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TIEMPO PARA POETAS, POESÍA Y MAGIA SURREALISTA
PRÓLOGO
Carl Whitaker

Psiquiatra

estadounidense

1912-1995

Definía la psicoterapia como ‘una situación donde una persona (terapeuta) actúa actualizando el proceso de crecimiento de otra (paciente), y llevándola a un mayor nivel de capacidad adaptativa’. Modificó el psicoanálisis ortodoxo y creó la psicoterapia experencial. Fue pionero de la Terapia de Familia.

En la Casa de la Cultura Abelardo Forero Benavides de Facatativa, los poetas Jotamario Arbeláez, Jorge Valencia Jaramillo, Adriana Hernández, Antonio Quintero Palmera Iván Contreras y Eduardo Loaiza para una noche mágica.

rechazó la oferta.

Antonio Quintero Palmera es polifacético, no hay duda, y por eso es que… —y lo reitera él mismo— sus fami-

liares y amigos más allegados no entienden por qué se cree tímido si resulta muy ameno un compartir con él, si es agradable estar a su lado y si representa un tremendo aprendizaje abordar cualquier tema con él.

Él mismo estima que se ha encargado de darle mate a muchos trabajos por esa ‘incapacidad de mantener con-

versación’. Y así las cosas, considera que ha de necesitar ayuda de la psicología para entender qué sucede. Sí, psi-cología —el experto es él—, para determinar las causas de ese cuento que se está creyendo y que no deja de sor-prendernos. Claro que nos sorprende, si hemos asistido a lo fabuloso que han resultado sus comparticiones con El Muelle Caribe, todo un día, primero, y, toda una tarde, esta tarde de sábado 27, después, y si él mismo nos ha di-cho que respondió con fluidez al incisivo cuestionario de la periodista e investigadora de la Universidad Nacional Luz Estela Millán… Sí, la señora que hubo de dedicarle muchas horas de estudio a la obra ‘Perfiles psicológicos en Cien años de soledad’ en la búsqueda de los comportamientos de la naturaleza humana descritos por Gabriel García Márquez en toda su obra, en medio de los meros afanes del Nobel, según expertos en el tema, de mantener una constante inducción hacia el despertar de conciencias en procura de la paz en Colombia. La interpretación que Luz Estela le dé a la obra, y a todo cuanto le respondió Toño, habrá de resonar en los recintos del Palacio Municipal del Ayuntamiento de Oslo, capital de Noruega, durante la próxima entrega del premio Nobel de la paz al presidente Juan Manuel Santos.

Qué rato tan fabuloso ese que, a Claudia Marcela y a mí, nos han regalado Toño y Josefina, sin movernos del

lobby del hotel Teusaquillo Boutique: hubo vino, delicioso vino —cinco, seis copas— pero la borrachera era de palabras. ¡Fluían! Sí, seguían fluyendo porque la noche anterior, noche de poesía en la Casa de la Cultura de Facatativá, noche de magia literaria, también noche pasada por agua, “¡qué noche!”, así la consideraron ellos, había de ser la excusa perfecta para encauzar esta última entrega, la entrega final del seriado ‘¡Fluyan, palabras!’...

En efecto, lo ha sido.

De Bogotá a Facatativá no son más de 90 minutos andando en carro

particular. Y rodar en grupo durante 90 minutos dentro de un vehículo sin que se emita no más de un par de palabras —un grupo para el cual la pala-bra ha de ser el arma a esgrimir— podría constituirse en una experiencia con visos de surrealismo.

Y si en ese carro viajan dos de los protagonistas de una ‘Noche de 

poesía y magia literaria’ y el sonido casi total que lo invade es el del silencio —acompañado del rugido sostenido del motor y los rumores exteriores de la lluvia—, la cosa pinta para sobrepasar lo real… Y no ha de resultar ab-surdo pensar que los viajeros debían de ir bien ensimismados, paseándose por lo irracional de su propio ser, desarrollando diálogo interior, compartien-do sus cuitas entre el pensamiento y el subconsciente. O entregados a re-pasar el ritmo y las tonalidades que había de darle a la lectura de sus poe-mas... Pudiera ser, sí. Porque es que tales viajeros eran Jotamario Arbe-láez —un inacabable, inagotable poeta, procedente de las entrañas mismas del contestatario nadaísmo creado por Gonzalo Arango— y Antonio Quinte-ro Palmera —un psicólogo, poeta, escritor, compositor y hasta cantante aficionado, barranquillero para más señas—, ambos con sus respectivas consortes: Claudia y Carla Josefina. Entre Bogotá y Facatativá, ellos se abstuvieron de hacer tertulia rodante.

