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Otra salida hacia el pasado, sin maniqueísmo

En orden de izquierda a derecha Jorge Medina, Mauricio Vargas, Pedro Lara y Ernesto McCausland y, al extremo derecho, Marco Schwartz, miembros del equipo de investigación de El Heraldo que ganó en 1983 el Premio Simón Bolívar por el trabajo titulado ‘Urrá, los costos del retraso’. Aparece también sumándose a los integrantes de ‘El kínder de Olguita’, Alba Pérez, esposa de Schwartz, y a su lado derecho un contertulio cuyo nombre no precisamos.

Primer encuentro de José Orellano con Jorge Medina, una invitación muy especial de Guillermo Valderrama a ‘La romana’ en la Séptima con avenida Jiménez. centro de Bogotá.

Jorge Medina Rendón en sus comienzos periodísticos. Aquí, en Todelar año 1979.

9 de diciembre de 1983, Jorge se gradúa de comunicador social, ya era periodista.

Tercer encuentro Jorge Medina-José Orellano. Ahora le brindaban bienvenida a la abogada y periodista María Mercedes Pertuz, redactora de generales en Santa Marta dentro del exitoso proyecto El Heraldo del Magdalena Grande. También en ‘Kalifa’.

—La muerte de Jairo Cepeda Sarabia. Yo había hecho con los Cepeda una amistad muy particular: Jairo

era un tipo joven que destacaba en los gremios y que había sido gobernador del Atlántico a los 26 años, laureado estudiante en la facultad de derecho de la Universidad Javeriana, director de Fenalco-Atlántico donde cumple un papel extraordinario. En el gobierno del Guido Borrero Durán, último alcalde nombrado por decreto —creo—, Jairo llega a la gerencia de la Empresa Municipal de Teléfonos. Allá lo ‘masacran’, año 1986. La grave situación de la Telefónica lo desbordó y una madrugada se quitó la vida. Me tocó cubrir ese suceso, porque yo llegaba muy temprano al periódico. La familia de Jairo me pidió un favor especial: “Ayúdanos con esto. No sabemos cómo afrontarlo a nivel de medios”. Así lo hice. Contacté y convoqué a los medios a pronunciarse contra la corrupción”.

Antes de su partida de El Heraldo, superados sus pasos iniciales por ‘El kínder de Olguita’ —para 1990

todos los del premio Simón Bolívar ya no estaban con el periódico— Jorge había logrado convencer al doctor Fernández para descentralizar la institucional Tertulia.

—Nos hicimos, viejojóse, como doce Tertulias por fuera del periódico. Recorrimos toda la Costa. Una

vaina maravillosa. No pude haber tenido mejor compañía que la de Juan B. Fernández Renowitzky para esa vaina. Él era de una cultura regional muy rica y eso lo facilitaba todo…

Ese hubiera podido ser ser el punto final de la crónica. Pero hay una experiencia, en el ajetreo del kínder,

que había relatado Jorge que yo mismo no no me admito colgarla: La emoción de coordinar un periódico, de ser el guía de su cierre hasta antes de entrar a rotativa…

—Más por olfato que por experiencia, se alternaba la coordinación de redacción entre uno y otro: o era

Mauricio o era Pedro o era yo. Y uno tan pelao, coordinando un periódico como El Heraldo, cosa que no les gustaba a otros veteranos, pero al fin y al cabo eso pasaba. ¡Ah!, y las maniobras con los turnos nocturnos: uno hacía maravillas para embolatarlo, pero al fin y al cabo esa labor también era bacana: uno se integraba con los correctores, con los diseñadores, con los foto-componedores, con la armada, incluso hasta con los de rotativa: Gladys haciendo maravillas en la foto-composición, Baldomero en la armada, la gente en la cámara de los PMX, la impresión… Uno esperaba el periódico, que todavía olía a tinta, que estaba como desteñido en la parte de arriba… ¡Y uno se lo llevaba a casa! Esa es una...

