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De aquella música para prodigarse amor

Ocaso

balada

de la 

romántica en Riohacha

¡Muac! 

Por Luis Roberto Herrera Mendoza

¡Ah!, la ‘generación del amor’, los jóvenes riohacheros nacidos entre los años 60 y 70, siglo XX, niñez-juventud que creció bajo la influencia de la música antillana y el romanticismo del bolero, del cual se dice que es originario de la isla cubana.

Aquella época en la cual la música de acordeón todavía no era comercial y predominaban, para el gusto musical, la salsa y el bolero. Aunque existen diversas teorías sobre el origen del bolero, algunas de las cuales señalan a

Europa como su cuna —que dizque vino de España—, la historia indica a Cuba como la indudable creadora de este género musical: ‘Bolero latinoamericano’.

Investigadores del tema precisan que el bolero es una de las manifestaciones más propias y personales de nuestro ser colectivo y, aun con su difusión y universalización, sigue siendo uno de los fenómenos que identifican y homogenizan la noción de ‘latinoamericano’: “A pesar de sus raíces europeas es definitivamente algo Latino y aunque lo ubiquemos a veces en Cuba o el Caribe es un patrimonio colectivo que toca e involucra desde México a la Argentina y llega, inclusive al Brasil; por lo tanto podemos concebir con facilidad un latin jazz o un rock latino o rock en español, pero es difícil imaginar un bolero francés o inglés”, dicen los entendidos.

En nuestro entorno guajiro, la juventud se reunía por las tardes en sitios a orillas de la playa o en las terrazas de las casas a escuchar a los boleristas de la época.

Y en gusto musicales, del bolero se pasó a balada romántica, la cual había encontrado su origen

en el bolero latinoamericano de los años 50. Cantantes de aquel entonces como Olga Guillot, Lucho Gatica, Leo Marini, Beny More, Armando Manzanero, Daniel Santos, Celia Cruz y muchos otros exponentes de la canción antillana, se habían atrevido a cantar y grabar el incipiente género sentimental.

La diferencia de este género musical con el de los españoles radica en que el bolero latinoamericano ha sido siempre más canción que baile. Los primeros acompañantes melódicos serían los tríos de guitarra, luego las grandes orquestas tropicales —orquestas al estilo big band— y, por último, verdaderas orquestas sinfónicas que darían forma al acompañamiento musical del bolero, el cual, durante casi treinta años, dominó el espectro musical latinoamericano.

La balada y el bolero suelen confundirse y registrarse en una u otra categoría sin demasiadas precisiones. La distinción entre una y el otro radica, fundamentalmente referida y en una mayor sofisticación. La balada se expresa en un lenguaje más metafórico y sutil, diferente a la más directa y sentimental del otro género. La balada es tan romántica como el bolero, pero con un lenguaje más directo y ligado a la vida cotidiana. Las baladas son canciones que se aprenden de memoria por el resto de la vida. Los baladistas son artistas de culto y de seguidores fieles. La balada aparece en Latinoamérica y España en los 60. Llega con los artistas juveniles influenciados por el rock an’roll y la televisión. Un ejemplo claro es la canción de 1965 ‘Pobres besos míos’ del bolerista Armando Manzanero. Al cantante lo acompaña una orquesta que funciona alrededor de él.

Las baladas, por lo regular tienen un ritmo lento, aunque en temas más festivos tiende al rock an’roll y al pop. En resumen, la balada es hija del bolero, las canciones románticas de Francia e Italia y la música estadounidense de los 50, en cabeza de Elvis Presley y Frank Sinatra.

