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Bienvenida la Opinión

TAGANGA

Pesquería

tradicional,

toda la vida

La Guajira y los

avales atípicos

Por Armando Pérez Araujo

Confieso que hasta el día de hoy la expresión más antipática que existía en el diccionario de la

política en La Guajira era la palabra ‘logística’ (dícese de aquél dinero o su equivalente que el comerciante de votos de menos escala suele pedir al intermediario o mayorista para acceder a una campaña política tradicional). Dije menor escala porque las grandes transacciones reservadas para las faraónicas opera-ciones de mayor escala han adquirido la sutil y discreta denominación de ‘alianzas’. Se aliaron fulano y fulanito, por ejemplo, implica entender el claro y público mensaje de que se mesclaron los aportes de uno y otro financiador para enfrentarlos a los de otra alianza igualmente poderosa desde el punto de vista del dinero invertido electoralmente. Hay otra conducta punible por dónde se le mire, pero que ha hecho carrera para posicionarse y legitimarse, que es el famoso y aparentemente decente ‘respaldo’ que casas políticas de Bogotá, y últimamente de Barranquilla, conceden a uno u otro grupo local para apostar sin ningún pudor en la rifa de alcaldías y gobernaciones. Es ese el régimen financiero de lo que acá llamamos elecciones, que seguramente existe en el resto de la política colombiana, pero que aquí se expresa con total y público desparpajo. La pésima práctica de hoy tiene su origen en una inofensiva costumbre guajira de antaño, cuando en términos de solidaridad familiar se obsequiaban mutuos aportes para aliviar los costosos gastos de las campañas políticas de siempre y sin el ánimo despedazar la política y la democracia que es lo realmente está ocurriendo en la realidad de ahora.

Pero lo que no tiene antecedentes es ese engendro denominado ‘avales’, mediante el cual los partidos

y grupos políticos, vale decir la democracia, quedan a merced de una o dos personas, suponemos que la mayoría de ellas honorables y bien inspiradas en los estatutos de cada colectividad y en las leyes, aunque muchas atragantadas de soberbia o de inconfesables intereses. Por cuenta de ese desbordado, clandestino, a veces punible ejercicio de otorgar, conceder y revocar poderes es que uno no entiende fenómenos como que el partido Liberal le otorgó aval a Poncho, se lo revocó y luego se lo concedió a Jimmy y éste después que lo luchó lo declinó. Nadie entiende eso. Tampoco nadie entiende que el partido Conservador le hubiese negado el aval, no sabemos por qué, a uno de sus prominentes jefes, nuestro amigo Nelson Rodolfo, y este haya salido corriendo a refugiarse en un aval de una organización política totalmente extraña a su carrera pública, de la cual renunció posteriormente. La inverosímil novela de Cambio Radical sobre concesión de avales y revocatoria de los mismos, por encima de las autoridades políticas de ese partido, nacionales y locales, eso sí que tampoco lo entiende nadie.

La historia del aval de Luis Gómez Pimienta ilustra un poco más nuestra preocupación por este tema

de los avales atípicos de nuestra política. Aquí puedo hablar con más propiedad porque sufrí en carne propia el despelote ideológico de los partidos de nuestra izquierda, capturados en el tema de avales por la fiebre del clientelismo burocrático u otras enfermedades peores de nuestra enclenque democracia. Puedo narrar, por ejemplo, que un excelente partido, MAIS, decidió por aclamación en La Guajira concederle el aval a Lucho, después de una agradable deliberación pública en la que el ex alcalde y ex Viceministro de Salud demostró estar más preparado que el otro aspirante para gobernar e implementar con prontitud los acuerdos de La Habana. Repito, después de un ejercicio democrático de los líderes indígenas de La Guajira que desembocó en una clara decisión favorable al médico y político Luis Gómez Pimienta, esa determinación fue desconocida y burlada sistemáticamente por un burócrata de esa organización con asiento en la ciudad de Bogotá. Esa experiencia dejó un amargo sabor y muchas conjeturas sobre los albañales de la vieja politiquería que podrían estar afectando y contaminando con sus ejemplos y hedores a estas nuevas expresiones de participación ciudadana. También dejó un balance positivo: el partido MAIS en su totalidad se expresará en las urnas, al lado de la Unión Patriótica, de la inmensa mayoría del Partido Verde, que también se destiñó a la hora de conceder el aval, al lado de gran parte del Polo Democrático y de gran parte de la sociedad guajira que perteneció a las viejas organizaciones políticas que ha comprendido la necesidad de transformar la democracia en el departamento.

