El Muelle
CARIBE
Homenaje perenne al Muelle de Puerto Colombia
Crónicas y Opinión
José Orellano, director
En tiempos de duelo vallenato
Calixto
Ochoa
¿El último juglar?
Nota: Este artículo fue escrito por el músico maicaero Raul Brugés Fuentes antes de que la Unesco declarara el
Vallenato como Patrimonio Inmaterial de la humanidad
Por Raúl Brugés Fuentes
El mundo vallenato está de duelo. El luto campea en medio de quienes amamos esta música. Su historia. Su esencia. No es para menos. El gran CALIXTO OCHOA, el de Valencia de Jesús —donde jugaba al jaboncito (*) con mi padrino Luan Bautista Morales Montero, también fallecido—, de donde salió muy joven con su talento, carisma y genialidad, hasta llegar a Sincelejo, tierra que lo adoptó y que hoy llora su partida. La inexcusable cita con lo que tal vez él mismo anunció en ‘Sueño triste’, una de sus tantas canciones.
Se fue Calixto… ‘El negro Calo’… el hombre del romance (‘Playas marinas’), el de la picaresca prosa parrandera (‘La plata’); el de la jocosidad sin límites (‘Remanga’, ‘El africano’, ‘Pirulino’); el de la naturaleza (‘Los sabanales’); el de la cotidianidad (‘El mundo’); el del amor sublime a la mujer, protagonistas sempiternas en su obra (‘Miriam’, ‘Irene’, ‘Diana’ y en fin), el polifacético. Tal vez, como dijo un amigo paisa, “el último juglar”.
Único... irrepetible… genial… carismático... jovial... jocoso… amistoso. Siempre mantengo vivo el recuerdo de aquella ocasión en Maicao, cuando, siendo niño, pude conocerlo y verlo actuar, al lado de ‘Los corraleros de Majagual’, entonces el grupo de moda. Antes de la presentación en la caseta ‘Mata de caña’, del barrio San José, los artistas pernoctaron en casa del señor Juan Peñate —el de ‘El arbolito’, una de las colmenas más famosas de entonces, en pleno Cacaíto— y decidieron hacer un ‘calentamiento’. Entre las figuras que más recuerdo, estaban Julio de la Ossa, Eliseo Herrera, Frucko y, por supuesto, Calixto.
El ambiente era de risas, chistes, camaradería. Pero sin duda, ‘El negro Cali’ sobresalía por su presencia, su estatura, su sonrisa fácil, su muy buen vestir y, obviamente, por su jovialidad. Entre las muchas personas presentes, se encontraba una joven muy agraciada, que no quitaba la vista del artista recochero y mamador de gallo. Entre canción y canción, las miradas entre ambos se fueron haciendo más frecuentes. El hombre con su verbo y gracia… La dama, con su natural encanto y turbación. La atracción se hizo evidente y de inmediato, el ‘cuadre’ estuvo listo.
Por razones obvias, mi permanencia en el recinto y en el lugar de la verbena, fue hasta muy temprano, dada mi edad, por lo que no puedo contar qué sucedió después. Pero recuerdo muy bien que el bus de los artistas partió al mediodía del domingo desde la casa de los Peñate… ¡sin Calixto! Este arrancó el lunes, por sus propios medios. De la muchacha, no volví a saber nada. Lo cierto es que la anécdota refleja lo que este gran hombre generaba, en sus años mozos.
Hoy, cuando se une a otras personalidades como Luis Enrique Martínez, Alejo Durán, Nicolás Elías (Colacho) Mendoza, Rafael Escalona, Leandro Díaz, Aniceto Molina, Julio De La Ossa, Emiliano Zuleta Baquero, Rafael Salas (padre), Andrés Landero, Tobías Enrique Pumarejo, Pedro Castro, Enrique Díaz, Lorenzo Morales, Abel Antonio Villa, entre muchos otros, en ese viaje sin retorno, cientos de amantes del vallenato se preguntan: “Con Calixto, ¿se va el último juglar?”.
De esa generación de grandes artistas, que se hicieron famosos por su juglaría, su errancia y su música, tan distinta a la actual, sobreviven, por citar algunos, el tri-rey vallenato Alfredo Gutiérrez —su compañero en ‘Los corraleros de Majagual’—, Lisandro Meza, Aníbal Velásquez y, por la zona del Cesar y La Guajira, Emilianito Zuleta, Ovidio Granados y Beto Rada, entre otros muy contados.
¿Se acabaron los juglares? Miguel López, por cuestiones de salud, no se encuentra activo. ¿Quién nos queda? ¿Qué nos queda?
Como diría mi gran amigo José Orellano, nos queda solo mantener su legado, como patrimonio cultural y folclórico de nuestra identidad caribe y vallenata. Nos queda honrar su memoria, como dijo su hijo Rolando Ochoa entre lágrimas: “Haciendo las cosas bien, defendiendo la dinastía”. Nos queda luchar para que este legado inmenso no se pierda en las nebulosas del tiempo inexorable. Nos queda, como el mismo Calixto diría, convencernos de que “si la vida fuera estable, yo no…”, ustedes conocen el resto. El mundo es mundo y está bien hecho, de lo contrario no habría vivientes. Quiero creer que esto es posible… Seguir disfrutando de nuestra música... Gracias ‘Negro Cali’... Gracias juglar inmenso… Saludos a tus colegas, allá en lo que no conocemos. Saludos a ‘El cacique’, tú más insigne seguidor e intérprete. Mientras tanto, a escuchar alguna de tus cientos de canciones… Y a seguir soñando con las ‘playas marinas, evocando a Miryam… Marily... o como quiera que se llame esa musa, radiante y altiva, entre los sabanales donde te conocí y en donde hoy reina tu recuerdo… En donde le decimos adiós al hombre para que comience la leyenda… ¡Por siempre y para siempre!
Calixto
con ‘Los corraleros de Majagual’ ... Y con ellos, la siempre bien recordada Lolita Acosta.
‘Negro Cali’, el de Valencia de Jesús, en cuatro momentos de su vida artística.