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La otra riqueza de La Guajira Septentrional

‘Jaipai’

Fruta de la ‘juyá’, un fruto de vida

Se da silvestre en la Media Guajira y cae por montones a la tierra

para que el wayuu, si distingo de edad, la recoja, que serán las ‘maches’ 

quienes salgan a comercializarlas por calles y carreras de la gran ciudad.

Texto-fotos:

Luis Roberto

Herrera

Mendoza

Cuando ‘Juyá’ llega a La Guajira,

grandes trazos del paisaje peninsular se pintan de rojo pasión.

‘Juyá’, que es la lluvia wayuu, trae

consigo a ‘jaipai’, una cereza, frutilla silvestre agridulce muy sabrosa en medio de envolvente y agradable aroma.

Como los ríos de agua-lluvia que,

cuando llueve, ya surcan calles de Riohacha y otros sitios guajiros, ‘jaipai’ inunda ciudades como Maicao y Riohacha mientras que, con ella, otra aparición, que hasta pareciera un espejismo, al reverberante medio día:

las ‘marchantas’, mujeres wayuu, —las ‘maches’—, con sus mochilas colgadas desde la frente y terciadas al pecho y con gigantescos baldes en sus manos, todo cargado del fruto.

Sí, son como un espejismo moviéndose por calles y carreras anunciando lo que, para la tem-

porada de ‘jaipai’, ofrecen: “¡cereeeezaaaaaaaaa...!”, gritan como en un lamento que —no digo mentiras— se oye como “tereeeessaaaaaaaa”…

Estas aguerridas mujeres —que por estos días han vivido una mini-bonanza económica,

pequeños beneficios monetarios extras que les ayuda para su sustento—, son las encargadas de la recolección y comercialización de la exquisita y medicinal frutilla, cuya planta nace silvestre en sus territorios.

Desde tiempos inmemoriales las indígenas wayuu se han dedicado a esta actividad.  Que

apenas caen las primeras gotas de lluvias  —la media Guajira, Riohacha, Maicao, Manaure— se preparan para el negocio.

Es de creencia  general entre los riohacheros que este árbol solo da los frutos cuando cae

agua de lluvia, como también que es en el único territorio de Colombia donde crece este árbol frutal. Es tal la convicción, que orgullosamente la llaman ‘cereza guajira’.

En días pasado mi amigo Juan Segundo Zúñiga me comentaba que en unos de los centro

comerciales —grandes superficies— existente en Riohacha, se promocionaba en uno de sus locales una bebida a la que llamaban ‘frappé de cerezas’, cosa que no me sorprendió de a mucho, porque esa fruta, Prunus cerasus, es conocida desde el siglo 1 a.C. y ha sido muy utilizada en la culinaria de casi todo el mundo: en pastelería, en coctelería, en bebidas refrescantes.  Lo que sí me sorprendió fue cuando me dijo que era de ‘jaipai’, de cereza guajira, cuando aun no había caído una sola gota de lluvia ni había visto marchantas wayuu voceándolas por las calles. Le hice saber mi incredulidad al amigo, pero su respuesta fue contundente: “Yo no sé cómo están haciendo, pero la promoción dice que es de cereza guajira”.

Aquel breve dialogo con el amigo Juan Segundo quedó sonándome en la cabeza y decidí

adelantar mis investigaciones en torno a la procedencia de esa supuesta ‘jaipai’: ¿Adónde se adquiría la materia prima de la refrescante bebida que promocionaban?

¡Y tremenda sorpresa la que me llevé! Al traste fue a dar la creencia de que solo los guajiros

éramos privilegiados al poder degustarla en diversas formas: tomada directamente del árbol o de los baldes de las vendedoras —aunque por la acidez de la pulpa no resulta la forma más frecuente de consumo—, en zumos, refrescos, paletas, batidos, conservas y en dulces.

Entre la abundante información encontrada, la ‘jaipai’, fruta de la ‘juyá’, la cereza wayuu,

también es conocida como cereza de las Indias Occidentales, cereza de Barbados, cereza de Jamaica o cereza de las Antillas. En Venezuela, Argentina y Brasil se conoce como acerola o semeruco cuyo nombre científico es ‘malpighia emarginat´’, fruto producido por la planta ‘malpighiaceae, de la familia del mismo nombre. Esa fruta pequeña, cuya similitud externa con la cereza le da su nombre, es diferente en su pulpa. El arbusto crece entre 1 y 3  metros de altura, su corteza es oscura y rugosa, su tallo es tortuoso y su madera es blanca y ligera. Posee numerosas ramas: frágiles y cortas que, en estado silvestre, poseen espinas. Crece espontáneamente en América Central, las Antillas y en las zonas tropicales húmedas de Sudamérica. La fruta es jugosa y suave, al gusto es agridulce-ácido y posee tres semillas que representan entre el 19% y el 25% del peso total.

