


El Muelle
CARIBE
Homenaje perenne al Muelle de Puerto Colombia

Crónicas y Opinión
José Orellano, director

Lo antisocial en
‘redes sociales’
‘Parón’ a publicaciones en redes sociales que, en Colombia, afecten el buen nombre de los ciudadanos, ha dado la Corte Constitucional.
Justo y necesario, cuando las redes sociales se han vuelto el mejor escenario para la ‘antisocialización’ y el vandalismo escrito, la ofensa y la injuria. Que, en medio de esa batahola de publicaciones difamatorias, puede que, muy pronto, Facebook, por ejemplo, entre a engrosar el viejo adagio que señala que “la pared y la muralla son el papel del canalla”. Recordemos que Facebook tiene ‘muro’. Y ojo, mucho ojo, que la decisión de la Corte se fundamenta en la publicación en Facebook de una verdad referenciada en su muro por una mujer en torno a su situación con una amiga:
“Hace más de tres años le presté una plata. Hasta el momento no se digna a pagármela, me borra mensajes, no me contesta el celular, me evita a cada momento. Me vi en la obligación de ponerla en este medio para que así sea un poco más delicada y me pague. Que sepa que yo le presté la plata, no se la regalé”.
Al fallar una tutela a favor de la deudora, la Corte protegió el derecho al buen nombre, la dignidad humana y la intimidad de la
demandante. En la sentencia el alto tribunal asegura que la libertad de expresión tiene límites y estos también aplican para “medios virtuales”, mismos en los que apareció la alusión contra la mujer afectada que le había pedido a su amiga, finalmente demanda, que borrara la publicación, pero aquella se negó.
“Te ves genial”
A raíz de su decisión de publicar en Facebook esta fotografía luciendo un turbante, la periodista y abogada pivijayera María Mercedes Pertuz Ávila recibió, como reacciones, los siguientes mensajes (literales, cargados de errores, pero sin nombre de cada autor porque, además, muchos suelen esconderse tras la cobarde máscara del anonimato):
—Te prefiero con las pavas, te ves de la realeza. Con ese turbante mmmm..
—caramba prima no sabia que en la familia habia una piedad cordoba
—Ajá y entonces, que significa ese turbante? No me digas que admiras a la guerrillera..
—Y ese gorro tipo turbante a lo Córdoba?
—Erda .. Piedad Córdoba
—Casi que te borro, pensando que era Teodora Bolívar que se me había infiltrado en mi perfil...
MARIA MERCEDES
RESPONDE
Hubo algunos a quienes la intentona de ser chistosos los dejó muy, pero muy lejos de saber hacer humor y, de pronto el acertado fue Tonny. Los otros se convirtieron en antisociales de la red social. Y por eso María Mercedes contesto:
—Bueno, después de tanto comentario por la fotografía que subí al Facebook en la que aparezco con un turbante me pregunto cuál es el problema de usar ese accesorio... Que yo sepa Piedad Córdoba no patentó el uso del turbante exclusivo para ella y lo podemos usar todas las mujeres... Si me parezco o no a Piedad Córdoba me tiene sin cuidado. Usé y uso el turbante porque me gusta además porque para la temperatura es el mejor para disminuir el calor o por qué creen que lo usan las mujeres en el África y los beduinos en el desierto... En un futuro no muy lejano con el daño que se le hace cada día al medio ambiente y con el acuífero de Santa Marta secándose veré a más de uno con turbante puesto para disipar el calor... Creo llevo sangre negra y por eso me debe gustar ese accesorio en la cabeza ojalá tuviera bastantes para usarlo casi diario... La comparación con la Córdoba o Teodora, como le quieran decir, me tiene sin cuidado porque no dejaré de ser quien soy, la pivijayera, porque al igual que yo hay muchas mujeres que lo usan orgullosas, si no que lo diga Matilde Ester Maestre Rivera que tiene una colección maravillosa... Cuando vuelva o usarlo les prometo subir la foto...
LAS REACCIONES POSITIVAS
Al comentario de María Mercedes, siguieron más mensajes. Estos sí,
positivos. Pero también literales y sin nombre de cada autor:
—Te ves practica y muy linda
—Fresca se te veía chevere ... Amiguita .. Sé que eres una mujer con mucha personalidad .. Un abrazo
—Asi es Mary yo los uso falta de cultura como que si piedad es la única
—Buena por la musulmana de Piviyork.
—Asi es. Muesta tu autenticidad..
—Mary. No esperaba menos de ti y de tu entereza de carácter. Un gran abrazo.
—Así es, ahora que tenga la oportunidad te buscaré para que me enseñes a usarlo
—Ante todo la personalidad y una actitud autentica
—Así se habla...Maria Teodora Pertus....digo Maria María Mercedes Pertuz Avila...
—Nojoda y quien te critico..q se vaya a comer un cerro..si no les gusta el problema es de ellos..
Mismo temperamento... por lo menos.
—Esa es mi exalumna... ¡Dale, menchi, dale! Caluroso abrazo... Caluroso sí, pa'que prevalezca el turbante turbador en tu cabeza
—Tengo trecientos turbante es una pieza que dignifica ala mujer negra con su historia lucha y recistencia cuando se ponga el turbante cientace orgullosa de ser mujer y negra nadie se alcansa a imaginar lo que encierra de la historia el turbante
—Ja ja ja ja. Enséñame a ponérmelo. Ja ja ja
—No le veo nada de malo, se te ve súper bien.
—Me encantan, cuando trabaje en Pivijay use mucho algo similar, usemoslo por el respeto y el derecho de la raza negra, blanca, azul, todos somos humanos y dejense de tanta diferencia de nada,mas bien oren para q llueva
—Que lo use Piedad Cordoba, que entre otras cosas no es la única, no significa que las demás mujeres no lo pueden usar, si les queda bien, que lo disfruten y Menchi se ve muy elegante.
...o0o...
Volvemos al fallo de Corte para precisar que la jurisprudencia del alto tribunal, al igual que pronunciamientos internacionales al respecto, han sostenido que la libertad de expresión no es un derecho que carece de límites, pues como se observó, las frases injuriosas que denoten falta de decoro, vejaciones, insultos, expresiones desproporcionadas y humillantes, que evidencien una intención dañina y ofensiva, no con un fin legítimo, sino por el contrario, difamatorio, parcial, erróneo, entre otros, no son cubiertas por la protección establecida en el artículo 20 de la Constitución.
La sentencia remata que aunque la demandada alegue que la publicación hace parte del ejercicio de su derecho a la libertad de expresión, dicho mensaje atenta contra el derecho a la intimidad de la actora, no solo porque expone al público un dato personal como lo es una supuesta negligencia en el cumplimiento de sus obligaciones, lo que hace parte de su esfera privada, sino también porque la accionante no manifestó su autorización para que dicha información fuera revelada.