El máximo esplendor de la balada romántica fue alcanzado en los años 70, decenio dorado del género. La mayoría de los países acogieron el género con sus propios cantantes. Fue un movimiento continental.  A mitad de la década los baladistas eran los espectáculos públicos más apetecidos. Los festivales de la canción como Viña del Mar —que aún sigue vigente y presentando grandes espectáculos— y el OTI se vivían como un Miss Universo o un Mundial de fútbol. El cine y la televisión también se peleaban por tener a los nuevos ídolos. Nombres como Nino Bravo

(España), Raphael (España), Julio Iglesias (España), Joan Manuel Serrat (España), José José (México), Juan Gabriel (México), Leonardo Fabio (Argentina), Leo Dan (Argentina), Claudia de Colombia, Rocío Durcal (España), Rocío Jurado (España), Camilo Sesto (España), Mocedades (España), Isabel Pantoja (España), Diego Verdaguer (Argentina-México), José Luis Rodríguez (Venezuela), Jeanette (España), entre tantos, aparecieron en los 70.

Compositores como Manuel Alejandro y José Luis Perales también florecieron en esa era. En Perú apareció el grupo ‘Los pasteles verdes’. Rocío Dúrcal, Juan Gabriel, Julio Iglesia, entre otros, sacaron al mercado grandes éxitos mundiales, como ‘El triste’, ‘La nave del olvido’, ‘Te extraño’, ‘Amar y ‘Gavilán o paloma’, ‘Lo pasado, pasado’, ‘Volcán’ o ‘Lo que no fue, no será’ de José José; ‘Amigo’ o ‘Detalles’ de Roberto Carlos, ‘Fresa salvaje’, ‘Perdóname’ o ‘Vivir así, es morir de amor’ de Camilo Sesto.

La española Rocío Durcal tuvo éxitos mundiales, tanto en la ranchera como en la balada. A ella se le conoció como ‘La señora de la canción’ y sus éxitos incluyen ‘Costumbres’, ‘Amor eterno’, ‘Diferentes’, ‘Como tu mujer’, ‘Como han pasado los años’, ‘Porque fue que te amé’ e ‘Infiel, entre muchos más que catapultaron el género a niveles nunca vistos.

A pesar de la fama de machista del hombre guajiro —¡pura paja!, los guajiros somos amorosos, sentimentales, querendones— es comprobada su sensibilidad romántica y sentimental. Muestra de esto son las mil y más letras poético-románticas de autores guajiros convertidas en canciones acompañadas con acordeón.

La tendencia musical romántica que envolvió a Latinoamérica se sintió con mucha fuerza en los municipios del norte de La Guajira, más que todo en la fronteriza Maicao y en Riohacha. Resultante de la influencia de la televisión y de las emisoras de radio venezolanos, sobre todo estas últimas que se captaban con facilidad en la península a finales del decenio de los 60 y 70, debido a que la radio colombiana no tenía aun potencia en la señal para llegar a estas regiones. La programación musical diaria era variada y destacaban las radionovelas, de las cuales siempre se dijo que: “La balada es drama de telenovelas hecha música”. En Venezuela había emisoras especializadas en el género musical romántico y la televisión transmitía presentaciones en vivo de artistas exponente del melosos genero romántico.

Para la época era común que en las escuelas y colegios se destacaran niños y jóvenes en las programaciones cívicas y culturales como baladistas o haciendo fono-mímica de cantantes destacados de la época. En Riohacha nace al concurso de canción balada ‘Cactus de oro’, organizado por los estudiantes y profesores del colegio de la Divina Pastora, que introducía presentaciones estelares de cantantes de talla nacional, entre otros, el sanandresano Haldor Christopher —unos de sus éxitos ‘El hombre de la cima’— y Guillermo García Ocampo más conocido como Billy Pontoni. Este renombrado concurso trajo, en su última edición, a quien ahora es una rutilante cantante mundial y máxima figura del pop: la barranquillera Shakira Isabel Mebarak Ripoll, conocida artísticamente como Shakira. Actuó acompañada del coreógrafo

riohachero Gary Julio, cantante de baladas en su niñez y juventud, su profesor de baile en Barranquilla. Había grabado su primer CD y aquella apenas fue su primera visita a la capital de La Guajira: en varias ocasiones, durante sus inicios, realizó presentaciones en Riohacha. Vino para la coronación del reinado del Colegio Sagrado Corazón de Jesús y al año siguiente la trajo el Fondo Mixto de Cultura de La Guajira para la coronación de la reina que representaría a La Guajira en el Reinado Nacional de Bambuco. También visitó Maicao, donde se organizaba un reconocido concurso para jóvenes cantantes de balada.

