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Entre leyenda y realidad

Uno de los factores que determinan la existencia de los bosque enanos de Macuira es la humedad proveniente del mar que es atrapada por la serranía, la cual actúa como barrera para los vientos alisios provenientes del nororiente.

El bosque de niebla y las 3

hijas de un cacique de la

Sierra Nevada Santa Marta

La Macuira

La mitología guajira le dio forma a la leyen-

da que sostiene que las formaciones montaño-sas de Macuira, Simaura y Cosinas son las hijas de un poderoso cacique de la Sierra Nevada de Santa Marta, quien las castigó convirtiéndolas en cerros.

De acuerdo con la tradicional oral, las

chicas desobedecieron al padre en su prohibición de abandonar el territorio ancestral por los peligros que podrían correr, pero una noche de luna llena se fugaron anhelantes de aventura.

“Macuira, la hija predilecta, llora desde entonces y de sus lágrimas, escondidas en la espesa cor-

tina de nubes y neblina, se forman los numerosos arroyos que hacen posible la vida y el sustento de

los hombres”, dicen quienes han cultivado el mito.

“Macuira es la serranía

castigada y ella derrama un llanto eterno en forma de agua”, puntualiza la leyenda.

Eso es lo mitológico, porque lo real es que Macuira es el único lugar del mundo con bosques de niebla en medio del desierto. Un mundo que se mantiene verde y húmedo como un oasis entre la vastedad del desierto guajiro, el bosque de niebla más bajo del país.

Lo tangible es esa serra-

nía, también llamada de Chi-mare, conformada por una ca-dena montañosa de aproxi-madamente 32 km de largo y 10 de ancho, con una serie de elevaciones organizadas en forma de collar, entre las cuales sobresale el cerro Palúa, con 860 metros sobre el nivel del mar, la más ele-vada de las cúspides de esta formación.

Es un oasis en medio del

Otra leyenda, recreada por http://www.colombia.com/, sostiene que en una choza de la Sierra Nevada de Santa Marta vivía un reconocido cacique. Desde su casa veía siempre la cara de sus tres hijos, a quienes amaba y con quienes vivía. Una noche tuvo un sueño en el que vio cómo ellos se alejaban, iban hacia el norte de La Guajira... Este sueño se repetía una y otra vez, hasta que una noche se despertó afanado pensando en sus tres hijos. Se levantó para ver si ellos se encontraban durmiendo, pero quedó atónito al ver que no estaban en sus respectivas habitaciones... Angustiado fijó su mirada hacia el norte, divisó tres importantes picos. Qué gran sorpresa, eran ellos, sus tres hijos, que se habían convertido en la Serranía de la Macuira

del desierto guajiro, un ‘Cerro Urco’ —Urco fue el noveno gobernante de la etnia inca,  un bueno para nada que bebía hasta altas horas de la noche y de madrugada se orinaba y vomitaba en las vías

Los grupos que habitan en torno a La Macuira han desarrollado una extraordinaria capacidad de adaptación a las condiciones climáticas extremas.

públicas— al cual las comunidades indígenas que habitan en sus alrededores le han otorgado desde siempre poderes especiales, relacionado con pasajes extraordinarios de la mitología ancestral para explicar sus características sobrenaturales.

En medio de la planicie desértica guajira, con accidentes topográficos, dunas movibles y cerros

menores, aparecen dos hitos sobrecogedores se eleva La Macuira, en el extremo nororiental o Alta Guajira, una serranía discreta en altura pero imponente como fenómeno natural, debido a la presencia de bosques nublados a una altitud de 500 msnm.

La serranía está constituida por rocas ígneas y metamórficas, con un bajo proceso de descom-

posición, seguramente anteriores a la era Mesozoica —entre 250 y 130 millones de años—; Macuira se considera un núcleo granítico, redondeado y compuesto por esquistos y neis cristalinos, separados de la serranía de Jarara por una gran fosa llamada de Camana, supuestamente producto de movimien-tos tectónicos durante las interfaces EocenoOligoceno, entre 30 y 50 millones de años atrás.