Y para el punto final, ahora sí, también nos vamos en plural: la frase es de Jorge, pero yo uno mi voz. Y a

nuestra voz, ha de unirse la de Ricardo Rocha y la de todos aquellos que, con pasión, cumplieron también con turnos nocturnos en El Heraldo: “¡Esa es una vaina que nos marca para toda la vida!”.

Teníamos que concluir en plural. En plural habíamos comenzado.

—Nos fuimos para el Rincón del Babalao,

de Gilberto Marenco… Apenas llegamos, por altoparlante, se anunció nuestra llegada. Fuimos Pedro Lara y yo, los demás sacaron maleta.

—¿Y qué hicieron al salir?

—Nos quedamos un rato en los alrededores del teatro, hablando, mamando gallo… Después nos fuimos

a celebrar a ‘El goce pagano’… Amanecimos durmiendo en un Renault 4, con los diplomas en el pecho, sin corbata, los sacos tirados en el piso…

—¿Y de quién era el carro?

—¡Nunca supimos de quién era…!

Como para desagradable comienzo de desenguayabe, en Bogotá, recuerda Jorge, “hubo un malenten-

dido con alguno del grupo: se le perdió el diploma y creyó que yo se lo había escondido. Debió pasar algún tiempo para convencerlo de que yo nada tuve que ver con esa desaparición”.

Y el desenguayabe siguiría en el avión de regreso a Barranquilla. Y al llegar a El Heraldo, le entregaron al

doctor Fernández la medalla, se repartieron la plata del premio y salieron a seguir celebrando. ¡Premios Simón Bolívar no se ganan todos los días!

—¿Pa’donde arrancaron?

informado pudo ser desvirtuado. Era un trabajo para mandarlo a concursar… Lo mandamos al Simón Bolívar… ¡Y lo ganamos!

Le pido a Jorge que describa pormenores de

la ceremonia y se despacha:

—Asistieron los escritores Jorge Semprum,

de España, y Gabriel García Márquez, y con ellos estaban los periodistas Enrique Santos y Juan Gossain, que también ganaron premio, y yo me coloqué al lado de ellos —“sin querer queriendo”, lo interrumpo, “sin saber sabiendo lo ‘cachetoso’ que había de resultar tal momento”, complemento—… Los otros compañeros quedaron atrás. Cuando llamaron: “Equipo de investigación de El Heraldo”, yo estaba a dos metros y fui el primero en subir al estrado. La encargada de entregar los diplomas me los dio todos a mí… Me volví un ocho, hasta cuando los demás llegaron, buscaron y tomaron sus diplomas y comenzaron a extenderles la mano a todos, al presidente Betancur, a Semprum, a García Márquez…

El escenario fue el teatro Colón…

—El tema de Urrá, que era una de mis fuentes… Huelo las irregularidades y hago la investigación. La

leyeron todos: le metieron mano Ricardo Rocha, Roberto Pombo, la metodología de Mauricio, y se logró demostrar lo que se quería demostrar. El trabajo se tituló ‘Urrá, los costos del atraso’. Al día siguiente, en un acto en Palacio, el presidente Belisario Betancur salió en defensa de la hidroeléctrica, pero nada de lo

Y llegamos a los entornos del

premio Simón Bolívar en 1983

Era finales de noviembre, Jorge volvió a El Espectador e, ipso facto, pasó su carta de renuncia irre-

vocable… “Ñerda”, recuerda, “me llamó Rodolfo Rodríguez… Le dije que me iba, que tenía otros planes…”.

