El Muelle
CARIBE
Homenaje perenne al Muelle de Puerto Colombia
Crónicas y Opinión
José Orellano, director
Los textos de jr.
Un serio problema que crece día a día en Colombia
Por José F. Orellano
Ripoll
Entre el
respeto, la
tolerancia
y el fútbol
Si al defender lo nuestro no podemos cometer un error sin ser estigmatizados, jamás viviremos en en paz.
Foto: Google
¿Los memes como la muralla? ¿Papel del canalla?
Foto: Internet
cumplimos una función en esta vida, también cometemos errores y creo que lo que menos desearíamos al cometer uno es que nos señalen, tilden o —como esta sucediendo— hagamos burla publica de una condición física o mala ejecución de un acto. No queremos más hechos como los que vivimos con Andrés Escobar, solo una muestra de lo mucho que la mala fe genera.
La humanidad necesita de la unión… El deporte de los “22 en calzoncillos” la genera… Hagamos alarde
de esto, vivamos en paz, amor y buen genio.
Lo que es será y lo que no, pronto vendrá… Vivamos entre el respeto, la tolerancia y el futbol…
Tomando como punto de partida la dicha que genera en un espectador observar un partido de
fútbol —o como decían algunas abuelas: “Ver a 22 pendejos en calzoncillos pateando un balón”— es inadmisible creer que un deporte de pasiones sanas, llegue a traspasar la barrera de lo normal y escale ese peldaño malsano de la falta de respeto y la posterior intolerancia.
Vayámonos a esos tiempos del otrora cuando la dicha de ir a un ‘Romelio Martínez —estadio municipal
de Barranquilla— helaba n uestro cuerpo y nos erizaba al saber que veríamos en vivo y en directo a nuestras glorias ‘tiburonas’ o, en su defecto, a las predilectas del público; tiempos en que se tertuliaba y departía sin ningún tipo de tapujo, sin miedo al escarnio que genera de una u otra forma en la actualidad, vestir la prenda de X o Y equipo.
En este mundo de globalización, redes sociales y fácil efecto viral de una nota, meme u comentario,
nada se escapa de nada… burlas van, burlas vienen… improperios van, improperios vienen… Y a veces resulta extraño analizar y darnos cuenta de que en muchísimas ocasiones la cuña del mismo palo también hace mella en esta problemática.
Es muy desagradable observar que muchos nos dividimos por una preferencia futbolística, nos volvemos
radicales a morir, irrespetamos el criterio de nuestro prójimo tal gesta politiquera que genera escozor y malestar. Es triste observar que se ha llegado al punto de matar. Recientemente un hincha de X asesino a un hincha de Y por el simple hecho de portar una camiseta… A estas nos preguntamos: ¿Por qué tanta intolerancia? Y podemos contestar que eso mismo que ha generado este irrespeto global hacia lo que lo demás piensan, no es más que algo que la misma cultura del “yo soy más” —¿cultura? ¡yo diría subcultra!— nos ha inculcado, ‘cultura’ que viene del poder que a veces genera que un equipo sea mejor que el otro, que tenga más inversiones, que genere más dividendos y esto permea al seguidor que se cree con derecho a pisotear o mancillar a otro.
Como seguidores del deporte de ‘la pecosa’ muchas veces hemos sido protagonistas de este tipo de
irrespetos: algunos, de pronto con altura y sensatez, saben contestar o eluden al tema por evitar perder una amistad o sencillamente para no generar más polémica al respecto.
Este es un mundo en continuo acelere, un mundo en el que el deporte debería ser llamado a unir, no a
dividir. Sé que desde esta tribuna se puede elevar esa voz de respeto hacia lo que los demás piensan, no importa si es rojo, verde, azul, fucsia, no importa si es de Colombia, España, la China o la Conchinchina… Tolerancia, prudencia y, ante todo, respeto, el cual debe comenzar desde las tribunas de opinión, desde los grandes emporios que mueven masas, para así generar conciencia en el publico receptor que no es más que eso: aquel que se mueve con la globalización y ha hecho del día a día una copia del modelo que muchos exponen en redes sociales.
En este último partido que jugó nuestra Selección de futbol de mayores se observó mucho inconfor-
mismo, real y de sentimiento. El pueblo responde, el estadio se llena, todos compran una camiseta, una vuvucela, invierten en lo que creen llenará de animo a nuestros baluartes del balompié… Pero la respuesta ha sido otra, nuestro onceno tricolor lució perdido y desajustado en sus esquemas tácticos. Un juego que apenas generó, casi en tiempo de finalización, que se consiguiera apenas un gol, desde los doce pasos. Un juego que, para muchos, no llenó las expectativas de lo que se quería ver en esta gesta que da los cupos por Suramérica al Mundial de fútbol Rusia-2018… Está bien: de pronto el equipo disminuyó, mermó, bajó la
guardia, pero, a la postre, tengamos en cuenta que se ganó, que con el sudor de un alto porcentaje de los jugadores se logró un objetivo: ¡ganar! Y no hay duda: lo visto el viernes en el recién estrenado engramado del Metropolitano exige replanteamiento técnico y compromiso no solo de todos los que saltan a la cancha sino de quienes orientan. Hay que exigir, pero de buenas maneras.
En nosotros debe renacer ese amor real de
hincha, ese que profesa que en las buenas y en las malas se está con lo que se quiere. Tenemos que dejar de ser intolerantes y generadores de odio malsano… Si ganamos, hagamos fiesta y gocemos y si no, pues, apoyemos y llenemos de fuerza al equipo predilecto. Apoyo moral, energía positiva, es lo que un jugador necesita. Si existen motivos para algún reclamo, que se haga con respeto, no con burla ni con falta a la integridad que no es solo física sino íntima, personal… No hay derecho a hacer burla de defectos físicos… Somos humanos y también
Cultivar el respeto y el amor a una camiseta sin demeritar la de los demás. Paz y tolerancia somos todos.