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Historia maniquea y sin final...

30

DESPUÉS

Deshonra,

luto-dolor,

mentiras...

Me atrevo a contar esto, porque algunos años después del holocausto se recopiló material para saber o intentar conocer qué fue lo que pasó y cómo pasó, material que se difundió en un documental que yo narré.  Incluyo en especial algunas vivencias mías con datos de los hechos, que forman parte de esas nefastas 27 horas, aproximadamente, ‘vividas’ entre el 6 y 7 de noviembre de 1985, cuando la historia nacional cambió, se partió en dos.

Por Edgardo Caballero Gutiérrez

Era una mañana, fría, gris, triste: el ambiente pesado hacía presagiar un día no muy agradable. Y en el Palacio de Justicia de la República de Colombia los encargados de la cafetería comenzaban labores bien temprano.

Yo me preparaba un tinto en mi apartamento en Teusaquillo, por la diagonal 45 con 17, relativamente cerca al centro.

A eso de la 7:30 de la mañana estaba listo para salir a realizar unas diligencias, pero por cosas del destino me retrasé mi salida. Encendí un cigarrillo mientras una llovizna pertinaz caía en esos momentos sobre la capital colombiana.

Salí a buscar a mi novia, una mujer Caribe-cachaca, por nacimiento y crianza, con los rizos más exóticos en la Bogotá del primer quinquenio de los 80: le caían hasta la cintura, moldeada en un cuerpo que hubiera envidiado hasta la india Catalina. Era Ivca, sencilla y amorosa, que siempre me recibía con una sonrisa y un beso que me iluminaban todos los días. Nos fuimos para el Congreso de la República, como de costumbre. Ella trabajaba en la segunda Vicepresidencia de la Cámara de Representantes, con ‘El mono’ Franco, representante cartagenero de esa época.

La mañana transcurría normalmente y en el Palacio de Justicia, a las 11:30 am había de estarse presentando, en la Sala Constitucional, la ponencia sobre las demandas contra el tratado de extradición con los Estados Unidos por parte del magistrado Manuel Gaona Cruz. Habían de encontrarse también en esa misma sala los magistrados Alfonso Patiño Rosselli, presidente de la misma, Carlos Medellín Forero y Ricardo Medina Moyano, además del secretario Ricardo Correal Murillo.

De acuerdo con los registros informativos recopilados hasta ahora, ellos no sabían que desde 30 minutos antes habían ingresado Palacio de Justicia, en cabeza de Alfonso Jacquin y, ocho guerrilleros del M-19 entre ellos una prima de mi novia de nombre Irma Franco.

Después se diría que el pequeño comando subversivo había tomado posiciones de acuerdo con lo planeado y que Jacquin hizo una llamada para informar que ya estaban adentro. Inmediatamente otro grupo de más de 25 guerrilleros se dispuso a cumplir con su cometido: con Luis Otero liderando, tomarse el recinto que concentra el tercer poder, con carácter de independiente, en un Estado unitario: el Judicial. Y vaya cosa curiosa: era poca la vigilancia en el edificio y sus alrededores, bien lo recuerdo.

Todo había empezado a las 11:30 de la mañana de aquel 6 de noviembre de 1985. Los guerrilleros habían ingresado por la octava, por la entrada al parqueadero del Palacio. Los primeros muertos habían de ser dos guardias de una empresa de vigilancia privada y quienes ni siquiera alcanzaron a defenderse. Un agente policial fue herido e inmediatamente la Policía y el Ejército se hicieron presentes, al igual que algunos miembros de la Guardia Presidencial apostada cerca, en el Palacio de Nariño, la casa presidencial.

Se cuenta que todo en el Palacio de Justicia era un caos, gritos de guerrilleros, disparos aislados al aire para amedrentar y la angustia de magistrados, civiles empleados y visitantes que en ese momento se encontraban en el sitio.

Tomaron al presidente de la Corte Suprema de Justicia Alfonso Reyes Echandía como rehén principal para tratar de iniciar las negociaciones del caso. Los guerrilleros, que tenían planeado que la toma fuera tan larga como la de la Embajada de República Dominicana, en 1980, querían enjuiciar al Presidente Belisario Betancur por los frustrados acuerdos de Realito en el Cauca. Esa era una de las ideas, creo yo, porque Betancur había sido el primero en entablar diálogos con un grupo al margen de la ley en Colombia.

Cerca del medio día me encontré con Ivca, abajo en la Caracas. Intentamos ‘picar algo’ pero no teníamos hambre, pedimos un café y comenzamos a hablar sobre lo que sucedía en la Plaza de Bolívar. En ningún momento me hizo comentario sobre Irma Franco, su prima guerrillera, pero las lágrimas que, sin gemir, le corrían por su rostro, eran clara muestra de que ella tenía el pálpito de que las cosas iban a salir mal para su querida prima. Intenté hablar de nosotros, de planes a futuro compartiendo nuestras vidas lejos del frío paramuno capitalino, a orillas del mar Caribe, cerca de las murallas de Cartagena de Indias, pero no dio resultado, caíamos en lo mismo y… ¡La toma del Palacio ya era noticia nacional y allende las fronteras!... Yamid Amat, por Caracol-Radio, había soltado la primicia.