La seguridad alimentaria de productos

pesqueros debe ser un propósito de

gobierno distrital de Santa Marta...

Por Abel José

Rivera García

TAGANGA

Se debe apoyar las reivindicaciones hechas por los pescadores de Taganga que han venido siendo

expulsados de sus caladeros ancestrales de pesca en el Parque Nacional Tayrona, para que se respeten sus derechos al trabajo de pescador artesanal y a la subsistencia y vida digna, como derechos fundamentales amparados por la Constitución Nacional Colombiana.

Esos derechos vienen siendo conculcados por las autoridades del Parque Tairona con el uso de la

fuerza pública representada en los guardacostas de la Dirección Marítima y Portuaria, Dimar, entidades que vienen sistemáticamente desconociendo la Ley de Pesca Nacional y el Plan de Manejo Ambiental del Parque Tairona, que sí permiten la pesca de subsistencia aún en áreas de protección natural, siempre y cuando se respete la normativa pesquera y ambiental del Código de Recursos Naturales (Decreto 2811 de 1974).

Durante los siglos pasados y hasta hace pocos años, los suministros de pescados y mariscos para el

consumo interno de la población samaria, tuvieron como fuente las pesquerías de los tagangas realizadas en las radas de Taganga, en las aguas del hoy PNN Tairona y en las aguas costeras de Jorará y Los Muchachitos, cercanas al límite con el departamento de La Guajira. Como resultado de prohibiciones a la pesca en las áreas del parque Tairona (la mayor parte de estas sin fundamento técnico ni científico) se ha venido disminuyendo los suministros regulares, diversos y suficientes de pescados y mariscos a la población de Santa Marta, para dar lugar a suministros provenientes de La Guajira, del Zulia en Venezuela, y en menor grado de las poblaciones ribereñas de la Ciénaga Grande de Santa Marta; comprometiéndose así, la seguridad alimentaria de Santa Marta, en el marco de una política ideal de autoabastecimiento alimentario. No es justo prohibir temerariamente la pesca de subsistencia de los habitantes precolombinos de Taganga en esas radas, donde durante siglos han practicado la pesca con artes y redes elementales, y métodos por lo general conservacionistas (sin negar las exacciones de una minoría irresponsable y voraz, con métodos prohibidos como la dinamita). No se puede cerrar los ojos al hecho real de que la población Taganguera vive de la pesca, siempre ha vivido de ella, no saben más nada que pescar. Es una realidad ancestral y legítima. Es menester acentuar la sensibilización ambiental, la capacitación pesquera, la vigilancia y la asistencia social para este colectivo social de pescadores, de manera que se logre erradicar la pesca con métodos y artes ilegales, con lo cual se garantizaría la preservación de los ecosistemas de corales marinos y manglares como fuente de riqueza y diversidad natural de flora y fauna.

La solución primaria es sacar la zona marina, las playas y 100 mts tierra adentro de la jurisdicción

del parque Tairona y darle a esa franja un estatus de zona de amortiguación que sea coadministrada por la

No es justo prohibir la pesca de subsistencia a los tagangueros.

Unidad de parques y la Alcaldía Distrital de Santa Marta, para que los pescadores ancestrales de Taganga continúen con sus tradicionales pesquerías.

Durante siglos han practicado la pesca con artes y redes elementales y métodos por lo general conservacionistas.

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