El lunes siguiente llegó a El Heraldo, en efecto estaban las ordenes médicas…

—Para donde el doctor Manga —le digo—. El papá de Germán, el periodista…

—Sí —confirma—. Fui donde el médico y el primero de diciembre de 1982 ya estaba trabajando en El

Heraldo: 4.150 pesos, el salario mínimo, mi primer sueldo. Y yo, muy contento, con ganas de comerse medio mundo…

Ingresaba a enfrentarse a las exigencias de Olguita Emiliani. Y a corroborar lo que dice Ricardo Rocha

en otra página de esta actualización: sus escritos circulaban entre compañeros, ante de llegar a Olguita, especialmente Rocha o don Germán Vargas… Y durante la tercera entrega de materiales suyos a la subdirec-tora fue cuando se dio aquella frase sobre la cual insistió muchas veces Jorge en nuestros tres encuentros y a la cual nos referimos en varias ocasiones en el seriado ‘Ante una insistencia de Guillermo Valderrama’: “Mira, para que no tengamos problemas, acuérdate de esto siempre: tus primeros ojos soy yo… Yo soy tu primera lectora… Así que lo que pase por aquí y no salga es porque no debe salir y date por agradecido… Porque si ya está impreso nada puedo hacer… Pero si puedo corregirlo, hay salvación”.

Ires y venires en El Heraldo del callejón ‘Medio paso’, en medio de los cuales se fue formando un

equipo de peso periodístico: Ernesto McCausland, Mauricio Vargas, Pedro Lara, Jorge Medina, Marco Schwartz y, alrededor de ese equipo —“nosotros éramos los pelaos, la experiencia era Pedro Lara”, anota Jorge— y llegaron Alba Pérez, José Granados, Jorge Luis Peñaloza, más adelante Anwar Saad… El kínder, que era un grupo de niños mimados, “a excepción de Pedro Lara, que era un adulto consentido”, señala Jorge. Y en el entorno, Alix López, Leonor De la Cruz —y Jorge desgrana nombres—: Loor Naissir, Patricia Escobar, Zoraida Noriega, Fabiola Oñoro…

El más avanzado en los periodístico era Mauricio: traía un modelo de organización periodística de El País 

de España. Allí en El Heraldo, proponía organizar la redacción, con el tema de las Regionales, las Econó-micas, e instituyó ‘La papela’: un comité editorial diario extraordinario. “No sé cómo será ahora, pero para aquellos tiempos uno aprendía berracamente. Ahí, tengo que decirlo, mi mejor lección fue el seguimiento periodístico, que aun lo aplico. No había noticia a la cual no se le hiciera seguimiento. Si ves mi portal

http://www.lagrannoticia.com/—, apreciarás que si anuncio una reunión en Madrid de la Unión Europea, al día siguiente aparecen los resultados de la reunión”, puntualiza Jorge.

—Había un afiebramiento de investigación —dice Jorge—: Mauricio, recién llegado, genera la primera

investigación precisamente desde la fuente de él: la Empresa Municipal de Teléfonos, en torno a la compra, dos veces, del edificio Rivaldo… Fue un trabajo que significó que Raúl Móseres, entonces alcalde de Barranquilla, botara de su despacho a Mauricio.

Jorge no duda en afirmar que aquel equipo —suma a Comunicentro: el suscrito y Neyía Vargas— tra-

bajaba 24 horas. Doce intermitentes, ‘continuas o discontinuas’, como precisaban los contratos laborales para la redacción —un aporte a los términos de la contratación del contador Augusto Pacini, jefe de personal en El Heraldo de la Calle Real— y después salía a tomar traguito: “A hablar paja o a reunirse en la casa de cual-quiera de los compañeros a tertuliar y hablar de periodismo…”

Jorge, que había iniciado su carrera periodística en

Todelar, en 1979,  trabajaba con El Espectador en Barranquilla, al lado de Luís Roncallo y Gloria Argüelles, con coordinación de Rodolfo Rodríguez Calderón… Desde esa plaza, en Carnaval, se conoció con Roberto Pombo, Vivian Saad, Patricia Escobar, Marquitos Schwartz y Alba Pérez, de quienes después sería compañero en El Heraldo…

Jorge había aceptado el reto que le puso el director de El

Heraldo, pero manejando interiormente un problema adicional: “El Espectador me había designado para sacarle todos los trapos sucios a lo que dijera López Michelsen, porque andaban en contra de la candidatura reeleccionista… Ellos apoyaban a Galán y el presidente López acababa de insultarme en Soledad, en una rueda de prensa, al enterarse de que yo estaba ahí. “Esos periodistas a los que les paga El Espectador para que me insulten y hablen mal de mí…”, había dicho el mandatario.

