top of page
El gatillo del sentir de Jorgito Nasra disparó hacia la música docta (I)

Solo 10 años y

ese rango vocal

pa’l canto lírico

Puede que no sea muy locuaz, pero sí es preciso en sus respuestas. Apenas tiene diez años, pero al pan pan y al vino vino… Se enfrenta sin miedos a los periodistas.

Hijo y padre, Jorge Enrique y Anuar: contar la historia con pelos y señales.

Excelentes anfitriones: Víctor Hugo Vidal Barros y Emna Codepi. Con José Orellano, un trío para hablar y hablar y no querer acabar.

En la fiesta por los 90 años del Nobel de Literatura, Jorgito con el alcalde de Aracataca Pedro Sánchez Ruedas y un adulto mayor amigo de los actos culturales en su pueblo.

Jorgito en un homenaje de reconocimiento que se le tributó al IES-Infotep y a la Fundación de Arte Contemporaneo de Ciénaga en septiembre de 2016.

caribeños, entre ellos Federico Santodomingo y Víctor Hugo Vidal,  quienes deleitaron con sus rimas. Y hubo un Soliloquio teatral alusivo a Macondo. Se contó con la presencia de muchos jóvenes de colegios del municipio y un gran número de periodistas como los de caracol Radio, La libertad (prensa) quienes cubrieron el evento y entrevistaron a los protagonistas, incluyendo a Jorgito Nasra. Luego nos invitaron a un almuerzo en el restaurante ‘La hojarasca’, como para cerrar con toque macondiano.

A sus diez años, Jorge Enrique Nasra Molina comienza a ir por el mundo haciendo manifiestos su volun-

tad, su deseo y su gusto. Esas capacidades humanas de él y ese rango vocal pa’l canto lírico que hicieron que el gatillo de su sentir se disparara, desde ahora que es niño, hacia esa música, su blanco perfecto: la música lírica.

Apasionante historia la de Jorge Enrique Nasra Molina que ha   

de continuar en la próxima actualización de El Muelle Caribe.  

Colombia y otros países, sobre la vida y obra del Nobel nacido en Aracataca, Magdalena —sigue contando el corresponsal.

—Edgar Rey Sinning fue quien hizo la

presentación del Editor de este libro de 520 páginas. El editor de la Universidad del Valle, el doctor en literatura Juan Moreno Blanco, habló del libro en general y la forma como logró reunir a los principales escritores de Colombia duchos en el tema del Nobel —agrega Anuar Nasra Correa.

—Jorgito, con tan solo 10 años, fue invi-

tado al acto principal e interpretó una serie de canciones en su estilo lírico. El público presente, emocionado, se alegró y nunca dejo de aplaudirlo. Después de haber cantados más de cuatro canciones, el público le pidió la última, en especial la canción ‘Oh sole mío’. de la autoría de Eduardo di Capua e interpretada por Luciano

—Se presentó un selecto grupo de poetas

una caja y una batería, de esas de niño. Yo recuerdo que un día estaba de visita en casa el doctor Elías Hani

Jimeno —ginecólogo, él fue el que practicó la cesárea para el nacimiento de Jorgito— y se quedó asombrado ante el cuadro que veía: Jorgito tocaba la tambora y cantaba como Silvestre: ‘Me gusta, me gusta, me gusta’, el famoso trabalenguas, y lo hacía bien. El doctor Jimeno decía: “Oye, yo ese trabalenguas nunca me lo he podido aprender y este niñito de dos años ya se lo sabe”. Entonces, a Jorgito empezó a gustarle Silvestre. Una vez el cantante llegó a Ciénaga y la esposa de Hani nos llevó para presentarle el niño. Después, Jorgito se desanimó de la música vallenata y empezó a cantar ranchera.

—¿El niño? —pregunto intrigado, pero hasta ahí…

—Sí, el niño… Y empezó a cantar a Vicente Fernández, ‘La mochila azul’ y cambió el vallenato por las

rancheras y, más tarde, de rancheras pasó a música lírica.

En la lírica se ha quedado. Y ha comenzado a hacer carrera. Pero algo debe de haber por ahí, por entre

la ascendencia, los ancestros, para que se consoliden tales gustos en el pequeño.

