top of page

Diversas entrevistas concedió Antonio Quintero Palmera a medios en Bogotá. Una de ellas, a la periodista de la Univeridad Nacional Luz Estela Millán, quien implementa una argumentación para el Nobel de Paz del presidente Santos, trabajo que será expuesto en Oslo el 10 de diciembre, cuando se entregue el premio.

Esta foto en Facebook e Instagram le permite una irreverencia a Juan Carlos Rueda, aquí acompañado de Claudia Marcela: “la fría capital, que a veces parece ‘apenas suramericana’”.

Sobre rústico escritorio, el poemario ‘Fe de vida’, el libro ‘Perfiles psicológicos en Cien años de soledad’ (segunda edición) y la carpeta con dos CDs: ‘Quieres que te cante un cuento, tributo musical a Gabriel García Márquez’, puros ritmos Caribe, y ‘Macondo, un canto de niños’, la lúdica pedagógica en rondas y cantos infantiles. Amplio volumen de la producción de Antonio Quintero Palmera.

“Cinco horas, 15 minutos de charla-almuerzo-café con un psicólogo,

poeta y escritor (sabe escribir… Apenas leí el primer párrafo de su libro ‘Perfiles psicológicos en Cien años de soledad’ lo supe)… Dice que si nos habíamos visto haría cuestión de 40 años… Vino a Bogotá, entrevistas por todos lados, hasta en Arcadia, pero quería verse conmigo, como me lo ha transmitido Juan Carlos Rueda: un diálogo conmigo para El Muelle Caribe… Llevé a Claudia Marcela y ¡qué encarretada genial! El man es un teso y yo ahora tengo temores: ¿Cómo escribir bien todo cuanto hablamos? Qué lío en el que estoy ‘metío’… El hombre se llama Antonio Quintero Palmera y con su obra perfiles estuvo en la VI Feria multilingüe de Nueva York como panelista y conferencista y, la obra, acaba de ser tenida en cuenta por especialistas de la U. Nacional, para argumentar aspectos relacionados con el Nobel de paz a Juanma, que serán expuestos en Oslo. ¡DIME ALGO! ¿Qué hago? … Además, es compositor y ha montado cantos y rondas infantiles titulados ‘Macondo, un canto de niños’… Ufffff”

La amiga: —Lo que creo que siempre has hecho para que las cosas te

salgan hijueputamente bien…

Yo: “¿Qué?”                         

La amiga: —Primero escribe absolutamente todo lo que hablaron y

después le vas editando como todo buen escultor del verbo y la palabra…

El tipo es un multifacético, ¡genial!

Para ser sincero, no precisaba roce en pasado con Antonio Quintero

Palmera. Cuando nos encontramos en la cafetería del hotel Teusaquillo-Boutique, me dijo que años ha me había visto por alguna tienda del barrio San Felipe de Barranquilla —“debieron de haber sido tiempos de mi irres-

ponsable bohemia parrandera”, le dije—, pero de un momento a otro se

refirió al colegio Agustín Nieto Caballero de la capital del Atlántico. Fue entonces cuando me abrí a la posibilidad de que, en efecto, sí pudimos habernos tratado en el pasado y recordé, para compartirlo, al rector-propietario de ese colegio Lucho De Castro, y diría que lo grité. Entonces comenzaron a fluir nombres, personajes, situaciones, dinámicas de trabajo pedagógico en el Agustín Nieto Caballero, la metodología de Lucho, y pudimos reconstruir instantes de aquel ayer. Y, sobre ese argumento, había de comenzar la mesa redonda entre cuatro amigos.