—El tipo no quería verme y, precisamente, me mandan

a la casa de Humberto Muñoz donde estaba. Debía cumplir y, ya allí, me tocó decir que era yo. Salió a atenderme la Niña Ceci. Habló conmigo, me recordó la situación, yo le dije que el doctor Fernández me había mandado a que le hiciera una entrevista para el periódico y le expliqué el proceso en que me encontraba… Ella entró, y al regresar me dijo: “Sigue, que te va a atender”. Entré, nos saludamos, nos sentamos en unos sillones momposinos y nos pusimos a hablar para una entrevista de 40 minutos… Terminamos… Nos despedimos cordialmente y me fui para El Heraldo… Me senté ante una máquina grandota, Olivetti, gris para azulito, y me dispuse a escribir la vaina… Al terminar se la entregué al director, quien se fue para su oficina… Cuando salió, me dijo: “Oye, oye, oye, está buena, muy buena… Olguita, el lunes dile a esta gente de allá abajo que manden a este muchacho a los exámenes médicos… Buena, buena, buena…”

A seis columnas se desplegó, por disposición de Juan B.

Fernández Renowitzky, la entrevista de López a Jorge Medina, pero sin firma del autor. Una cosa que —será que no lo sabremos nosotros— debió costarle mucho trabajo admitirlo al director, porque todo lo que se publicaba en El Heraldo, así fueran dos párrafos, tenía que salir firmado por quien lo escribiera…

Pero, para ir en orden, comencemos por el comienzo. Era noviembre de 1982 cuando un descanso

sabatino del redactor político de El Heraldo, Pedro Lara Castiblanco, le aligeró el ingreso a Jorge Medina Rendón —oriundo de Ciénaga, aun sin egresar de la Universidad Autónoma del Caribe, apenas ‘un pelao’—, al periódico que dirigía el exministro y exembajador Juan B. Fernández Renowitzky.

Ese día había llegado hasta donde la subdirectora Olguita Emiliani, correspondiendo a una cita que

había logrado con el propósito de atender una convocatoria de El Heraldo, que iba a crear una plaza para la redacción económica…

“¿Cómo estás?, ¿cómo te va? Esperemos al director, que ya viene”, lo atendió, atenta, Olguita.

—En esas entró el director y me pregunta: “¿Aja? ¿Me dicen que quieres venir a trabajar aquí?”. Le

dije: “No director, me dijeron que viniera a una entrevista”.

Jorge se preparaba para la entrevista clave con el doctor Fernández —la entrevista de admisión—, cuan-

do llamaron del Partido Liberal al director y le dijeron que el presidente Alfonso López Milchelsen, que estaba en campaña reeleccionista, iba a ir a la casa del secretario de la colectividad, en esos momentos Humberto Muñoz…

—Salieron a buscar al redactor político, era Pedro Lara, pero no estaba, se encontraba de descanso

—recuerda Jorge—. Entonces el director me dijo: “Creo que la entrevista conmigo te va a tocar haciendo un trabajo con el presidente López…”. Le dije: “Yo no puedo firmar eso”. Obviamente no podía, trabajaba con el Espectador… “No hay problema”, me respondió el doctor Fernández.

La oportunidad única de

demostrar lo que se es

Por José Orellano

Nos vamos en plural…

Nos educaron en una escuela en la que no se admitían errores de ningún tipo y fuimos felices

aprendiendo del director y su asistente la necesidad de acertar siempre en ortografía, organización de textos, efecto noticioso, titulación y confrontación de fuentes”.

