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Entre arte y salero

Voraz lectora desde niña:

rara avis en estos tiempos

Calamidad
Frenesí
Tiempo muerto
Cobarde y ruin
Desmoronamiento
La suerte está echada

“Alea jacta est”

Con vistas a mí

Supimos de ella porque Juan Carlos Rueda Gómez publicó en redes sociales el siguiente texto: “No pude encontrar mejor manera de celebrar el ‘Día mundial de la poesía’ que compartiendo un texto de María Fernanda Del Castillo Sucerquia, una joven de 19 años, barranquillera, que proyecta poesía desde todos sus poros, que es un poema en sí, por el solo hecho de existir. Próximamente saldrá su primer fotopoemario. ¡DISFRÚTENLO! #irrumpebellapoeta #mariaversopuro (Foto: Íkarus Gael - Producción: J.C.R.)

BRINDIS

¿Quién lo imaginaría?, nadie, ¿cierto?,

menos tú, que hace rato habías perdido la fe,

tú, que desde hace tanto tiempo no sentías asombro en el alma.

Y no, no estoy en tu pellejo, pero

sé que sentías volar bajo él, y yo, querido, no me había sentido tan bien bajo mi piel,

que de las sonrisas tu llevabas la ganadora como letrero

y tantas mañas tejidas bajo el asiento como la de fingir creer,

pero por mí, estaba bien;

culpo al peso de los años,

a tus pies fatigados que buscan temerosos a los míos bajo la mesa,

a tu ser camaleónico roído por tu ego y el de tantos

que, si por un instante confiaste,

si por un segundo recordaste besar y olvidarte por completo,

si un destello de vida te arañó el alma, por mi estará más que bien,

si ya te robé la cara de tonto: esa de los labios entreabiertos y los ojos fijos fotografiándome en cámara lenta

y yo, seducida por el viento y hablando sin parar y bebiendo las cervezas 

—pues, déjame decirte, que nunca tuve mejor audiencia—

si te liberé de un par de cadenas y te despediste mirando el mundo de otro modo,

si te quitaste la máscara fría sin saber a ciencia cierta lo que yo quería,

si me recuerdas cuando el semáforo está en rojo,

pues vaya, ¡qué maravilla!

Barranquilla, 14 de febrero de 2017

Tras degustar el ‘brindis’ de María Fernanda, buscamos información sobre ella y se nos

remitió un registro de la revista María Mulata que hemos adaptado para El Muelle Caribe.

También se nos dijo que es dedicada a los estudios, pero sin meterse en el rol del nerd.

A sus 19 años, se siente mujer moderna, universitaria dedicada, poeta con matices de

irreverencia, con la convicción de que su futuro depende de ella misma…

María Fernanda es negra. Y bella. Una muy bella poeta negra que disfruta a plenitud todo

cuanto hace.

De exótica belleza negra —no gusta del eufemístico

‘afrocolombiana’— María Fernanda Del Castillo Sucerquia es poeta. Excelente poeta.

Universitaria de 19 años, nacida en Barranquilla,

desde muy niña se interesó por la literatura, por lo cual se convirtió en voraz lectora, rara avis en estos tiempos en que las jóvenes tienen intereses banales y frívolos.

Acaba de finalizar el segundo semestre de Lenguas

Modernas en la Universidad del Atlántico, pero, como autodidacta, ya domina el inglés, el francés y el alemán. Simultáneamente toma clases de escultura y desde hace dos años se dedica a la alfarería artística. Actualmente está empeñada en dominar el torno de pedal.

Su belleza negra impacta, no confunde la intelectua-

lidad con el desgreño, saca a relucir, en los momentos justos, su vanidad femenina, coquetea si hay necesidad de coquetear y ha llamado la atención de varios fotógrafos que le han realizado diversas sesiones, pero no se inquieta por posibilidades de hacer modelaje comercial.

Desde los 13 años escribe poemas y considera que

ya ha madurado lo suficiente para dar a conocer su trabajo. A continuación, siete textos, en versos y prosa, del poemario en preparación de María  Fernanda:

Estamos inmersos en vicios
que derraman al piso la traición,
angustiados por psicóticos
que atacan a la propia espalda,
y el cielo insiste en mandarnos
enemigos y discapacidades;
si tuviéramos conciencia
de que debemos abandonar…
Ojalá la muerte esté conforme
con los males que se lleva.

No recuerdas haber estado vivo
pero sueñas con un vislumbre en la oscuridad,
mientras miras fijamente la pared
y empieza a ser merodeada por cucarachas blancas.

Me encuentro aquí, diente con diente,
presa del vivo temblor de mi cuerpo inerte
que las arañas cubren tejiendo desde los pies,
mientras yo fumo algunas de sus telas,
hasta la coronilla, quedando completamente envuelta,
sedada hasta los huesos.

Y me veía en el aire, sujeta de las esquinas,
y los fantasmas me rodeaban,
y la habitación se tornó una zorrera,
un aquelarre de carcajadas demenciales,
de conjuros incendiados.
Era yo, o era la luna,
o ese sabor a vino agrio perpetuo en mi boca

Y las ratas, entre chillidos se balanceaban,
mulleron la red blanca, y caí,
colgada de un delirio furioso de arder;
masturbándome hasta quedar en el borde
del precipicio de la hoguera,
donde yo, tendí la mano con fuerza
y me empujé.

