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De crustáceos y otras especies por mariplaya

Exquisitez que

en La Guajira

se desprecia

¡Las divisas

desperdiciadas!

Leo una nota del periodista Ángel Gabriel Mejía Bolaño en

‘LaGuajiraHoy.com’ titulada ‘Las Jaibas o cangrejos víctimas de las lluvias’ y me hace recordar la tristeza que sentí hace algunos días al contemplar cómo cientos de jaibas azules y verdes, luchaban por sobrevivir.

Unas en la playa tratando de llegar al mar y las otras por salir del

lodazal salitroso que ha quedado en las lagunas casi secas —a causa del intenso verano que ha azotado a La Guajira—, que hacen parte del sistema acuífero de la ciénaga Buenavista.

Son crustáceos que habitan masivamente en las costas de la penín-

sula guajira, mayoritariamente en las riohacheras.

Hay jaibas y hay cangrejos, pero tienen características estándares:

ocho patas y un par de pinzas que se utilizan para recolectar comida o como arma para usar en batallas con otros animales y hasta con los humanos; son omnívoros y capaces de ‘perder’ las patas y volver a regenerarlas, como sucede con la cola de los lagartos; como

Texto-fotos:

Luis Roberto

Herrera

Mendoza

invertebrados tienen conchas más que esqueletos y, como los animales pequeños, son presa de los más grandes; usan su caparazón, sus garras y hasta el mismo hábitat como modos de protección.

El cuerpo de la jaiba azul (callinectes sa-

pidus) está cubierto de un exoesqueleto. Las patas del macho (pleópodos) tienen un color gris azulado, y es esta característica la que les ha dado su nombre no científico. La hembra tiene las puntas de las patas de tonalidad rojizo-anaranjada, se adapta fácilmente a diferentes tipos de salinidad, es muy resistente a algunos contaminantes y puede vivir con concentracio-nes bajas de oxígeno.

Crustáceo exótico, el cangrejo proviene

del Atlántico Occidental; activo y voraz se alimenta de otros crustáceos, de peces, algas y grandes cantidades de moluscos como tellinas y almejas, de huevos de sepia y de medusa, incluso de peces. Es ovíparo, se reproduce en aguas próximas a las costas en primavera y verano. Se calcula que la fecundidad de una hembra de tamaño promedio es de 700.000 a 2.000.000 de huevos.

La jaiba habita tanto en agua salada como

dulce, en costas tropicales y templadas, en bahías, lagunas costeras, esteros y desembocaduras de lo río, y en las playas a profundidades entre 0, 40 y 2 metros su ciclo de vida es de 3 y 8 años. Camina o corre lateralmente y tienen gran facilidad para nadar.

A los humanos les apetece su carne tierna

y dulce, que es obtenida de forma manual. Está entre los animales marinos más profusamente capturado. Su carne es reconocida por las proteínas, vitaminas y minerales que proporciona. Su nombre científico, callinectes sapidus, significa ‘nadador bello y sabroso’. Es pariente cercano del camarón y la langosta y abunda en las costas del Atlántico, desde Canadá hasta Argentina, y su pesca, todo el año, es de gran importancia para muchos países, incluyendo a México y Ecuador: es un recurso marino que sostiene pesquerías artesanales y procesos industriales importantes y contribuye a la economía regional.

Mientras en diversas regiones colombianas la jaiba azul es servida en las mesas de importantes restaurantes, extraída del golfo de Morrosquillo o de la Ciénaga Grande de Santa Marta, el animalito es ignorado por los habitantes y pescadores de las costas guajiras.

En la mesa, las muelas de cangrejo y de

jaibas son exquisito plato, salteadas en ajo, sal, pimienta, mantequilla y crema de leche. Su carne es muy nutritiva y baja en colesterol, con un elevado contenido proteínico y tiene agradable sabor. Expertos en culinaria la consideran como un alimento de alta calidad, apetecido por distintas culturas.

Hay gente que confunde el cangrejo con la

De la playa a la industria, al comercio, a la generación de divisas, a la mesa de restaurantes y de casa, especialmente a la wayuu, solo una actitud: voluntad. ¡No más! 

jaiba, pero es muy fácil diferenciar uno del otro. Tienen el mismo número de patas, pero el último par de las jaibas está modificado en apéndices natatorios, esto es, que tienen forma de paletas para remar.  Y no es que el cangrejo sea el macho y la jaiba la hembra, ¡no!  Hay cangrejo macho y hembra y hay jaiba de ambos géneros.

La pesca de jaiba contribuye a la economía de muchos. Estados Unidos es gran consumi-

dor de su carne y es su principal importador. Ha creado así una oportunidad de nuevo negocio para muchos países, entre ellos Colombia. Para La Guajira, también está la oportunidad, pero

Alfombras-cementerio de curstáceos, a lo largo y ancho de las playas de La Guajira, donde niños wayuu se mueren de física ‘jamushiri’.

aquí se le da poca importancia no solo como fuente alimentaria sino como generador de mejoramiento para la precaria economía peninsular.

En Estados Unidos han

descubierto las bondades de la carne de jaiba como ‘alimento sano’ y su importación, congelada, supera los 75 millones de dólares al año, promediando los últimos tres y con proyección de demanda creciente.

Además de la azul, tam-

bién hay jaiba verde. E igual se da en grandes cantidades en las costas guajiras, lo

mismo que en otros países de la región, como Ecuador, donde su pesca es tanto industrial como artesanal. La exporta hacia los Estado Unidos, donde la jaiba azul se conoce como callinectes toxotes ordway,  gigant  crab swimming crab y la verde como callinectes arcuatus  ordway.