En plural, pero no solo de dos… Ese plural abarca un extenso listado… Una cochada de periodistas que 

se acostumbró a escribir un texto para que los primeros lectores fueran los compañeros y no los superiores, un filtro perfecto antes de llegar, concretamente en el caso de El Heraldo, ante los ojos de Olguita… Sí, ante Olguita, para seguir rindiéndole culto a quien ‘las únicas dos cosas que le molestaban en El Heraldo eran las cosas mal escritas y la deslealtad…’ Que también ante el doctor Fernández o directamente ante el lector, si había que decidir publicación —y asumir la responsabilidad de lo publicado—, en caso de que el director o la subdirectora no estuvieran.

Los párrafos anteriores —zumo de precisiones de tres mentes diferentes—, 161 palabras aportadas por

los periodistas Jorge Medina, Ricardo Rocha y el suscrito, obedecen a la respuesta del primero de ellos a una inquietud que le plantee, vía Facebook, después de haber compartido con él en tres ocasiones y con un tercero que siempre no fue el mismo —más una crónica terminada, pospuesta y luego ajustada: esta que corre—, y del segundo, Richard, al favor que le pedí, también por Facebook, para que nos recordara un comentario que él había publicado en la red sobre un ejercicio que hacíamos en el viejo El Heraldo a fin de evitar no solo errores sino la onomatopéyica desaprobación de Olguita a un texto: “¡Psssshhhhhhhh… ¡Nojjj!”. Y el suscrito, no solo al repetir las palabras con que había cerrado el seriado ‘Ante una insistencia de Guillermo Valderrama’ sino también al enmarcar esos criterios en la dinámica del asunto en aquellos tiempos.

Una pregunta:

—Desde tu visual —Jorge—,

¿por qué diablos se nos arruga el corazón a ti, a mí, a Guillo, a Mabel, a un poco de gente, cuando aparecen errores (horrores) de cualquier tipo en El Heraldo…

Una respuesta:

“Porque nos educaron en una

escuela en la que no se admitían errores de ningún tipo y fuimos felices aprendiendo del director y su asis-tente la necesidad de acertar siempre en ortografía, organización de textos, efecto noticioso, titulación y confron-tación de fuentes. La observación y la invitación permanente era a preguntar si teníamos dudas, era la mejor forma de evitar la suspensión o el despido, que se hacían sin ningún tipo de contemplación. Duele hoy que cada error que aparece señale que ese rigor y esas responsabilidades en cada agente productor y transmisor de la noticia, no se aplican en los tiempos de hoy”.

Otra inquietud:

—Richard, buenas noches... No

hace mucho, tú comentaste en Facebook por qué en aquel El Heraldo (el nuestro, con Jorge Medina incluido) se minimizaban al máximo los errores de todo tipo... Lo bajé, lo guardé, pero se traspapeló en las telarañas del avance diario de los años: ¡NO LO ENCUENTRO! ¿Tú lo precisarás en tus recuerdos? Ojalá y sí... Abrazo.

Una precisión:

Ricardo Rocha contestó… Y se

extendió… Y recordó algunos pasajes emotivos de nuestro trajinar por El Heraldo… Buen material, una lección en retrospectiva… Razones más que justificadas para desplegar su aporte en otra página, con dos emotivas adendas incluidas. Su título central: “Aquella sencilla acción que, en más de una ocasión, salvó de errores al periódico”.

