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El 'fo' oficial a expresiones artísticas

La Guajira clama

formación formal

para sus

cultores

de arte

La improductividad

cultural es casi total

Por Luis Roberto Herrera Mendoza

La producción artística cultural de La Guajira está en sus niveles más bajos y con tendencia a seguir bajando.

No estamos produciendo artistas, esos que, finalmente, son los hacedores de las actividades culturales.

¿Por qué la baja cantidad de cultores? ¿Cuáles son las posibles causas? Una de las causas puede ser la falta de procesos de formación artística formal a gran escala, que es una manera de descubrir talentos, los que terminan convertidos en cultores y con sus energías creadoras producen actividades artísticas.

La educación artística en una perspectiva del campo de las artes y, como fundamento de proyecto de vida, no solamente busca fundamentar con solidez o señalar tempranamente los talentos artísticos, sino que también permite que los jóvenes que buscan hacer de su vocación artística un camino laboral,  accedan  a  niveles especializados, los cuales traen  consigo  exigencias  en  términos  de calidad, tiempo, vocación y  dedicación.

En 1994 el ministerio de Educación Nacional, mediante la Ley 115 de o Ley General de la Educación, estableció que “la educación es un proceso de formación permanente, personal, cultural y social que se fundamenta en una concepción integral de la persona humana, de su dignidad, de sus derechos y de sus deberes”. Y eso está bien, pero hay habilidades artístico-culturales especiales, tanto entre ‘alijunas’ como en los indígenas, que se heredan o se legan de generación en generación. Y entre estas se cuentan las de los exponentes de la oralidad, los cuentistas, los cantaores o ejecutores de instrumentos musicales folclóricos. Y también surgen de esa manera, digamos que por generación espontánea, escultores y pintores.

Pero en muchos casos, si el artista natural no trasmitió sus conocimientos a un hijo o a otros semejantes, la categoría de su expresión artística desaparece cuando muere. Y es lo que está ocurriendo en Riohacha con el maestro Antonio Márquez, pionero de la pintura wayuu en La Guajira que recrea en sus obras artísticas las vivencias de su etnia: su técnica pictórica morirá con él, ya que ninguna institución gubernamental ha sabido aprovechar su talento, que bien ha podido enseñar a jóvenes de su raza en procura de la conservación de su arte.  Como este, muchos son los casos de artistas empíricos desaprovechados.

La formación en las áreas culturales tiende a ser un procedimiento complejo, el cual requiere de especial cuidado y planificación. Lo primero que debería hacerse es descubrir los talentos para luego potenciarlos a fin de que puedan producir. Cuando estos procesos son mal llevados, se pierde el artista y su productividad. El estado colombiano denomina este procedimiento como ‘formación artística’, como ‘una modalidad de la educación formal’.

En la Guajira el último proceso de formación artística masiva se realizó entre los años 1920 y 1930, adelantado por los monjes capuchinos en la formación musical de los estudiantes del internado San Antonio de Pancho, gracias a lo cual lograron conformar una banda de más de 40 músicos. Para muchos de aquellos integrantes este conocimiento adquirido se había convertido en su fuente de trabajo, un medio de subsistencia que les permitió sacar a sus familias adelante y hasta darles educación a sus hijos. Ya todos estos músicos han fallecido, llevándose con ellos su arte.

En los años 80 la Embajada Española en Colombia le obsequio a La Guajira más de 30 kits musicales, dividido en dos modalidades: unos básicos con instrumentos para la iniciación en la formación musical: xilófono, pandereta, flautas dulces, guitarra, triángulos, maracas. Y otros para bandas básicas: trompetas, clarinetes, trombón de émbolo, saxofones, bombo, redoblantes, corno francés y flautas traversas y flautín. Fueron entregados a los gobiernos municipales de la época para el fomento del estudio y la practica musical y en Riohacha la oficina de Extensión Cultural adscrita a la secretaría Departamental de Cultura inició algunos procesos de capacitación en modalidad de no formal, es decir en nivel vocacional. Escaso resultado en formación de músicos, mientras muchos de los instrumentos tuvieron destino desconocido.

En La Guajira los entes encargados de regir las políticas culturales departamentales no desarrollan políticas públicas para la formación y profesionalización de los hacedores. Este fenómeno también se presenta en los municipios, donde no se construyen planes masivos de formación artística formal. En Riohacha hay algunas excepciones por parte de entidades no gubernamentales que tienen planes bien estructurados: Batuta y Fundartes, por ejemplo, y otras que apenas están iniciando, aunque limitados y restringidos para sectores de la población. Vale resaltar que jóvenes que han hecho parte del proceso de Fundartes optaron por seguir sus estudios superiores en música y obtuvieron títulos de licenciados. Además, algunos de estos jóvenes se han destacado como músicos profesionales, aunque lastimosamente les ha tocado emigrar a otras ciudades debido a que en la tierra la que los vio nacer y a la cual quisieron aportar sus conocimientos no se dan los espacios requeridos.

