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Los textos de Jr.

Primas del cronista que, en la actualidad, hacen de los niños soledeños unas mejores personas, entregándoles en sus institutos educativos todos esos conocimientos básicos y enseñanzas de cómo ser esas excelentes personas...

La placita frente a lo que anteriormente fue la alcaldía, que hoy es Museo Bolivariano...

La segunda ciudad del Atlántico clama a gritos un mercado concordante con los tiempos que corren. Estas imágenes captadas por el director muestran el asqueante lugar donde mercan los soledeños.

Calles polvorientas que ya no están, casas de barro y techos de paja que en su momento engalanaron

ese fresco entorno soledeño.

Gratos olores que vienen a mis remembranzas: guayaba, anón, chirimoya, granada, perita criolla y

marañón… Es de anotar que siempre que regresaba al bullicio barranquillero llevábamos en nuestras alforjas un popurrí de estos manjares de Dios para gusto de nuestros paladares.

Y si hablamos de la tierra que cumple 204 años, por qué no acordarnos de ‘American bar’, de La virgen-

cita, del mercado público, del caserón de los Domínguez —a su lado el bachillerato masculino—, de ese secreto pasadizo que aún creen existía entre el caserón que en su tiempos fue un palacio y la iglesia San Antonio de Padua, de la placita frente a lo que anteriormente fue la alcaldía, que hoy es Museo Bolivarianos, y que en algún momento tuve el placer de recorrer por muchos días cuando, siendo corresponsal político de un noticiero de Madrigal Estéreo, subía y bajada de donde ‘Tino’ Choperena, jefe de prensa del gobierno municipal de turno, a la sede del cabildo municipal.

Soledad tierra mágica y sin igual, tierra de amores y desamores, de bailes, de tristezas demasiado

fuertes, de gozo, de madrugadas de serenata cada vez que algún familiar festejaba su onomástico, tierra de Orellano Niebles, tierra que me dio la oportunidad algún día de conocer lo real que es nuestra tierra, lo importante que es independizar desde chico una parte de nuestra vida, claro está en ese tiempo se podía, era fácil coger una ruta de bus sin miedo a nada y con sensación de cambiar de ambiente y gozar de unas ricas vacaciones al otro lado de mi ciudad.

Felicitaciones soledad, hay mucho que contar, pero pocas líneas para evocar… feliz, feliz, feliz…

Soledad ha evolucionado y mira

hacia el futuro, a veces el estanca-miento se ve por otros temas que no vienen al caso, pero que ayudan a que este pueblo mío por adopción no dé ese paso gigante que, sé, es capaz de dar.

Pueblo bello de grandes baluar-

tes en educación... ¡Eh!, entre ellas mis tías en el pasado, a mucho honor, en el presente mis primas —Ingrid, con Personajes del Futuro, Aymée, con Future Chlidren School, el primer bilingüe del pueblo— que en la actualidad hacen de los niños soledeños unas mejores personas, entregándoles en sus institutos educativos todos esos conocimientos básicos y enseñanzas de cómo ser esas excelentes personas para que, de buena manera, puedan enfrentarse a este día a día que, como siempre rezo, ha evolucionado para ser más caótico gracias al ciberespacio.

204 años de haber sido erigida en Villa, lugar de asentamientos indígenas que

fueron poco a poco creando un conjunto de chozas que dieron el nacimiento de un pueblo que, a la voz de hoy, es pujante.

Décadas atrás Soledad me acogió en sus brazos, día a día de vacaciones visitábamos de muy grata

manera a nuestro abuelo Francisco Javier Orellano Hernández, hombre recto y amable, figura paterna que siempre nos inculcó un buen camino y enseñó que trabajar y sacar adelante sus hijos, sí se puede.

Remontándonos a esa bella época, como no recrear esas mañanas escuchando las noticias con el

trasfondo mágico de ese sonido de gotas de agua caer sobre el extenso vivero de los Orellano Niebles, percibiendo con nuestro sistema olfativo ese delicioso olor a café que nuestra matrona Evelina, la abuela, con gran amor y dulzura, preparaba.

Minuto a minuto, trascurrir tras trascurrir, pasaban nuestros días, muchas mañanas o tardes encaminá-

bamos nuestra humanidad hacia la plaza de la iglesia de San Antonio de Padua, especial y específicamente a esa esquina del teatro Olimpia y, de grata manera en compañía de bellas tías y primas, degustábamos de sendas arepas de hoyito, caribañolas, butifarras y, por qué no, una que otra arepa de huevo. Es de resaltar que la gastronomía soledeña es única, sabores autóctonos que explotan en el paladar y que dan ese agradable sabor a pueblo, a lo nuestro, así sea solo por un corto transcurrir en una bella temporada de vacaciones.

Gratos espacios de tiempo compartido en la tierra de Pacho Galán y Alci acosta, tierra que acobija en su

área a uno de los aeropuertos más importantes del país —el internacional Ernesto Cortisozz—, municipio que en algún tiempo de otrora dio cobijo al Libertador Simón Bolívar en su periplo sin fin hacia los bellos jardines de Papá Dios.

Por José F.

Orellano

Ripoll

Soledad-204 años: la

tierra que me adoptó

Ese agradable sabor a pueblo, a lo nuestro
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