El Muelle
CARIBE
Homenaje perenne al Muelle de Puerto Colombia
Crónicas y Opinión
José Orellano, director
Mientras se seca Ciénaga Capote
El adulto mayor
que decidió
pescar educación
Gradúa de bachiller y va a estudiar
Derecho para luchar “por la verdad y la justicia”
Texto y fotos: David Campo Pineda
En alianza con samariocomotu.com
Llegó un momento en que de Capote no salían sino buchones y tarullas viejas, muertas, casi deshechas, revueltas con el lodo del fondo. Capote, que era una ciénaga rica en peces de diversas especies, pero en especial bocachico, hoy está practicamente muerta.
La desesperanza se aposentaba cada día en la cara de Roberto Sánchez Ospino, uno de los centenares de pescadores nativos de Soplaviento que llegaban a la ciénaga-despensa del pueblo para alimentar sus esperanzas y, lo más importante, a sus familias.
Aparte de la pesca, las esperanzas de Roberto se nutrían de un proceso contra una empresa de vigilancia en Cartagena para la cual trabajó, litis en que está envuelto desde hace más de 15 años y que, hasta el día de hoy, nunca se ha solucionado porque, en su decir, le deben dinero que no le han querido pagar.
“Ningún abogado me ha servido para solucionar ese problema, cuña”, dice ‘Robe’ con su inevitable hablar ‘goppea’o’, y remata con decisión mientras un rayo de esperanza resplandece en sus ojos negros: “Por eso me puse a estudiá bachillerato y enseguida me meto pa’ser abogado, carajo, porque yo mismo me voy a defendé”.
Lo insólito sería que Robe sacara buenos peces de Capote y que ya hubiese ‘coronado’ su proceso...
Pero más extraordinario que eso y que cualquiera otra cosa en Soplaviento por estas épocas es que Roberto, el segundo de los 10 hijos que trajeron al mundo el pescador Roberto Sánchez De La Cruz y su dignísima compañera Alicia Ospino Ortiz —ambos fallecidos—, tiene 68 años cumplidos, es en la historia de Soplaviento el estudiante de mayor edad que gradúa como bachiller y sus estudios arrancaron, hace tres años, de la nada: Robe, mi cuñado, era casi analfabeta...
“AGÁRRALO TÍO BRO...”
El mar de agua dulce que es Capote para los pescadores soplavienteros aparecía oscuro y sereno como una masa de aceite. En la liviana y estrecha canoa que surcaba las aguas buscando el punto donde la observación y la experiencia les indicaban que podían encontrar mojarras, bocachicos, doradas, arencas o barbules, Roberto Sánchez Ospino y su tío materno, Víctor Ospino Ortiz, fumaban sendos marlboros para espantar el frío y los mosquitos mientras llegaban al sitio donde iniciarían la faena.
El tío Víctor se caracterizaba por lucir un espeso y lacio bigote que le cubría los labios, y que le había popularizado entre sus colegas de atarraya como ‘El Brocha’, apodo cariñoso que sólo él no sabía con certeza, porque ningún pescador se atrevía a decírselo de frente. Su imponente estatura y su carácter de ‘tipo jodido’ evitaban cualquier indiscreción.
Roberto preparó el atarrayazo: giró al máximo el torso, meció el plomo con la malla en un semicírculo de casi 180 grados y lanzó la red para pescar esperanzas. Pasados unos minutos, los suficientes para que la atarraya llegase al fondo, comenzó el arrastre y subida de la red al bote. Al llegar el seno al costado de la canoa, un repetido y fuerte golpeteo alertó a la pareja de pescadores porque un pez de buen tamaño luchaba por seguir en el agua. Para impedir que se escapara, Roberto, en un rapto de veloz pero funesta inspiración, le gritó a su tío las palabras prohibidas: “Agárralo tío ‘Bro...’, antes de que se vaya”, y el tío, erguido en sus 195 centímetros de estatura le respondió, amenazante: “tetmina, tetmina, di ‘cha’, di ‘cha'’, pa’que veas..., nojoda!”. Acto seguido agarró el bocachico, lo sacó del seno de la atarraya, lo devolvió al agua y tomó el canalete para regresar a la orilla, sin un solo pez y sin decir una sola palabra. Aquel suceso ha quedado como una de las más sabrosas historias en Soplaviento.
EL BACHILLER VIEJO
Roberto Sánchez ha graduado como bachiller este 4 de diciembre de 2015, en el colegio público Simón Almanza Julio de su pueblo natal. Hace escasamente 11 días cumplió sus 68 años —noviembre 24— y explica que desde niño se dedicó a rodar por el mundo.
Aprendió la pesca con su viejo, Roberto, con quien estuvo hasta su juventud. Luego empezó a recorrer los pueblos del Caribe, como un Melquíades de la pólvora, haciendo exhibiciones de pirotecnia. Viajó llevando el mensaje de alegría instantánea de las luces celestes a los miles de ávidos ojos que gozaban con los brillantes y sonoros espectáculos anuales en las fiestas patronales y en la Navidad.