La continua improvisación en los pocos programas de formación artística que se han realizados ha llevado al fracaso. La carencia de procesos de formación continua en música, bien planificados, con personal calificado y preparado para impartir las enseñanzas, que incluya todo lo necesarios y los tiempos para que los jóvenes estudiantes maduren —un estudiante puede leer partituras y ejecutar un instrumento musical entre los 4 y 5 años— y den resultados.

En La Guajira los tiempos van de 3 a 18 meses, lo cual solo sirve para que los gobernantes y funcionarios de los entes culturales locales muestren falsos resultados y hagan ver que invierten en cultura. Aquí cabe la frase del magnate, inversionista y filántropo estadounidense Warren Buffet cuando dice que “contrata a los mejores y déjalos que hagan lo que saben. Si no, contrata a los más baratos y que hagan lo que dices”. En Riohacha, es deducible, se pone en práctica la última parte de tan certero pensamiento: “contrata a los más baratos y que hagan lo que dices”.

No se puede seguir improvisando puesto que así nunca se alcanzan los también improvisados objetivos. La falta de planificación termina siendo desgastante y frustrante. Para progresar en la solución del problema, se tiene que crear una alianza entre lo cultural y la educación formal, y pensar seriamente en avanzar hacia la profesionalización de los artistas y los docentes en educación artística.

Hay que formar a los formadores, darles herramientas pedagógicas que los ayuden a enfrentar el reto de un adiestramiento integral a los niños y jóvenes a largo plazo, un proceso en el cual prime el pensamiento de que la educación artística debe ser un hábito no una excepción, que el campo de las artes sea una perspectiva, como los cimientos para un proyecto de vida, que sea una herramienta para luchar contra la drogadicción y el alcoholismo juvenil.

Es tanta la deficiencia que se presenta en el desarrollo formativo cultural en Riohacha que, para superarla, se requiere de un esfuerzo mancomunado entre el Gobierno nacional, los entes territoriales y la sociedad civil. Se hace necesaria la formulación de una política pública específica para la educación artística, que integre lo formal con lo no formal y con lo folclórico. No se puede seguir improvisando y despilfarrando los pocos recursos que son apropiados en los presupuestos locales. Y hay que desterrar la costumbre de inventar proyectos culturales que se presentan al ministerio de Cultura para obtener recursos que, en verdad, se utilizan para otras actividades muy diferentes a la promoción de la actividad cultural.

Se deben replicar experiencias de otras regiones, como la de Medellín y su proceso de formación en instrumentos musicales, con participación de más de 4000 niños y jóvenes en centros creados por el municipio dentro de un plan de educación artística de calidad con una duración mínima de 5 años, llevado por gente idónea y preparada para realizar esta tarea.

Barranquilla también tiene un programa bien soportado para la preparación musical, con más de 2000 jóvenes vinculados y divididos en dos modalidades: unos reciben formación en instrumento de música folclórica, como tamboras y tambores, flauta de millo y flauta cabeza de cera, y la otra en instrumentos musicales generales y formales.  Estos planes institucionales son independientes a los que se llevan en instituciones educativas como en Baranoa, con de más de 300 jóvenes vinculados a su reconocida banda de música marchante. Y si acá en La Guajira en algún momento se piensa ejecutar un proyecto de formación cultural serio, habrá que solicitar asesoría a quienes lo han experimentado exitosamente.

La administración municipal de Riohacha no puede seguir creyendo que con un presupuesto anual de 50 millones de pesos, o de 80 millones, para la cultura, se pueden desarrollar planes de fomento y educación que ayude al fortalecimiento de la producción cultura.

En el municipio de Puerto Colombia, Atlántico —a manera de ejemplo—, la inversión en solo el programa de formación en instrumentos musicales para los jóvenes tiene más de 400 millones de pesos presupuestados por año.

La poca articulación de esfuerzos de gobernantes y funcionarios regionales y locales —los encargados de fomentar políticas culturales en su circunscripción territorial— con los ministerios tanto de educación como de cultura da como resultado la poca valoración y el papel secundario que aquí se le otorga a tales expresiones.

Hay que concederle valor cognitivo al saber artístico, especialmente al musical, porque es asunto de todos y no de unos cuantos ‘talentos dotados’. Es necesarios tener recursos, pero también es importante hacer gestión, que los funcionarios al frente de las políticas culturales sean personas que quieran hacer, que les nazca hacer y que sepan qué hacer.  Dejemos la demagogia de lado. Es un problema serio que necesita de funcionarios comprometidos con lo que le toca hacer.  Si no seguiremos los riohachero viviendo de recuerdos en torno a hermosos tiempos culturales, que fueron y que nunca volverán.

Si se sigue pensando que la inversión en formación y promoción de la cultura es un gasto, que se considera un lastre presupuestal del que se quiere salir rápido, no vale la pena insistir.

Hay que descubrir los talentos para luego potenciarlos a fin de que puedan producir.

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