Bueno, a la postre, véase este pasaje como un silente preámbulo para

una noche cargada de palabras en la Casa de la Cultura Abelardo Forero Benavides de Facatativa… Que la página web de la Alcaldía de este

El público correspondió, a pesar de la lluvia. El recinto dispuesto en la Casa de la Cultura tuvo cupo completo. Valía la pena: había lluvia de poemas.

millo, de Adriana Hernández, Iván Contreras y Eduardo Loaiza.

No más de cien asistentes a la Ca-

sa —cupo completo a pesar de la lluvia— para que se extasiaran con la materializa-ción de objetivos del gobierno municipal, propiciador del certamen: una exposición de los mejores versos para deleite de to-dos, generación de espacios que pro-muevan la cultura en Facatativá, sensibi-lización a la población sobre la importan-cia de la lectura y reconocimiento de las diversas visiones del mundo que surgen desde la poesía.

Para el psicólogo Antonio Quintero

Palmera, obvio escenario para que entra-ra en función ‘la atención flotante’. La captación de ideas que para unos no tie-nen gran significación, pero que para o-tros puede resultar lo más importante de un conversatorio. Y en este caso lo era poético.

Y como uno de los objetivos de esa

noche mágica era sensibilizar a la pobla-ción sobre la importancia de la lectura, a-

El cartel poético, a manera de libro, toque poético, para el recuerdo de una noche especial en Facatativá.

municipio, uno de los 116 que tiene Cundinamarca, pregona que “En Facatativá, la poesía se tomó la palabra”. Y ocurrió la noche del reciente viernes 25 de noviembre.

—Una noche muy especial —había de decir Toño allí en el lobby del hotel.

—Maravillosa noche —había de subrayar Carla Josefina.

Gran parte de la conversación del encuentro en el lobby del hotel giraría en torno a la experiencia cultural de la

noche anterior, desde la perspectiva de dos testigos de excepción: Toño y Josefina. Porque además de Jotamario y Toño, la exposición oral de algunos de sus poemas correría también por cuenta del exministro Jorge Valencia Jara-

quí cabe algo que, con anterioridad, nos había dicho Toño, cuando se había hablado de ‘la atención flotante’: “La lectura genera un cambio, da un nuevo concepto”, había expresado.

La noche, definitivamente, resultaría siendo mágica, de acuerdo con la apreciación de la pareja. Porque, ya de

regreso a Bogotá, los noventa minutos de recorrido resultaron excesivamente cortísimos para el flujo de palabras. Claudia y Carla Josefina, por un lado; Jotamario y Toño, por el otro, todos hablando sobre el tema que los identifica y sobre muchos otros temas y personajes, especialmente del Caribe, la región del psicólogo y poeta viajero.

—Jotamario me dijo que le habían gustado mis poemas —ha comentado Toño. Y lo ha disfrutado con la ale-

gría de aquel estudiante que ha aprobado el curso con sobrados méritos. La dicha —que ahora sí ameritaba un brindis con vino tinto— no era para menos: tal concepto surge del renombrado poeta, escritor y columnista, excelso nadaista eterno y ganador de premios, entre otros, como el nacional de poesía La Oveja Negra, 1980; el de poesía Instituto Distrital de Cultura, 1999, e internacional de poesía Valera Mora, en Caracas, 2008: José Mario Arbeláez Ramos, más conocido por el pseudónimo Jotamario Valencia.

obtenidas, elaboró una ficha psicológica de cada uno de ellos. Él explica que, como una novedad, allí utilizó la psicología evolutiva y la trazó en algunos de los personajes. “Algo que no se había realizado antes”, ha dicho.

Tras haber escrito ‘Perfiles psicológicos en Cien años de soledad’: José Arcadio, padre e hijo, Úrsula, Rebeca,

Amaranta y Aureliano, estudió a otros dos protagonistas, los que, a lo mejor, se incluirán en una próxima edición de la obra, que ya lleva dos. Desde esa dinámica ha explicado cómo se construyó la historia, ha puntualizado todo lo psicológico inmerso en la obra de García Márquez, ha expuesto brevemente el comportamiento de cada uno de los personajes, especialmente Rebeca, y se ha declarado dispuesto a entrar en discusión con el público.

