El Muelle
CARIBE
Homenaje perenne al Muelle de Puerto Colombia
Crónicas y Opinión
José Orellano, director
¡Hágase la televisión! (II)
De los night club a los
estudios de Inravisión
Las historias de Arturo López Viñas
Leonor González Mina: primero cantaba en el grill Miramar; Julio Sánchez Vanegas, se las ingenió y creó Producciones JES, y el padre García Herreros impuso su Minuto de Dios, lo religioso en TV con un dulce patrocinio de siempre: Azúcar Manuelita.
Con Pacheco y los hermanos Peñaloza como ejecutivos y productores de Punch TV se inició un emergente de las blancas y las negras: el piano de un joven momposino de nombre Jimmy Salcedo.
Contó con el estímulo de Pedro Balaguera y su grill Miramar, además con la orientación de Jimmy López en su capacidad de proveedor de talento y administrador del popular rincón que cobijó a grandes estrellas del mundo artístico y donde destacaba la máxima autoridad directriz del mejor músico, pianista y arreglista en la persona del maestro Jesús ‘Chucho’ Pinzón Urrea, después sustituido por Alberto ‘Mincho’ Anaya, barranquillero, a quien en su paso contractual por Cartagena, le tocó descubrir el fantástico talento de un niño que, bajo su orientación y enseñanza musical, llegó a ser el mejor exponente del mundo artístico tropical colombiano y del panorama internacional: Joe Arroyo (Álvaro José Arroyo).
También integrantes del medio orquestal del Miramar, destacaron Henry Castro, extinto eximio compositor y vocalista, compañero del grupo orquestal compuesto por Pinzón Urrea director/pianista; Joseito Guerra, Julio Arnedo o Mario René y el músico-cómico chileno Osvaldo Perno Carroll; con Ararat en el bajo y la estridencia rítmica percutiva del querido amigo Plinio Córdoba. Ellos eran asiduos invitados para participar en los distintos programas de variedades que brillaban para solaz y diversión en el mundo de Televisión regentado por ‘Inravision’.
Algunas veces, el maestro Pinzón Urrea, ‘Chucho’, me confería la honra de remplazarlo como pianista, en ocasiones, en uso de sus vacaciones o compromisos donde su presencia era imperativa. ¿Y por qué?, se preguntarán. ‘El Mono’ López (Arty) era reconocido como ‘ágil guataquero’, con oído musical privilegiado y que a la usanza del arreglista director Chucho Pinzón tenía por costumbre memorizar sus escritos de piano, obviando el manuscrito dedicado al instrumento cantante, el piano.
Varias veces y en mis visitas a Bogotá fui pianista invitado, remplazando al maestro Cabarcas, quien amenizaba los intermedios con un repertorio extenso internacional para la audiencia foránea y con trazos de jazz, mi especialidad, algunas veces acompañado por la voz incomparable del Jimmy López.
El Miramar, siendo la cueva de directores y productores de la emergente industria televisiva, muchos capítulos de variedad musical eran amenizados por lo que ellos consideraban ‘The best’, lo mejor en el argot farandulero con avanzada música.
Mis memorias del ambiente musical exponente y apetecido por casas productoras de esa época (1950-1970) están relacionadas con la inclusión de los talentos de los centros nocturnos que eran investidos en la honra de divertir la audiencia de una comunidad atenta a disfrutar la integración familiar frente al tubo brillante y parlante de la TELEVISION.
Fue en el Miramar de Balaguera donde conocí la incursión de ‘La negra grande de Colombia’, Leonor González Mina, tímida e introvertida en sus pinitos vocales, pero la experiencia con estos gigantes acompañantes antes mencionados, le sirvió para escalar en su trayectoria y destacarse en el sacrificado mundo artístico
Con Jimmy Salcedo y Pacheco, afines en nuestra inquietud de amantes del pentagrama musical, colaboré en aquellos programas de ‘El Show de Jimmy de Punch Producciones y después con la empresa ‘DoReMi’, promovido por la iniciativa loca musical del extinto y gran amigo momposino, Jimmy, el de ‘Cante y no cante’ con su grupo experimental de piano blanco y progresiva armonía.
