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En La Guajira aun crece como verdolaga en playa

‘Coa’

Fruto silvestre que bien pudiera solucionar la hambruna wayuu

Texto-fotos:

Luis Roberto

Herrera

Mendoza

“Camaroneros, ¡comedores de pechito con coa!”.

Una ofensa que, en toda su mala intención, solo entenderán los antiguos rioha-

cheros y sus congéneres de los corregimientos cercanos.

Con tal expresión se pretendía herir a quien se le dirigía, utilizada muy común-

mente por hijos de camaroneros residenciados en Riohacha contra los habitantes de Camarones, donde estaban sus raíces.

 Una anécdota con matices ‘históricos’ para acercarnos a ‘coa’, una fruta que, des-

de tiempos inmemoriales, se ha dado silvestre en el entorno riohachero.

Un fruto de color amarillo cuando madura y al cual los wayuu llaman ‘kojoo’ en

su lengua —razón fonética para que los ‘alijunas’ la nombren ‘coa’— y cuyo árbol hace parte de esas especies botánicas que crecen en los ecosistemas tropicales secos y cuyos frutos en temporadas de cosechas eran parte de la dieta alimenticia de los pobladores de las zonas donde se reproducen, territorios guajiros que, en amplia proporción, eran habitados por los aborígenes, que se encargaban de recolectarlo para su consumo y comercializarlos en las poblaciones cercanas a sus rancherías. La ‘coa’

no solo es rica en hierro y otros minerales sino que tiene altos contenidos de calcio. Se decía que era ‘el

calcio de los wayuu’. Sin embargo, vastos sectores de esos territorios afrontan ahora una hambruna, con dramáticas cifras de mortandad entre la población infantil.

Flora exótica como la ‘cereza guajira’, llamada ‘jaipai’ por los wayuu y que traduce  ‘fruta de la lluvia’;

la ‘aceituna negra guajira’, el ‘guáimaro’ —en latín es brosimum alicastrum y ‘meiwa’ en kogi— de mayor producción al sur de Riohacha, donde comienza a subir hacia la Sierra Nevada de Santa Marta, y el ‘gua-

macho’, que es un árbol pequeño y espinoso, que da una fruta dulce y su fragancia es atractiva a todo ani-

Con derivados del ‘kojoo’ logrados domésticamente o extraídos del fruto desde el plano científico, es decir: industrializados, los  ‘tachon’ o ‘tepichi’ no morirían de ‘jamushiri’… El ‘kojoo’ aun crece silvestre y en aceptables cantidades, en buena del territorio riohachero.

mal montés, de suerte que en época de fructificación, su entorno era ideal para la caza de venados, zaínos

y otros animales, hoy en vías de extin-ción. Y hoy también, con la expansión territorial de las ciudades, muchas de estas especies silvestre han disminui-do su población y algunas están en peligro de desaparecer.

La Guajira es territorio de nume-

rosos árboles frutales exóticos, pero en esta ocasión voy a referirme a una

especie que yo creía extinta: la ultima vez que la degusté fue en mi niñez, y desde entonces —hace aproximadamente 45 años— no había vuelto a verla. Entonces, ha sido agradable la sorpresa me he llevado al poder degustarla otra vez y saber que no ha desaparecido de la península. Y, por el contrario, me topé con gran cantidad de estos árboles y, lo más asombroso: están a solo un kilómetro del casco urbano de Riohacha, en

Exóticamente florecido, el ‘coa’ es confundido con el ‘pui’ y el ‘gua-yacán’, que florecen, en amarillo intenso, en la misma época.

la vía a Maicao, en la zona escolar conocida como ‘El Patrón’. Sector habitado por indígenas wayuu y en el cual siempre, en amplísima cantidad, nacían, crecían, fructificaban y se reproducían.  Actualmente los wayuu no recogen el fruto para su consumo y menos para su comercialización. Y son muy pocos los que se dedican a recogerlo para el consumo familiar.

Árbol que crece en zonas húmedas en las riberas de ríos y arroyos, en pequeñas lagunas y en hume-

dales, abundaba en las orillas del río Camarones y en a orillas de la desembocadura del Ranchería en el mar de Riohacha, vía a Maicao: desde el puente de ‘La quebrá’, pasando por detrás del Batallón Cartagena, hasta el punto denominado ‘Ahujero’, la planta del primer acueducto que tuvo la capital de La Guajira. Crece hasta tres metros de altura, de tupido follaje y flores amarillas. Florecido, es confundido con el ‘pui’ y el ‘guayacán’, que florecen en la misma época. La fruta del ‘coa’ se parece al del ‘almendra tropical’ —el mismo árbol recreado por García Márquez en su obra macondiana—, de mucha presencia en avenidas costeñas.