“De las de ahora,¡pero señorita!”
María Mercedes:
Un tinto en Juan Valdez de El Rodadero, con la periodista y abogada directora del Fondo de Promoción Turística de Santa Marta
Por José Orellano

Tres colegas, tres amigos: Orellano, Agustín Iguarán y Rafael Rodríguez, llaves los tres de María Mercedes Pertuz. Y los cuatro, integrantes del equipo periodístico que forjó, desde Santa Marta, hace más de veinte años, El Heraldo del Magdalena Grande.
Con María Mercedes Pertuz Ávila me tomé, hace poco, un café en Juan Valdez de El Rodadero.
Hacía más de veinte años había dejado de ser mi alumna —aprendiz de periodismo práctico—, luego de haber egresado ella de la Universidad Autónoma del Caribe, y hacía más de 18 no la veía.
Con ‘Menchy’, como solía decirle cuando ella hacía sus ‘pininos’ periodísticos, pasé, a finales de enero, un par de horas de agradabilísima conversa, mientras mi espíritu gozón se preparaba para zambullirse, una semana después, en la mar del ‘tropelín’ —que no de la tropelía— del Carnaval de Barranquilla. Previo a mi retorno al jolgorio de mi tierra tras doce años de esguinces, me la había pasado andando por Valledupar, Soledad, Cartagena, Santa Marta y Riohacha, saludando amigos y entre estos, María Mercedes.
Precisamente antes de mi encuentro sin anuncios previos con ella, había almorzado donde ‘Mañe Cayón’ —sierra frita, patacón pisao, arroz de coco y mucho suero— con los entrañables amigos y colegas samarios Agustín Iguarán, corresponsal de El Heraldo, y Rafael Rodríguez, director de comunicaciones de la Alcaldía de ‘La perla de América’.
María Mercedes, además de periodista, es abogada, carrera que estudió, entre 2005 y 2010, en la Universidad Cooperativa en ‘La ciudad de Bastidas’, “por tener algo que hacer”, dice. “Mi hermano era el que me empujaba”.
No la encuentro ejerciendo como periodista —ella litiga, ella asesora desde lo jurídico—, pero sí hace práctica frecuente de la redacción desde su cargo de directora administrativa del Fondo de Promoción Turística de Santa Marta. “Escribo los comunicados de prensa”, dijo. “Y no te imaginas cómo añoro aquellos años en El Heraldo acá en Santa Marta, detrás de una noticia. Tengo inmenso deseo de volver a ser reportera y a escribir a las carreras contra el tiempo”, puntualizó. Y nos reímos con complicidad. Sabíamos que había que llegar a un tema relacionado con reportería y redacción.
Dos decenios y pico antes, este cronista había de ser el coordinador de El Heraldo en Santa Marta —segundo quinquenio del decenio de los 90, siglo XX— cuando ella asomó por la sede de la 14 samaria, donde hoy hay un centro comercial, y entregó una hoja de vida.
—No creas que porque entregaste la hoja de vida van a emplearte —le dije al verla salir, quizá porque no me la había entregado a mí.
—Yo sé... ¡Una hoja de vida la reciben en ‘cuacquie’pacte’! —me contestó con cierta seductora altanería, con su hablar ‘goppeao’ y, para rematar, con la gracia de una estridente carcajada: tres características de ella que, sumadas a la franqueza de su respuesta, debieron de servir, quizá, para despejar cualquier duda que hubiera podido existir para convocarla después a que hiciera parte de la nómina del diario barranquillero en la capital del Magdalena, empresa periodística que se preparaba para la ejecución de un proyecto en grande: El Heraldo del Magdalena Grande, la integración periodística de los departamentos del Magdalena, Cesar y La Guajira en cuadernillo diario de 10 o 12 páginas, qué se yo: un coordinador y, sin incluir el personal en Riohacha y en Valledupar, ocho redactores —entre ellos, Agustín y Rafa, mis anfitriones a la hora del almuerzo—, dos reporteros gráficos, dos secretarias, dos vigilantes, una móvil con conductor, buenas plumas de la región como columnistas y una excelente circulación desde el mismo momento en que apareció la primera edición, que así sería hasta el último número.
Pues bien: con María Mercedes haciendo parte del equipo, nos trasladamos a la casona de la avenida El Libertador, frente a Gases del Caribe. Y en esta nueva sede, una anécdota que no puedo dejar de contarla por lo que había de representar, honestamente, en el afianzamiento de una amistad que ha superado la distancia, tanto cronológica como geográfica:
En la pantalla de mi computador, un texto de María Mercedes, de ella, que andaba en el proceso de aprendizaje del periodismo práctico... Pero algo no cuadraba en la claridad de lo que ella quería exponer y el cierre, antes de las tres de la tarde, de la página escogida para el tema a ella asignado, presionaba la labor de corrección, ante la presión que ejercían desde Barranquilla por la entrega puntual... El suscrito no encontraba una forma de hacer aterrizar la idea de lo escrito por la reportera y, en una de esas salidas demenciales muy mías, le dije: “¿Sabes cuál es la mejor manera de que aprendas a escribir con plena claridad?”
—No —me respondió.
—¡Por ósmosis! —le espeté.