A la postre, a Jorge Medina

Rendón le interesa un bledo el trasfondo, si lo hubiere, de esas cosas extrañas que uno observa en el con-tenido del periódico más importante e influyente de la Región Caribe colom-biana. Le inquieta —nos inquieta: a él, a mí, a Ricardo Rocha, a Mabel Morales, a Guillermo Valderrama, entre tantos otros que en diversas épocas le aportamos nuestro trabajo a El Heraldo, y hasta al compositor Miguel Fernando Sánchez—, la manera cómo cada vez se registran, desde su mismo interior, errores, fallas, ‘lapsus’, que se están convir-tiendo en un desafío, casi diario, para la credibilidad del órgano de difusión que fue confirmado por su socio fundador y primer director Juan B. Fernández Ortega como “un periódico de buena fe”.

Y AL GRANO

Con Jorge Medina han sido tres

encuentros, en los últimos cinco meses, de pura y físca esencia amistosa —que hubieran podido ser cuatro: el turno era para Carmen Peña Visbal, el sábado 4, pero enfermó: se disculpó, y ha quedado pospuesto— y con nosotros estuvieron no como testigos sino como complemento del ejercicio mental de echar rever hacia los recuerdos, Guillermo Valderrama, Antonio Medina y María Mercedes Pertuz, todos exredactores de El Heraldo, ella desde Santa Marta. Mu-cha conversación sobre diversos temas, muchos recuerdos, muchas emociones, mucha diversión, mucha risa y, para mi satisfacción personal, un instante de varios minutos, quince, veinticinco quizá, con Jorge Medina para hablar de su ingreso a El Heraldo y de todo aquel entorno que lo llevó a figurar como uno de los miembros del equipo de investigación ganador del premio Simón Bolívar 1983 con el informe ‘Urrá, los costos del atraso’. Y, por supuesto, de ‘El kínder de Olguita’ (el ‘kínder mito’).

—Yorg: Algo para resaltar tras

la obtención, en equipo, del Simón Bolívar en 1983…

“Viejojose: Obtener ese premio

significó reunir a todos los equipos de investigación que por esa época tenían connotación, entre ellos El Tiempo, con Daniel Samper y Gerardo Reyes, y Vanguardia Liberal, con Silvia Galvis, que en paz descanse. Hubo francachela investigativa con un cipote de almuerzo en la Casa de Gloria”.

Segundo encuentro Jorge Medina-José Orellano. Respuesta a una invitación de Antonio Medina, quien tuvo a su cargo en El Heraldo de entonces la página sobre Tecnologías. Tuvo lugar en el ‘Kalifa’, centro de Bogotá.

Después, siguieron muchas investiga-

ciones, al tiempo que el tiempo corría. Jorge se retiró primero que los demás, lo hizo tras un viaje al Amazonas: allí decidió no seguir siendo empleado. Presentó su carta de dimisión, Olguita quiso intervenir para evitarlo, pero ya estaba decidido.

Y además, Barranquilla había sido esce-

nario de un doloroso hecho. Y para la decisión de Jorge de retirarse de El Heraldo ese hecho se convirtió en una coyuntura:

La ley de la vida: todo

comienzo tiene su final

Todos los honores para Maca, nada que objetarle, ¡grande del oficio! Y tan de ‘El kínder (con tilde en la í) de Olguita’ como del equipo periodístico que ganó premio Simón Bolívar en 1983. Pero hay actitudes que llevan a pensar que solo pueden ser generadas por un espíritu en

extremo maniqueo —esa tendencia mala leche de reducir o desconocer, por no querer admitirlo, la realidad o de variarles los matices a un hecho incuestionable— que estamos seguros de que el mismísimo Ernesto jamás lo hubiera permitido. Tal el caso de la exclusión de nombres en la nota que se le dedicaba a la memoria del fallecido editor en aquellas ‘82 curiosidades y anécdotas de El Heraldo en su cumpleaños’ (83), octubre 28 de 2016, y en la negación a un registro preciso, completo, de los miembros de ‘El kínder de Olguita’ (el ‘kínder mito’). Tal pareciera que Jorge Medina, de cuya fuente brotó el tema premiado, él fue quien más aportó a la investigación, y Pedro Lara no fueran del agrado de quienes orientan hoy, desde lo periodístico, el matutino barranquillero. Jorge y Pedro no solo son Premio Simón Bolívar 1983 sino que también fueron integrantes de ‘El kínder de Olguita’ (el kínder mito’), ellos dos también estuvieron allí con Roberto Pombo, Ernesto McCausland, Alba Pérez, Mauricio Vargas y el actual director Marco Schwartz. Desconocerlos de manera tan absurda, excluirlos de la realidad de los hechos, no habla bien del profesionalismo de quien lo decide. Es maniqueísmo puro, maniqueísmo desde la concepción actual del término.