—El libro está siendo utilizado en facultades de psicopatología —ha dicho—. Incluso algunos amigos que rea-

lizan cine lo usan para hacer talleres.

Toño es ‘garciamarquiano’ hasta más allá de todo lo imaginado e imaginable, de todo lo ‘inimaginado’ e inima-

ginable. Sobre esa pasión, también ha elaborado un trabajo de lecturas psicológicas en la obra de García Márquez —lector consagrado de tres tomos de Sigmund Freud—, que aspira publicarlo por fascículos, mediante los cuales podrá hacer divisiones de toda la obra del Nobel de Aracataca.

La relación de la producción de Quintero Palmera con la de García Márquez terminó siendo, en algún momen-

to, como un vicio, razón por la cual tuvo que parar por un largo rato porque —aun con todo su bagaje académico como psicólogo—  se sentía delirante.

La entrega casi total al estudio de los textos de García Márquez le permite asegurar que todo lo escrito y publi-

cado por ‘El hijo del telegrafista’ tienen un bagaje psicológico muy amplio. Cree que si García Márquez aun viviera le estaría diciendo a él, a Antonio Quintero Palmera, que “¡has hablado más mierda que yo mismo!”.

Esa entrega le permite afirmar también que en ‘Memoria de mis putas tristes’, “Gabo trata la psicopatología

de la prostitución y consigue que el lector se relacione y entienda esto”.

Ha dicho que ‘Perfiles’, con una dirección bastante lacaniana y algunos elementos de Melanie Klein, Carl Jung

y de Freud, tiene influencias psicodinámicas y sistémicas. Busca ver lo sistémico y su relación con lo psicodinámico. Y él, Toño, busca dibujar esta relación, razón para que haya recurrido a los CD’s: ocho cuentos de García Márquez musicalizados en ritmos caribes —por primera vez, bajo esas pautas, versión libre—: son cubano, bachata, meren-gue, fandango, son de negro, chalupa, cantos y rondas infantiles basados en ocho pasajes de Cien años de soledad.

—Incluso, busco la relación de mis raíces con todo el proceso de Gabito y los elementos psicológicos —ha

puntualizado. Y en esa búsquea de la relación de sus raices con el proceso garciamarquiano, a manera de parénte-sis contextualizador, ha recordado que su padre adoptivo o padrino de crianza tocaba trompeta y clarinete. Y a él ha de dedicarle su libro de cuentos ‘De monjas, clarinete y gatos’, el cual será presentado en Filbo 2017, en medio de la distribución gratuita de tres mil ejemplares de la revista ‘Mariamulata’.

Gracias a ‘Perfiles’ fue invitado a la Feria del Libro My bookexpo, en Nueva York, organizada por Jacquelin

Donado, donde le fueron concedidos 15 minutos para presentar su obra. El tiempo de exposición fue extendido cuando se observó la profundidad del trabajo y al día siguiente se le dio la oportunidad de sentarse con el público a explicarlo en detalles.

Este personaje Caribe —con el decidido respaldo de su fan número uno, de su compañera, amiga y amante

Carla Josefina Barros— ha de seguir construyendo. Y a lo mejor vendrá otra producción musical —a lo mejor en versión mejorada— para el Carnaval de Barranquilla, el carnaval del mundo, el Carnaval de la Vida: ‘Marimonda colorá’. Y a lo mejor vendrá también una película con guion hace largo rato escrito por él. Y a lo mejor el libro de cuentos ‘De monjas, clarinete y gatos’...

—Antonio ha de ser constructor en todos los géneros de la comunicación —ha vaticinado Josefina o Carla Jo-

sefina Barros, su compañera. Y, de pronto, hasta su mánager.

Por ahora, disfrutemos de ‘Poemas para leer de pie’, ‘Palabra insepulta’, ‘Poesía a tres voces’, ‘Perfiles psico-

lógicos en Cien años de soledad’, ‘Fe de erratas’, ‘Fe de vida’, ‘En boca de terceros’, ‘¿Quieres que te cante un cuento?’, ‘Macondo, un canto de niños’, ‘Dime qué quieres’, ‘Qué te pasa corazón’, ‘Besitos de telenovela’, ‘Flor prohibida’, ‘Sembrando caminos’, ‘Salsa y montuno’ y ‘Rico carnaval’: poemas, prosa, psicología, canciones, rondas infantiles…

Construcciones de Toño, polifacético a morir.

