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Especial tras firma y pre plebiscito por acuerdo Estado-Farc
Relato corto

Un arrebol de mariposas por la paz

 ¡Incrédulos! Quiéranlo o no, la paz será un

estado social de esperanzas y realidades en 

beneficio de todos los colombianos. Únete a la

gesta con buena voluntad, entusiasmo y fe.

(Inspirado en la obra pictórica de mi amigo

Angel Almendrales Viadero)

Autor general: ABEL RIVERA GARCÍA

Desde la lejana población de Honda, viene viajando el ferry boat que

transporta hasta la ciudad de Barranquilla, a los suscriptores y adalides del acuerdo de paz firmado por el gobierno nacional y el indomable grupo

guerrillero más antiguo del mundo, acompañados por garantes internacionales y de la sociedad civil colombiana. Son las 10 de la mañana en el glorioso puerto liberal de El Banco, y aun la baja niebla de marzo se condensa en su íntimo contacto con la superficie del gran río Yuma. Todo el panorama natural del aire local, en un verdadero contraste cromático, se hace vaporoso, difuminado, de contornos imprecisos, mientras el espejo del agua se muestra salpicado y tachonado de todos los colores y matices, como una obra pictórica del artista vernáculo, Ángel Almendrales.

Al llegar la esperada nave, es saludada por una inmensa comunidad alborozada, que a gritos de

“¡Viva la paz!”, “¡No más violencia!”, “¡Viva Colombia!”, colma cada espacio del viejo muelle fluvial, enarbolando con frenesí, banderas con bandas azules y granas por mitades, y estandartes del tricolor nacional, como una señal de reconciliación y concordia jamás imaginada. Al tiempo, bancos de argénteas arencas alineadas muy cerca de ambas orillas del gran río, saltan acompasadas, refulgiendo con un brillo especular que encandila los ojos de la multitud de miles de espectadores banqueños dispuestos sobre el muelle, fortalecidos en número por cientos de concurrentes provenientes de los pueblos vecinos de Guamal y otras poblaciones de la Depresión Momposina y el Brazo de Loba. No hay espacio suficiente para todos sobre el estrecho malecón, por lo que, como enjambres excitados de abejas, remontan los enormes árboles de campano plantados en la ronda, los techos de las viejas casonas coloniales de mitos y espantos, y también suben la abovedada cubierta de su iglesia catedral.

Brincos y vítores a gritos destemplados se escuchan por doquier, cuando la excitación popular aumenta,

cada vez que se escucha el sonoro pito del transportador fluvial en curso, como el bramido feroz de un toro de lidia dentro del redondel en la suerte de varas. De repente, al momento en que la nave fluvial se acoda por babor, justo al frente del bazar “Almotacén”, una inmensa bocanada de palomas blancas y mariposas amarillas brota de su chimenea, cubriendo los cielos de un fantástico arrebol, pero no menos real y hermoso, como ha de ser la paz en nuestra Colombia.

Camino de paz

Chapoteando sobre un mefítico río de sangre,
inmerso en su atmósfera de vahos azules y granas,
se levanta ingrávido mi pueblo Colombiano,
tras las cumbres nevadas de las serranías
de la esperanza, el amor y la paz.

Atrás queda el bergantín de las mil caras
de la injusticia, la guerra y la desesperanza, 
con su carga vil de políticos corruptos,
de impúdicos salteadores de camino
y usurpadores de la fe pública.

El grito lastimero del infante hambriento,
el sentir profundo de un padre en paro,
el desconsuelo de una noche sin cobijo
el mismo día, la misma noche de tristeza.
¡Quedó atrás! ¡Por fin no lo son hoy!

A borbotones

Es una tarde soleada de

abril en El Banco, Magdalena. Repentinamente y en movimiento ascendente, un manantial de aguas escarlatas emerge del tremedal, devolviendo a borbotones la sangre derramada por las inocentes víctimas asesinadas en el insensato torbellino que durante una larga

década, enlutó a media población con su pesada carga de gritos, llantos y destierros forzados.

Desgraciada erupción de lágrimas y sangre sobre la ciénaga de Zapatosa, que tiñe de rojo ese otrora

acuífero de celestes aguas y prístina naturaleza salvaje; bendito lar de abundancias de la pesca, remanso de alegrías, paz y esperanzas, que también lo fue.

Una cortina de vapores verdeamarillos y de mefíticos vahos sulfurosos, invade rauda sus calles y

callejones, penetrando de uno en uno los hogares del aterrorizado pueblo.

Gritos lastimeros y un llanto acompasado de niños y mujeres que inician veloz fuga en medio del bullicio,

evocan viejos duelos familiares, ya casi olvidados, de la Guerra de los Mil Días y de la llamada Época de la Violencia, que tuvo en estas tierras un último escenario de batallas, escaramuzas y frágiles armisticios. De súbito, un grupo de ángeles detienen la partida para anunciar con trombas, bombos y platillos, un cese al fuego y la firma de la anhelada paz. ¡Dios guarde a El Banco!

Sobre un lago de lágrimas,
en medio del tremedal,
hermosa flor de humedal,
emerge del nenufar;
clamando la paz a gritos
con un profundo pesar:
que deje ya de sangrar
nuestra Colombia querida
¡Por culpa de esos malditos!

Son las ansias de poder
la causa del sacrificio,
solo quiero imaginar
la firma del armisticio;
no dejemos marchitar,
hoy la deseada paz:
es un árbol de alegrías,
con mil pájaros trinando,
que tras esa dulce miel
¡Van colombianos clamando!

Hermosa flor de la paz

El sol naciente de la nueva Colombia
asoma reluciente en las crestas montañosas;
alejando rauda las nubes temblorosas
para sentir a un cantor de dulce cumbia.

Se va la bruma, la sempiterna bruma del pantanal!
Tercamente escondes de la paz la bella gema
inspiradora de un hermoso poema
que nos anuncia un brillante despertar.

Patria rica, alegre y bella sin rival
tiene en Dios su primer admirador
y en su divina gracia, su clemencia paternal.

¿Por qué, infame violencia, arrastras tanto mal,
sobre esta tierra grata y bendita del creador,
si nuestro anhelo es tan grande como el mar?

Por mi patria en paz

En Colombia, solo la paz nos traerá todas las

flores y frutos del desarrollo espiritual y material

de la humanidad. Paz ahora y por siempre!

Crónicas
y Opinión
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