—¿Cuándo se descubren, en definitiva, las aptitudes de Jorgito para el canto lírico? ¿Cuándo se

demuestra que Jorgito si tiene actitud, para meterse en el aspecto lírico de la música?

—La influencia más directa sobre música lírica, puede tenerla por parte de su abuelita paterna, la mamá

del papá, porque Lola es muy amante de la música clásica, de la poesía.

—¿Lola qué?

—Ella se llama Lola Correa.

—Me imagino que, dándose en Ciénaga, debe ser algo de ‘El mono’ Raúl Correa…

—Claro, son primos. Ellos son Álvarez Correa, lo que pasa es que se han quitado el Álvarez y se han

dejado… A ella siempre le ha gustado lo exquisito. Es común que tú la encuentres —Anuar señala a Víctor Hugo—y te diga “Víctor, ¿quieres que hablemos? Pues bien, empieza, habla mi corazón”. En ese trascurrir diario, los niños que van a la casa de ella y Jorgito escuchaba las melodías que ella colocaba y allí el niño se fue inclinando por eso. Eso le fue llenando, le fue llenando, cualquier día empezó a cantarle el ‘Ave María’ y otras melodías que ella ponía y le repetía. Eso le fue gustando y de ahí se disparó el gatillo de su sentir por esa música.

Páginas especializadas en música precisan que “el rango vocal de un cantante se define desde la nota

musical más grave hasta la nota más aguda que una persona puede cantar. En reglas generales, el rango promedio de un cantante popular es de una octava —un intervalo musical de seis tonos completos— mientras que en un cantante lírico el rango vocal suele estar en el orden de las 1,5 a 2 octavas completas. Esto es variable entre las voces masculinas y femeninas y dentro de cada subcategorización, pero en líneas generales, es ese el rango promedio”.

Jorgito, a sus diez años, es consciente de todo eso. Y a cultivar todo eso se dedica con esmero. Un

esmero que, en el más reciente de sus logros artísticos, lo ha llevado a ser, prácticamente, el show central de la celebración, en Aracataca, un poquito más allá de Ciénaga, de los 90 años del nacimiento de Gabriel García Márquez.

—El día lunes 6 de marzo Jorgito fue invitado por el Director de la Casa Museo Gabriel García Márquez,

de Aracataca, el poeta y escritor Rafael Darío Jiménez —me cuenta un efectivo corresponsal.

—En el acto conmemorativo por los 90 años del natalicio de Gabo se hizo el lanzamiento de un libro:

‘Literatura y memoria’, una compilación de ensayos elaborados por 31 escritores de la Región Caribe,

Soy sincero: me gustó y llamó

poderosamente a mi atención el ‘no’ inicial de Jorge Enrique. Teniéndolo en frente, le dije: “Una cosa tengo entendido, que no te gusta que te vean ensayar… ¿Por qué?

—Porque el ensayo es algo personal.

Es mi espacio —dijo.

—¿Hay que respetarlo? —pregunté,

casi afirmativo.

—Sí señor —reiteró mi tono.

El niño pudiera ser locuaz, pero me

da la sensación de que se lo reserva… Que esa locuacidad la guarda para soltarla toda cuando canta. Una aptitud que desarrolló desde los dos años.

—A esa edad cantaba como Silvestre

—había de decir el papá.

—¿Cómo así? ¿Cómo así?

—Cuando tenía esa edad, dos añitos,

el papá o el Niño Dios le regalo una tambora…

—¿El papá eres tú? —le dije a Anuar,

quien lo afirmó con un movimiento de cabeza.

—El Niño Dios le regaló una tambora,

Barranquilla. Ninguna de las dos encaja en la descripción supuesta por la picaresca de mi imaginación.

Diálogo con el niño, aportes del papá, información abundante y apreciaciones de Víctor Hugo y Emna y

Hugo Enrique me llenaron la alforja reporteril. Después, más información, investigación sobre música docta, establecer diferencias entre un cantante popular y un cantante lírico y, al final de cuentas, mucho que contar de Jorge Enrique Nasra Molina, a sus diez años de edad.

—Está definido: será un seriado —digo y le doy un ‘tatequieto’ a mi otro yo, que no dejaba de azuzar

para que saliera pronto del asunto.

—Será un Gran Reportaje con este pequeño cantante lírico y lo publicaré por entregas —concluyo.

¡Y manos a la obra!

