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La amistad con dos Fernandos: Castañeda (I)

Café-café, nada de instantáneo, para una amena charla entre preodistas soledeños: Fernando Castañeda, de Contrastes.com.co, y José Orellano, de El Muelle Caribe.

Dos soledeños raizales, de pura cepa, los mismos ‘bacanes’ de siempre en un tête à tête, en un face to face, en un cara a cara, en territorios de Contrastes, en Soledad.

Primer número de El Muelle —después, por sugerencia de Jorge Medina, se la agregaría Caribe—, puesto en circulación con motivo de la IX edición del Sirenato Departamental  de la Cumbia en Puerto Colombia… Este domingo, desde Sabanagrande, nos lo hizo llegar el amigo Edgardo Caballero tras descubrir ejemplares de varias ediciones en sus archivos en medio del ajetreo por el cambio de residencia.

él, el periodismo es entrega total, hay que sentirlo.

Jose —así, sin tilde—, un soledeño raizal, de pura cepa, sigue siendo el mismo ‘bacan’ de siempre, no

importa que esté alejado del licor ¡qué carajo! Sigue siendo un ‘bacan’, sin pretensiones intelectuales, a pesar de ser un lector empedernido, alguien a quien le gusta investigar porque no traga entero.

No puedo cerrar esta crónica acerca de un amigo y colega que viaja cada año, en tiempos de carnaval,

para reencontrarse con su Caribe del alma, sin demandar que, en Soledad, se le haga un reconocimiento, por su labor durante más de cuarenta años en el periodismo, y quien tiene mucho para enseñar.

La noche nos cayó de repente, pero nos dimos cuenta hora y media después; y la partida para Jose —así,

sin tilde—, había llegado con la caída de la noche.

Su visita la recibimos con mucha

satisfacción y la sazonamos con dos deliciosas tazas de café-café, cual pretexto para hablar de lo humano y nuestros errores, del periodismo y la ética del periodista, sin dejar de lado el desconocimiento de la sintaxis de aquellos que se creen periodistas porque egresaron de una facultad de comunicación social y periodismo, o de aquellas que compraron una grabadora en ‘San Andresito’, quienes no saben construir una oración.

De la conversación sostenida con este

connotado periodista, orgullo soledeño, colijo: Él considera que el periodismo —nacional— debe replantearse, hacer un alto en el camino y reencontrarse. Está plagado de muchos errores sin justificación alguna, y hoy no hay excusas con la tecnología como herramienta importante en el quehacer de la profesión, y no pensar sólo en lo económico, porque, para

El Muelle Caribe en la redacción de Contrastes.com.co

La visita de José Orellano a la redacción de Contrasstes.com.co, también fue la visita de El Muelle

Caribe digital, una página que este curtido periodista nutre cada semana, no sólo con sus crónicas, reportajes o entrevistas, sino con el trabajo que le envían muchos colaboradores desde diferentes partes del país y fuera de él, con la puntualidad semanal, donde, al igual que en Contraastes.com.co, el periodismo atemporal tiene un espacio predominante en su estructura.

La nostalgia por el Caribe fue una

excusa para desempolvar a El Muelle

Vivir en Bogotá, entre ‘ala’ y ‘su mercé’, es una

vaina que martiriza a la gente del Caribe colombiano, por ser una ciudad fría y gris que nos revuelve la nostalgia por el calor, color y la magia de este territorio donde la cumbia se apoderó del Río Grande de la Magdalena, se entronizó y ha reinado en los pueblos ribereños de la costa norte que tienen sabor a bocachico, mote de queso, guandules con pescado frito o carne salada y, por qué no, la añoranza de una mazamorra de plátano con buena leche de vaca y leche de coco, acompañada de un bocachico en cabrito con yuca motúa. Y como no quería morirse de aburrimiento, decidió montar en la web ‘El Muelle Caribe’, un impreso que publicaba en Barranquilla, tamaño oficio, allá por los inicios de este siglo, para el que le entregué algunas crónicas que publicó.

