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Escritor Caribe, Comendador en La Florida

Rafael Vega Jácome

y su “mejor forma

de perder el tiempo”

El escritor y periodista Caribe Rafael Vega Jácome flanqueado por dos ‘tesos’ del nadaismo: Jota Mario Arbeláez y Elmo Valencia.

Dos bacanes Caribe, otros tiempos: Vega Jácome y el extinto escritor loriquero David Sánchez Juliao.

Tras sobrevivir a un naufragio fluvial, Vega Jácome desplegó sus velas por los mares del mundo y lanzó sus anclas en Montreal, Hollywood, Nueva York, el Magdalena Medio, la Sierra Nevada y Miami…

“Y esto es lo que se propuso este autor en Río abajo —dice Luis en el prólogo. “El escenario que ya

conocimos en ‘Cuentos del purgatorio’ (1991), es Purgatorio, un puerto somnoliento del Bajo Magdalena, territorio propio de Rafael Vega, que colinda geográficamente con Macondo y anímicamente con Yoknopawpha de William Faulkner y Gibbville de John O’Hara. Su personaje central en ‘Río abajo’ es Jorca Bojorca, médico del pueblo, sectario, mujeriego y enredador, con facetas de Pere Gorroit y Roskolnikoff, Volpone y Aureliano Buendía, pero ante todo el paradigma del gamonal que ha dado dimensión tropical al machismo colombiano”.

El trabajo literario de este escritor nadaista ha sido reseñado por diarios como El Tiempo, The Miami

Herald, El Colombiano, El Universal de Cartagena y algunas revistas de Nueva York y Chicago. Ha hecho lecturas en el Hunter College de Nueva York, en la Universidad de Toronto y en las ferias del libro de Miami y Bogotá.

‘Rio abajo’, según el crítico Eduardo Márceles Daconte, uno de sus prologuistas, es la primera novela con

un tema colombiano escrita en el exterior.

Carlos Velez Villa

autoreslatinoamericanos@gmail.com

Chicago, 23 de enero del 2017

He perdido tanto el tiempo que

me ha alcanzado para escribir otras dos novelas que aun están inéditas: ‘La vida impúdica de Carpio Garizao’ y ‘Los narcos invisibles’”.

Siempre lo sedujo la aventura de

viajar y después de convertirse en uno de los sobrevivientes del David Arango, desplegó sus velas por los mares del mundo y lanzó sus anclas en Montreal, Hollywood, Nueva York, el Magdalena Medio, la Sierra Nevada y Miami, donde entró en contacto con el escritor Luis Zalamea Borda, quien elogió sus trabajos y dijo en el prólogo de sus novelas que “En Río abajo hay descripciones que son de una prosa limpia y vibrante, casi clásica. La historia sangrienta y retorcida de la política colombiana y la proclividad congénita de los colombianos por la violencia y la agresión, necesitaban del mamagallismo surrealista de Rafael Vega Jácome para esquematizarlas y humanizarlas”.

sobreviví, porque estaba predestinado a unirme al grupo de locos iluminados que hoy le inyectan su sangre a la paz a través de uno de sus más lúcidos poetas, Humberto de la Calle”.

Desde el día del naufragio —apuntó— se dedicó a escribir porque en sus ratos de ocio descubrió que la

literatura era la mejor forma de perder el tiempo. Fue así como creó el mundo imaginario de sus libros ‘Cuentos del purgatorio’ y de las novelas ‘Río abajo’, ‘Habemus anticristo’, ‘La guerra infame del amado caudillo’ y ‘Sibaritas en el exilio’.

Por eso, de acuerdo con Vega Jácome “el

nadaismo fue como un baño de potasa que desprendió la carcoma y la herrumbre acumulada en el corazón y la mente de quienes se dejaron arrastrar hacia el infierno de los convencionalismos y las ataduras pequeño burguesas”.