FIN

cia lacaniana —él es lacaniano al ciento por ciento y algo más— y que esto le ha ayudado en su labor como psicólo-go clínico.

En 2015, en desarrollo de la Feria del Libro de Bogotá, conoció a un coronel del Ejército encargado de la for-

mación sobre entrevista y contra-entrevista para los militares. Al coronel —que se especializa en lo forense y es un experto en entrevista psicológica— le llamó la atención el libro ‘Perfiles psicológicos en Cien años de soledad’ y lo etiquetó cómo una actividad lúdica. La idea era que se les expusiera a los militares los personajes del libro y, poste-riormente, estos le hicieron a él, a Toño, una entrevista, pero como si él fuera los personajes literarios psicoanali-

dos: José Arcadio, padre e hijo; Úrsula, Rebeca, Amaranta y Aureliano.

Más que agradables anécdotas, muchos de los momentos que ha vivido Toño han sido como enseñanzas de

vida y campos de acción para su especialidad.  De ahí que traiga a colación el encuentro que sostuvo con un aboga-do, a quien ayudó a resolver un caso. Al revisar el alegato, el psicólogo se dio cuenta de que una de las respuestas dadas por el psiquiatra que trabajaba en el proceso no estaba relacionada con la patología del paciente. Al exponér-selo al abogado, este le pidió que escribiera sobre lo descubierto, razón por la cual Antonio Quintero Palmera elabo-

jetas que decían “Anto-

De niño escribía tar-

nio Quintero, Psicólo-

versidad de Buenos Aires”.

go Clínico de la Uni-

El psicólogo, poeta, escritor, compositor y hasta cantante Antonio Quintero Palmera, en animada mesa redonda en Teusaquillo con Claudia Marcela Orellano Silva, José Orellano y Juan Carlos Rueda Gómez. ¡Fluyan palabras, carajo!

Crecía en medio

barrio San Roque de Ba-

del populoso rumor del 

rranquilla, mientras su crianza corría por cuenta de sus padri-

nos de bautismo.

Su primer acercamiento

con la psicología ocurrió a sus 7 años. Sus padrinos criaban perros policías y aves y él se dedicaba a observar el com-portamiento de estos animales y, yendo más allá, participaba en el adiestramiento. En medio de este ambiente, captó los modos cómo se desarrollaba el comportamiento sexual de tales animales —conductismo,

visto en términos de estímulo-respuesta—, incluso minutos después de su nacimiento. Años después, uno de sus profesores le obsequiaría un libro de psicología escrito por Carl Whitaker, en el cual encontró respuestas al comportamiento de los animales. Un hecho que lo metió de lleno en la psicología.

Era estudiante de bachillerato y uno de sus profesores, Jenaro Pérez, le ‘decomi-

só’ su tarjeta de identidad —en aquella época el alumnado siempre debía tener a la mano la tarjeta o el carné escolar— y le dijo que se la devolvería cuando terminase de leer el libro. Toño asegura hoy que aquella lectura le ayudó en su entrevista para la universidad, porque le permitió hablar con propiedad sobre el tema. Estudió en la Me-tropolitana, la cual —precisa— ostentaba una gran influencia conductista. Por la época de sus estudios allí, la Universidad se encontraba rodeada de argentinos, chilenos e italianos. Los profesores eran bastante conductistas, con grandes influencias del psicó-logo estadounidense B. F. Skinner. Su primer trabajo había de estar relacionado con la psicología del aprendizaje.

Antonio Quintero Palmera —quien hubo de ayudarse para sus estudios y su gra-

do vendiendo libros de la editorial Planeta— tiene la certeza de que las charlas con sus compañeros universitarios le ayudaron posteriormente en su labor como profesional de la psicología social. Salía de las discusiones, la Metropolitana tiene su clínica, escenario para algunos debates, a trabajar en el Instituto de los Seguros Sociales, ISS.

—Una oportunidad lúdica, al tiempo que me pagaban —ha dicho Toño.

Con el ISS laboraría durante 23 años.