Jorge Enrique nació y vive en Ciénaga, Magdalena. Sus padres son Anuar y Yajaira Molina Pérez. Cursa

quinto grado en el colegio San Francisco Javier, de Ciénaga, y es excelente alumno.

...

Era miércoles de Ceniza y en las afueras de la casa de Emna —después saldríamos con Víctor Hugo y

Hugo Alejandro a retratar sitios icónicos de la segunda ciudad del Magdalena— y por otras calles y el camellón frente al mar de Ciénaga, decenas de menores arrojaban agua.

—No lo entiendo —diría Víctor Hugo— ¡Es miércoles de Ceniza! Ya el Carnaval pasó.

Víctor Hugo Vidal Barrios, el pequeño Jorge Enrique Nasra Molina, Anuar Nasra Correa y Emna Codepi en reunión celebrada en la residencia de esta para permitir ameno diálogo con el niño cantante lírico.

un clásico gregoriano que también me gusta, solo por gustarme, sin más pretensiones: ‘Ave María’ —de Schubert—, en la interpretación de Luciano Pavarotti.

Y con Anuar, el papá, de

ascendencia palestina, surgió igual trato al que he venido compartiendo con Emna y Víctor Hugo. Nos ‘encarretamos’ en un amplio diálogo que, a varias cuadras de distancia, había de tener sufriendo a una profesora que esperaba ansiosa a su alumno para continuar los ensayos.

—Debe ser puntualísima y

disciplinada, psicorrígida, de horarios inquebrantables, de lentes culo de botella —me susurró el travieso de mi otro yo.

Después supe que se llama

Lilibeth Flórez, profesora particular de técnica vocal. Que otra profesora de Jorgito es Conchita Salcedo, de

Por José Orellano

De arrancada, a sus 10 años de edad, mostró

su talante.

—Estoy ensayando, es mi espacio y ahora no

puedo.

No se lo dijo al periodista, se lo mandó decir a

su tío político, Víctor Hugo Vidal Barrios, quien había hecho las diligencias telefónicas del caso en procura de que pudiéramos llegar hasta donde el pequeño —en el estudio de su casa—, tras haber observado mi interés por conocer pronto a un chiquillo que ya es considerado por entendidos como prodigio del canto lírico y, de paso, aprovechar la oportunidad para entablar un diálogo periodístico con él.

Víctor Hugo y Emna Codepi —poetas y pintores, él odontólogo— me habían recibido en Ciénaga, la tierra

de ellos, como si me hubieran tratado de toda la vida, cuando lo cierto es que apenas hemos estado relacionándonos por Facebook y WhatsApp desde días previos a las recientes fiestas del Caimán. El ‘no’ del niño lo recibimos en casa de Emna, cuando ya habíamos degustado un tinto —antes habíamos desayunado arepa’e huevo con Víctor Hugo— y nos dedicábamos a hablar de diversos temas. Incluido, como es de suponer, la negativa del chico, la cual comprendimos a cabalidad. Solo me dolería no haber podido tratarlo.

—Es bastante fregado —dijo Hugo Alejandro Vidal Nasra, hijo de Víctor Hugo y primo hermano del

chaval.

De pronto estábamos en esas de darle la razón plena al infante —y es que la razón era toda de él, no

hay duda: se encontraba en lo suyo, asistía a una sesión de ensayos con la profesora que lo asesora a domicilio—, estábamos en esas, decía, cuando un infante, acompañado de un hombre que supuse era su padre, hizo repentina aparición en la residencia que nos acogía. No sabía que era el niño, aun no lo conocía, ni siquiera por fotos. 

—Es Jorgito —dijo Víctor Hugo.

—¡Qué lindo! Vino a corresponderle a tu interés por conocerlo —terció Emna.

Abracé al pequeño y le extendí la mano a su acompañante.

—Soy el papá de Jorgito —dijo.

—Mucho gusto, José Orellano…

—Anuar Nasra Correa —puntualizó.

¡Y la química fue total! Tanta, que hasta, en determinado momento, Jorgito, Jorge Enrique Nasra Molina,

me cantó, a capella, un trozo de uno de mis temas favoritos: ‘Por ti volaré’, de Andrea Bocelli. Y otro trozo de

Foto cortesía Anuar Nasra Correa

Foto cortesía Anuar Nasra Correa

bottom of page