La gente parece andar más de prisa, los taxistas incrementan los costos del servicio del transporte, el reco-

rrido de los buses de servicio público se demora por los trancones que son como el pan de cada día.

Pero hay cambios también que merecen comentarse.  La brisa de fin de año, a la que le cantó Nuncira  Ma-

chado: “Diciembre llegooó,/ con su ventolera mujeres…/ Y la brisa está, está/ que llena el mundo de placeres/”, parece haber perdido su rumbo, pues tal pareciera que el calor sofocante y las lluvias impredecibles le han dado al ambiente un giro inesperado.  

Decidí entonces, hacer un recorrido a pie por el sector referenciado. Con cámara ‘al ojo pelao’, fui observando

y captando detalles  para mostrar con imágenes cómo Barranquilla se va adaptando a los retos de una ciudad que sigue su desarrollo de cara al futuro. Mi primera estación la plaza de San Nicolás. Bajo la sombra refrescante de un arbolito disparé el obturador de la cámara desde diferentes ángulos. ¡Qué cambios ha habido!  La iglesia se observa imponente con sus dos torres que da la impresión de coronarse con ese cielo azul intenso y las blancas nubes viajeras que disipan un poco el intenso calor de esta tierra caribeña. El parque, que lleva su mismo nombre por donde la gente transita y se ofrece al peatón un lugar donde descansar y consumir agua en abundancia para calmar los estragos del sofocante calor. Alrededor, las ventas de flores multicolores, de libros y de telas al por mayor y al detal le dan un toque de mercado persa al ambiente. Al lado derecho del parque pude observar una antigua casa con sus balcones coloniales, la cual veía con curiosidad cuando de niño, asido de la mano de mi padre, recorría ese centro atiborrado de ventas ambulantes, de buses en interminable fila y de almacenes que con sus aparatos de