Hace diez años, Toño debió explorar el campo de la psicología ambiental: le ha-

bían ofrecido participar de un proyecto que buscaba proveer energía eléctrica a ciertas regiones y él tuvo que prepararse para afrontar el reto. Había que deforestar algunas regiones a fin de ejecutar un proyecto eléctrico y a él se le pidió recorrer la Costa Cari-be para que —en aplicación de la psicología social— fuera a explicarles a los habitan-tes de determinados lugares lo que había de ocurrir, positivamente, cuando la energía eléctrica se hiciera en sus regiones.

Toño —que en el ejercicio de su profesión también ha explorado un poco de psi-

codrama: psicología humanista o sistémica—, es desarrollista social de la Universidad del Norte, aunque no ha entregado su tesis. Este logro académico le da una visión más amplia del aspecto social. Él ha precisado que un mes después de haber terminado la Universidad le pidieron dar conferencias acerca del tema, en jornadas que sumaran 90 horas, y gracias a su experiencia leyendo libros, interpretándolos y haciendo resúmenes, se le facilitó la tarea: dio la serie de charlas en Valledupar.

Ha dicho que siempre ha estado dispuesto a conocer un poco más de la influen-

ró una nota explicándolo todo. Años más tarde había de encontrarse con el abogado para que este le dije-ra que gracias a su concepto psicológico se ganó el caso, en el cual el juzgado era un militar.

Dos situaciones —entrevista a los militares so-

bre los personajes de Cien años de soledad analizados en ‘Perfiles’ y el concepto psicológico en torno a una patología— que lo llevaron a trabajar, haciendo peritajes, con los militares: estudiaba la reacción del militar luego de su respectivo entrenamiento.

Sobre la obra cumbre de García Márquez,

Quintero Palmera ha practicado psicoterapia breve a los personajes. Y en su ejercicio profesional sobre el realismo mágico de García Márquez, material para producir ‘Perfiles psicológicos en Cien años de soledad’, decidió otorgarles 45 minutos a cada uno de los seis paciente literarios para que respondieran ciertas preguntas ya pautadas. Sobre las respuestas

El psicólogo, escritor, poeta, compositor, cantante, productor, humano, tiene en Carla Josefina su fan número uno.

racol, Arcadia, El Tiempo, la Uni-versidad Nacional. Y, por deseo del propio Antonio, El Muelle Caribe. Amplio despliegue en todos esos medios a todo cuanto construye el intelectual barranquillero.

Y entonces, de aquel primer

encuentro traemos ahora para el e-pílogo, una confesión de Toño: por esa especie de timidez para rela-cionarse socialmente que él cree cargar, ha perdido muchas oportu-nidades productivas de ingresos. U- na de ellas, la vez aquella en que, lo asegura él mismo, estando en compañía de Juanka, empezó a cantar y el extinto Tito Gómez lo es-cuchó —un tema de la propia auto-ría de Toño— y le pidió dejarlo gra-bar tal canción. El psicólogo, poeta, escritor, cantante y compositor,

Recuerdo del primer encuentro, foto tomada por José Orellano: Juan Carlos Rueda, Claudia Marcela Orellano Silva, Antonio Quintero Palmera y la periodista e investigadora de la Universidad Nacional Luz Estela Millán.

Antonio Quintero Palmera y Carla Josefina Barros.

De epílogo,
de poesía y
de prólogo...

¡Fluyan palabras! (final)

CON

Toño y josefina

Llovía, diluvianamente llovía.

No había sitio de Bogotá y su 

entorno —tarde de sábado, el últi-mo de noviembre— que escapara a la repelencia climática, una y otra vez repetida, de noche, de mañana, de tarde: a cualquier hora, en las últimas semanas.

Habíamos almorzado en casa y

justo en el momento de confirmarle a Toño, vía WhatsApp, que ya salíamos para el encuentro con él y su compa-ñera, Carla Josefina Barros, comenzó a descuajarse el cielo paramuno en gruesos chorros de agua-lluvia.

Guarecidos bajo sendos paraguas, hubimos de correr por el puente peatonal de la estación ‘Calle 187’ de

Transmilenio no solo para disponernos a sumarnos a la cola-espera del articulado rojo que nos acercara hasta don-de la pareja de amigos nos esperaba —a más de 150 cuadras de distancia— sino para evitar la empapada plena: grosero aquel aguacero: ¡no respetaba ni al más ancho y sofisticado de los paraguas!