——oOo——

A Jorge Medina Rendón le planteamos esta otra inquietud:

¿Qué piensas tú del contenido de estos cuatro segmentos

de ‘82 anécdotas o curiosidades de El Heraldo en su cumpleaños’, que te anexo …? (Yo salí en 1978, regresé a mediados de 1979, seguí hasta la nueva sede y eso del off-set ya fue en 1980… Mira la construcción sobre los responsables de la Edición Especial de los 50 años… Mira el kínder de Olguita que registran y en fin… Solo cinco detalles, de muchos que hay, en un solo texto. ¡Y es un texto de celebración!)

Jorge Medina Rendón:

“Estos cuatro segmentos son una equivocación garrafal, tienen

mucho de mala leche inexplicable, pero puede explicar por qué El Heraldo se elabora hoy con los errores de fondo y forma con los que aparece a diario”.

Cabe aclarar que la serie de notas

http://www.elheraldo.co/local/82-curiosidades-y-anecdotas-de-el-heraldo-en-su-cumpleanos-225138

trae una precisión final, curiosidad o anécdota 83, del siguiente tenor:

“Redactores, fotógrafos, practicantes, editores, socios, secre-

tarias, conductores, vigilante, administrativos de recursos humanos y salud ocupacional, recepcionistas, técnicos, ingenieros, diseñadores, empleados retirados y columnistas participaron en la construcción de esta lista”.

Habíamos vuelto a ingresar a ese link en busca de datos com-

plementarios sobre el premio Simón Bolívar-1983 porque, creíamos, debía estar efusivamente registrado puesto que se dio cuando El Heraldo cumplía sus bodas de oro: ¡50 años de fundado! (JO)

José Orellano ingresó a El Heraldo en 1973 y su primera época se extendió hasta 1978... Regresó, en condición de  independiente y siguió lidiando con LINOTIPOS hasta 1980, cuando el periódico se mudó al callejón ‘Medio paso’, cerca a la Catedral Metropolitana de Barranquilla y, en efecto, estrenó Off-set. La pregunta: ¿Qué será un lenotepo

Cuestionable construcción para contar esta ‘anécdota’ o ‘curiosidad’ (¿?).

“Estuvo a cargo de él José Orellano”, dice, y digamos que todo ‘bien’ hasta ahí: hasta ahí se registra una parte de la verdad, una parte, sí, porque se desconoce el valioso aporte de Vilma Cepeda y Neyía Vargas. Pero, además, se alteró la construcción en singular de la parrafada con… “y el actual director Marco Schwartz”. No queda otra cosa que pensar sino que es producto de un burdo agregado, de esos de última hora, conteniendo una mentira. De última hora, sí, porque en la dudosa calidad de tan forzada redacción no hubo cuidado para dar el salto al plural de dos: debía decir “Estuvieron a cargo de él… etc., etc., etc.”.

Tal pareciera que por aquí

ronda un espíritu maniqueo

Contenido —con reacción-apreciación— de cuatro segmentos

de los bocadillos titulados ‘82 anécdotas o curiosidades de El Heraldo’ en su cumpleaños publicados el 28 de octubre de 2016 con motivo de la celebración de 83 años de fundación del diario barranquillero.

Evoquemos con Jorge

Medina aquel Premio

Simón Bolívar en 1983

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