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El paso del huracán Matthew por La Guajira

Lo que el

viento

nos dejó

Hubo hasta procesión de ‘La vieja mello’ 

Bonanza de peces —bagres inmensos—, bonanza de camarones, bonanza de conchas marinas, langostinos gigantes y hasta langostas... El mar rugió bravo, pero se calmó... El muelle turístico soportó sus embates.

Millones de conchas marinas, tras el bravo oleaje... Buen negocio para algunas familias wayuu... Su gran mercado, los indios serranos.

Hubo amenaza, pero nada grave pasó. Después, hasta los cardones están cargados de frutos de Iguaraya… Las aves, paraulatas, periquitos cara sucias y el sangre’e toro (cardenal guajiro), revolotean alegres sobre tal manjar.

Grande la emoción para pescadores y vendedoras de pescado: gigantes, bonitos, apetitosos.

Es inmensa la alegría guajira: tras el paso del huracán muchas cosas mejoraron.

historia, y si sobre esta novela se hizo la película del mismo nombre —ganadora de diez premios Oscar con el inolvidable Clark Gable— para los guajiros nos queda en esta ocasión la agradable posibilidad de parafrasear el título de ese par de obras del arte humano y decir: “Lo que el viento nos dejó”.

Así como la lluvia fue una bendición para la tierra, las bonanzas de pescado, camarón y las conchas es una

muestra más de que La Guajira es tierra bendecida por Dios. Solo falta que amplíe sus milagros y obre sobre las conciencias de nuestros dirigentes políticos, los ilumine y los lleve a pensar más en todos sus coterráneos que en ellos mismos.

Indúzcalos, Señor, a que hagan una mejor inversión de los recursos que llegan en procura de coadyuvar

formas que faciliten el mejoramiento de las condiciones de vida de todos.

ron capturar en sus redes cientos de bagres de gran tamaño.

Bonanza de camarones. La temporada de pesca de ca-

marón se inicia en los primeros días de octubre, pero el paso de Matthew lo multiplicó. En Dibulla se registró una subienda tan inesperada, que hasta pescadores artesanales se decidieron a utilizar sus chinchorros —que no son aptos para capturar el camarón— a fin de aprovecharse también de la desbordante subienda no solo de camarones sino también de langostas y langostinos gigantes.

Bonanza de conchas marinas. Ha sido la más abundan-

te. Las fuerte brisas y el rugiente oleaje arrastraron millones de conchas hacia las playas de Riohacha y las favorecidas, concre-tamente en sus finanzas, son las familias wayuu dedicadas a recogerlas para negociarlas con los indígenas de la Sierra Ne-vada, una labor que realizan desde hace muchos años y así lo reseñamos en una publicación anterior:

http://www.elmuellecaribe.com/por-una-costumbre-ancestrasl.

Vale recordar que esas conchas son utilizadas por los indí-

genas en el rito que llaman ‘mambear’.

La naturaleza cada día nos muestra su poder, para bien o

para mal. Lo que para muchos pueblos costeros de América en Haití, República Dominicana, Cuba, Aruba y algunos estados de Norte América fue una tragedia, para los pueblos de La Guajira ha sido como una bendición. Trajo la lluvia para amainar el rigor climático en La Alta Guajira, la zona más septentrional de Colombia, donde casi nunca llueve. En ese sector de la península, la falta agua ha incidido directamente en la muerte de los niños wayuu por enfermedades asociada a la desnutrición.  Tal situación ha sido toda una tragedia, pero en octubre las muertes de los infantes wayuu han disminuido.

Pero no hay mal que por bien no venga. En medio de tantas cosas buenas, surge un problema: lo intransitable que se vuelven los caminos en esa región debido a las inundaciones causada por la temporada invernal. Sin embargo, hay indígenas que se conocen al dedillo tales caminos y se rebuscan sirviendo de guías, a los cientos de turistas que disfrutan de las bellezas naturales del territorio guajiro, rumbo al Cabo de la Vela.

Si hubo una novela, ‘Lo que el viento se llevó’, de la escri-

tora Margaret Mitchell, uno de los libros más vendidos de la

cán por territorio guajiro, fueron mínimas. Al margen de las inundaciones en algunas zonas, solo se registró la muerte de un indígena arrastrado por la corriente de un arroyo crecido —llevaba años de estar seco—en Uribia.

Si se quiere, se puede afirmar que trajo más beneficios que perjuicios: fuertes lluvias para alivio de la grave

situación de la sequía en la península, sin desconocer que provocó algunas emergencias por creciente de arroyos y jagüeyes tras muchos años de haber permanecido secos; el abrupto paisaje, pardo y seco, reverdeció y hoy verdecen el trupillo, el cactus, los cardones y otras especies nativas… Y es que hasta los cardones están cargados de frutos de Iguaraya… Las aves, paraulatas, periquitos cara sucias y el sangre’e toro (cardenal guajiro), revolotean alegres sobre tal manjar. Y no solamente el paisaje se ha beneficiado con el paso de este fenómeno natural, también trajo algunas bonanzas.

Bonanza de peces. Después del paso del huracán por la costa guajira, las redes de los pescadores artesa-

nales se llenaron de peces. En las zonas pesqueras de Uribía, Manaure, Dibulla y Riohacha la pesca ha sido abun-dante. En Camarones, corregimiento de Riohacha —conocido por el mundo porque allí queda El Santuario de Fau-na y Flora los Flamencos—, los habitantes se sorprendieron al ver inmensas cantidades de peces en ‘Laguna gran-de’ y los que, inclusive, podía agarrar con las manos. Lo mismo les aconteció a los pescadores wayuu, que pudie-

anuncio de lo “inminente” que era la llegada del huracán a costas guajiras.

