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Gozadera en Soledad

MUERTE

¡Redivivo!

Cróniquilla de Cochongondo

Fotos: Aymee Abdo-Luis 'Chino' Higuera

  y www.carnavaldebarranquilla.org/

en el

rito

de la

¡y el goce

REINAS

Con

soledeño...!

dieran vida a la muerte.

Ese día, Día de San Sebastián —con especial recordación para él: es el día en que cumplía años su abuela ‘Chana’, Sebastiana Hernández de Orellano—, el director se despelucó. Y allí, en la tierrita, fue sensación su ‘paraco’, como le decía ‘mamá Ina’ a la cabellera siempre rizada y entonces negra azabache de su hijo el director, o su ‘paraca de plata’, como días después le diría en Santa Marta su buen amigo el director de comunicaciones de la Alcaldía Distrital Rafael Rodríguez Santana. Aquella noche no faltaron femeninas manos atrevidas que mechonearan al director, creídas ellas de que se irían con una peluca color plateado… Y que al haber fallado, jalaban y jalaban como si quisieran llevarse un mechón. Es que esa luenga cabellera del director causa sensación entre quienes no lo conocen al ciento por ciento.

Nuestro jefe se dejó atrapar entonces por la desfachatez y la gozadera que imperan todos estos día en Barranquilla y su entorno atlanticense —metropolitano—, previas a los cuatro días de la locura colectiva en que anualmente caen estas tierras durante esas benditas 96 horas seguidas de jolgorio, anteriores al comienzo de la Cuaresma, circunscripción territorial, horas regidas solo por las disposiciones de Momo y sus reinas. Que en Soledad es Kelly Álvarez, quien ya fue coronada el 22 de enero por la reina del Carnaval de Barranquilla Marcela García Caballero.

Desde tiempos memoriales, enero de los años 50 y hasta 70-siglo XX, después del 20 de enero, en la Soledad de butifarras y merecumbé, décimas y cumbias, el campanero del pueblo Edgardo Pianetta y el gran ‘Cristico’, en medio de noches que para entonces sí eran auténticamente heladas —heladas desde diciembre hasta marzo—, el director no asistía en su tierra natal al rito que, por aquella época, tanto lo apasionaba en antaño por lo terrorífico: la salida de la muerte, una sola, el disfraz que, todos los ‘días-víspera’ del Carnaval, se paseaba con su guadaña y no permitía niños en la calle después de 7:00 de la noche.

Este 20 de enero de 2016, apenas sus oídos comenzaron a llenarse de sonidos de Carnaval, el director arrojó a un lado la artificiosa compostura, aplazó su recogimiento nocturnal, se engulló una veintena de butifarras con bollo de yuca y se entregó, desde su alma de goce eterno, al ‘Ceremonial de la muerte’ que, dentro de la programación carnestoléndica de Soledad, le siguió al ‘Encuentro regional de Letanías’ que, esa noche, se había cumplido en  inmediaciones de la Inspección de policía del barrio Hipódromo… El ‘Ceremonial de la muerte’ lo tocó y la guadaña fue arrastrándolo hasta cuando él lo creyó oportuno y volvió a mamarle gallo a la muerte, porque hasta se la había bailado...

Tras diez años de ausencia en el Carnaval —a su manera lo había hecho en Bogotá, donde reside, con sancocho de guandú incluido— el director se gozó esa noche, sin beberse un solo trago de licor ni fumarse un solo cigarrillo, que esos solo han quedado atados a los recuerdos de aquellos dramáticos momentos largos de su vida, bien atrás desde hace varios años. Es más: se la gozó por un par de horas sin derrochar alimentos, ya su pelo no necesita maicena.

En el ‘Ceremonial de la muerte’ de la pretemporada carnavalérica de Soledad, desfilaron disfraces, variados disfraces, y no hubo reparos de nadie para bailar con el director o compartir con él, incluso, el lucimiento de un gorro de congo. El director no podía disfrazarse, porque él no requiere de disfraz. Pero emotiva había de resultar la burla escenificada contra La parca… Muertes y muertes, y más muertes, disfraces de muertes, desfilaron en una danza que de pronto no era tan terrorífica como la de aquel disfraz individual de los años 55  al 68, a lo mejor por la ausencia del frío tiritante de entonce y la excesiva presencia de ruido muchísimo más allá de los sonidos del Carnaval, que el reguetón vulgar no es más que otra cosa sino eso: ruido, ¡y hasta malsano!

El director sigue en Barranquilla, dispuesto a volver por sus fueros en batalla de flores por la carrera 43: ‘Guayabo eterno’, pero garantizadamente abstemio; ‘La chiva periodística’, pero sin animal caprino con futuro inmediato imaginado: desangrándose colgado de la rama de un árbol en patio soledeño, después de su degüello —y una olla grande y un caldero inmenso sobre fogones de leña y carbón—, y con su eterna cabellera rizada, ahora pintada de la plata de un sexto piso muy bien ascendido, escalón por escalón, a cinco peldaños del séptimo.

Anduvimos, pues, en una sola y tremenda gozadera. Sintiéndonos de pronto como nueva versión  de ‘hijos pródigos’... Redivivos hasta en el ‘Ceremonial de la muerte’... Al lado del jr. Orellano Ripoll y la sobrina Aymee Abdo Orellano, custodios del director en el rito en el cual él se zambulló en la noche de fiesta en su tierra, la misma de Pacho Galán, de Alci Acosta y Checo, de mujeres bonitas, de Arturo Segovia y el poeta Gabriel Escorcia Gravini, el de la extensa oda a La parca desde las décimas tituladas ‘La gran miseria humana’, que después cantó Lisandro Meza...

El director de El Muelle Caribe había llegado a su terruño, Soledad, y había coincidido con un ritual al cual no asistía desde hacía muchísimos, pero muchísimos años.

Era miércoles 20 de enero y el pueblo —que a duras penas ostenta un trisito de aquel sinnúmero de deliciosas originalidades, le decía él mismo a su admiradora, una hija del inolvidable Benigno Niebles— había puesto sobre las vías soledeñas a un movido grupo de sus habitantes para que, esa noche ya no tan fría como la de añales ha, le

En Soledad, su tierra, el director de El Muelle Caribe se la gozó, tras diez años de ausencia en el Carnaval, en especil dl ritual de la muerte. En Soledad también hay gozadera y la reina de Barranquilla corono a la de Soledad.

El director departió con amigos de antes y de las nuevas generaciones, esas mismas que querían estar en la foto con el hijo pródigo de Soledad.

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