Me traslado a la época de mi infancia, allá por los años 70, y evoco a la señora Ana

Fuentes, matrona de la época que se dedicaba al comercio de pescados y mariscos en el mercado local y hacia el interior del país. Su casa —calle 12 entre carrera 11 y 12— era frecuentada por un grupo de muchachos vecinos de la calle 11 porque tenían un televisor —entonces, privilegio de pocas familias— y sintonizaba a la televisión venezolana. Niños y jóvenes disfrutábamos de programas como ‘El show del payaso Popy’, ‘Tarzan de la selva’, ‘Los monstruos del espacio y las ‘comiquitas’, que así le llamaban los venezolanos a los dibujos animados.

La señora Ana trajo desde Ciénega, Magdalena, pescadores para reemplazar a los wayuu,

ya que estos han tenido como costumbre beber trago durante varios días cuando realizan una buena jornada pesquera y se olvidaban de su labor. Llegaron los cienagueros, precedidos de buena fama. Conocedores del valor de la jaiba —en Ciénaga comercializan jaibas y muelas de cangrejos—incluyeron su pesca entre sus faenas, ya que esta se venía pegada en sus atarrayas. Recuerdo que las cocinaban en unas ollas de aluminio grandísimas, en fogones de leña. Algunos de nosotros ayudábamos a sacarle la carne y las empacábamos cocidas y enteras en bolsas plásticas. La compensación era poder ver la televisión. Muchas veces nos regalaban algunas para llevarlas a la casa, uno que otro de mis amiguitos las degustaba cocidas y no preciso si llegué a consumirlas. Las que empacábamos eran enviadas a Bogotá, junto con las langostas y el pescado que comercializaba Ana Fuentes.

De época reciente, en la costa y la laguna grande en boca de Camarones —santuario de

los Flamenco Rosados—, en ese corregimiento de Riohacha, ؙhabita en abundancia la jaiba y durante todo el año. En temporada de pesca de camarón, se pegan en grandes cantidades en las redes, pero son despreciadas y dejadas morir en la orilla.  Algunos pescadores solo aprovechan las muelas y desechan lo restante.

Solo las mujeres que venden pescados por las calles de Riohacha incluyen entre sus pro-

ductos la venta de carne de jaiba en paquetes de a un kilo, especialmente para hacer salpicón, ensaladas y arroz, o enteras, ya cocidas en agua con sal. Pero podrían contarse por millares las que quedan en las orillas de la desembocadura del rio y la laguna grande. Allí mueren convirtiendo una gran extensión de la playa en una alfombre-cementerio de este mal aprovechado recurso marino.

Retomo el inicio de este escrito y reitero mi congoja al ver morir miles de jaibas por el secamiento de las lagunas que hacen parte de la Ciénega Buenavista, enterradas en el barro y luchando algunas por llegar al mar, débiles por la alta salinidad y la falta de oxígeno en los pequeñas remanso de aguas que se forman entre las playas y las lagunas de la ciénaga.

En un proceso natural, muchas sirven de alimento a cientos de garzas que habitan el entorno, al igual que las aves de rapiña, como el halcón caricari (caracará plancus), asiduo visitante de estas playas. Pero no solo la falta de lluvias por el intenso verano contribuye a la muerte y desperdicio del crustáceo, también los pescadores artesanales y cogedores de camarón indígenas, que en sus faenas arrastran a muchas en sus redes y las abandonan en la playa para que mueren sin maneras de poder lograr entrar de nuevo a las aguas. 

En estos días cuando en los medios de comunicación se le da amplio despliegue a la

muerte de los niños wayuu por desnutrición y se resalta la falta de oportunidades para los wayuu —lo cual contribuye a la grave situación de hambruna manifestada en La Guajira— se hace más visible la miopía de nuestra dirigencia política, incapaz de ver la oportunidad de negocio que está brindándole la jaiba al departamento. No tienen olfato para encauzar esa abundancia como generador de divisas. No saben inducir a la creación de una empresa pública o de economía mixta que, dejando a un lado ambiciones personales, permita a los wayuu no solo una nueva y segura fuente de trabajo sino también la obtención, a la mano, de un alimento con alto contenido proteínico y fácil preparación.

Sacúdase, clase dirigente guajira. Y en vez de mendigar donaciones de alimentos, por qué

no se aprovecha esa riqueza, hasta ahora desperdiciada, y se implementan proyec-tos para la industrialización de las partes comestibles de este crustáceo, con gran demanda en Francia, Italia y España y otro muy cercano: Estados Unidos.

No he oído a los alcaldes de Rioha-

cha, Manaure o Uribía —en sus costas abundan—  o a algunos de sus asesores, en justificación de sus ingresos, expresar su interés de hacer contactos con Ecuador, México y República Dominicana, donde están procesando y exportando la carne de jaiba y de cangrejo, demostrarles su interés de aprender de su experiencia en tal proceso y solicitarles acompañamiento para la implementación

de algo similar en sus respectivos municipios.

Al parecer seguiremos viendo las noticias de como los niños wayuu siguen muriendo de

hambre, de falta de alimentación, mientras en las costas guajiras mueren también miles de jaibas y cangrejos por efecto del fuerte verano y la saturación salina de las lagunas. Han de seguir aprovechándolas las garzas y los caricaris.

Todo, por resistirse a aprender cómo hacer aprovechamiento socio-económico de la jaiba

azul en especial, de otras clases de jaiba, y del cangrejo en todas sus variedades.

Tanto jaiba como cangrejo producen una carne de alto contenido proteínico y exquisito sabor.

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