Escuchada la palabreja, la redactora salió de mi oficina y yo pensé que me armaría una pataleta... Pero no... La seguí con la mirada y la vi acercarse al estante donde estaba el diccionario Larousse... Lo tomó, se sentó a la mesa redonda en torno a la cual hacíamos la ‘papela’ diaria, buscó, se cercioró del significado de ‘ósmosis’, una de sus acepciones, la del ejemplo, y regresó a mi oficina... Ese día, por Dios que sí, me dieron la más dulce mentada de madre que yo recuerde entre tantísimas centenas que he recibido en mi vida profesional. Eso sí: María Mercedes no paraba de reír... Me levanté de mi asiento, me le acerqué, estiré el brazo derecho sobre sus hombros —ella, que es más alta que yo—, la jalé hacia mi pecho, la estreché fuertemente y le estampé un sonoro beso en la mejilla... Esa tarde comprendí que por siempre llevaría a María Mercedes Pertuz Ávila enclavada en el maremágnum de mis recuerdos. ¿El enclave? Grata evocación. Y así ha sido.
El diálogo con ‘Menchy’ en El Rodadero, en 120 minutos —no más—, se paseó por infinidad de situaciones no tratadas durante tantos años y ha de resultar tan límpido nuestro sentido de la mutua amistad que ella no tuvo inconvenientes para decirme que alguien alguna vez le preguntó, no mucho tiempo ha, que si ella era señorita “¿de las de antes o de las de ahora?”
—¿Y tú qué contestaste? —le pregunté.
—De las de ahora, sí, pero señorita.
Fue para que nos toteáramos de la risa, pero claro: la de María Mercedes ahogando la mía porque ella hace de su risa ¡un hilarante sonido!, que no a todo el mundo le luce como le luce a ella...
Y en torno al tema de ‘señorita’, surgió entonces el recuerdo, por parte de María Mercedes, de un detalle que siempre menciona cuando alude su trabajo de asesora jurídica de la Oficina de Cultura y Turismo del Magdalena durante la época en que fungió como gobernador encargado el general Manuel José Bonett Locarno. “Me decía ‘Señorita Pivijay’”. Y es que de ese pueblo magalenense es oriunda María Mercedes, quien había de hacerse portadora, cada vez que regresaba a Santa Marta tras sus esporádicas visitas al terruño, de apetitosos detalles para su jefe, pero también para sus otros compañeros: bloques de queso y gajos de bollo de yuca para jamás olvidarlo. “Es más”, dijo, “una vez en Ciénaga, cuando asistíamos al velorio de la señora madre del General Bonett Locarno, él tampoco se aguantó al momento de darle el pésame: “Gracias, señorita Pivijay’”, volvió a decirme”.
María Mercedes no había de renovar contrato de asesoría con la gobernación de Magdalena para dedicarse a continuar estudios de post grado. Se especializó en Derecho Público en la Universidad Externado de Colombia.
Y hablamos y hablamos. Y me dijo que su función como directora del Fondo de Promoción Turística de Santa Marta es la de estar pendiente del directorio de afiliados y elaborar los comunicados de una entidad que, sin ánimo de lucro, asocia hoteles, agencias de viajes, restaurantes, entidades gremiales y sitios de interés que, de sobra, tiene la capital del Magdalena y su entorno: Aracataca, Ciénaga, El Banco...
Gracias a la promoción y comercialización de Santa Marta —el Fondo es un importante aportante a esa misión-labor—, de sus atractivos y sus productos
