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Copa Águila

Argentina sí fue más que Colombia

Por El Monje Jr.

Eso de ‘tardes para el olvido’ ya es un lugar común súper desgastado. Y recurrir al desvencijado adagio tampoco es la reflexión adecuada.

Porque lo que está pasando con el fútbol en conjunto de colombianos en importantes equipos del mundo y algunos en los domésticos, todos agrupados en la Selección Colombia de mayores, merece una revisión a fondo.

Esta, la de este martes 16 de noviembre de 2015, es la tarde que siempre hay que llevar en presente. La Selección Colombia con la cual aspiramos avanzar con paso firme en el camino hacia Mundial de Rusia 2018 fue irregular, imprecisa, sin jerarquía. No tuvo prestancia —el llanto caído sobre leche derramada no cabe en tal situación— para que se considere que, tras el fracaso de la Copa América y el 1-1 ante Chile, este sea una divisa en alza.

Por ejemplo: ahora pareciera que James Rodríguez juega al fútbol con estilos diferentes, en dos escenarios diferentes: uno el del Real Madrid y el otro el de la Selección Colombia. El James de los últimos partidos con Colombia —no jugó los dos primeros de la eliminatoria— está lejos de ser el James del escenario que lo catapultó hacia las instancias en que se desenvuelve ahora: Brasil-14.

Donde James se desenvuelve ahora, asume rol de líder, es solidario, humilde en su excelencia deportiva, asistente y anotador permanente... En el último James de la Selección Colombia hemos podido apreciar a un James distante de lo que debe estar haciendo en la cancha —así haya hecho el gol del empate en Santiago—, como si en su cabeza estuviera corriendo otra película, de pronto la del clásico ibérico de este sábado... Real-Barc’a, para el cual su titularidad ya está confirmada. “Se está cuidando”, decía una fiel conocedora y analizadora del fútbol europeo, y en general del mundo, aunque no ejerza como tal, mientras veía las defecciones y los pases erráticos del 10 colombiano. “En la Selección, míralo, se le ve peleando más de la cuenta con sus compañeros porque no le pusieron el pase”, ha dicho la comentarista amateur.  

Nosotros de pronto hasta pudimos llegar a malpensar que la capitanía de campo se le había subido a la cabeza a James, quien pareciera jugar con piernas de cristal cuando se pone la casaca amarilla. Que poco le interesa lo que hace con Colombia y no porque esté acabado —él mismo ha salido a defenderse— sino porque sus intereses pecuniarios son otros y esos se los generan sus piernas, en especial la izquierda.

Ante Argentina, la estrategia Macnelly, Teófilo y Bacca —la fuerza barranquillera en su propio estadio— no le funcionó a Peckerman, quien en la rueda de prensa dijo que planificó una cosa que, al final no se dio. Tampoco fue mucho lo que pudo dar otro del entorno Metropolitano: Muriel.

No se entiende porqué Peckerman no recurrió a Luis Fernando Quintero, que bien podía tener la oportunidad de entrar y, de pronto, hacer un mejor manejo del medio campo.

Néstor José Péckerman no está muy lejos de demostrar que comienza a encajar en el Néstor José Péckerman que recientemente describió ‘Tino’ Asprilla: “Es improvisador”. Para rematar que “ha cometido errores en las últimas convocatorias, que le ha significado perder puntos”, tal como ocurrió ante Uruguay como visitante y ante Argentina como local.

Lo sucedido esta tarde de 16 de noviembre en el Metropolitano de Barranquilla obliga a renovar la importancia de las apreciaciones de Asprilla en torno a desbordadas concesiones de la Federación Colombiana hacia el cuerpo técnico de la Selección y a los vacíos apreciados de lejos en la convocatoria de unos jugadores mal posicionados en el campo y con notorias ausencias tácticas.

Sobre el futbol que juega ahora la Selección Colombia —un fútbol sin esencia colombiana—, Tino ha dicho que “en el Mundial sabíamos a qué jugábamos pero hoy en día no sabemos a qué juega esta Selección. En el Mundial, esperábamos y contragolpeábamos, pero ahora ni eso intentamos hacer porque se está ubicando mal a los jugadores en la cancha y cuando se confunde la posición de los jugadores, terminamos como en el partido frente a Uruguay, con jugadores tristes y aburridos”. Que igual ocurrió frente a Argentina. Pareciera que los reemplazos no fueron los que se requerían.