En conjunto, los suelos de la serranía son superficiales, poco evolucionados y pueden tener

acumulación de carbonato de calcio, hacia el pie de las colinas. En los declives del flanco nororiental, a partir de las arenas, se han formado suelos que contienen sales de sodio y poseen excesivo drenaje.
Macuira presenta una gran cantidad de pendientes con profundos microcañones que se manifiestan con lechos de quebradas que durante la mayor parte del año permanecen secas.
CLIMATOLOGÍA

La temperatura de la serranía es variable, a pesar de su escasa altitud; en promedio se regis-

tran 28 °C con una máxima de 41 °C y una mínima de 12 °C. El clima del área está determinado por las condiciones que imponen la proximidad al mar, los vientos alisios del noroccidente, la orientación de la serranía y su altitud; la región presenta una evapotranspiración anual entre 1.800 y 1.900 mm.

Sobre las partes altas se observa una nubosidad recurrente, puesto que la serranía se interpone

en el curso de los vientos que soplan desde la cuenca del Caribe. La nubosidad puede permanecer asentada sobre el follaje de los flancos sinuosos de la serranía hasta 36 horas continuas, creando un espectacular contraste con el horizonte abierto, eterno y pleno de luz que se abre en el Caribe.

FLORA

El bosque de niebla de este asombroso oasis de verdor, asentado en tierras bajas caribeñas,

ostenta una vegetación exuberante con gran cantidad de epífitas, bromelias y musgos. El bosque no solo se encuentra asentado en un rango de muy baja altitud —que empieza desde los 500 msnm y culmina en los cerros más altos, que no sobrepasan los 870 msnm—, sino que además es de porte enano. En otras palabras, tenemos un bosque de niebla ‘bonsái’ con características que correspon-den a las del bosque de niebla andino y en particular a las del subpáramo cordillerano que localiza su manto vegetativo por encima de los 3.000 m de altura.

A partir de las zonas planas y áridas desde donde se levantan sus estribaciones, Macuira pre-

senta, una sucesión vegetal, que comprende desde vegetación seca espinosa tropical en las faldas, hasta la flora enana propia de los bosques nubosos, pasando por formaciones de tipo ripario y deciduo —bosques ‘siempre verdes’—, ubicados sobre gargantas profundas y lechos de arroyos y bosques de porte medio y bajo, sin epifitismo, que pierden todo su follaje en la estación seca.

El bosque húmedo de Macuira, actúa como una esponja para retener las pocas precipitaciones

verticales extremas; al mismo tiempo obtiene el mayor provecho posible de la precipitación horizontal, al actuar como una verdadera trampa para la neblina y las nubes impulsadas por los vientos. Puede decirse que de la ‘intercesión horizontal’ o ‘negativa’, resulta un parámetro micrometeorológico que regula —con mayor eficacia que la misma lluvia— el suministro de humedad a la vegetación y por ende, la formación hídrica en esta estructura geológica.

Los bosques enanos de Macuira son, al mismo tiempo, resultado de la existencia de un subs-

trato arcilloso que incide desfavorablemente sobre la respiración de las raíces arbóreas. Los pequeños árboles que crecen en suelos saturados, delgados y de transpiración reducida, deben soportar por igual el embate de fuertes vientos, los cambios extremos de temperatura y otras circunstancias poco favorables, a las que sin duda se han venido adaptando desde tiempos inmemoriales. El bosque de este inusitado enclave, se caracteriza también por tener una estructura relativamente homogénea, con árboles retorcidos y de corteza rugosa, que tienen copas compactas en su parte más alta, con follajes de hojas simples, pequeñas y escleromórficas; también se observan ramas recargadas de epífitas vasculares, principalmente bromelias.

La existencia de este bosque atípico se debe a la orientación de la serranía, a su altitud y a su

proximidad al mar. La serranía constituye una barrera para los vientos alisios del nororiente, lo cual explica las grandes acumulaciones de arenas en el flanco expuesto a las corrientes. Dichos vientos, provenientes del mar y saturados de humedad, ascienden al encontrar la barrera, se enfrían y la humedad se condensa formando nubes de tipo cumulus o lenticular durante el día y nimbostratos en la tarde —entre las 5 p.m. y las 7 a.m.—, cuando una espesa nube cubre la serranía por encima de los 550 m de altitud. Las nubes cargadas de humedad son impulsadas por los vientos a través del bosque y las gotas de agua son interceptadas por la vegetación y se deslizan por los troncos hasta alcanzar el suelo. La humedad del bosque de niebla se debe principalmente a la interacción permanente entre la vegetación y la nubosidad.