Pero en este capítulo dedicado al centro de actividades de lo que fue la iniciación de la industria que hoy abarca la mayor contribución al folclore y a la cultura de las bellas artes enriqueciendo económicamente el renglón publicitario, no puedo escapar mi atención al personaje que también inició su escalar en el complicado mundo de la música con el estímulo de quienes lo importaron desde su centro de actividades y lo incorporaron en labores de musicalización sinfónica, vistas por la audiencia cautiva de la Tele. Y ese fue Armando Velázquez, quien también siguió la trayectoria de sus predecesores: Pinzón Urrea y Alberto ‘Mincho’ Anaya, en el recinto bailable de la jacaranda y la alegría, la bohemia del Miramar.
Tal vez, todavía recordamos la labor incomparable de un personaje que brilló en las ondas hertzianas, difundidas y transmitidas por lo que se constituyó en la poderosa cadena Caracol: Cadena Radial de Colombia, y en cuya sede radioteatro se destacaban artistas locales e internacionales produciendo variedades amenas en su contenido musical humorístico o noticioso.
Con su talento creativo, locuaz locutor y maestro de ceremonias, Julio Sánchez Vanegas —nuestro querido ‘Cachirilas’— se ingenió en inmiscuirse en la gama de la tele-audiencia creando su propia empresa: Producciones JES, que además de ser presentadores del tinglado de artistas nacionales e internacionales, expandieron sus horizontes logrando la exclusividad de la retransmisión directa, al pie del cañón, de lo que actualmente ocupa una vasta audiencia persiguiendo el medio publicitario, que patrocina el máximo evento de belleza, el espectáculo de la coronación de Mis Universo, que Julio Sánchez Vanegas y su equipo de avezados productores, en intensa labor, promueven: una difusión detallada del mejor muestrario de glamour y belleza en el mundo.
Programas de índole religioso como el del Padre García Herreros y su Minuto de Dios o la picardía humorística que concibió traer a la pantalla chica, el pequeño gigante, también hombre experimentado en la radio pero, con mucho éxito con sus ‘Sábados Felices más de 40 años de humor con la participación de los mejores humoristas colombianos que aportaron su talento para crear la campaña ‘Lleva una escuelita en tu corazón’. Alfonso Lizarazo fue el alma y nervio que, con su gran corazón, disemino felicidad y amor con una selección de famosos humoristas quienes lo acompañaron a la jacaranda de la risa, apetecida en cada hogar donde reinaba el reconocimiento de convivir con la alegría del humor y de la risa…. Y eran ‘Sábados felices.
Lizarazo, con Magda Egas en una época pretérita, producían otro exitoso programa de variedad y entrevistas intitulado ‘Café concertó, al cual fui invitado en ocasiones.
Es mi recuento, son mis ‘recorderis’ sobre la experiencia de haber participado en la etapa de gestación o iniciación de la industria de la pantalla chica, la Televisión. La cual cumple 62 años de haber sido creada y fundada por iniciativa de un visionario en ejercicio del poder que con sus pretensiones de grandeza y disciplina militar amasó fortuna a costa de un despiporrado pueblo que permitió se encumbrara en la jerarquía dictatorial; de todas maneras, fue el General Gustavo Rojas Pinillas, quien nos trajo la pantalla para solaz y diversión.
La televisión, actualmente obnubilando las mentes de toda una comunidad, sujeta a la pobre disposición de producciones sin arraigo en el ejercicio de las bellas artes y la cultura en general.
Y AHORA VAMOS CON EL CARIBE TV
Barranquilla, ‘La puerta de oro de Colombia y de las Américas’, cuna de la aviación y de la radio, ‘La arenosa’ de otros días, ‘Curramba la bella’, la de hoy, sede del ‘Junior… tu papá’ y que es patrimonio oral e intangible de la humanidad, por aquello de ser la capital folclórica con el mejor muestrario de creatividad y talento conjugado en las expresiones vernáculas de un Carnaval diversificado, rico en el legado etnológico de la tri-etnia.