Y por esto, de pronto es que el exastro se atrevió a pedirle a la Federación de Fútbol que “se amarre los pantalones y le diga ‘basta’ a lo de Pascual Lezcano, porque dicen que los jugadores que tienen firmado con él son los que llama a la Selección”.

Ha descendido notoriamente Colombia en la eliminatoria: séptimo, con cuatro puntos de doce posibles. Y Peckerman debe asumir realmente las riendas de la Selección. Reafirmarse en su cargo, sobre lo cual Asprilla ha dicho que “no creo que termine la eliminatoria, el crédito con la selección de Colombia se le está acabando”.

Esta del martes 16 de marzo de 2015 no es —¡No, no lo és! ¡Ni más faltaba!— una tarde para olvidar. No puede serlo.

Mientras tanto, Gerardo Martino, técnico de Argentina, sí puede decir que “lo importante de esta victoria es cómo está el grupo. Me produce felicidad verlos jugar de esta manera”. Y es que no hay duda: fue eficaz el despliegue de los argentinos en el Metropolitano, por eso Martino no duda en afirmar que ese esfuerzo “es el mismo que vienen haciendo, muchos de ellos, desde hace diez años”.

La eliminatoria a Rusia-2018 suspende actividades hasta marzo de 2016. En la semana del 24 al 29 será la quinta ronda y Colombia enfrentará a Bolivia, el 24 en Barranquilla, y a Ecuador en Quito, el 29.

Para entonces deberá jugar una Colombia con más jerarquía y plena esencia del futbol colombiano. Ese que en el presente actual apenas tuvo fugaces destellos en el segundo tiempo ante Chile. Cuando se creía que entraba en alza. Pero no: ¡Alza no hay! Todo ha sido un espejismo.

¡Alza no hay!

Por El Monje Jr.

Después de diez de la mañana, Bogotá se volvió, este jueves 19 de noviembre de 2015, la Bogotá del otrora, bajo un color plomo como gris londinense, fría como en antaño, como la de gabán y ruana, como la de las lloviznas casi a diario y los chaparrones en seguidilla...

Era como un ambiente de presagio, de presagio paramuno, de que un algo no favorable a los intereses capitalinos estaba a punto de ocurrir. Y que tal vez sucedería en horas de la noche.

Gris y fría estuvo Bogotá este día de final de Copa Águila en el Campín luego de que el amanecer hubiera sido refulgente, como de Caribe en época de verano pleno para que imagináramos matarratones de un ‘verde que te quiero verde’ matizado con el rosado de sus palomitas floreadas o de sus flores como palomitas.

En colores, el día se fue gris —ni el sol del conejo perduraba en la vespertina— hasta cuando empalmó con el negro de la noche, pero en el ambiente bogotano el gris era profundo en el alma santafereña, como de pálpito multiplicado, como de reserva en las apuestas, así la divisa bogotana hubiese entrado en un periodo de mentalización colectiva, desde el reciente 11 de noviembre pasado, diciéndose —alma adentro y alma afuera— que “queremos ganar la Copa, así ya la hayamos ganado antes y haremos todo lo posible por conseguirlo”.

Solo el optimismo extremo creía que la escuadra cardenal, acostumbrada a remontar finales, superaría al Junior, que el 11 del 11 del 2015, en el estadio Metropolitano de Barranquilla, pegó primero y con dos goles.

Dos goles suficientes para ascender al páramo no solo seguro de lo que se venía a hacer —y a la final se hizo—, sino a derretir con su calor el hielo bogotano de la fecha y a gritar a pulmón henchido: “¡Junior, tu papá!”.

Tal como lo hizo, lo reitero. Sosteniendo la ventaja en la cancha a pesar del gol tempranero, de esos que los entendidos llaman ‘de camerino’, a los 2 minutos, debido a una desubicación total del excelente arquero y capitán de campo Sebastián Viera ante tiro libre magistralmente pateado por el venezolano Luis Manuel Seijas, precisamente hacia el ancho espacio que le regaló el cancerbero paraguayo y el cual no pudo cubrir a pesar de su volada.

El partido fue intenso, de dominio alterno, partido de final, recio, entretenido y que, si se quiere, Junior mereció empatar, por lo menos. Pero el 1-0 valía, para que al final el global fuera 2-1 y le otorgara a Junior su primera Copa Águila. Un título, a la sazón, muy merecido, a pesar de esos altibajos que no voy a traer a colación ahora para no dañar la fiesta. Que de fiesta están Barranquilla y el Caribe colombiano.