Tras aquellas cinco horas y quince minutos de tertulia ampliamente participativa —Antonio Quintero Palmera,

Claudia Marcela Orellano Silva, Juan Carlos Rueda y José Orellano y, en algún momento de la vespertina, la colega Luz Estela Millán, de la Universidad Nacional—, volvimos a la cotidianidad. Y después de tertuliar por igual con JJ Rincón y Edgardo Aguirre y tener consciencia de que allí también hay historias que contar en El Muelle Caribe, quedo dispuesto a dedicarme por completo a leer el poemario ‘Fe de vida’ y el libro ‘Perfiles psicológicos en Cien años de soledad’ (segunda edición) y a escuchar una y otra vez, y una vez más y todas las veces que se me antoje, los CDs ‘Quieres que te cante un cuento’ y ‘Macondo, un canto de niños’, parte de las obras completas de Antonio Quintero Palmera... Además, con una carga emocional mayor, la orden perentoria de mi amiga: “Escribe absolutamente todo lo que hablaron y después le vas editando como todo buen escultor del verbo y la palabra…”. Todo junto como acicate para darle forma al seriado ¡Fluyan... palabras!.

Así será, pues, a partir de la próxima entrega. Que esta, la primera, ha de quedar como la introducción de

la que aspiro sea una acertada crónica-reportaje, que me salga “hijueputamente bien”, como ha de creerlo mi consejera amiga.

Continuará   

Por José Orellano

¡Fluyan...

palabras!

I Entrega

Mesa redonda en torno a una mesa cuadrada en una cafetería de hotel: pensante, mano izquierda a la barbilla, el psicólogo, poeta, escritor y compositor barranquillero Antonio Quintero Palmera. Sus contertulios, de izquierda a derecha, Claudia Marcela Orellano Silva, de espaldas; José Orellano y Juan Carlos Rueda. La foto fue tomada por el recepcionista del hotel Teusaquillo Boutique de Bogotá.

pinta’ y ‘La santa María’, respectivamente. Tal pareciera que mandados todos allende las fronteras desde el puerto de Palos, España, ¡cómo para que no regresaran jamás a sus tierras de origen!…

Cristóforo Colombo y su, de acuerdo con estudiosos, banda de rufianes, delincuentes expresidiarios, habían

de dar comienzo a la conquista y la colonización para obligar a la subyugación nativa, al cambio de costumbres aborígenes y a precipitar eso que, más allá del ‘descubrimiento’ de América —un ‘descubrimiento’ por equivoca orientación—, se conoce eufemísticamente como ‘El encuentro de dos culturas’. Sería él, Christophorus Columbus, quien había de endilgarnos esa especie de gentilicio también equivocado representado en la palaba ‘indios’ porque estaba convencido de que, tras 72 días de navegación, había llegado a las Indias Orientales, región hacia la cual había partido el 3 de agosto de 1492.

Violación ibérica a la pureza nativa y, a lo mejor, desmejoramiento para la raza originaria, fusión invasores-in-

vadidos, ‘nueva cultura’ en un amplio sector de este hemisferio occidental, para que, 464 años después, hubiera de

Era un miércoles 12, conmemorativo —no celebrativo—

de la invasión española a estos territorios: se cumplían 524 años de la irrupción por estas tierras de Dios con sus majestuosas playas Caribe como eterno paisaje-telón —así se proyecta en ciertos óleos sobre el siniestro momento—; se cumplían 524 años de la irrupción por estas tierras, decía, de Colón y su recua aventurera embutidos en dos carabelas y una nave: ‘La niña’, ‘La

graciosa foto de él con Claudia Marcela que él había colgado en Facebook e Instagram: “Solo la personalidad de Juanka puede arrogarse, y ejecutar, acciones como esta en la ‘Atenas’ surame-ricana...”, escribí…

—Una frondosa, amplia y protectora hoja de guarumo tirada

en la acera a expensas de los indolentes transeúntes permitió este momento inolvidable con tu bella hija, Claudia, en la fría capital, que a veces parece “apenas suramericana”. Con tu lente lo eternizaste. Gracias. Abrazos —había de ser su respuesta.

No puedo negarlo: manejo mis temores ante el manejo que

debo darle al relato que, bajo la consiga ‘¡Fluyan, palabras!’, pretendo desarrollar por entregas, enmarañado, sobretodo, en sensaciones y emociones en medio de las cuales puedo tomar un respiro para decir que me encuentro máximamente agradecido con Toño tras conocer su deferente deseo, trasmitido por Juanka, de compartir conmigo, acá en Bogotá, de manera muy especial, la misión que ha desarrollado durante amplios espacios de su existencia con más de una segunda oportunidad sobre la tierra.