Es de color amarillo cuando está maduro y su sabor no desagrada al paladar, pero lo que los indígenas

y camaroneros consumen es su pepa —de corteza dura parecida a las de la nuez—, tras ser cocido durante varias horas en agua de sal. Dentro de la pepa se encuentra una semilla parecida al maní —en algunos países le llaman ‘maní de los indios’— y se consume de diversas maneras:

Los wayuu muelen esa especie de nuez y elaboran arepas y chicha. Como ya está dicho, hacia parte

de su alimentación cotidiana.

Los ‘alijunas’ lo consumen con queso como si fuera un tubérculo o solamente sancochado con sal.

Los camaroneros lo acompañan de ‘pechito’, un bagre pequeño que muere en las salinas, al que le

quitan la cabeza, lo ponen a secar al sol y después lo preparan asado, en salpicón o en viuda.

Un anciano wayuu, habitante de territorio con abundancia de esta especie, me topó mientras recolec-

taba frutas, se me acercó, lo interrogué sobre la ‘coa’ y me dijo que ellos la llamaban ‘kojoo’, que ya muchos

no lo recogían, que los de su ranchería sí lo hacía y que, como reconfortante, era muy bueno…

“No deja poner viejo al wayuu y da mucha mandarria en el aparato reproductor”, me dijo.

Esta especie no es exclusiva de La Guajira —alguna información precisa que no crece en otros terri-

torios, que solo se conoce en los alrededores de Riohacha—, se encuentra en países suramericanos como Argentina, Paraguay y Perú, entre otros. En Argentina, el árbol tiene carácter de ornamental y solo los indígenas utilizan su fruto como alimento, lo mismo que en Perú.

En la búsqueda del origen de este árbol encontré en Wikipedia lo siguiente:

“‘Geoffroea’ o ‘manduvirá’ es una especie botánica de la familia ‘faboideae’, de corteza amarillenta

y fruto dulce y comestible; de madera medianamente pesada, apta para carpintería, carbón y leña. De porte mediano, 3-4 m de altura y 6 dm de diámetro, de mucho follaje, copa densa y desarrollada, mesótona, fuste corto característico por presentar un tronco anómalo con costillas en todo su desarrollo. Es un árbol higrófilo, ampliamente distribuido en América meridional. Forma un ‘matorral de inundación’, sujeto a inundaciones temporales, siendo las especies frecuentes ‘geoffroea spinoza’, ‘prosopis hassleri’, ‘prosopis ruscifolia’ y ‘proposis nigra’”.

Agrega, que, en 1892, el naturalista estadounidense reverendo Thomas Morong, decía que “los indí-

genas se alimentan de semillas tostadas, de gusto muy agradable, que le dan el nombre común al árbol.  Las hojas tienen el alcaloide ‘eserina’ —estimulante del parasimpático y sedante de la médula espinal— y produce una resina rojiza. Florece de septiembre a octubre y fructifica de noviembre a enero. Fruto dulce y comestible, carnoso (drupa). La rama del chañar tiene botones de la flor del árbol, cuyos pétalos están pigmentados por un amarillo intenso”.

En http://arbolesdelchaco.blogspot.com.co  aparece la siguiente descripción: “Geoffroea striata. El

nombre del género rinde homenaje al farmacéutico, botánico y químico francés Claude Joseph Geoffroy 

(1685-1752), Striata del latín striatus (estriado), por las características estrías o costillas a lo largo del tronco. ‘Manduvirá’, del guaraní mandubí (maní) y ‘similar al maní’, su fruta es parecida al del almendro en su forma y en su gusto. Los indígenas hacen uso de ella como alimento ‘Geoffroea striata’ o ‘manduvirá’ es un árbol higrófilo de amplia distribución en América meridional, desde Ecuador y Perú a Bolivia, Paraguay y norte de Argentina. Crece en bosques higrófilos al este de Formosa y Chaco y nordeste de Santa Fe y noroeste de Corrientes (distrito Chaqueño Oriental)”. 