Poco después, a la 1:50 pm, lo vimos por televisión: el primer tanque ‘cascabel’ que entraba en acción y rompía la puerta del Palacio de Justicia. Todo sucedía rápido, 10 minutos después, un comando de operaciones especiales de la Policía hacia presencia en la azotea, depositados allí por dos helicópteros e ingresaron a las instalaciones del edificio. Mientras tanto, otro tanque intentaba ingresar por la puerta, pero el fuego de metralla de los guerrilleros lo hizo retroceder. Sin embargo otros dos ‘cascabeles’

ingresaron e hicieron subir hacia los pisos superiores a los subversivos y en la parte de atrás se inició un fuego nutrido que nunca sabremos cómo comenzó ni quién fue el responsable de iniciarlo. A mí me correspondió posteriormente poner la voz para el video audiovisual que utilizaron las Fuerzas Militares para su defensa, grabé en Audiovisuales TV y pude ver en gran parte el material grabado de la retoma.

Por los lados del sótano continuaban los enfrentamientos y los del M19 seguían ascendiendo pisos en el interior de las instalaciones.

Una hora más tarde, como a las tres, si la memoria no me falla, entró otro tanque, más un grupo de soldados de la Guardia Presidencial y del grupo de artillería. En la azotea continuaban descargando hombres del GOES, grupo de operaciones anti extorsión y secuestro. Parecía que, para la acción represiva, tierra arrasada, todo estuviera, como decía el ‘Chapulín Colorado’, “fríamente calculado” por parte de las autoridades a cargo. Lo dicho, todo pasaba como en las carreras de fórmula uno. Ya habían liberado a algunos rehenes, los cuales fueron llevados a la ‘Casa del florero’, que fungía de cuartel general. ¡Hasta eso!

Por su parte, el Presidente Betancur, de acuerdo con las investigaciones posteriormente realizadas, solicitaba ayuda y consejos a expresidentes y congresistas en procura de hallar una solución; el consenso general fue el de que era mejor negociar y no permitir la retoma por parte de la fuerza pública del Palacio.

Reyes Echandía se encontraba en el cuarto piso con los subversivos y le pidió al Presidente que ordenara el cese al fuego y se negociara…  Se hizo caso omiso a la súplica y se cumplió lo que dijo el guerrillero Luis Otero tras arrebatarle el teléfono a Reyes Echandía cuando suplicaba por la vida de él y de todas las personas involucradas. De acuerdo con los archivos fonográficos de la época, dijo que “de no llegarse a un acuerdo de cese al fuego, nadie saldrá vivo”.

Betancur Cuartas respondió que no iba a negociar, pero no había hablado con el presidente de la Corte Suprema de Justicia. Por estos días presentes ha pedido perdón porque pudo cometer algún error aquella vez.

Ya eran las 4:00 de la tarde pasadas, cuando ingresaron soldados para buscar sobrevivientes y ayudarlos a salir. En el sótano las detonaciones estruendosas continuaban y el humo invadía el recinto. Los magistrados, incluido Reyes Echandía, continuaban pidiendo el cese al fuego a través de la radio.

Ese día, la Cámara de Representantes se declaró en sesión permanente y, qué más podía hacer, repudió la barbarie, tal como lo hizo el pueblo en general, incluso afectos a los izquierdistas y al mismo establecimiento. A las 5:10 pm el general Víctor Mallarino, Director de general de la Policía, habló con su amigo Reyes Echandía y le dijo que no habría negociación. Pidió hablar con Luis Otero, quien fue el estratega principal de la toma, para transmitirle la decisión del Gobierno…

Me tocaba entrar a turno de 6:00 pm a 12:00 pm en la emisora Punto Cinco, llegué un poco antes, subí al segundo piso donde estaba ubicada y la molestia era la misma contra la decisión de no negociar del Gobierno nacional. La orden de la dirección de la emisora fue no leer o comentar temas relacionados con lo que estaba sucediendo en la Plaza de Bolívar y sus alrededores…

Ivca llegó poco después de las 8:00 pm para acompañarme un rato, como era costumbre. Estaba triste, preocupada, con los rizos recogidos. Hablamos un poco de esto, de aquello y de los otro, y hasta le dediqué unas canciones románticas para tratar de apaciguar su tristeza. Y es que el tiempo pasa tan rápido cuando estás con la persona amada, que cuando di la hora —“son las 9:00 en punto”—, la miré y sabíamos que era el momento de su partida. Puse ‘El camionero’ de Roberto Carlos y la acompañé hasta el primer piso. Nos despedimos como siempre con un beso y el respectivo abrazo... La vi perderse en la noche con su carga de tristeza a cuestas... Después subí rápidamente y volví al control de mi trabajo en la estación radial.

