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Nueva firma: ¡Firme contra la indolencia!

La Guajira

Aguerrida sobrevivencia

en tierra de promisión

Por Hermes López Deluque

herybea2@hotmail.com

La Guajira, tierra inhóspita habitada por los indios wayuu, es el

lugar perfecto donde pueden demostrar las personas aguerridas su capacidad de lucha por sobrevivir a las calamidades que esta zona, por

su aridez y carencia de agua le reserva al ser humano. Nuestro Departamento es un territorio donde el nativo, desde siempre ha soportado las penurias impuestas por la naturaleza y la desidia de un gobierno apático e insensible que solo mira a este sector para explotar sus riquezas naturales sin importarle el bienestar de sus habitantes, los cuales mueren de sed y hambre en medio de sus tesoros: carbón, gas, sal, talco etc.

En medio del olvido y el desierto surge la etnia wayuu, cuyos miembros sobreviven contra viento y

marea irguiendo valerosamente su testa, erigiéndose como grandes batalladores en pro de su supervivencia, sin comida, sin agua y sin ayuda del gobierno departamental ni, mucho menos, del gobierno central. Este último solo mira a estos seres en épocas electorales y forzosamente cuando a sale la luz

No son espejismos desérticos: son tres escenas recurrentes en La Guajira septentrional: donaciones contra la hambruna, en este caso por parte de la Funda-ción Internacional María Luisa De Moreno, en apoyo con la Coopera-tiva Confiamos de La Guajira, noble gesto; la sed que acosa al nativo que tiene que rebuscar-

se la manera menos dispendiosa (¿?) para lograr agua, mietras la multinacio-nal carbonera que explota Cerrejón tiene toda la quiera; y una última escena:

el Estado, en fugaces presencias en el desierto, para inaugurar, con asistencia del Jefe del Estado Juan Manuel Santos, pozos de agua: pañitos, precisamen-te, de ‘agua tibia’ que no acaban con la sed guajira. Tampoco con el hambre.

pública la muerte de sus niños y ancianos por causa del hambre en los mayores y la desnutrición, consecuencia del hambre, en los menores.

El nativo ha logrado so-

brevivir gracias a la cercanía con Venezuela, cuya bonanza petrolera le ha permitido los medios para adquirir alimentos de ese país, cuyo costo es o era, inferior a los alimentos colombianos.

Hoy, la desgracia del

pueblo venezolano le ha permitido al indio guajiro sentir los efectos colaterales de su crisis económica y a este le ha tocado regresar a su tierra nativa en busca de sustento, un sustento que el gobierno colombiano ha sido, y sigue siendo, incapaz de brindarles en medio de la desgracia que nuestros hermanos wayuu vienen padeciendo.

El agua, como fuente de

vida y elemento imprescindi-ble para poder subsistir en medio del inclemente desierto, es utilizada por las multinacio-nales para la explotación del carbón, son millones y millo-nes de litros de agua que mal-gasta esta empresa, mientras al pueblo wayuu no le permi-ten la fortuna de un acueducto que surta del indispensable líquido a este vasto territorio. Y que por medio de los moli-nos de viento se aprovechen las aguas subterráneas para convertir a esta tierra en zona cultivable para que, mediante la agricultura, la cría de ovinos y sus hermosas artesanías consigan los medios económi-cos para subsistir dignamente.

La Guajira es rica en

fuentes hídricas, las cuales, bien explotadas, podrían convertir al desierto en una pequeña despensa agrícola.

Desgraciadamente la avaricia de las multinacionales y la corrupción no facilitan esa posibilidad para

al nativo sino que están buscando la forma de seguir desviando los cauces naturales de las aguas para su provecho bajo la mirada complaciente de los entes reguladores regionales y nacionales.

Mientras el gobierno central y nuestros gobernantes locales sigan permitiendo este atropello contra

nuestra región, los indios wayuu seguirán muriendo de hambre y sed. En estos momentos de extrema gravedad para nuestros aborígenes, se deben implementar medidas que les permitan su desarrollo social y económico para poder vivir con dignidad.