turísticos, ‘La ciudad de Bastidas’ tuvo en la última ‘temporada alta’ una ocupación hotelera oscilante entre el 90 y el 95 por ciento, puntualiza María Mercedes.
Ahora bien, por estos días, María Mercedes fue figura en Facebook. Se asomó graciosa en su página luciendo un turbante y generó reacciones a su favor —yo le escribí: “Te ves genial”— y otras contra lo que ella lucía y que resultaron, honestamente, muy antisociales, precisamente en ‘la red social’ de Mark Zuckerberg (Ver recuadro).
La noche de este viernes hice contacto Facebook con María Mercedes para solidarizarme con ella, identificarme con la respuesta que dio a quienes se ‘antisocializaron’ —había vuelto a escribirle: “Esa es mi exalumna... ¡Dale, menchi, dale! Caluroso abrazo... Caluroso sí, pa'que prevalezca el turbante turbador en tu cabeza”— y con el propósito también de saber de ella, de ‘Menchy’, la ‘Señorita Pivijay’ del general Bonett .
María Mercedes se encontraba en una situación de emociones encontradas.
—El biorritmo, como me decías hace años —me dijo.
—Arriba ese ánimo, que tú naturaleza siempre te mantiene arriba del resto de la gente —le dije para animarla. Y funcionó.
—Ayer incursioné en el modelaje, a beneficio de una fundación que ayuda a los pacientes de cáncer —escribió...
—Cuéntamelo todo —le dije...
—Me había comprometido y fui y me divertí... Jajajaja.
—¿Tienes fotos de la sesión de modelaje?—Sí, pero tienes que darle crédito al fotógrafo —advirtió.
—Claaaaaroooo. ¿Quién es? —le dije.
—José López, de ‘Opinión caribe’ —dijo.
—Jóse, claro: amigo mío, que nada tiene que ver con Pacho López, otro del combo aquel de ‘El Heraldo del Magdalena Grande’. Mándame la foto, pues, y hazme una descripción de la vestimenta y algunos daticos del cuento de tu noche de modelaje...
—Se llama ‘Mujeres reales’, tuvo lugar en el restaurante ‘Tres sensaciones’ y fue su tercera edición, siempre en el mismo sitio. Los fondos se destinan a la fundación ‘Corazón rosa’ que apoya a mujeres y niños pacientes de cáncer.
—¿Y quienes participan como modelos? —le pregunté.
—Las que desfilamos somos mujeres trabajadoras en cargos públicos y privados —me dijo.—
¿Y qué luciste? —volví a preguntar.
—Desfilé una manta guajira de la diseñadora wayuu Maye Sabino.
—Más genial aun, la etnia wayuu —le dije, mientras veía las dos fotos que me había hecho llegar, por Facebook, de su ‘debut’ como modelo.
—El susto fue grande, pero era una causa buena —concluyó.
Una buena causa que María Mercedes, mi personaje de esta vez, caminó con garbo junto con Eylen, Aura, Paola, Lina, Patricia, Liliam, Liliana, Pierine, Jovanna, Maria

Menchy, modelo por una buena causa: la fundación ‘Corazón rosa’ que apoya a mujeres y niños pacientes de cáncer..
“¿Otra anécdota? Que el general Bonett Locarno
me decía ‘Señorita Pivijay’”
Foto de José López
Paola, Liz, Claudia, Rocio, Heydi, Claudia, Anguie, Roxana, Jennifer, Fabiana, Angélica, Steffi, Patricia, las modelos de Twin y de Momo —el combo de modelos ‘Mujeres reales’—, luciendo atuendos de los diseñadores Paul Cartagena San Val, Natalia Amaya, Johanna Mancuso, Maye Sabino y Ana Milena Zuluaga Santrich.