Para la aparición del ‘transmi’ correspondiente hubieron de transcurrir larguísimos minutos —llovía— y las casi

dos horas que el avance del largo bus había de gastarse para cubrir el trayecto hasta nuestro destino, estuvieron metidas en agua. ¡Agua y más agua! Pero la prioridad era una sola: ir a encontrarse, a como diera lugar, con las amistades.

—Llueva, truene o relampaguee ¡tienen que ir!—hubiera sentenciado, imperativa, doña Evelina Dolores, la que-

rida vieja.

Llegamos a la estación ‘Avenida 39’ y lo menos recomendable era acampar allí a esperar que escampara: era

más el agua que, arrojada contra los usuarios por las llantas de los vehículos que —a la lado y lado, pasaban raudos—, se metía por las hendijas de la armazón de hierro y vidrio… Razón más que justificada para que prefiriéramos bajar hacia la calle con la remota esperanza de alcanzar un taxi que nos llevara al hotel Teusaquillo-Boutique, tan solo a cinco cuadras, allí en el noroccidente del centro histórico bogotano. La verdad: solo un auténtico milagro facilita que los pilotos de los zapaticos amarillos recojan pasajeros cuando diluvia y como el milagro no se dio, nos vimos abocados a realizar paseo peatonal bajo la lluvia por calles y callejones del icónico sector bogotano, mismo que por allá por 1935 era, cuenta la historia, de los pocos que tenían acueducto, alcantarillado y alumbrado público. Por sus calles hubimos de pasear ‘emparaguados’ y expectantes ante los carros que pasaban: sus conductores no respetan al andante de andenes y lo bañan o salpican sin compasión, pero sí con cierta fruición. A la carrera mar teníamos que huir al sentirlos venir para evitar ser alcanzados por el agua pluvial lanzada por el veloz tránsito vehicular.

—Te apuesto a que apenas entremos al hotel deja de llover —le dijo, premonitorio, el padre a la hija.

—Seguro que sí, pá —respondió la chica, coautora de este trabajo.

Y en efecto, así había de ocurrir: apenas traspasamos el umbral del acogedor sitio de hospedaje amainó el

‘aguacerazo’ de algo más de dos horas y media. Mientras tanto, a lo largo y ancho del Distrito Capital se reportaban, una vez más, graves emergencias: árboles caídos, inundaciones en largos tramos de arterias vehiculares y en sóta-nos-parqueadero de algunas edificaciones residenciales —estratos bajo, alto y medio también—, al tiempo que el sol comenzaba a asomar: ‘sol de conejo’, lo llamábamos de pelaos en el terruño: momento propicio para cazarlos de certero golpe en la cabeza con trozos de palo de escoba. Para entonces, tal roedor no estaba en vías de extinción y su caza era permitida y abierta. Y el guiso de conejo en salsa de coco, una delicia.

El psicólogo, compositor y poeta barranquillero Antonio Quintero Palmera había llegado el día anterior en com-

pañía de su ‘fan número uno’, Carla Josefina, y vino a la capital de la República con el propósito de ‘encarretarse’ —misión satisfactoriamente cumplida— con gente afín con una de sus pasiones. Gente de mucho peso.

Ahora, Toño y Josefina han bajado al lobby del hotel, hemos entrelazado afectuosos saludos y, con un solo

cambio de contertulios, Josefina y no Juan Carlos Rueda Gómez, nos aprestamos a seguir desarrollando mesa re-donda en pos del flujo de las palabras.

—Lo bueno de tu seriado —había de decir Carla Josefina— es que vas presentando la obra y, al tiempo, haces

sonora la voz de Antonio. La mayoría de los enfoques se han ido solo por la obra.

Este ha de ser el segundo encuentro de El Muelle Caribe con Toño. El primero se había dado cuando él había

venido a Bogotá aferrado a la dinámica relacionista y la positiva locuacidad de Juan Carlos —una virtud de este ‘ca-zador de historias periodísticas’ que logra abrir hasta la puerta más atascada—, quien había de asesorarlo y había de hacer los contactos oportunos para una ronda promocional que, sobre su integral actividad intelectual, vino a cumplir Toño con medios de comunicación nacionales. Los resultados no pudieron ser más efectivos, sobre todo frente a esa creencia del amigo psicólogo de que él no es muy bueno manejando las relaciones sociales: RCN, Ca-

Por José Orellano y

Claudia Marcela

Orellano Silva

EPÍLOGO
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