Ante la hambruna, conocida a nivel mundial, nuestros gobernantes se han dedicado a regalar pe-

queños mercados y tanques y bolsas de agua a los wayuu, o sea, poner paños de agua tibia para bajar la fiebre, pero deja que la causante de ella permanezca viva. De esta forma, el remedio no se vislumbra y el panorama se presenta más patético para nuestros hermanos.

Las ayudas que el gobierno viene brindando, con radio y televisión incluidos para darse pantalla, no

garantizan el bienestar de los indígenas ya que el pequeño mercado que reciben solo les alcanza para comer dos días y el agua lo mismo. ¡Esa no es la solución! La solución consiste en buscar alternativas mediante un estudio exhaustivo, que conlleven a erradicar el hambre que viene azotando al pueblo guajiro.

Por ejemplo, se pueden montar pequeñas cooperativas de abastos cerca de los diferentes resguardos

para que los indígenas puedan tener acceso a alimentos a precios cómodos, construir pequeños centros de salud, con pequeñas farmacias incluidas, implementar permanentes brigadas de salud y ambulancias para poder trasladar los enfermos a los hospitales cercanos y, sobre todo, estudiar la forma de brindarle un medio de trabajo digno a los wayuu en su territorio.

Todo esto se debe implementar bajo la supervisión de las autoridades tradicionales de la etnia wayuu

para que sus usos y costumbres no sean vulnerados y para que, de esta forma, sean tenidos en cuenta en la búsqueda del bienestar que les garantice una mejor calidad de vida a los wayuu. Lo aquí expuesto puede sonar a utopía, pero, al menos, se está proponiendo algo que se puede implementar agregándole otros elementos que permitan una solución a la crisis que viene sufriendo el indio guajiro.

Otro factor importante es poner a trabajar al nativo. Parece difícil porque conocemos la infertilidad del

territorio, pero existe una riqueza inmensa e inexplotada que se encuentra en el mar. En La Guajira estamos de espaldas a esta inmensa fuente de ingresos que al wayuu le puede generar los recursos necesarios para salir adelante en medio del desierto.

Para complementar esto último se hace necesario que, de igual forma, se creen cuartos fríos en sitios

estratégicos representados por empresas que le garantice al indígena la venta de su trabajo y, a la vez, estas empresas estén dotadas de carros con refrigeración para poder transportar el pescado al mercado que crea conveniente.

Con estas medidas el wayuu tendrá como sobrevivir sin tener que esperar la migaja que el gobierno

le da para que, a la final, esos recursos queden en manos de unos avivatos que se dan la buena vida. Al nativo se le debe enseñar a ser productivo, que aprenda a valerse por sí mismo. Y esto se logra con voluntad política, con seriedad y compromiso social.

El gobierno debe despolitizar estos proyectos ya que está demostrado que donde el político mete las

uñas, el cáncer de la corrupción hace metástasis. Las alternativas existen y solo necesitan el impulso de verdaderos gobernantes que tengan visión futurista, que tengan sensibilidad social y comprendan que acá se necesitan soluciones de fondo.  Ya basta de pañitos de agua tibia.

La Guajira merece mayor atención del gobierno central y una dirigencia local que tenga autoridad mo-

ral para exigirle al gobierno la solución a la problemática del indio. No podemos seguir tolerando que nues-tros hermanos sigan muriendo ante la mirada impasible de nuestros gobernantes.Es inconcebible que en pleno siglo XXI se den estos casos tan tristes y lamentables. Cada vida que se pierde debido a la desnutri-ción y la sed en nuestro territorio es una afrenta a nuestra dignidad humana, hoy pisoteada por el gobierno

central. El guajiro siempre ha soportado con valentía y estoicismo los crueles avatares de la vida pero hoy, lamentablemente, está abandonado a su suerte, en medio de un desierto y unos dirigentes que los van devorando inmisericordemente.

Sin embargo, mantiene viva la esperanza de tener en un mañana un futuro promisorio que le permita vivir y morir con dignidad. La naturaleza es sabia y si el hombre se mueve acorde con ella logra un equilibrio que ha de permitir un gran desarrollo en procura de sobreponerse a los golpes alevosos que nos propina la vida.

La Guajira es tierra de promisión y solo basta un poco de voluntad política —no politiquea— para que se convierta en un auténtico paraíso…

Agreste como el cardón, deliciosa como una pitahaya, así es La Guajira, casi un paraiso.

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