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Martes 21 de marzo: Día mundial de la poesía

MAREL

La casi obsesiva asunción temática del mar

el ‘Vikingo del Sinú’

«… Desde que conocí a Jorge Marel con profundo respeto lo

apodé como el ‘Vikingo del Sinú’. No me he equivocado. Su vocación por cantar a la mar ha sido evidente. Y sigue siéndolo. Solo que en este libro la nave de su gnosis, como los barcos que tratan de cruzar el mediterráneo, ha ofendido la conciencia del poeta. Y como los vikingos de Odín ha lanzado su potente lírica contra las injusticias del neo-globalismo. Grita en sus poemas, clama con rabia a quienes hieren a sus antepasados hermanos. Su voz de poeta ha sido fortalecida, ha escrito estos poemas bellos, tiernos y rompiendo incluso su paradigma de haikús, su sabiduría en la brevedad.

Se salió de madre como el mar que rugió una vez en Ciénaga.

Se alzó como capitán bravío, como Poseidón de quien es su reencarnación y nos increpa con sus versos magistrales: “Yo solo pregunto… ¿Y al mar quien lo calla?” Ahora más que nunca estoy seguro que su memoria no se desvanecerá en la tiniebla oscura del olvido…»

Federico Santodomingo

Director-Revista Cultural MaríaMulata

en el hondo / corazón del hombre.); o en este otro que le sigue en el libro al anterior: Cada palabra: (Se habla del mar / y es ola / cada palabra /  se le ve errar / y caer / solitaria / Deshaciéndose  / en la orilla blanca / de la página.)

Pero a esos poemas siguen en el libro, conjuntados por esas maneras de elegir las palabras y pensar

sus circunstancias, que ya le son muy propias al poeta Marel, otros poemas en donde está presente ese Marel consubstanciado con la materia marina, que es la materia prima de su agonía semántica, con un tema en el que siempre recomienza. Como el mar.

Aparecen en este libro, reinsertados, podríamos decir, un

puñado de poemas en los que vuelven el amor y la mujer a tornarse presencias que el mar de la vida trae o devuelve para que, en este nuevo contexto no estén tan “lejanos y solos” en el corazón del poeta. A esta serie pertenece, muy especialmente, el poema Bonzos amantes, que registro como un desesperado y hermoso poema de amor en el que el mar de Marel se realiza más allá de su ensimismamiento y soledad tradicionales para hallar la forma ideal de la desaparición: “… Esta noche una mujer y yo vamos a incendiar / junto al mar / nuestros cuerpos / dispuestos los dos / a morir por amor / Mañana temprano / la brisa marina / sobre el rostro gris de la muerte / aventará nuestras cenizas.”

Relumbran, como han relumbrado siempre en sus libros

pequeñas joyas de asombroso brillo, como en los casos de poemas como El refugiado; Entre música y voces; El caracol (Durante largo tiempo / durante muchos días / y noches / como se hace / en el mar / el caracol / Así debería / cada poema / crearse /

refugiados del mundo; un mar que es fantasma en Gaza; el mar de la sangres de América, de África y de Europa; el mar de la larga Meditación desolada dedicada al poeta lituano Lubicz Milosz. Es decir, el poeta Marel ha ampliado el universo y la significación de esa ambiciosa metáfora que es el mar en su poesía para hacerla más sentida, más humana, más solidaria, quemante y reclamante. El cuerpo del poema mismo en varias ocasiones en este libro pasa de ser esa reconcentrada semántica del poema breve para convertirse en un verso desatado en largos discursos que siguen sosteniendo, sin embargo, su carga in-tensional, su persistencia en el sentido.

Ya alguna vez, en otra oportunidad,

reseñando el que fuera su quinto libro de poemas me atrevía yo a decir de su lenguaje poético, de la estética de su palabra, que desprovisto de inconveniencias retóricas lo dejan convertido en una sencilla y fragilísima cuerda, de alta tensión, que une con fortuna al poeta y al lector, y que esa característica no es otra cosa que el resultado de esa cuasi necesaria e indefinible suma de lecturas de poetas afines como Emily Dickinson, Giuseppe Ungaretti, William Carlos Williams, Salvatore Quasimodo, Basho, Omar Kayàm.