La jugada superior de la noche a favor de Santa Fe la realizó el portero Róbinson Zapata a los 22 minutos ante potente tiro desde fuera del área de Luis Narváez: voló como los arqueros de antes, como Centurión o como Julio, y desvió a tiro de esquina una posibilidad de empatar de la escuadra visitante. El primer tiempo finalizó con jugadas de idas y de venidas de ambos equipos.

En el segundo tiempo Vladimir Hernández se hizo incontrolable por la banda izquierda y estuvo muy cerca de anotar. Y los últimos minutos, cuando jugaban diez de Junior contra doce de Santa Fe, incluido el árbitro Adrián Vélez, fueron de vértigo. Santa Fe pretendiendo el gol que llevara la definición hasta los cobros desde el punto penal y Junior defendiéndose bravíamente. Y ganó la fuerza tiburona.

Los pronósticos santafereños se fueron al traste. El técnico Gerardo Pelusso lo intentó, pero no lo logró a pesar de haber ingresado a Omar Pérez y Baldomero Perlaza, quienes han cambiado la historia de otros partidos, menos en este, porque el equipo de Alexis Mendoza hacía presencia en Bogotá, a pesar de vivir un día intensamente gris, para ponerle calor Caribe a una disputa de título, para quedarse con la Copa Águila y, lo reiteramos, supo parar a su zona defensiva en la cual todos destacaron y aportaron para que ‘El expreso rojo’ se descarrilara, ante más de 35 mil espectadores —una abrumadora mayoría santafereña—, antes de llegar a una de sus metas, que aún le faltan dos y en torno a las cuales le deseamos éxito al equipo bogotano, claro si la final de la Liga no llegara a ser contra Junior.

Junior se coronó campeón de la Copa Águila en El Campín, aunque a partir del minuto 82, cuando fue expulsado William Tesillo por una mano no intencional —tenía tarjeta amarilla—, fueron 10 contra 12: Adrián Vélez había comenzado a actuar como santafereño a partir de los 68 con pito de falta inexistente contra Luis Manuel Seijas y remate con 7 minutos de adición. Santa Fe ganó 1-0, pero el global quedó 2-1 a favor del equipo barranquillero. Y el fuego Caribe quemó el césped de El Campín con la bulliciosa celebración del equipo barranquillero, que jugó con camiseta azul pálido, pero festejó con la tradicional rojiablanca. Y con esta recibió las medallas y la Copa.

Los jugadores que participaron en esta última etapa de la final de la Copa Águila, de la cual se bebe en Barranquilla, son:

Sebastián Viera; Iván Vélez, Andrés Correa, William Tesillo, Juan Domínguez; Guillermo Celis, Gustavo Cuéllar, Luis Narváez Vladimir Hernández; Juan David Pérez y Edinson Toloza. DT: Alexis Mendoza.

Roberto Ovelar (por Edinson Toloza), Yhonny Ramírez (por Vladimir Herrnández) y Jorge Aguirre (por Juan David Pérez), quienes ingresaron en el segundo tiempo.

Santa Fe alineó así: Róbinson Zapata; Yulián Anchico, Yerry Mina, Francisco Meza, Leyvin Balanta; Yeison Gordillo, Sebastian Salazar, Juan Daniel Roa, Luis Manuel Seijas (gol a los 2 minutos); Daniel Angulo y Wilson Morelo. DT: Gerardo Pelusso.

Cambios: Omar Pérez por Yulian Anchico, Daniel Angulo por Jair Arboleda, Baldomero Perlaza por Juan Daniel Roa.

Conclusión: Junior se defendió excelentemente, tras el tempranero gol y alcanzó su objetivo. Y tal vez sea este el Junior que queremos. El Junior que la afición barranquillera quiere ver en los playoffs: un Junior combativo, con jerarquía y, mejor aún, ganador. Pero sin Adrián Vélez, ni a favor ni en contra, el árbitro contra el cual debe elevar contundente queja la directiva juniorista.

¡Campeones

contra todos!

El gol tempranero de Santa Fe, de Luis Manuel Seijas. Un descuido garrafal de Sebastián Viera.

Junior...

¡Tu papá!

Junior...

¡Tu papá!

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