Ahora, sin el ruido del teclear de la máquina de

escribir y alejado de el de las rotativas, se encierra en su apartamento para entregar, semanalmente, a sus lectores, un Muelle Caribe cargado de buen periodismo digital con historias narradas en crónicas en las que nos habla de personajes, lugares y situaciones del Caribe colombiano y el país. Es el pilar fundamental de El Muelle Caribe, desde donde navega recogiendo historias comunes para la gente, a las que José les imprime un ritmo y sabor particular con los que adoba sus crónicas.

Por Fernando Castañeda García

La llamada de José Orellano Niebles,

en la tarde del día martes 21 de febrero, fue el preámbulo de un encuentro entre amigos de vieja data y soledeños a mucho orgullo. Me preguntó dónde estaba, le respondí que en la sala de redacción del portal Contrastes.com.co  y seguidamente le di la dirección.

—Estoy en la ocho, espéreme ahí, hermano —precisó.

La segunda llamada fue para decirme que estaba en la esquina, salí y el abrazo reafirmó la alegría y

emoción por el encuentro, nuevamente, después de un año sin vernos, sólo utilizando la tecnología para comunicarnos, compartir crónicas y otros géneros periodísticos que publicamos en nuestros propios medios de comunicación; él publica mis trabajos en ‘El Muelle Caribe’ digital, yo, los de él, en El Transeúnte, medio impreso.

Lo dejé conversando con Manglio Bovea, en la sala de redacción de Contrastes.com.co, mientras

preparaba un café, que degustamos en las coladeras de la memoria recordando anécdotas del oficio durante los años setentas, cuando lejos estábamos de pensar que la tecnología nos comunicaría al instante, hasta para interactuar mientras vamos camino a casa, y que lo más cercano que teníamos en las salas de redacción, para estar informados del acontecer mundial, era el teletipo.

Jose —así, sin tilde, porque suena a amistad— es un periodista curtido por más de cuarenta años en la labor

de comunicar, alguien de quien se aprende constantemente y quien también llama a sus amigos para despejar alguna duda. Para él, hacer periodismo va más allá del interés económico, no sólo vive del periodismo, vive por y para el periodismo porque es su vida, desde los inicios en Diario del Caribe, allá por el año 1974, de donde pasa a la sala de redacción de El Heraldo, llegando a ocupar, con el transcurrir del tiempo, el cargo de jefe de redacción; posteriormente asume el reto de echar a andar el diario La Libertad, posicionándolo e imprimiéndole un estilo diferente que lo convirtió en un recién nacido medio impreso de gran circulación y tiraje a nivel regional. Todo esto en Barranquilla durante las décadas de los años setentas y ochentas.

Cuando le dije, telefónicamente, que lo esperaba para compartir un café, respondió: “Que sea un café

café”, que se bebió entre sorbo y sorbo dejando escapar pedazos de historias que se remontan al linotipo, el papel y el teclear de las máquinas de escribir registrando el acontecer de la ciudad y el mundo, con olor a plomo de imprenta, hasta cuando apareció el sistema Offset, y ahora, las del periodismo digital.

Mientras lo observo, veo en sus canas el paso de los años reflejados en los rizos, al garete y casi sobre

sus hombros, que identifican a José Orellano por ese look que mantiene desde hace más de cuarenta años. La condición de persona elocuente y de gesticular al hablar tampoco la ha perdido como otra muestra de la espontaneidad que lo caracteriza, la misma con la que escribe y le dice al pan, pan; y al vino, vino; siempre en tono alto y una voz entre aguda y chillona que denota emoción al hablar. Entonces pienso que así es José Orellano, el mismo ‘Monje’, ‘Francisco Niebles’, o bien ‘El Sapito Orellano’  —como le decimos sus amigos de la vieja guardia, en Soledad—, un hombre fresco pero responsable y respetuoso con el periodismo. Del periodismo impreso que también ejerció en El Informador de Santa Marta-Magdalena y El Pilón de Valledupar-Cesar, de donde partió con su profesión hacia La Guajira para manejarle medios a un congresista de ese departamento, quien terminó llevándoselo para la fría capital de la república, donde reside hace una década con su familia.

Un Muelle

de visita en 

CARIBE
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