Y decía también en ese momento

que casi todos sus libros están signados fuertemente por esa casi obsesiva asunción temática del mar, y que ostentan esta sencillez, engañosa y característica, que adquiere una importante dimensión en muchos de sus poemas cortos, expresando su recurrente soledad trascendental, su mar interior, el mar final y definitivo de la muerte, el mar de la ciudad… el mar de la vida toda.

En este su más reciente libro

titulado Lejanos y solos, poemas del refugiado, no abandona las íntimas playas de su alma desgarrada y sola, sigue siendo ese mar interior, incesante y obsesivo, pero en su ir y venir escapa por los ojos, por la manos, los sueños y la rabia del poeta, para tornarse ahora un poco más social, más público, más histórico. Nunca turístico.

Es un mar que recrimina a otros mares, al Mediterráneo, “deshonor de Europa”, esa “espumosa y triste lápida” de los

Por Miguel Iriarte

Director Biblioteca Piloto del Caribe

Conozco desde hace muchos años, ya no sé cuántos, al poeta Jorge Marel.

Vivía él en Bogotá y era amigo de poetas importantes y celebrados como Jaime García Mafla y Giovanni Quesseps, por solo mencionar algunos, y una foto de época lo mostraba caminando en una gris Bogotá del brazo de ese grande de la poesía colombiana de todos los tiempos: el maestro Aurelio Arturo.

Unos años pasaron y con el regreso al Caribe colombiano, y al influjo de las brisas

del río en Barranquilla, de la ‘Sierra flor’ y la sabana y de las transparencias y visajes

del mar de Morrosquillo, consagró su nombre y su poesía al tema del mar, logrando profundas inmersiones quizá nunca logradas por otro poeta colombiano, que

recordemos. Su mar tiene unas aguas interiores, filosóficas, nostálgicas, mordientes, distintas al mar de Castañeda Aragón, que no pierde la belleza de su estampa marina contextual; o de Artel, por ejemplo, que viene con tambores y sones de negro incorporados para cantar el dolor de la diáspora africana. Marel logra,

en cambio, en su buceo profundo obtener piezas de honda significación y breve paso, casi al margen de toda tentación paisajística de ese mar de los domingos en el que se ahogan los borrachos y se orinan los turistas.

Otras escenas del acto cultural del martes 21 en Barranquilla con motivo del ‘Día Mundial de la Poesía’ y la presentación del libro Lejanos y solos–Poemas del refugiado’ de Jorge Marel.

Y a celebrar,

con poemas

del refugiado

comunidades respectivas.

Este Día, además —sostiene la Unesco—, tiene como propósito promover la enseñanza de la poesía…

fomentar la tradición oral de los recitales de poéticos… apoyar a las pequeñas editoriales… crear una imagen atractiva de la poesía en los medios de comunicación para que no se considere una forma anticuada de arte, sino una vía de expresión que permite a las comunidades transmitir sus valores y fueros más internos y reafirmarse en su identidad; y restablecer el diálogo entre la poesía y las demás manifestaciones artísticas, como el teatro, la danza, la música y la pintura.

En Barranquilla, pues, la cita es este martes, se acudió a la cita con ‘El poeta del mar’ y su obra ‘Lejanos

y solos–Poemas del refugiado’, sobre la cual los poetas, caribes tamién, Miguel Iriarte y Federico Santodo-mingo exponen sus respectivos puntos de vista.

Desde la cumbre de la Unesco

en París en 1999, trigésimo periodo de sesiones, se celebra cada año el Día Mundial de la Poesía el 21 de marzo. Principal objetivo: sostener la diversidad de los idiomas mediante la expresión poética y dar a los que están amenazados la posibilidad de expresarse en sus

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