Tres especies vegetales dominantes com-

prenden el 79% de los árboles y fisionómicamente son muy similares. El conjunto de la flora, según las colecciones botánicas hasta ahora realizadas, comprende unas 349 especies; de éstas, en el bosque nublado se hallan 20 plantas inferiores o Pteridófitas —incluyendo helechos arborescentes— y una especie de helecho epífito de la familia Hymenophyllaceae, adaptado para absorber agua de la niebla, dos especies del género Zamia, 37 monocotiledóneas y 62 dicotiledóneas. Esto nos indica que el bosque nublado es el más diversificado, con 121 especies.

Dentro de las monocotiledóneas se desta-

can unas 10 especies de orquídeas, 2 de platanillos, 3 de bijaos, 4 aráceas y 9 bromeliá-ceas epífitas —comúnmente llamadas quiches— que se destacan por la profusión de individuos y por su capacidad de almacenar agua en las axilas de sus hojas.

El flanco suroccidental de la serranía es en

general menos húmedo y en el flanco nororiental del macizo central, entre los 50 y los 400 msnm, crece un bosque deciduo, es decir que pierde su follaje a pesar de que tiene características propias de ambientes ligeramente húmedos —caducifolio

Los bosques siempre verdes de la serranía florecen al comenzar las primeras lluvias. Sus especies, generalmente subxerofíticas, están adaptadas para vivir en condiciones climáticas extremas.

higrotropo-fítico—, con sotobosque muy ralo y escaso. Allí se encuentran, entre otros, árboles como el resbalamono o indio desnudo y el quebracho.

El bosque seco, desarrollado en declives protegidos del viento, está ubicado entre los 250 y 550

msnm, sobre mantos de arena. Hasta los 200 m de altitud, se encuentran bosques espinosos subxerofíticos, típicos de las planicies de la Guajira, entre cuyos elementos más característicos figuran

La composición faunística de Macuira no es muy variada si se compara con la de otras sierras y serranías del sistema montañoso periférico; sin embargo, dentro del contexto desertico de la península de la Guajira es un verdadero oasis de vida.

olivo, tuatúa o yatchua, trupillo dividivi o ichi, atupa, aromo, cacho de cabra o murray y otras legumi-nosas. Dentro de las cactáceas, se hallan el cardón yosú o de Iguaraya, el tunito o janche, el pitayo, o pita–jayo y el guamacho.

FAUNA

Con excepción de las aves y las mariposas, la fauna del área ha sido poco estudiada. En cuan

to a mamíferos, en el bosque nublado se conocen ardillas; un primate, probablemente Cebus albi-frons de evidente origen andino; dos felinos: el tigrillo y el gato pardo; saínos y venados que figuran en los reportes de cacería.

Como ocurre con la avifauna y con la flora del bosque enano, el resto de la fauna observada en

Macuira revela un bajo nivel de especialización y un bajo endemismo, comparado con otros elementos del sistema montañoso periférico de Colombia. La mayor parte de los indicios señala que el bosque nublado de Macuira es de origen reciente, como se deduce de la peculiar composición de la flora, caracterizada por una alta proporción de especies invasoras cuyo nivel de transformación genética es aún insuficiente como para haber logrado establecer especies propias o diferentes en términos de endemismo.

Dentro del área pueden señalarse numerosas aves, de las cuales cinco corresponden a subes-

pecies endémicas: la guacharaca, el cucarachero, el azulejo nectarívoro y el barranquero amarillo.

Se encuentran 16 especies de aves asociadas con ambientes acuáticos y otras 67 están clara-

mente asociadas a los diferentes tipos de bosques.

La mayor concentración de estos ejemplares se ubica entre la zona intermedia y el bosque ena-

no de niebla, aunque en las épocas de verano intenso hay una propensión a la disminución paulatina de su presencia.

Según las investigaciones realizadas, la avifauna de Macuira pertenece, en términos generales,

a la fauna del Caribe —región Guajira–Paraguaná—, particularmente a las tierras bajas colombo–venezolanas, aunque existen algunas especies que tienen clara afinidad con los llanos y con algunas zonas de los valles interandinos de los ríos Magdalena y Cauca y en muy poca proporción con los Andes.

Entre los mamíferos hay algunas especies de murciélagos que se destacan por haber desarrolla-

do una magnífica adaptabilidad a los diferentes tipos de bosque y al follaje tupido; para cualquier otro mamífero habría sido imposible sortear con habilidad el entretejido espacio de árboles achaparrados y retorcidos con una densa cobertura, propio de la Macuira.