Al final solo fue una seria amena-

za de Natura. Matthew se alejaba del territorio peninsular para seguir su devastador rumbo hacia otras zonas del Caribe.

En situaciones como esta, La

Guajira sí ha sido privilegiada. Su posición geográfica la protege con frecuencia de huracanes y tormentas. Han sido muy pocos los fenómenos naturales que han logrado sortear estas defensas naturales y llegar hasta nuestras costas Guajiras. Y hasta la fe ha jugado a favor de la península. Bas-ta recordar el milagro de la Virgen de los Remedios que detuvo aquel mare-moto que amenazaba con hacer desparecer la población. Solo alcanzó a tragarse las dos primeras calles. De-votos sacaron la esfinge de la Virgen en procesión y la llevaron hasta la pla-ya y —se cuenta de generación en generación— el mar se aplacó.

Esta vez no fue diferente. La no-

che del viernes —30 de septiembre—, ante el temor creciente por los anun-cios oficiales, se volvió a repetir la his-toria: un grupo de parroquianos se a-cercó hasta donde el párroco de la Ca-tedral, le pidieron permiso y sacaron de nuevo a la virgen en procesión por la avenida 14 de Mayo. A esta acción de fe se le atribuyen el desvió del Matthew hacia otros puntos geográficos.

Las secuelas por el paso del hura-

La Guajira, a 330 de Magdalena y Ce-sar y a 384 de Atlántico.

Se pronosticaba que Matthew se

sentiría con fuertes lluvias y vientos desde ese viernes hasta el domingo 2 de octubre, día en que se votó el plebiscito para refrendar el acuerdo de paz entre la guerrilla de la FARC y el gobierno colombiano.

Sin embargo, las situaciones que

se pueden enmarcar dentro de un nivel de peligrosidad moderada habrían de registrarse entre viernes y sábado. Mat-thew se sentiría sobre todo en La Gua-jira, Magdalena, Cesar y Atlántico, pero en zonas del centro y sur de la región Caribe, y del centro y norte de las regio-nes Andina y Pacífica se presentarían condiciones lluviosas, situación que pre-ocupaba porque se afectaría la jornada electoral del domingo, especialmente en la costa Caribe. Un motivo para que se hubiera demandado el plebiscito, debido a que coletazos de Matthew im-

pidieron el normal desarrollo de las votaciones en algunas zonas de la costa norte.

Mientras se conocía sobre la evolución del huracán se recordaba que el último fenómeno que había golpeado

con fuerza las costas guajiras —dejando algunos muertos, cientos de damnificados y millonarias pérdidas— había sido el huracán ‘Joan’.

Y ha sucedido, pues, que al tiempo que las autoridades informaban sobre el desarrollo, paso a paso, que iba

tomando el recorrido del huracán, las alertas de peligros que se emitían hacían efecto contrario en la gente, por lo menos en Riohacha: en vez de resguardarse en sus casas, salieron hacia la avenida 14 de mayo o calle primera, en toda la costa riohachera, y hacia el muelle turístico. Familias enteras, a pie o en sus vehículos, se desplazaban hacia las playas con el deseo de ver de cerca cómo el mar embravecido y las inmensas olas inundaban los terrenos aledaños, entre el mar y el Camellón. Muchos eran jóvenes que nunca antes habían presenciado un fenómeno natural como Matthew, ya que cuando el último de estos fenómenos pasó por tierras riohacheras 28 años atrás —10 de octubre de 1988, ‘Joan’—, andaban en edades infantiles.

En esta ocasión, a medida que Matthew iba tomando fuerza, aumentaba la afluencia de gente en las zonas

costeras riohacheras, acción que obligó a las autoridades a restringir el paso hacia ese sector y a cerrar con vallas el tránsito vehicular.

Hubo una sola noche de sobresaltos, la verdad, con evacuación de un grupo de habitantes del barrio Villa

Fátima —comunidad de pescadores wayuu—, concretamente en momentos en que el huracán tomó picos de intensidad y categoría 6, con vientos de hasta 280 kilómetros por hora, acompañados de fuertes lluvias, y el

Texto y fotos:

Luis Roberto Herrera Mendoza

Al iniciar octubre, los departamentos de la costa norte de Colombia se man-

tuvieron en ascuas ante el anuncio del paso de huracán Matthew, sobre todo La Guajira, por ser este el primer territorio colombiano en la trayectoria de desplaza-mientos de estos peligrosos fenómenos naturales.

El Matthew fue la decimocuarta tormenta de la temporada de huracanes en

el Atlántico en lo que va de 2016 y el quinto que se convertía en huracán.  Y se

volvió poderoso huracán, categoría 5 en la escala de huracanes de Saffir-Simpson —el 30 de septiem-bre—, para después descender a categoría 4.

Este ha sido considerado como el más fuerte que ha afectado el área del Caribe, desde el huracán Félix en

2007.

El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (Ideam) declaró alerta roja para

toda la región Caribe, pero horas más tarde fue descendida a alerta amarilla, y cuatro horas después el huracán descendió de categoría 5 a 4, mientras se alejaba de las costas colombianas.

En nuestro país las autoridades prendieron las alertas. Según el Ideam, habría una probabilidad significativa

de que, a su paso por aguas del mar Caribe colombiano, se hiciera huracán de peligrosa categoría 6. Se informó que en la madrugada de ese viernes —30 de septiembre— podría estar a 200 kilómetros del límite continental de

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