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El ineluctable viaje a la Eternidad 

“¡Algún día

volveremos

a vernos!”

Por El Monje

Adiós a ‘El viejo Gus’, el inimitable

Desde el baúl de mis recuerdos y recostado en la hamaca de las nostalgias, me imagino a Gustavo Castillo García —irrumpiendo allá en esa otra vida que solo se vive en la Eternidad— buscando como loco a Roberto ‘El bobby’ Pineda y a Juan B. Fruto Camargo porque para ellos ha llegado la hora del reencuentro.

Después había de imaginarme al representativo trío-amigo husmeando por

La afiliada y el presidente de Acsa, Fanny Sossa Márquez y Harold Salazar, durante el homenaje a Gustavo Castillo García en la Catedral Metropolitana de Barranquilla.

Una llave de oro en la innovación del radioperiodismo en Colombia: Ventura Díaz Mejía y Gustavo Castillo García, noticias a dos voces.

todos los recovecos de esa otra vida, anhelantes de escuchar prontamente la sapientísima voz de poeta del intelectual Juan Eugenio Cañavera, encontrarlo y sumarlo a la naciente cofradía edénica, antes de sentarse a beber bebida celestial y a esperar a que apuren el viaje José Orellano, Cástulo Meza y —si la memoria no me falla— Manuel Vargas también, para armar el zafarrancho informativo de la Vida Eterna: el plan de Dios cristalizado: el cielo lleno de creyentes, que no solo Vida Eterna siempre irá asociada a Cielo sino que de seguro allá debe de haber muchas cosas que informar, ser cubiertas periodísticamente por aquella ‘manta que no respeta pinta’, porque entre Vida Eterna y Cielo nada ha de quedar oculto, y la lectura-difusión de tales noticias ha de correr a cargo de la voz, voz única, de Gustavo Castillo García, con la venia del Bendito Divino, “amigo míiiiio”, como había de decir el hijo epónimo de Magangué, Bolívar.

Orgullosa posa Fanny Sossa con el hombre de radio que le dio la oportunidad de practicar periodismo. A ella le ha ido bien.

Los cuatro, mientras a Orellano, a Cástulo y a Vargas les llega la hora de viajar, evocarán entonces, disfrutando ahora de un mundo diferente, algunos de aquellos años del segundo quinquenio del decenio de los setenta del siglo XX, cuando en ‘La arenosa’ eran ellos, los siete, quienes, entre otros, en la calle 70 con carrera 46, frente el parque Tomás Surí Salcedo, en la sede de emisoras ABC de Todelar, hacían salir al aire, en tres emisiones —mañana, medio día y tarde— el radio-periódico ‘La Costa en Noticias’, con especiales para Carnaval y Navidad y otras

fechas importantes, libretos-guiones escritos por Fruto 

Camargo y lectura de Gustavo. En ocasiones, por periódica ausencia del titular, Orellano le metía mano. Y en ocasiones,por la misma razón, la lectura la asumía ‘El bobby’ Pineda.

Allá en el otro mundo, en donde a lo mejor en vez de infierno encontraron gloria, Gustavo Castillo García recreará ante sus compañeros y amigos, ángeles y santos, los pasajes más hermosos de su vida. Y tocará, nadie quita, uno que otro no muy agradable. ¡Que los hay, los hay!

Y allá en ese otro mundo,  ‘Bobby’, Fruto y Juan Eugenio y acá en tierra aún, Orellano, Cástulo y Vargas, así como un inmenso puñado de compañeros y amigos, más que subalternos de ‘El viejo Gus’, compañeros y amigos, ponderarán el hecho de que el gran hombre de radio recientemente fallecido, nunca le cerró las puertas a nadie: un buen número de profesionales de periodismo y otras carreras, estudiantes, aprendices y practicantes de Comunicación Social cruzaron el umbral, hicieron parte del radioperiódico y salieron del mismo, siempre agradecidos con el director, Gustavo Castillo García.

Pues bien: tratando de recopilar anécdotas para la elaboración de esta nota sin más pretensiones que las de expresarle un adiós diferente al amigo viajero, El Monje auscultó el pensamiento de José Orellano y este nos hizo conocer un pasaje de su amistad con Gustavo Castillo García, amistad que a la sazón terminaría por llevar a Gustavo a ser padrino de un segundo matrimonio de Orellano, que habrían de ser algo así como seis.