Estos roedores alados pueden alcanzar una velocidad de 80 kph, con más de 10 aleteos por se-

gundo, durante sus faenas nocturnas; emiten entre 80.000 y 120.000 oscilaciones de impulsos ultrasónicos, para poder movilizarse hábilmente por el sotobosque, el follaje y el dosel. Este radar alado puede localizar su presa en medio del vuelo y en total oscuridad, guiándose por el ultrasonido emitido desde su laringe, provista de una fuerte musculatura que le permite producir señales —característica de los murciélagos microquirópteros— y recibir su eco en el tímpano, logrando así el efecto de un sonar que le permite ubicarse espacialmente y localizar los demás objetos que hay a su alrededor. Algunos pueden emitir la señal, no por la laringe como los anteriores, sino por las narices y en tal caso se denominan murciélagos rinolófidos. Pero independiente de que se trate de uno o de otro sistema de emitir los impulsos sonoros, los murciélagos pueden, a diferencia de los radares diseñados por el hombre, variar a su antojo la longitud de onda, lo cual les permite adaptar su velocidad de vuelo y la escogencia rápida de su objetivo, entre varios componentes móviles.

En Macuira, además de las aves, los murciélagos cumplen un papel importante como poliniza-

dores; además de las varias especies de nectívoros, en la serranía también se encuentran insectívoros y carnívoros, aunque no se descarta la presencia de una especie hematófaga, que se alimenta de sangre de otros animales.

Estos quirópteros pueden considerarse los amos y señores de la noche en la Macuira, hasta que

sale el sol en el horizonte y no representan ninguna competencia para las aves de la serranía, todas ellas de hábitos diurnos.

LA CULTURA

La península de la Guajira durante siglos ha estado habitada por los indígenas Guajiros, pertenecientes a la familia lingüística Arawak. Otros dos grupos de la misma familia lingüística han sido señalados en la Alta Guajira: los Kaketíos o Tamudes y los Cosinas o Kosinas, ya desaparecidos.

En la base de la Serranía, habitan en la actualidad comunidades indígenas Wayú. La econo-

mía de subsistencia de los indígenas de la región depende de cultivos muy localizados y de la ganadería: caprinos y bovinos.

En la periferia existen algunas rancherías y los asentamientos más importantes son Nazaret o

Akuwai, donde se halla una misión Capuchina localizada al nororiente del cerro Guareche y Siapana, al sur del macizo central de la serranía.

Desde tiempo atrás los Wayú han sido básicamente pastores, pero antes de que los españoles

introdujeran los caprinos y el ganado bovino, tenían una economía de pescadores, cazadores y recolectores, dadas las enormes limitaciones que impone el medio natural. Desde un pasado inmemorial, los guajiros han mantenido relaciones con los pueblos Yuko y Bari de la serranía de Perijá, así como también con los Koguis y Arhuacos de la Sierra Nevada de Santa Marta. La evidencia arqueológica de la Alta Guajira es fragmentaria; se relaciona con elementos de la Tradición Horno, cuyo auge cultural y demográfico se logra en las estribaciones de la Sierra Nevada desde el siglo IV. Así mismo, hay una estrecha relación con los materiales de la Tradición Salmodie del lago de Maracaibo en Venezuela, cuyas culturas estuvieron siempre ligadas a la horticultura y a la pesca.

CONSERVACIÓN

La mayor parte de esta geoforma costera fue declarada Parque Nacional Natural en junio de

1977; su extensión aproximada es de 25.000 hectáreas y es uno de los pocos lugares, junto con la Sierra Nevada de Santa Marta y el Parque Tayrona, donde se presentan bosques enanos.

De hecho, los bosques secos tropicales, sin considerar la importancia particular de los otros eco-

sistemas de Macuira, tienen un significado enorme para el país, así como los otros ecosistemas que lo componen como el matorral desértico subtropical, el monte espinoso subtropical y el bosque seco subtropical.

Se hace necesario prestar una mayor atención para la protección de estos bos-

ques que han sido casi totalmente destruidos en Colombia; actualmente queda me- nos del 1,5% del área original.

Esta historia, con fotografías incluidas, autoría de Camilo Gómez Durán, la

hemos tomado de http://www.imeditores.com/banocc/sierras/cap7.htm

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