Mientras yo había comenzado a laborar a las 6:00 pm, a esa misma hora en el Palacio de Justicia un devastador incendio hacia bajar a guerrilleros, magistrados y civiles al tercer piso, un helicóptero evacuaba policías del Copes y el GOAS heridos en combate y la noche con su manto oscuro llegaba para enrarecer más este macabro cuadro de muerte y desolación en esta zona emblemática de la capital de la República.

De acuerdo con los informes radiales, más de 55 personas permanecieron en los baños del segundo y tercer piso hasta el final de la toma.

Mientras yo despedía a mi novia, en el Palacio de Justicia continuaban las explosiones en el cuarto piso. A las 9:30 pm sucedería lo impensable: todos los involucrados trataban de sofocar el fuego interior, mientras que afuera los bomberos intentaban lo mismo, pero sin lograrlo. Nosotros en la emisora continuábamos pendientes de lo que sucedía en el Palacio de Justicia, ya que las explosiones se escuchaban hasta en Chapinero.

A eso de las 10:00 pm los bomberos rescataron a algunas personas que lograron llegar a la azotea, mientras el Ejército hacía los mismo con otros en el primer piso. Fue una noche larga y de peleas entre los mismos generales Vega y Samudio, según grabaciones que forman parte de la investigación.

Terminé mi turno en la emisora y me fui a mi apartamento. A la mañana siguiente todo sería diferente. A las 7:00 horas del jueves 7 de noviembre avanzaba pesado el día y el presidente Betancur aceptó dialogar con los subversivos y le ordenó al director de la policía Carlos Martínez Sáenz transmitírselo a Reyes Echandía.

De esas curiosidades que 30 años después recuerdo, me pregunto que si es verdad que el director de la Policía dio la orden del cese al fuego, esta no se cumplió, simple y llanamente, por problemas de comunicación. Como dijera el recordado locutor barranquillero Marcos Pérez Caicedo, “a esta vaina se la llevó Pindanga”

A la 1:30 pm de 7, mientras se creía en la negociación, una explosión señaló el final del oprobio. Estando en la casa de Nariño, en cumplimiento de mi labor periodística, vi bajar a Belisario Betancur Cuartas, como que más envejecido, como que más cansado, totalmente desabrochado y con cara de culpabilidad... Con sus gafas corridas y la mirada clavada en el piso pasó cerca de mí, sin decir nada... Levantó la mirada hacia los presentes y si mal no recuerdo dijo algo como “¡terminó!”.

Treinta años después me viene a la memoria la imagen del coronel bigotón, debió ser el coronel Alfonso Plazas Vega, en la acera de la calle octava cerca al Murillo Toro impartiendo la orden: “¡Dispárenle a todo lo que se mueva!”. Yo lo vi, no me lo contaron, lo escuché. Pero también está en los videos y lo afirman los testimonios de algunos de los magistrados que lograron salvarse.

La Toma al Palacio de Justicia duró como 27 horas, con un saldo de 98 muertos, 11 magistrados entre ellos. Otras 11 personas más que salieron, algunas con vida, fueron consideradas desaparecidas. A la prima de Ivca, Irma Franco, nunca la encontraron…

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos calificó de Holocausto y Masacre este episodio triste de Nuestra historia. Historia que se ha tornado maniquea en relación con los sucesos del Holocausto a la Justicia.

...

Y hoy, treinta años después, me pregunto, ¿porque no hubo un radio para comunicar a Almarales con el Presidente, a pesar de la petición-ruego del magistrado Reyes Echandía? ¿Por qué la orden impartida por los militares fue “dispárenle a todo lo que se mueva”? ¿Por qué mataron a muchas de las personas que salieron con vida? ¿Cuál fue el negocio, al matar a los guerrilleros? ¿Estaba el capo Pablo Escobar detrás de este siniestro? ¿A quiénes hay culpar por el asesinato de magistrados e inocentes que perecieron sin saber por qué?

En 1985, el 9 de noviembre, pocas horas después de la gran deshonra nacional, el Juzgado 78 de Instrucción Penal Militar (oficio No 1324) ordenó llevar 26 cadáveres a una fosa común del cementerio del sur de Bogotá.

Han transcurrido 30 años sin la verdad. Y si aun no hay verdad y se ha dicho tanto, pero tanto-tanto, ¡todo es mentira!... Mentiras y más mentiras, en medio del luto y el dolor de las familias de las víctimas durante tres decenios.

No es justo esperar 30 años para escuchar pedir perdón... No creo en esa petición... A esta película le faltan muchísimos cuadros.

El Ejército rescató a numerosos sobrevivientes del primer piso. Después, la verdad, simple y sencillamente, acomodada. La verdad verdadera también está desaparecida.

De la guerrillera Irma Franco, una de las declaradas desaparecidas por el Holocausto, nada se sabe treinta años después. De otro gran número de colombianos, tampoco.

AÑOS

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