Tiene una coloración verde cuando está en desarrollo, cambiando a tonos amarillos y rojos

cuando va madurando. Es una fuente de propiedades beneficiosas. Brasil es actualmente el primer productor de acerola en el mundo, gracias a su clima y suelo favorables.

Es el fruto comestible con más concentración en vitamina C (ácido ascórbico), refuerza las

defensas naturales y previene al organismo de cuadro gripales, resfriados y demás enfermedades pulmonares infecciosas. Se le considera ‘reinas de las vitamina’ porque cada 100 gramos de pulpa contiene entre 4 y 6 gramos de esa vitamina.

En relación con otras frutas, esta aporta ochenta veces más ácido ascórbico que el limón y

la mandarina;  sesenta veces más que la fresa y la naranja; treinta veces más que el mango. Pudiéramos decir que la vitamina C contenida en un sola cereza es igual al que contiene 4 naranjas. El consumo de estas es un tónico poderoso en casos de estrés físico, fatiga o agotamiento nervioso,  ayuda en la producción de ‘hormonas anti-estrés’, tales como la melatonina —parte integral del sistema de señales que regula el ciclo circadiano y reajusta la mayoría de ritmos—. También es rica en antioxidantes y en sustancias como carotenos, bioflavonoides y polifenoles. Las propiedades antioxidantes eliminan toxinas y fortalecen el organismo para prevenir nuevos invasores. También contiene micronutrientes de acción desintoxicante como el magnesio, vitamina B1, B2, ácido pantoténico —vitamina B5—, calcio, hierro, magnesio y potasio. Limpia el organismo y es una fruta aconsejable para personas que están dejando adicciones como el tabaquismo o el alcoholismo.

Tiene capacidad para frenar o ralentizar la destrucción de las membranas celulares. Ayuda

a la formación de colágeno en los huesos, los cartílagos, los dientes, la piel, los vasos sanguíneos y en todos los tejidos conjuntivos, o conectivos. Posee propiedades diuréticas. Activa al hígado por su contenido en pectina acción desintoxicante —un polisacárido vegetal que se halla disuelto en el jugo de muchos frutos maduros— y por su acidez.

Y pare de contar…

Mochilas, baldes, todo cargado de cerezas para la venta: mini-bonanza para el sustento diario.

Entonces, pues, la cereza guajira o

acerola, la podríamos llamar ‘la fruta de la vida’: útil para tratar enfermedades como cáncer de colon. Crohn. Divertículos. Estreñimiento. Artritis. Artrosis. Desmineralización ósea. Espondiloartritis anquilosante. Osteoporosis. Raquitismo. Reumatismo. Afonía. Amigdalitis. Asma. Bronquitis. Bronquiectasia. Catarro. Enfisema. Faringitis. Gripe. Rinitis.

Neumonía/pulmonía. Resfriados. Sinusitis. Tuberculosis pulmonar. Insuficiencia circulatoria. Flebitis. Tromboflebitis. Úlceras varicosas. Alergias. Arteriosclerosis, Colesterol. Degeneración macular. Fiebre, gota.

Por su contenido de vitamina C,

impacta positivamente en la fertilidad: es importante para aquellas personas que quieran tener hijos, debido a que aumenta el poder de concepción: mejora el fluido cervical, básico en el transporte de los espermatozoides al cuello del útero, destino final para engendrar. La ciencia sostiene que sin un adecuado flujo cervical, los espermatozoides no serían capaces de sobrevivir y llevar a cabo el proceso de reproducción.

Ahora comprendo por qué mi gene-

ración, y generaciones anteriores a la mía, crecimos sanos durante la niñez, la pubertad y  la juventud. Enfermedades como la gripa, la bronquitis, la leucemia, el canceres o muertes por desnutrición, eran desconocidas y se tipificaban como ‘casos muy extraños’. La razón   puede haber sido el alto consumo que desde

Otra riqueza natural desperdiciada en La Guajira... Este fruto es prodigioso y debe ser tecnicamente comercializado, una vez sea industrializado. 

niño hemos tenido de esta  milagrosa fruta, cereza  o ‘jaipai’  wayuu. Tanta fortaleza adquirimos con su consumo que todavía muchos andamos como gallitos tratando de casar peleas con pollitas.