“Mis locuras de joven, con fugas geográficas incluidas, me habían llevado a residir en un hotel. Transcurridas varias semanas, la deuda crecía, debido a que el salario que devengaba, ya comprometido con otras causas, exactamente paternales, no alcanzaba para cubrirla. ‘El viejo Gus’, como yo le decía a quien parrandeaba de lo lindo conmigo casi todos los fines de semana, me había transmitido su deseo de que yo, que era Coordinador de Redacción de El Heraldo aún en la Calle Real, me vinculara a su radioperiódico en las emisiones de la mañana y el medio día. Mi situación, entonces, se le presentó propicia a Gustavo: pagó la deuda y me matriculó con ‘La Costa en Noticias’. Con él hice radio en un principio hasta cuando le cubrí el total de aquella deuda que él asumió y después continué con él debido a que la amistad obligó a que siguiera un buen rato a su lado. Tanto, que hasta me apadrinó junto con la Subdirectora de El Heraldo en ese entonces Olguita Emiliani Heilbrun, en aquella unión nupcial que después se deshizo”.

Orellano dice que siente congoja por la desaparición de su amigo —que “decidió emprender el ineluctable viaje a la Eternidad cuando estaba ad portas de cumplir, en marzo, 84 años de su arribo a la tierra”—; que envía por este conducto su voz de condolencia a la esposa de Gustavo doña Ruth Valencia, a sus hijos Gustavo Adolfo, Patricia o la siempre bien promocionada por su padre ‘Pacuca’, Mauricio Carlos, Hernán Augusto, Juan Pablo y Jorge Iván, a todos sus familiares, deudos y demás allegados.

El director de El Muelle Caribe aprovecha el momento para precisar que con Gustavo y Ventura Díaz Mejía era jurado de un concurso de modelos en el hotel El Prado cuando nació y se afianzó la amistad plena con el finado, que había sido protagonista, junto don Díaz Mejía, de una exitosa revolución en la lectura de noticias en radio en Barranquilla:  ellos innovaron, al final del decenio de los sesenta del siglo pasado, con un peculiar estilo, sin acartonamientos y a dos voces, en el radioperiodismo que se hacía desde ‘El Diario Hablado’ de Radio Libertad.

Orellano asegura que a Gustavo lo admiraba desde “mi adolescencia en Soledad, mi terruño, cuando con su peculiar voz, la inimitable, presentaba a ‘Compae Mingo’ y ‘Compa Manué’ en el picantísimo programa radial ‘Cosas de mi tierra’”. También lo seguía en sus especiales públicos con el tango de Gardel en cada mes de junio".

Lo cierto es que la muerte de Gustavo Castillo García ha provocado una serie de actos fúnebres en Barranquilla, entre otros el homenaje póstumo organizado por la Asociación de Comunicadores Sociales del Atlántico, Acsa, que, mediante una resolución leída por la periodista Fanny Sossa Márquez —quien hizo pininos como practicante con Castillo García— y entregada por el presidente de la agremiación Harold Salazar a los familiares del finado presentes en la Catedral Metropolitana de Barranquilla, se le rindió tributo reconociéndosele, literalmente, como “ilustre y destacado maestro del Caribe colombiano, periodista de prensa, radio, televisión, humanista y formador de comunicadores sociales, a quienes les abrió su radioperiódico, ‘La Costa en Noticias’, para realizar sus prácticas universitarias entre los que se encuentran muchos de nuestros afiliados".

Este sensible fallecimiento también precipitó la reproducción de una serie de escritos sobre la vida y obra del comunicador desaparecido, entre otros el del colega Wilber José Fábregas Molina, que se puede apreciar en Facebook. Del Facebook de Wilber, quien también trabajó al lado de Gustavo Castillo García, se han tomado las fotos para ilustrar el presente texto. También las hay del Facebbok de Fanny Sossa.

Wilber Fábregas también guarda profundo agradecimiento por la oportunidad que le concedió ‘El viejo Gus’, historia que Wilber cuenta en su reproducido escrito en Facebook.

Pero volvamos con José Orellano para que este afirme que tres palabras que publicó en Facebook al enterarse de la muerte de Gustavo Castillo García —‘amigo, cómplice, leal’—, encubren un extenso collar de acciones y locuras, todo sano, todo legal, cometidas juntos, por los dos: “un collar que reposa, bajo llave lanzada a las insondables profundidades del mar del silencio leal, en un sólido e indestructible relicario de recuerdos, construido a prueba de todo”, dice.

Para cerrar esta nota luctuosa, pero emotiva, tomamos la expresión final de la auscultación al pensamiento de Orellano —me gusta más ‘auscultamiento’, pero DRAE no la trae— con motivo de la muerte de su carnal amigo y padrino: “Adiós, ‘Viejo Gus’, el inimitable... Algún día volveremos a vernos”. Y así será...

Y será en la Eternidad, no hay duda... Porque hasta allá ha de cumplirse el siempre ineluctable viaje a la Vida Eterna o a la otra vida...

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