INTRODUCCIÓN

¿Qué más podrá fluir de una reunión

—5 horas y 15 minutos— entre un psicólogo, una estudiante de psicología, una aficionada al canto, dos compositores, un escritor, un poeta, digamos dos, y dos periodistas: nueve, o quizá diez estados Caribe repartidos entre cuatro contertulios?

¿Qué más, si sobre la mesa cuadrada de una

cafetería de hotel —mesa en torno a la cual había de comenzar a girar una informal mesa redonda—, yacían, diría que vivos, como gritando en silencio, como exigiendo atención esmerada y dialéctica en torno suyo, un poemario, la segunda edición de un segundo libro y una carpeta para CD sellada?

La mesa redonda había de volverse itinerante

—cafetería, restaurante, calles-carreras-transver-sal-callejones del barrio Teusaquillo, una habitación del hotel— y los convocados habían de ser…

1.- El psicólogo, poeta, escritor y compositor

Antonio Quintero Palmera…

5.- La estudiante de psicología y aficionada al

canto Claudia Marcela Orellano Silva…

7.- El periodista —‘cazador de historias’ lo

llamó Gabriel García Márquez— y compositor Juan Carlos Rueda; ¡también poeta!... Y

10.- El suscrito…

Entonces, repito: ¿Qué más puede fluir de

este encuentro? Encuentro de labradores de vocablos, términos, locuciones en sus diferentes profesiones y oficios.

Y entonces, me respondo: ¡Palabras!, no hay duda. Y tienen que ser —me auto-motivo, me auto-exijo—, apro-

piadas palabras. ¡Oh, por Dios! Tramojazos de palabras sin más pretensiones que las de hacer manifiestos los temas abordados, para exponer las ideas desarrolladas, para contar sensaciones y emociones generadas por el encuentro, para darle rienda suelta a la ‘carreta’ exteriorizada en aire costeño, tono Caribe, así algún desliz ‘cachaco’ había de escapársele a Claudia Marcela cuando tenía que intervenir en la ‘tertuliadera’… Y es que ella tenía solo 8 años cuando llegó a Bogotá hace un decenio y, además, se gasta su ‘pinta paramuna’, es más: su estampa ‘nórdica’, como había de reiterárselo, sin decírselo, la señorial dama setentera que se le acercó para orientarla una vez la observó leyendo nomenclatura, como cualquier gringa desubicada, cuando caminábamos sin brújula en busca del restaurante ‘Mi casa’. Honor a tal nombre, he de anotar, tras haber sido, junto con Claudia, Toño y Juanka, uno de sus tantos comensales que le llegan a diario.

Reviso la cámara fotográfica y la eternización del encuentro es inmensa… Había sido obturada, bajo la direc-

ción de Juan Carlos, por el recepcionista del hotel, por el mismo Juanka, por Claudia Marcela y por el suscrito.

Ausculto el cerebro magnetofónico para lo sustancial y lo compruebo: grabación de 48 minutos por un lado y

de 28 por el otro y me digo a mí mismo: Es decir, compadre Jose, que para su memoria humana sesentera, esa que no se resiste a dejar de ejercitarse, restan, escondidos en sus neuronas, otros 239 minutos de vivencias de aquellos 315 minutos convividos durante un día gris, con escasas pincelada de sol pero con desbordado calor humano, calidez Caribe, paseándose por un sector del Distrito Capital: ‘La apenas suramericana’, como había de ripostarme dos días después Juan Carlos Rueda cuando aludí, con sorna, a “la ‘Atenas’ Suramericana” en comentario a una

nacer, un 12 de abril, en el barrio San Roque de Barranquilla, en la calle Jesús, entre Vesubio y Bocas de Ceniza, a una cuadra de la cafetería Almendra Tropical, la figura humana en torno a la que nos había convo-cado, para este 12 de octubre, Juan Carlos Rueda. Y esa figura había de ser el psicó-logo, poeta, escritor y compositor Antonio Quintero Palmera.