Lastimosamente las nuevas generaciones de riohacheros no conocen estos frutos y tampoco, como

es de suponer, lo han degustado. Recuerdo que a mediados de los años 70 —aun imberbe yo— este fruto silvestre era muy popular. En temporada de cosecha, un ejército de jóvenes de la calle y carrera 11 de Rio-hacha se trasladaba a Camarones y a ‘El patrón’ a recoger el fruto. Jóvenes de mi barrio, incluido mi herma-no mayor, venían cargado de sacos repletos del fruto y se pasaban las noches sancochándolas en grandes olletas de aluminio puestas sobre fogones de leñas.

Viajo en los recuerdos y retrotraigo a mis vecinos, entre otros el señor Marcelino Ríos, gran consu-

midor de coa… Sus hijos eran los abanderados en estas excursiones ya que su mamá, Carmen Miranda, era camaronera y los enseñó a consumirlas. Además, las indígenas wayuu las vendían por las calles riohacheras para consumo de una gran mayoría de habitantes de la capital guajira que habían nacido en Camarones —distante 20 kilómetros—, lo cual hacía popular el consumo del fruto. En especial, entre aquellos descendientes de camaroneros que gritaban “Camaroneros, ¡comedores de pechito con coa!” al paso por la ciudad de los conterráneos de sus ascendientes, residentes aun en Camarones.

Pero viene al caso un decir en estos tiempos de crisis alimentaria entre los wayuu, causa de la muerte

de cientos de niños indígenas por enfermedades relacionadas con la desnutrición. Nos preguntamos: ¿Por qué no se hace buen provecho de la cosecha de este fruto, cuyos árboles crecen espontánea y silvestremen-te y que, a pesar de los estragos que causa el paso del tiempo en las especies vivas, se cuentan por cientos en cercanías de Riohacha y un poquito más allá? Se ven desde el kilómetro uno, a ambos lados de la carretera hacia Maicao.

‘Coa’ fue parte en otros tiempos de la alimentación de los wayuu que habitan en ‘El patrón’ y en ‘Ahu-

Lastimosamente las nuevas generaciones de riohacheros no conocen estos frutos. Por supuesto, tampoco lo han degustado.

jero’ y que, en el presente, en época de cosecha, se pierde bajo la mirada indiferente de los indígenas.

La humanidad ha utilizado y vivi-

do de la naturaleza, transformándola y asimilándola desde lo cultural. Por miles de años la interacción hombre-naturaleza ha devenido en una amplia diversidad de paisajes transformados y especies vegetales útiles. Más allá del gusto por sus sabores dulces, ácidos o amargos, los frutos también proporcio-nan importantes funciones y beneficios para los pobladores y los ecosistemas, lo cual repercute directamente en las regiones donde se realiza su recolec-ción, procesamiento y consumo.

Ante este panorama se deben de

cuidar los bosques donde los frutos silvestres crecen. Debe hacerse, no sólo de forma aislada sino impulsando la preservación de todo el ecosistema 

para mantener el suelo, el agua, la flora y la fauna, de tal manera que los bosques tengan un uso adecuado y duradero.

Es necesario además impulsar

la conservación y manejo de estas

especies como fuente de ingresos y por su valor alimenticio, todo bajo el concepto de diversificación forestal y el uso sostenible.

Sería importante que la Universidad de La Guajira, las secretarias departamentales de Desarrollo Eco-

nómico y de Asuntos Indígenas implementaran procesos científicos de exploración, de recolección de información sobre el aprovechamiento de estas frutas silvestres comestibles en la cadena alimentaria humana a fin de que se pueda tecnificar su producción, explotación e industrialización en forma masiva. Y con aportes científicos y voluntad política se puede planificar y desarrollar un programa especial entre las comunidades wayuu, inclusive asociándolas, para que asuman cultivo y recolección más allá del consumo

interno. Que el producto que se extraiga, científicamente, de la ‘coa’ se pueda comercializar con el propósito de generar dividendo que ayuden a los indígenas wayuu a superar sus limitaciones económicas.

La ‘coa’ o ‘maní de los indios’ pudiera convertirse en otra fruta silvestre que, adecuadamente explotada e industrializada, venga a saciar, en parte, el hambre de la población wayuu, en especial la desnutrición de los ‘tachon’ o ‘tepichi’, ¡los niños wayuu!​

Explorar, investigar y fijar pogramas que pudieran industrializar el fruto de ‘coa’

para enfrentar desnutrición infantil wayuu.

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