Shakira, dos épocas, dos estilos: ¡Exitosa!

Nino Bravo

Raphael

Julio Iglesias

Claudia de Colombia

La llegada de las señales radiales de emisoras de Barranquilla ayudó a modificar las preferencias musicales de los jóvenes riohacheros, además fortaleció la difusión de la música de acordeón —mal llamado vallenato—  y aunque perdió un poco en la preferencia, la balada romántica siguió presente gracias a las emisoras barranquilleras que se habían especializado en la difusión casi exclusivas de este género: Radio Quince, ABC,  Radio Tiempo y otras, a las cuales se sumaron las emisoras locales que entendieron que había que programar diariamente franjas dedicadas al alimento del amor.

A finales de los años 80 y los 90, con un sonido más cercano al pop norteamericano se destacaron grupos juveniles como ‘Timbiriche’, ‘Magneto’ y ‘Menudo’, los que tenían baladas en sus repertorios, al igual que bandas de rock en español como ‘Maná’, ‘Enanitos verdes’ y ‘La mafia’.  Cantantes que hicieron crossover con la música anglo como Ricky Martin y Shakira también grabaron baladas exitosas. El mexicano Luis Miguel —hijo de Luisito Rey: ‘Frente a una copa de vino’—, dueño de una de las mejores voces en español no solo tuvo éxito reeditando boleros sino también interpretando baladas memorables.

Antes de la era de la masificación de internet y las nuevas tecnologías, el guatemalteco Ricardo Arjona consolidó su nombre con canciones estrictamente basadas en la vida cotidiana. Otros cantantes y autores con raíces en el sonido tradicional son Cristian Castro, Yuri, Ricardo Montaner, Franco de Vita, Luis Fonsi, Donato y Estéfano, Kike Santander y Jorge Villamizar.

Ya en plena era de las redes sociales Laura Paussini, Ana Gabriel, Juanes y toda una constelación de estrellas que iluminó la sensibilidad de millones de personas que crecieron bajo el embrujo del amor y el romanticismo propiciado por letras de canciones interpretadas por aquellos y que ayudaron a la unión sentimental de parejas que, envueltas en vapores de pasión, trajeron al mundo hijos cargados de afecto y cariño. ‘Generaciones del sentimiento y la ternura’, así podemos denominar a quienes nacieron y crecieron en momentos en que la balada era la predilecta de la juventud.

El mundo ha cambiado. Vivimos en una sociedad caracterizada por el consumismo, la inmediatez, la temporalidad; una sociedad en la que también afloran sentimientos intensos de soledad y estrés, y en la cual las relaciones de pareja están sometidas a deseos y expectativas crecientes. No escapa a ello la nuestra, partidaria de los productos listos para uso inmediato, las soluciones rápidas, la satisfacción instantánea, los resultados que no requieren esfuerzos prolongados.

Laura Paussini: “...en verdad, el amor es la verdadera modernidad de hoy en día

Ana Gabriel

Arjona

Juanes

Además, en este contexto se analiza la experiencia del amor resultante de un modelo cultural que sitúa la sexualidad por encima de otros elementos satisfactores de las necesidades afectivas: El modelo de amor romántico dependiente de una interpretación marcadamente sexual de la pasión y de la naturaleza humana.

La explosión sentimental del siglo XIX, paralela a una industrialización de la sociedad, ha llevado a que finalmente el consumismo le haya ganado la batalla al sentimentalismo, a la sensiblería, al romanticismo y se haya impuesto un nuevo modelo marcado más por lo comercial que por lo sentimental, lo que ha llevado a imponer a la juventud géneros musicales que produzcan más dividendos económicos, que satisfacciones sentimentales.

