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Se elimina punto

de encuentro por

emergencias, a 28.000 residentes

La motosierra urbana: ¡decapita sueños infantiles y es parquicida y arboricida!...

Surrealismo: en  Navidad dejaron a los niños sin cancha donde forjar sus sueños de ser grandes futbolista... Y a 28.000 habitantes de los Mirandela sin punto de encuentro cuando las alarmas indican que puede haber desastres. El ‘salvemos el parque’, por entre el alambrado de las luces navideñas, reafirma el surrealismo de la acción de gobierno distrital.

Por José Orellano

H

Desde hace 28 años este lote verde y arborizado ha sido punto de encuentro de los residentes en 12 unidades habitacionales cada vez que ha habido presagio de emergencia y se ha hecho un simulacro Fotos de http://bit.ly/2hEN1Wg

En el salón comunal, residentes de Mirandela 1 escuchan los informes y la exhortación pro-defensa de una zona de parque que el gobierno distrital está anulando bajo la excusa de construir un colegio oficial.

Futbolistas en ciernes, estampida multicolor detrás de un balón. Formación hacia futuro con los boy scouts. La motosierra y la retroexcavdora están matando sueños infantiles. Fotos de http://bit.ly/2hEN1Wg

      asta allí corrimos alguna vez cuando la alarma accionada por el amigo vigilante del 

Mirandela 1, Orlando, nos reiteraba que, en efecto, había temblado. O está temblando.

De los 14.000 metros cuadrados de parques y zonas verdes que caracterizan el sector, 4.684,34

metros cuadrados de césped y árboles han sido, desde hace 28 años, el punto de encuentro de los residentes en 12 unidades habitacionales —se afirma que 28.000—, cada vez que hay presagio de emergencia…

Desespero por parte de los residentes del entorno del centro comercial Mirandela… Anuncios, bien claros, de medidas de prevención por parte de los constructores.

“Los fines de semana, por lo general, las familias se reúnen en el parque para disfrutar de largas horas

de esparcimiento sin tener que alejarse de la casa”, precisaba El Tiempo y esto aún sigue ocurriendo.

En este entorno, a un lado del centro comercial Mirandela y colindantes de la unidad residencial 12, los

4.684,34 metros cuadrados de césped y árboles que ya se referenciaron, han sido cancha de entrenamiento y fundamentación para los pequeños que sueñan con llegar a ser grandes futbolistas…

En sábados y domingos y días feriados, han sido escenario para que un ‘hormiguero humano multicolor’

—los niños, sin distingo de género, enfundados en sus uniformes— corra detrás de varios balones bajo las

En 1995, hace 21 años, este sec-

tor —al norte de Bogotá, margen occi-dental de la Autopista Norte con calle 187— era conocido como ‘Parques de Mirandela’. Y, para entonces, el diario El Tiempo no solo resaltaba la impor-tancia de esos 14.000 metros cuadra-dos de parques y zonas verdes, sino que ponderaba el sentido de urbanis-mo que ha identificado a todas las construcciones de Fernando Mazuera y Compañía y contaba que “los niños, niñas, adolescentes, adultos y adultos mayores se benefician del sector con los espacios abiertos y verdes. ¡En el sector no hay otro espacio igual!”.

En efecto: ha sido pulmón natu-

ral en un entorno en el cual la vegeta-ción verde es un preciso y precioso contrastante con el color ladrillo de las unidades residenciales. “Los aparta-mentos de Parques de Mirandela go-zan de un espacio que muy pocos tienen”, decía El Tiempo, y les daba relevancia a los senderos de bicicletas y rutas de bicicross.

una treintena de tutelas para tratar de reversar la decisión gubernamental de construir el colegio contra viento y marea, es que nada importa la participación ciudadana, nada importan los derechos ciudadanos.

En esta zona, la vida ha transcurrido dentro de un ambiente natural, pero este ha sido violentado por 

la autoridad: primero fue la imposición de un descomunal parqueadero para buses del ‘Servicio de Transporte Público Integrado’, STPI, a un lado de las unidades residenciales, sobre la margen occidental de la Autopista Norte: de nada valieron plantones ni peticiones. Ahora es el colegio oficial.

Y así, un día cualquiera de esta temporada festiva —diciembre-enero, final y comienzo de años: vacacio-

nes escolares— el zumbido de las motosierras urbanas y el rugir de la retroexcavadora, rompieron el casi si-lencioso ambiente del entorno. Ante los ojos despavoridos de los niños que veían asomados desde los aparta-mentos superiores —los bloques residenciales son de cinco pisos— y de los jóvenes y adultos apostados, im-potentes, en el segundo piso del centro comercial Mirandela, comenzaron a volar los trozos de troncos de ár-boles tajados por la motosierra, mientras la retroexcavadora arrancaba el césped y abría en el suelo grandes huecos, nos imaginamos que para la infraestructura. Se levantó la casa para guardar herramientas y se avanza en la destrucción de un amplio pulmón —4.684,34 metros cuadrados de césped y árboles— de ‘Par-ques de Mirandela’.

