos ‘peleao’ más de una vez, pero ahí vamos consolidando afectos.
¡Cómo dejar por fuera este que dice que “mi compadre querido: felicidades en su fecha. Que sean incontables las ‘hojas blancas’ y que sigan diluviando palabras en su magín, para continuar deleitándonos con la magia de sus escritos. Dios lo bendiga”! David Campo Pineda, hijo de Porthos, compañero de labores en El Heraldo de la calle Real entre carreras La Paz y Progreso de la Barranquilla setentera. Mi compadre 'Davichito', como le decía el genial Oliverio Del Villar en aquellas inolvidables tardes samarias de puro periodismo literario en el El Informador de la bellla Perla de América.
Y con el mensaje de Ada Luz se rebozó mi alma y se avino cualquier cantidad de recuerdos de la Leyenda Vallenata y, obviamente, de Rafa Escalona
De entre tantos, estos seis o siete mensajes agiganta-timo me llegaron en horas indistintas y se adhirieron a los pliegue de mi alma. Y un mensaje más, de esos bien levanta moral, ‘estalló’ cuando ya la noche se deslizaba hacia su filo —22:08— y yo seguía asomándome a Facebook, al tiempo que corregía textos de Inocencio De la Cruz, ajustaba los textos de El Monje, seguía escribiendo mis propios textos, escogiendo fotos, diseñando, diagramando, apurando al hombre de Riohacha... Lo ‘colgó’ Ada Luz Escalona y, con el timo altamente acelerado, esto fue lo que leí: “Mi querido, mi amado, mi inolvidable, mi amigo, mi hermano, mi cómplice... la verdad es que no sé cómo felicitarte... Jose ya sabes que son muchos años de conocerte desde que era una sardinita.... fueron muchos festivales que disfrutamos... por eso hoy quiero que este día sea muy especial para ti... quiero que sepas que mi cariño sigue igual de grande para ti... mejor fichó que tengas un súper cumpleaños... Yo no sé escribir así de lindo como tú pero espero hayas entendido todo lo que mi corazón quiere decirte, mi adorado amigoteeee... te amo con todo mi corazón amigo de mi (corazón, grandote; corazón, corazón)”. Y con el mensaje de Ada Luz se rebozó mi alma, se desbordó mi timo, y se avino cualquier cantidad de recuerdos de la Leyenda Vallenata y, obviamente, de Rafa, el maestro Escalona, los lunes por la tarde, arrellanado en una mecedora en el patio de la casa paterna en Soledad, en medio de guayabales, cocoteros enanos, chirimoya, un guanábano, rosas y claveles y hasta una cayena —roza urbana—, bebiendo whisky con ‘el viejo’ Francisco Javier y contando sus interminables aventuras de toda índole, que una de esas aventuras motivaba su presencia en mi terruño cada primer día de la semana...
...
Me fui a dormir... Y el 8, de nuevo en la cotidianidad tecnológica, mi padrino de matrimonio José Bolaño —vía WhatsApp, dijo: ‘Feliz cumpleaños mi querido y apreciado ahijado. Que la vida le siga entregando dicha y mucha felicidad—; mi amigo samario Javier Jiménez Jordi y mis amigos guajiros Alexander Martínez, de Fonseca, y Rafael Navas Jr., de Riohacha, también me ‘feizbukiaron’.
Al fin de cuentas, muchas cosas bellas, forjadas en palabras, para un alma y un cuerpo en estado ‘interesante, muy, pero muy interesante’ ese día en que se le hacía corte a una calenda más para empalmar con otra por venir...
Otra calenda, quizás otra más y tal vez otras calendas más —si es que acaso se alcanza a llegar— para irse poniendo, de acuerdo con la premisa de Primeria, diosa guajira de la Amistad, ‘más, más y más interesante’.
El detallazo del día lo propició mi hermana Evelina, la última del combo Orellano Niebles —Enna, Maritza y Sol lo complementan—: me hizo llegar desde mi terruño, Soledad, mi ‘cuelga’, muy apreciable por cierto: el libro ‘La imitación de Cristo’ y un rosario. Hizo todo para que me los entregaran a primera hora del 7 y así ocurrió... Ten por seguro, Eve, que serán alimento diario en el trasegar de los días que se caminan hacia lo septuagenario, sin la certeza de llegar, claro.