 

La anciana me toca la planta de los pies desollados
 —dicen que es por intoxicación de hígado—,
y me dice que abra la ventana para que entre la gracia de dios;
refunfuño y la ignoro porque solo deseo seguir desvanecida
en la seductora oscuridad con el puñal hundido en el pecho,
pero ella rompe en hostilidades y se dirige a abrir la ventana del tugurio.
Y mis ojeras no soportan la luz, las heridas no quieren ser desinfectadas al sol.
De prisa me escondo bajo las sábanas.
¿Será que la gracia divina es el resplandor mañanero?

Podría ser el mejor de los días
pero verte, morisquetero follón,
señalando a la decrépita carente de amor…
hace que la bilis se me asome en la garganta

Hazmerreír,
creyendo que satisfacer antojos
es demostrar que se ama.
¡Para de rebuznar!
que te mutilen los dedos que usas
para excluir, mientras te rascas
la azotea con la otra

Estás ciego,
ahí vas, cojo de inseguridades
y ensordecido de miedos.
Cúmulo de moscas
te nubla el camino.

Es hilarante tu pretensión
de ser un potentado héroe;
reconoce tu pequeñez
y no lloriquees, anda,
que se necesitan más que lagrimas
para regar el jardín,
ese mismo que ahora tan solo es un sequedal;
suelo de esclavitud en el que lanzas
semillas huecas desde tu insensato
alto pedestal

Caray,
siento una púa en el pecho.
Está en su muladar,
sobando el manido bulto de su pantalón,
gimotea y su rostro demacrado
me mira con ojos de ternero degollado,
hurgando un agujero en el cerebro

Eres la puta
de los usureros de este suburbio,
toda tu vida es lío y porquería.
Vanidoso, haciendo ridículos intentos
de que la existencia superficial
sea soportable

¿Y ese gesto de desaliento?
estás aterido y avejentado
en un callejón sin salida,
la nequicia te arrastra penosamente
a un pozo negro,
atado a las cuerdas
de tus asnales designios:
voz para acribillar,
fuerza para avasallar
y dinero para conquistar;
como espada en manos de un loco

Mas juntar coraje sin asco,
no se pasa por semejante infierno inútilmente.
Y el viento vibra, la frente perlada de sudor
y en algún agujero de mi mente lo veo:
con los labios agrietados y lívidos,
sumido en la dejadez.
Haciendo trizas el silencio
con la lengua y el corazón
en perpetua contradicción,
ahorcándose con una cuerda
de palabras sin interpretación;
sacudiéndose y rezongando
hasta al fin, enmudecer.

Me prometí que no lloraría aunque me dolieran los aguijones, sonreí como idiota para demostrar lo pálidamente confiada que estoy; llorar no regresaría el tiempo para rehuir a la arbitrariedad de manos envenenadas.

Así que fui indiferente al estrés postraumático que sigilosamente ya había poseído mi ser, levanté mis propias murallas y me acurruqué dentro de mí, en un rincón del hígado.

Más, hay un momento, un punto en el que no te sientes de golpe si no tras el decaimiento progresivo, en el que caemos sobre las ampollas de nuestros culos estrangulados por el whisky, quebrando la tubería por la que afanosamente caen lágrimas que queman y cuesta disimular, lágrimas que laceran cisuras y arañan declives.

Quebranto en llanto, sí, porque para eso están las lágrimas. Para aliviar aguijonazos, para acariciar el cinismo, para ser camufladas en mi pañuelo, que es mi hombro sin ti.

Y miro tras el sendero recorrido y solo he dejado sangraza, el sórdido rastro del sofisma por el que luego vino la autoacusación.

Y ahora la desazón reviste el purgatorio, escucho gritos amenazando con ahogarme cara al fango y el optimismo se llena la boca de excremento para que coma de él, pero yo elijo la enfermedad y me echo a andar; blasfemando por los malditos aguijones incrustados en mi anímico pecho, cada vez más indolente por esta sangría que cada día me consume más y más.

Por el otro lado de la mirilla te he visto,
como nadie más puede lograr hacerlo:
desprovista de cualquier armazón,
entre paredes mareadas
y baldosas movedizas

Hastiada,
revolcándote en la desnudez
del colchón húmedo,
rociado de plumas quebradas.
Llevando aquella blusa de arena
y tu deshilado interior negro,
bailando el tango de los dedos lúbricos;
frustrada, por no salirte el último paso 

Frotabas y frotabas
hasta prenderle fuego
a tu sonrisa de papel maché
y a la fotografía
de quien prefería ir a un burdel
que contigo al cine

Marchabas por las aberturas de tus heridas
con los pies sangrados
y cabellos de remolino,
agitándose;
protestando por alevosías
y una lista de iniquidades
que solo ves tú al cerrar los ojos

Y has sido diagnosticada

—pero lo grave es que lo has creído—:
acumuladora de ruinas,
de sigilosas lágrimas disecadas
que brotan de cuencas vacías,
de peces muertos
lanzados al morboso arrecife
bajo la cama,
de resacas incurables
entre escombros de vino,
de una pila de extraviados versos
en la psicodelia del rincón;
todas invisibles, insospechadas.
Me alejé de la mirilla un tiempo
y cuando te volví a ver
la impotencia me ganaba,
ibas escapando
con entrometida mierda en las suelas
y basca en la lengua;
escurridiza en la fila de lo imprevisto
Te grité,
pero para entonces
ya tenías los oídos purulentos
y marchitos reflejos

Tropezaste
y quedaste rodeada de árboles
que desarraigaste a tu paso
y bajo nubes negras
que amenazan con volverte fango.

BELLA POETA

Una exótica negra

MARÍA FERNANDA

Del Castillo Sucerquia
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