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Ahmed Aguirre, Celina Lizarazo y Carlos Lajud, referentes de Ricardo Rocha en su explicación o en sus adendas.

Aquella sencilla acción que,

en más de una ocasión,

salvó de errores al periódico

José Orellano acude a Ricardo Rocha para que precise un ejercicio que impedía ‘metidas de pata’ que, en algunos casos, “habrían sido graves”

Por Ricardo Rocha

Ricardo Rocha, en aquellos tiempos. Detrás, Yadira Ferrer.

Cuando vuelan los recuerdos y se hacen adendas

Tras terminar sus evocaciones, Richard —nunca supe decirle Ricardo— dice: “Si se admiten adendas. aquí van dos que creo necesarias”…

José Orellano le respondió: Con total libertad... y todo gusto. Y van:

Las agonías de Sigi...

“Amistad que sigue a

pesar de los caminos

después emprendidos

por cada uno…”

La onda

de Gilbert

Gilberto Marenco Better era casi un adolescente cuando le conocí en la redaccion de El Heraldo. Por un tiempo fue encar-

gado de cubrir la información del Concejo de Barran-

quilla pero Gilberto andaba en otra onda: la literatura y la músi-

ca de salsa, que por esa época conver-gían en la cuenca del Caribe. Por esos días andaba en el proyec-to de escribir su no-vela ‘Cero guayabera’

que, como todos saben, es la línea del verso de una vieja canción cubana. (La gráfica muestra a Gilberto dando instrucciones a Julio Charris, ícono de la camarografía en Telecaribe).

Otro amigo de esos días y de toda la vida era Sigifredo Eusse Marino, un exquisito escritor. Nunca vi a Sigifredo agonizante por ninguna cosa como no fuera una exposicion de pintura o una presentación de teatro. Y la noche en que Jose Orellano, Ahmed Aguirre y el suscrito nos quedamos a cubrir la noticia de la final de futbol en la que Junior se coronó campeón en una ciudad del interior. Fueron días de mucho entusiasmo, amistad la cual afortunadamente sigue a pesar de los caminos emprendidos después por cada uno de los miembros de ese equipo de redacción de El Heraldo. Hay quienes dicen que el periodismo es una profesión, yo discrepo de eso; porque las profesiones se ejercen por el dinero, el periodismo se ejerce porque es el oxígeno que alimenta la llama de la libertad.

José Orellano: Lo increíble, Richard, fue que no dimos el resultado del partido... Gracias Richard.

Ricardo Rocha: Eso fue del carajo... Pero la verdad es que el periódico quedó tan bien hecho, que nadie protestó, con excepción del director.

José Orellano: Jajajaja.

noticias Valcas. Valderrama era el mago para producir noticias, esa es una cualidad que sigo admirándole.

Pero entre las cosas que allá sucedieron hubo algunas muy buenas y otras realmente cómicas. Un día

llego al periódico y María Margarita Porto, que era la recepcionista, dice: “Olguita te anda buscando”. Subo hasta su oficina y me dice: “Averigua qué está sucediendo, porque a esta hora aun no tengo una sola radiofoto”. Eran las fotografías enviadas por la Agencia Associated Press.

Salgo de allí y ella va detrás de mí y cuando llegó justo frente a la silla en donde estaba Sonia Pedroza,

la secretaria de Dirección, le pega uno de esos gritos a Eloy Rivero, quien operaba el equipo de radiofoto, reclamando por los materiales. Él le contesta: “Olguita, desde las 6 de la mañana hasta ahora he hablado cuatro veces con New York (city) y me han dicho que hay una tormenta electromagnética en la capa superior de la atmosfera”.

Sin poner atención, le dice a Eloy: “Arregla eso, porque necesito las fotos”.

Tom Wells, que era el jefe de AP en Colombia, estaba sentado escribiendo en una máquina y cuando

Olguita se va se dirige a Eloy Rivero y le dice: “Si usted puede hacer eso, mañana mismo tengo un empleo para usted en NASA”.

Hola José, un abrazo.

Lo que decía fue que en los días en que estuvimos en El Heraldo, desde la calle

Real hasta el callejón Medio Paso, los redactores de entonces escribíamos un texto y los primeros lectores eran los compañeros. Porque estos no conocían el detalle de la información y le darían, como en realidad ocurría, la coherencia de lo que se escribía. Esa sencilla acción nos salvó en más de una ocasión de errores algunos que habrían sido graves.

Y la prueba de que eso funcionaba sucedió el día en que el Cuco Visbal apareció en

Barranquilla diciendo que “había sido secuestrado por unos sujetos que lo subieron a su avión” con una carga de marihuana. Cuando finalmente lo llevaron a Barranquilla fui a la cárcel municipal, en donde estaba preso, y le hice una entrevista.

Texto que muchos alabaron porque hacía una descripción del lugar, pero asumí que el

lector ya sabía que estaba preso y no lo puse de manera explícita.Tuve el incordio de tropezar con el Director que tenía el argumento válido de que en ninguna parte del texto se decía abiertamente que el hombre estaba preso. Y eso sucedió porque en el apuro de la tarde, José Orellano ni Carlos Lajud leyeron el texto antes de pasarlo a talleres. Por esos días, también trabajan allí tres queridas compañeras: Celina Lizarazo, Yadira Ferrer y Mabel Morales, y también Ricardo Navarro, un joven periodista de quien no he vuelto a saber.

Aprendí de esa experiencia y cuando nos mudamos la llevamos al edificio del callejón

Medio Paso y el círculo de primeros lectores creció porque además de Orellano estaban Jorge Medina Rendón, Humberto Mendieta, Horacio Brieva, Marco Schwartz, Mauricio Vargas, Alba Pérez y a veces íbamos con el mismísimo Germán Vargas Cantillo.

Y en verdad que esa fue una buena práctica porque finalmente

esos textos eran mirados por Olguita, que, mientras leía, movía la cabeza en gesto de aprobación.

Después llegaron Hipólito Palencia y Ricardo Bicenti. A las 6 pm,

Olguita lanzaba su llamada desde su oficina: para que pudiera escucharse en la redacción había que levantar la voz. Olguita tenía aprecio por ese par de jóvenes periodistas, de quienes ella opinaba tenían talento y solo necesitaban un poco de orientación, eran los compañeros Hipólito Palencia y Ricardo Bicenti. Uno de esos días el tocayo Bicenti llegó al hueco como llamaba yo al espacio que llamaba oficina para dejarme un texto con el encargo de que se lo entregara a Olguita, porque ya se iba... pero algo lo entretuvo y aun estaba allí cuando le llevé el material a Olguita, quien comenzó a leer y su cabeza se movía en gesto de aprobación y de pronto el grito: “¡Bicentiiiiiiiiii!”.

Me asomo a decirle que lo necesitan y me dice: “Tocayo, dígale

que ya me fui”.

Pues, ese día Olguita estaba llamándolo para felicitarlo porque

“ese informe tiene todos los hierros”, como solía decir cuando algo estaba bien escrito.

No sé si mis compañeros de trabajo y experiencia con Olga

Emiliani Heilbron tengan la misma idea de que hubo una etapa que podríamos llamar aguda de esos ejercicios de garganta, porque a medida que los jóvenes fueron agarrando experiencia las tensiones bajaron. Hay dos compañeros de esos días, Manuel Gaspar Pérez Fruto y Guillermo Valderrama. Este último venía de Cartagena en donde ya tenía experiencia, puesto que su familia tenía la agencia de

Un filtro perfecto antes de llegar a instancias superiores
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