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Echemos viaje al pasado

Entratándose de arroyos...

Historias de Arturo López Viñas

Ahh... El viejo y mortal arroyo de Rebolo, estrato 1 y 2... Mucho daño causó a los pobres.

Mayo 30 / 2011

Barranquilla ha sido ciudad de vertientes pluviales creadas por torrenciales lluvias, aguaceros con fuerza destructora, ayudada por la actitud pendenciera de una comunidad sin arraigue a la cultura ciudadana.

Una comunidad tal vez frustrada por la desidia de sus aurigas: dirigentes que sin escrúpulos trabajan para sus propios intereses, olvidando las urgentes necesidades del pueblo, los engañados por quienes han manejado los destinos del territorio. Es así como nuestra humilde comunidad, la carnavalera pueblerina, ha ido feneciendo y la apatía ha venido consumiéndonos.

Recuerdo cuando yo, un niño imberbe —creciendo absorbido por las actividades propias de los juegos callejeros con toda la ‘barra’—, jugaba, en patota, como se decía, y por cierto en aquellas calles de concreto, remanente de la era Hollopiter / Parrish, quienes construyeron muchas obras que todavía perduran.

En esas calles y callejones practicábamos competencias de ‘chequita’ y con un pedazo de palo de escoba teníamos que atinar a pegarle a una tapa de botella, la checa, aquellas de aluminio aplastadas, imitando la jugarreta beisbolera, tal cual como se practicaba en el fundamento de la pelota chica.

En esos días, lo más popular en los juegos de barriada era la práctica futbolística denominada ‘bola’e trapo’, implemento que se hacía con tiras de telas amasadas, comprimidas. Se emulaba la ejecución de la real competencia que en campeonato professional representaba el equipo ‘tiburón’, el club deportivo Junior… ¡tu papá!

Y Barranquilla escalaba vertiginosamente; con el progreso, las nuevas industrias y una creciente población con las llegadas de emigrantes foráneos, los del más allá del charco y los repatriados de la violencia, quienes apiñados fueron ocupando terrenos baldíos y comunas invasoras sin organización ni infraestructura urbana.

Se dice que la problemática pluvial de los arrasantes poderosos ‘arroyos’ son producto de la falta de restricciones en la urbanística desordenada que se ha venido aplicando con el crecimiento de una comunidad sin los estudios pertinentes a leyes de construcción que sirvan para reducir el vertimiento de aguas sin tratamiento o con tratamiento insuficiente.

La poda y el cruento acabar con nuestra riqueza forestal, aquellos árboles frondosos de refrescante sombra, que clamaban brisa, se están acabando. Ese pulmón de aire, el aire acondicionado natural de techos de paja, son escasos. Las nuevas construcciones de concreto crean más vertientes de agua que —al caer en abundancia y sin la inhalación apetitosa de las raíces arbóreas— se juntan formando pequeños pero rugientes ríos urbanos, vertientes pluviales que convergen con el encuentro de las emanadas de los barrios altos, siguiendo la configuración geográfica que imponen las leyes de gravedad.

Y éramos muchachos, pelaos traviesos, ‘guaches’ pero respetuosos de las leyes de Dios y de los hombres.

“Ñerda, el cielo se está nublando”, decía la canción o… “Que llueva… que llueva… la virgen de la cueva…”, decía la ronda infantil, ¡pero en las casas de las familias de antaño, las matronas atemorizadas por negruzcos nubarrones, se acogían a la buena práctica de tapar, cualquier objeto que reflejara y proyectara incandescentes rayos y centellas que después de estruendosos truenos imponían ‘terror’ en las gentes criadas con el desconocimiento de las leyes físicas, que enseñaban cómo era que se realizaban los cambios climáticos que regían en la atmosfera

“¡Levanten los pies!”, vociferaban nuestras mamás y parecía que fuera en unísono coro de asustadas madres del vecindario, todas atemorizadas por el estruendo de potentes truenos que irrumpían en medio del copioso aguacero, precedidos por incandescentes rayos, rayos que sí, no hay tutía, acababan con la vida de cualquier humano expuesto a la intemperie sin cobertura propia contra la acción de la naturaleza.