El Carnaval de Barranquilla es la explosión de jacaranda y alegría al ritmo de tambores y maracas con sabor de río y mar y este nuestro medio carnestolendo ñero es reconocido como el segundo, después de Brasil, por su imponente organización de color y de rituales afroides pero… ‘En Barranquilla me quedo’, cantó el Joe Arroyo, y la verdad sea dicha: nuestro Carnaval es más diversificado, rico en cada una de las expresiones que nos trajeron los aborígenes, indoctrinados y enrazados con los importados de pigmentación oscura afroide, dueños de la agilidad corporal que junto con sus comunicativos ardientes ritmos son parte de la idiosincrasia natural del ente costeño caribe.
En los años 20 y 30 del siglo XX, con la llegada de corrientes migratorias europeas: alemanes, italianos y judíos más que todos, quienes se unieron a los aventureros comerciantes provenientes de los países arábicos: libaneses y palestinos a quienes bautizamos como ‘turcos’, generalizando a esta comunidad... todos ellos aportaron su cultura y enriquecieron el ambiente progresivo de la ciudad que les brindaba hospitalidad y ricas oportunidades.
La sociedad costeña de antaño asimiló mucho de las gentes emigradas de ultramar que se establecieron en la urbe dedicados a la industria de la navegación fluvial con el interés del alemán Juan Elber, pionero en utilizar el canal desconocido, vertiente navegable que los indios Mocaná y Chimila conocían como Kariguaña (Río Grande de la Magdalena) en su encuentro Kamach.
Con los inventos ingeniosos de Graham Bell en Norte América, utilizando la megafonía, y el aporte de curiosos físicos en la gama de camarografia y el transporte de las ondas Hertz, Colombia también recibió el impacto de nuevas corrientes de innovadores y creadores que influyeron en la formación de un progreso en la electrónica y la transmisión del fluido eléctrico con códigos que permitían la comunicación a distancia y que conocimos como ‘telegrafía’. La cual fue puesta en práctica en Barranquilla por la compañía americana que precedió al invento local de un estudiante de la ingeniería acústica electrónica cuyo padre, Elías Porter Pellet, cónsul americano, alternaba sus deberes y menesteres consulares con sus prácticas periodísticas, editando un pasquín que intituló ‘The Shipping List’, inteligente periódico que ofrecía una variedad de tópicos en el panorama local e internacional.
Todos estos inventos innovadores que, como la radio y la telegrafía, abrieron cauce para introducir una pujante industria que ha convulsionado el mundo de las comunicaciones hoy regente primordial de grandes empresas dedicadas a difundir y promover la palabra y la obnuvilante pantalla parlante y esclavizante que conocemos como televisión.
Y fue en el año 1929 cuando, después de lustros de dedicados estudios, un mozuelo estudiante de la electrónica con arraigue de sangre costeña —hijo de un gringo con investidura consular que casó con una bella dama de la sociedad barranquillera, en ese engendro nació Elías Pellet Buitrago—, avezado por su curiosidad en la trasmisión del audio, le dio rienda suelta a su aguda inteligencia creativa y se confabuló con aventureros periodistas y amantes de las bellas artes para crear la radio...
De la mano ingeniosa de Elías Pellet Buitrago irrumpieron en las ondas hertzianas como HKD, ‘La Voz de Barranquilla’, primera emisora comercial, aunque algunos historiadores reconocen el nombre de M. Amórtegui como gestor de la banda de onda corta en el perímetro arenoso de Barranquilla.
Próxima entrega: De la radio a la TV Caribe
De la mano ingeniosa de Elías Pellet Buitrago irrumpieron en las ondas hertzianas como HKD, ‘La Voz de Barranquilla’, primera emisora comercial de Colombia.