Este nuevo Comendador del estado de la Florida

nació en Zambrano, Bolívar, Colombia, en 1944. Hijo de padres santandereanos, pero orgullosamente costeño, muy joven, a los 17 años, por poco muere chamuscado en la tea que se sumergió en las aguas del río Magdalena cuando el vapor David Arango se fue a pique devorado por el fuego de la leña seca que lo hacía jadear en el lomo de esas aguas turbulentas infestadas con los muertos que dejaba la violencia y que él bien describe en su novela ‘Rio abajo’.

Cuando estalló el fuego, yo estaba en el tercer

piso del barco y desde allí, imitando al Johnny Weismuller que encarnaba al intrépido Tarzán que veía en el cinema de mi pueblo, me lancé al agua y

de la literatura académica, perfumada con los sonetos y los alejandrinos con que los dinosaurios de la cultura fosilizaron por tantos años los genes libres de la poesía, nos mantenemos unidos por la fraternidad que se originó de ese encuentro renovador, fresco, de plena libertad, de esa nueva visión de la cultura y de la literatura que floreció de las cenizas del cadáver de la vieja sociedad hipócrita y mentirosa que aterrorizaba a la gente”.

“Fue gracias a ese infierno creado

por el fascismo político liberal conservador amalgamado con la falsa moral religiosa”, continuó diciendo, “que de repente apareció un tipo como Gonzalo Arango, el nuevo profeta de la oscuridad, quien, en vez de la salvación prometía la condenación y quien de inmediato comenzó a iluminar, como la lámpara de Diógenes, no los caminos que llevan a la gloria, sino los que nos conducen al mismísimo infierno”.

Y en efecto Gonzalo Arango fue

seguido por mucha gente porque decía la verdad y le quitaba la máscara al fariseísmo criollo. “Los nadaistas, antes que unidos por esa literatura de alcantarilla que depositaron en la letrina

Por Carlos Vélez Villa

El escritor nadaista Rafael Vega Jácome ha sido, hasta ahora, el único

colombiano en recibir uno de los más altos reconocimientos que otorga el estado de la Florida, la Orden de Comendador. Su trayectoria como escritor, promotor cultural, editor de medios impresos y electrónicos orientados a exaltar la imagen de Miami, su multifacética comunidad hispana, el desarrollo de las artes plásticas y la cultura, fue lo que el gobierno estatal tuvo en cuenta para otorgarle esa alta distinción.

Para conocer un poco sobre este escritor nadaista, un costeño sin pelos en la

lengua tanto para escribir como para hablar, franco, preciso y directo, nos dimos cita en uno de sus lugares favoritos de South Beach, en el restaurante Tapelia, un epicentro de la gastronomía española localizado en Lincoln Road, la principal arteria turística de

Miami Beach. Allí, entre copas de vino, tapas y porciones de paella, me contó “un poco de su vida”. Y digo un poco, porque durante la degustación me confesó que en la actualidad le da los últimos toques a una novela de ingredientes autobiográficos y del cual ya lleva escrita doscientas páginas, pero, dijo, apenas está comenzando.

“Ese es mi problema”, dijo. “Todo me sale muy largo. Me acostumbré a escribir, sin que nada me

distraiga, en los periódicos de Barranquilla, en medio del ruido ensordecedor de los viejos teletipos de la France Press, la UPI y Reuters y las conversaciones altisonantes de mis compañeros, que ni medían sus palabras ni la intensidad del tono de sus charlas —siempre jocosas, mamagallistas, porque los costeños son así, espontáneos y dicharacheros—, y la intimidad de los demás les importa un carajo”.

Me contó que “abrumado por la sociedad pacata de los tiempos de su adolescencia, moldeada por un

cristianismo hipócrita, retrograda e inquisidor, me uní al naciente movimiento nadaista, lanzado como una soga salvadora a la juventud por los profetas malditos que surgieron del caos apocalíptico tanto tiempo atizado por curas bobalicones y tenebrosos pacificadores que moldeaban el comportamiento nacional con leyes y principios de corte fascista, predicado a bocas llenas por áulicos de la desinformación”.

Rafael Vega Jácome

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