Riohacha no ha sido ajena a estos cambios, hace no más una semana alguien hacia la reflexión sobre la paulatina desaparición del género musical de la balada romántica en el gusto de la juventud. Y de su total ausencia en las programaciones de las emisoras locales. Es que son los medios masivos de comunicación los que más influyen en los gustos de la sociedad, son ellos los que hacen prevalecer sus intereses económicos, sobre todo. El paso atropellado y acelerado en que se mueve la sociedad no da cabida a la manera lenta y pausada del romanticismo, el sentimentalismo, la galantería y el buen gusto, en que se movía la sociedad en decenios anteriores. Esas canciones que eran una apología al amor, que hacían que sintiéramos maripositas en el estómago —y ‘mariposotas’ también— que nos transportaban a un mundo de ensueños, lleno de jardines de rosas rojas y amenizado por el canto de millones de pájaros revoloteando alrededor de los enamorados y ellos robándose besos, a cada instante, situación que ahora se presentan como cursilerías de ‘viejos pasados de modas.’ Ahora creen que la moda es —falsa moda— escuchar y bailar géneros musicales comerciales, muchas veces con letras de mal gusto e insulsas, pero pegajosas, más morbosas que eróticas.  Música que va muy de la mano de la forma violenta como se vive hoy en día, cuando los sentimientos se disfrazan para no ser víctimas de las burlas públicas de los amigos por las redes sociales, avance tecnológico mediante el cual las relaciones ‘amorosas’ y sexuales, muy virtuales, ¡prevalecen! En la actualidad las demostraciones románticas son consideradas como una muestra de debilidad y una forma de ‘dar papaya’.

Las carticas de amor con letras de canciones dedicadas a las enamoradas, pasaron a la historia y hasta el día en que se celebra el amor y la amistad ha cambiado. Aquellos instantes largamente esperados para buscar canciones románticas y dedicárselas a la novia o a las enamoradas —o visconversa— y salir en la noche a bailar al son de las baladas o sentarse en una banca del Camellón de Riohacha o pasear por el maderamen ingenieril del Riito —hoy hecho una literal porquería a causa de la desidia oficial y al vandalismo ciudadadano— agarrados de las manos, mirándose uno al otro, embobado por el elixir del amor ya se difuminaron, casi por completo. Todo ha cambiado y se ha convertido en tiempos grises en los cuales predominan lo odioso, la envidia y el egoísmo para que den ‘tatequieto’ a lo cariñoso, lo idílico, lo seductor y sugestivo, que era el entorno tangible, verdaderamente tangible, de las relaciones sentimentales y amistosas.

Pero —¡gracias a mismísima vida!—, no todo está perdido. Y es para nosotros muy importante rescatar lo mejor, lo bueno: aún existen personas que siguen viviendo en la era del romanticismo: poetas y artista produciendo música para el corazón, porque, así lo sienten ellos, la balada no ha de morir jhamás y seguirá alimentando los sentimientos y propiciando uniones de parejas, de las cuales nacerán seres bendecidos por el amor.

Y es que el mundo lo necesita. Ciertas resultan siendo las palabras de la famosa cantautora italiana Laura Paussini cuando dijo: Seguiremos creando y cantando para la gente que cree que el amor no es una palabra antigua... Porque, en verdad, el amor es la verdadera modernidad de hoy en día”.

El entorno del Riito era ‘Zona de enamorados’, rincón para el ‘beso furtivo’, escenario para las ‘sensiblerías del amor’ y el sendero en maderamen arquitectónico-ingenieril lo hacía más romático. Como si coinciderian con el ocaso de la balada, la desidia oficial y el vandalismo ciudadano invadieron el idílico lugar y lo dejaron deteriorarse para que hoy sea ‘olla’ de consumo de alucinógenos y atracadero —no de muelle sino de atraco a mano armada—, para los ingenuos que se arriesguen a pasearse por ahí. Ya por allí  no se puede pensar en jugar al amor.

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