En tiempos remotos, ciento de jóvenes andábamos en bandadas por  los montes cercanos

a Riohacha, buscando y recogiendo cerezas, las cuales consumíamos en gran cantidad tomadas directamente del arbusto, con el consabido problema de estreñimiento a causa de que nos tragábamos las semillas. La única preocupación que nos asaltaba era la de encontrarnos de frente con alguna serpiente: era voz populi que el árbol de este fruto es asediado por algunos reptiles o más bien era la forma en que nuestros mayores nos infundían miedo para que no saliéramos solos hacia el monte.

Riohacha es el municipio con más territorio para que el árbol crezca por generación espon-

tánea. A lo largo de la vía hacia Maicao, a lado y lado, podemos encontrarlo, lo mismo en la vía a

Valledupar; hacia Santa Marta, escasean. En tiempos de cosecha es común sentir  el dulce aroma de la cereza madura cuando se transita esas carreteras.

De Pancho, un corregimiento

de Manaure, al norte, a cuatro kilómetros de Riohacha —hoy día, pueblo casi fantasma—, como de ‘El pasito’, una ranchería vecina de Riohacha, son la mayoría de las indígenas que después de caminar por aproximadamente una hora por  trochas llegan a la ciudad a vender la fruta. Lo mismo realizan otras que desde Aremasaín, kilómetro 28 de la vía a Maicao, donde está el

Las ‘marchantas’ por calles de Riohacha con su cargamento de ‘jaipai’ a cuestas, tras caminar durante más de una hora desde sus rancherías hasta la ciudad.  

internado de los hermanos capuchino, y que este año tuvo abundante cosecha.

Roto el mito de que solo en La Guajira existía el árbol de la cereza y de que su fruto solo nace

cuando llueve, nos queda el orgullo de saber que nuestra tierra guajira ha sido privilegiada con cantidad de riquezas naturales como el de esta milagrosa fruta. Riquezas que en su mayoría son mal aprovechadas o explotadas sin ninguna beneficio para sus habitantes.

En otros países de la región, como Argentina, Perú, Ecuador y en el  vecino país de Vene-

zuela, las familias acostumbran a cultivar la planta en sus patios y jardines para obtener los beneficios de sus frutos, como alimento multivitamínico.

Es un árbol que en el estado venezolano de Lara es emblemático, símbolo vegetal de la

región. Se dice que en tiempos de la Colonia el obispo Bastidas informó haber encontrado el ‘cimiruco’ cereza sin hueso.

En Brasil y Paraguay la industria alimentaria comercializa la pulpa de esta fruta y Estados

Unidos y Japón importan la pulpa para la industria farmacéutica, la cual utilizan entre otras cosas como complemento dietético.

Pero mientras muchos departamentos quisieran tener algo de las riquezas que existen en la

península para  explotarla en beneficio común —que sirvan como polos de desarrollo de sus territorios—, en La Guajira se siguen desperdiciando.

Qué bueno sería que se le enseñara a los indígenas wayuu a cultivar y procesar la ‘jaipai’

de ‘juyá’ o ‘cereza guajira’ en gran escala, que convirtieran su nacimiento y crecimiento silvestres en una oportunidad para el mejoramiento de sus condiciones de vida mediante su industrialización, que sirviera como fuente de empleo en esas comunidades que cada vez ven más limitada su supervivencia por culpa de la hambruna.

Ante este panorama rememoro al cantante, compositor, poeta y dramaturgo de la cultura 

popular venezolana, maestro  Luis Mariano Rivera Font, quien en un canto a tan bendito fruto que dice que  “cerecita de mi monte, frutica sabrosa y pura… Acidito de mi cielo y de mi tierra, dulzura… Cerecita de mi monte, silvestre frutica mía... Eres juguito de amor, en corazón de alegría… A pesar de que eres buena y de sabor exquisito, nadie siembra tu semilla, nadie riega tu arbolito…”. También al cantante popular Alí Primera cuando le obsequia a la ‘jaipai’ wayuu una estrofa de su canción ‘Mansa para un pueblo bravo’: “Vuelve a tu canto de turpial/ llena de gritos el cardonal/ que hay semerucos allá en el cerro/ y un canto hermoso para cantar/ que hay semerucos allá en el cerro/ y ya la gente empezó a sembrar...”

Mientras tanto, en el desierto guajiro colombiano se seguirá mascando un estribillo que pro-

yecta una verdad de a puño: ‘el  wayuu, trabaja, trabaja y es puro wuayuco…’

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