Asistimos puntuales a la cita. Y cinco

días después, frente a la pantalla del computador en blanco, sin apuntes porque no los tomé, me he propuesto hacer que ¡Fluyan palabras!, pero sin saber a ciencia cierta cómo arrancar, tal era el cúmulo de sensaciones y emociones que seguían atiborrando mi alma.

Desparramados sobre mi rústico escri-

torio, el poemario ‘Fe de vida’, el libro ‘Perfiles psicológicos en Cien años de soledad’ (segunda edición) y la carpeta de Cd aun sellada, todo un volumen de cierta parte de la producción psicológica-literaria-poética-musical de Quintero Palmera. Deci-do entonces conectarme por entero con el tema de la manera más práctica, echando

a rodar lo que, en su interior, traía la carpeta de Cd. Una forma de buscar facilitarme el arranque de este seriado, desde mi convicción de que debía ser excelente el contenido de la carpeta si ese contenido proviene del autor de ‘Dime qué quieres’, interpretada por el Gran Combo de Puerto Rico, y ‘Qué te pasa corazón’, grabada por Sergio Vargas, entre otros éxitos musicales de su autoría.

Y es que ha sucedido también, pues, que el domingo no pude devorar en su totalidad el poemario ni los

perfiles psicológicos —me imagino que una ‘genial locura’ de Toño: la elaboración de un psicoanálisis, como si los hubiera tenido recostados en un diván de consultorio, a Úrsula Iguarán, a José Arcadio Buendía, a José Arcadio (Jr.) Buendía Iguarán, a Aureliano Buendía Iguarán, a Amaranta Buendía y a Rebeca ‘La bella’—, este domingo 16 no pude profundizar en la lectura, porque otra corriente Caribe presente en el altiplano invadió, para otro gusto infinito, mi morada: el periodista y abogado José Joaquín Rincón, residente hace 8 años en Bogotá, y el músico y cultor de Carnaval Edgardo Aguirre. Los dos se ‘tomaron’ mi casa, almorzaron conmigo y mi familia y cenaron conmigo sin que nos cansáramos de ‘parlar’, de predicar, de evocar, de cuestionarnos, de precisar: ¡Todo un anec-dotario!, materia para otro momento de El Muelle Caribe.

Pero este lunes festivo había que comenzar a escribir sobre el encuentro —hasta el diseño de la portada de

esta actualización de El Muelle Caribe obligaba a ello—. Y gracias al hecho de escuchar el contenido de los dos ‘cidis’ se fueron despejando mis preocupaciones. Y como en trance, mientras, recostado boca arriba, recreaba cada mundo con la mirada fija en el cielo raso, fueron pasando por mis oídos y estrujando sentimientos ‘Blacamán’, ‘La mamá’, ‘La espera’, ‘Nabo’, ‘Sueños’, ‘Besos de luna’, ‘Ciego de amor’ y ‘El currutaco’, temas del CD ‘Quieres que te cante un cuento, tributo musical a Gabriel García Márquez’. Ocho ritmos Caribe, en su orden: son cubano, merengue dominicano, chalupa, tambora alegre, tropical pop, fandango, bachata y cumbión… Y, seguidamente, el otro CD, de cabo a rabo: ‘Macondo, un canto de niños’: otras ocho creaciones de Toño, pura lúdica pedagógica so-bre pasajes de Cien años de soledad: ‘Ronda del hielo’, ‘Bomborombón’, ‘Las muñecas’, ‘La iguana’, ‘El gallo’, ‘El circo’, ‘El tren’ y ‘Eva dentro de un gato’.

Quedé a plenitud desde lo musical, me sentí envuelto en una corriente inspiradora, dispuesto a crear el lead, a 

sentarme frente al ‘lenovo’ de escritorio, todo incorporado; a arrancar, pero, aun así, le escribí a una amiga sobre mis dudas. Una amiga de esas que tiene bien claro que “una relación amistosa es sólida cuando resiste los estados catalépticos e incomunicativos impuestos por las distancias y el tiempo”.

Le dije por WhatsApp:

De Psicología, Literatura y Periodismo
bottom of page