En su desespero, dentro de la comunidad surgió un comité-vocero de la posición de rechazo a la impo-

sición de la obra y nochemente ese comité va, conjunto por conjunto, informando sobre los avances de la que-rella a nivel jurídico e invitando a propietarios y residentes a sumar y sumar en plantones y elevación de la voz de protesta sin violencia.

Hay conciencia de que se está asistiendo a un proceso de desvalorización de las propiedades. Si hace

21 años se pensaba que la inversión en ‘Parques de Mirandela’ era un premio porque no todos conseguían a-partamentos con parque propio y que la inversión se justificaba porque había generación de rápida valoriza-ción y rentabilidad —con el plus o valor agregado de la tranquilidad dentro del conjunto— ahora el asunto pinta diferente.

El bullicio estudiantil, natural en cualquier colegio, y la plantación de más ladrillos en zona que era de par-

que llevan, no hay duda, a la total depreciación de las propiedades.

Las tutelas han llegado a los juzgados, pero los trabajos de destrucción-construcción avanzan. La comu-

nidad, desesperada, pide restituir dos derechos fundamentales vulnerados: derecho al debido proceso y dere-cho a la participación ciudadana. Y solicita “suspender provisionalmente todos los procedimientos de alista-miento y construcción y las actuaciones administrativas y del contratista encaminadas a cumplir con el objeto del contrato celebrado entre Unión Temporal M&R - Telval y la Secretaria de Educación Distrital cuyo fin es la construcción de un colegio en el predio Mirandela CPF 1164L”.

Amanecerá y veremos, pero la lucha ha de continuar. Y a ella nos sumamos.

Compartimos un link por medio del cual se logra integrarse a la defensa de una zona de parque, sin que 

importe que el predio sea propiedad del Distrito Capital: http://bit.ly/2hEN1Wg.

la curadora urbana Ruth Cubillo Sala-manca expidió en julio de 2016 licen-cia de construcción para un “cerra-miento institucional de dos pisos” de un área cuyo propietario es “la secre-taria de educción distrital-departa-mento administrativo de la defensoría del especio público”. Y el punto de encuentro se está acabando. A dife-rencia de la canción de Escalona, en este caso la carga va a ser en exceso pesada.

Con el argumento de defensa

del espacio público, el gobierno distri-tal ha asignado los 4.684,34 metros cuadrados de césped y árboles de Mirandela para la construcción de un colegio oficial que, como es de supo-ner, tiene por objetivo a estudiantes de sectores distantes a Mirandela. No ha de beneficiar a ninguna de las fa-milias residentes en su entorno, que lo diferente sería la consolidación del pulmón, de un parque, como los que se rehabilitan y dotan en Barranquilla: 21 en 2016 y 26 más durante el pri-mer trimestre de 2017: recuperación del espacio público, habilitación de canchas de fútbol, de patinaje y de béisbol, gimnasio bio-saludable, zo-na de recreación para los niños y conservación de los árboles para que la comunidad se sienta feliz de tener su parque.

Pacíficamente, un inmenso nú-

mero de habitantes de la zona Miran-dela y de urbanizaciones cercanas ha venido protestando frente al despro-pósito distrital. ‘Colegio sí, pero no aquí… Salvemos el parque’, son consignas surgidas del desespero de la comunidad que ya ha interpuesto

tación en este punto de encuentro comunitario y ha cometido, impunemente, ‘arboricidio’ y ‘parquicidio’.

Era una zona verde muy bien cuidada y ahora por un colegio la quieren cambiar —algo así como “era u-

na custodia linda muy grande y pesada/ y ahora por una liviana la quieren cambiar”, del maestro Escalona—:

órdenes de varios entrenadores. Han sido múltiples las emociones de los padres cuando su chiquillo anota un gol, cuando evita otro, cuando el pe- queño ‘se llevó’ a más de tres contra-rios y asistió a un delantero para que este anotara. Y hasta los boy scouts han montado carpas de ‘campaña’ y han cumplido sesiones de entrena-miento allí.

Esos 4.684,34 metros cuadrados

de césped y árboles han sido escena-rio para responder —un beso, una ca-ricia, largos minutos de mutua contem-plación romántica— a las inquietudes de Camilo Sesto cuando ha cantado que “quién, no importa la edad, no tuvo un romance en un rincón de un portal y amó bajo el manto de la oscuridad”.

El gobierno distrital —primero

Petro, con su afán politiquero de eje- cutar demagógica igualdad social em-potrando unidades residenciales de interés social y colegios ídem donde no encajan, ahora Peñalosa— ha de-cidido meterle maquinaria pesada y temible motosierra urbana a la vege-

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