Mientras tanto y durante la acción del aguacero, la patota de niños y muchachos vecinos del colegio Biffi, la barra de Murillo: los Movilla, los Debiasse, el alemán hoy extinto ‘her Busch’, ‘La mona’ Luz, la pendejadita de Alnam, todos esperábamos a que amainara la tormenta y nos apostábamos en la desembocadura del arroyo de la Paz, calle Sello con callejón de la Paz; dicha vertiente fluvial se formaba en los encontrones de las corrientes provenientes de los altos del barrio Chiquinquirá que encontraban asentamiento en un caudal de aguas amenazantes en su paso que instaron para que los parroquianos residentes de la calle Sello, levantaran altos pretiles, andenes que servían para protegerse de la incursión de los ríos o ‘arroyos’ a las habitaciones o predios sociales de cada casa.

Cuando las vertientes procedentes de las vías que corrían adyacentes a los predios del Cementerio Universal y las bajantes perpendiculares de los barrios Lucero y Recreo convergían, lo hacían juntándose con las corrientes procedentes de los altos de Chiquinquirá y la vía de bajada como lo hemos descrito fue, y es, la calle Sello, donde vivían distinguidas familias de la otrora ‘Arenosa’ y dicha calle terminaba en el callejón de la Paz (carrera 40 con calle 44 o en la nomenclatura vieja: Sello con la Paz)

Los que vivíamos en el vecindario, los traviesos pelaos de la barriada, los ‘guaches’ de ese entonces, esperábamos el momento propicio para escaparnos de las toldas o faldas asustadas de nuestras viejas, autoridad máxima en el hábitat familiar que insistían en mantenernos quietos, con el cuerpo y los pies levantados, evitando la conducción transmisora de las descargas eléctricas de la lluvia o tormenta.

Para evitar ser avistados por las autoridades paternales, salíamos en calzoncillos o ropa ligera para meternos en la corriente caudalosa y potente de estos canales de aguas.

Uno de los arroyos que actualmente ésta desbocado y peligroso, nace en inmediaciones de los barrios San Felipe y Lucero, cuyas vertientes se canalizan creando el arroyo conocido como el que verte por la calle Campo Alegre (calle 51) y de bajada bordea la residencia de don Francisco Carbonell en la esquina con la carrera 41 (Progreso).

Don Francisco Carbonell, eximio patricio, contribuyó con la urbanización del barrio Recreo y a él y su familia, los Carbonell Insignares, se les atribuye la construcción y regencia de la iglesia de la Sagrada Familia con su primer pastor parroquial monseñor Pedro María Rebollo.

El arroyo de Campo Alegre en su trajinar y por razones de obstrucciones de tráfico e impedimentos de construcción, se convierte en un ‘tumultoso’ río al bajar al encuentro de turbulentas vertientes que recientemente ocasionaron pérdidas en una tragedia sin precedents —esta retrospectiva se fecha en mayo 30  de 2011—, cuando el arroyo penetró en los centros comerciales, acabando con todo lo que encontrara a su alcance, arrastrando automóviles de todos los tamaños, apiñándolos en un elevado número no antes registrado, 80 entre carros y buses.

Arroyos, arroyuelos, caños, en Barranquilla hay muchos, pero para los octogenarios y de los pisos del quinto pa’arriba, los niños y jóvenes de aquella arenosa época, hoy miembros de las ‘Asoviches’ que se reúnen en fraternal contertulio en los grandes centros comerciales, sean jesuitas, roqueños, normalistas, codebas o biffeños, todos guardamos con imborrables recuerdos nuestras experiencias acuáticas enfrentándonos a las corrientes del arroyo de nuestra predilección, el mío y el de mis cuasi-hermanos de la patota de Murillo con Progreso al cuadrado, sí: todos los ‘focheros’ mamagallistas, jodedores del corrillo, quisiéramos recrearnos una vez más en el arroyo de la Paz.

El tiempo pasa y la historia queda y yo, con quijotesca humildad, me he dado a la tarea de traer a colación, poniendo las letras en práctica, escrudiñando en mi ment, pasajes y vivencias de la otrora ‘Arenosa’ con sus personajes, nosotros, los de la barra, algunos en las celestiales residencias del valle de los muertos pero espiritualmente conviviendo la fraternidad, el cariño y el amor que compartimos en nuestra primera vida de niñez y juventud.

Artypiano at Hotmail.com

http://www.lacantaletadearty.co

 

“..todos guardamos con imborrables recuerdos nuestras experiencias acuáticas enfrentándonos a las corrientes del arroyo de nuestra predilección”, dice López Viñas.

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