Roberto no fue visto con indulgencia por los profesores, ni por ser el más viejo del curso fue pechichado por todos. Tuvo que esforzarse tanto como sus 31 jóvenes compañeros para ganar cada año...
Robe acompañado de sus hermanas Zenaida y Elizabeth (sentadas) y de su cuñada Norma y el esposo de esta, su hermano Edinson (Nini), en la terrraza de su vivienda en Soplaviento, Bolívar.
Aprendió a leer, cancaneado, como gráficamente explicamos los costeños la lectura trastabillante. En ese entonces eso no le importaba porque el gusanillo de la curiosidad, adormecido entre hilos de atarraya, olor de pólvora de exhibición o materiales para vías del tren permaneció mucho tiempo así. Pero comenzó a despertar cuando, al perder las noches como vigilante en Cartagena, también perdió dinero y tranquilidad ante la injusticia de que se consideraba objeto: la empresa le negó pagos y luego la atención médica por un problema de columna que le sobrevino y el cual lo alejó para siempre del primer oficio que vio al nacer: la pesca, y de los que sucesivamente desempeñaría a lo largo de sus seis largas décadas de existencia.
El gusanillo se agigantó, vivió el periplo de la metamorfosis y despertó, radiante y decidido ya como una espléndida mariposa, para iniciar el vuelo como por mandato divino, en la última etapa de su vida: Robe decidió que ¡tenía que estudiar!
Tenía —y tiene, para su dicha total— un hogar modestísimo con Margoth Orozco Marchena, su esposa, y dos hijos que son su adoración: Yimer, en la actualidad profesor en Soplaviento y gallero de los buenos, y Porcalia Regina Sánchez Orozco, una dedicada ama de casa y enérgica impulsora de causas sociales en Cartagena de Indias.
Los alimentó con el producto de la pesca, las ‘monas’ y la vigilancia. La crisis de las ciénagas y la inexorabilidad del destino atomizó a la familia, en la cual cada quien tomó su rumbo. Margoth también se fue a trabajar en la capital, quedando Robe solo con la compañía de sus pensamientos.
“Voy a estudiar, como sea, pero voy a estudiar” y a los 65 años se matriculó en el Almanza Julio donde ha recibido, orgullosamente, el título de bachiller. “Cuña, esto no ha sido fácil, porque yo nunca estuve en el colegio y me tocó aprender a escribir y empezar a leer. Pero estoy aquí, y mis compañeros me apoyan, he encontrado mucho respaldo de la gente del pueblo, porque todos saben que me he dedicado al colegio y que mi meta es llegar a ser un buen abogado”, explica Roberto lleno de orgullo.
Las tareas las hacía nutriéndose de dos diccionarios enciclopédicos en los que depositó una confianza ilimitada. “Cuña'o, eso del Internet por ahora no es pa'mí, porque se va la luz y uno queda en cero, queda ‘jodío’. En cambio, con estos libros, no me quedo ‘varao’ nunca porque si no hay luz prendo un mechón y sigo pa’lante, como si nada”, dice con seguridad.
Roberto no fue visto con indulgencia por los profesores, ni por ser el más viejo del curso fue pechichado por todos. Tuvo que esforzarse tanto como sus 31 jóvenes compañeros para ganar cada año, y tanta fue su dedicación, que siempre obtuvo el primer lugar al final de cada curso.
Visitamos el pueblo hace poco más de un mes y desde esa fecha despertó la necesidad de hacerle un reconocimiento al cuñado Robe, hermano de Zenaida (mi mujer) y de Wilfrido, Félix, Edinson (Nini), Jorge Emiro, Carmen Alicia (Kika), Elizabeth y Samuel, los orgullosos familiares del soplavientero que dejó la atarraya, la pólvora, los rieles del tren y la vigilancia, para dedicarse a crecer como ser humano y defender, siempre, la justicia y la verdad.
Ese es el Roberto Sánchez Ospino que se impone metas y las cumple, el Robe que sabe que su vida habrá de terminar entre textos de derecho y luchando ante jueces y magistrados; el ‘cuñao’ que se erige como un ejemplo para toda una región y un país; el que sabe que el límite lo pone uno mismo; el que está convencido de que la educación es el arma eficaz que expande hasta los confines del infinito las aspiraciones de los seres humanos.
Este es el Roberto Sánchez Ospino que ya no saca tarullas o buchones de las ciénagas que rodean al pueblo: es ahora el bachiller que persigue un esquivo pez más gordo que el bocachico que devolvió a las aguas de Capote, hace muchos años, el legendario ‘tío Bro...’: Ese leviatán será su título profesional de Abogado.
Barranquilla, diciembre 3 de 2015.
Brigitte Daza Sánchez, Roberto Sánchez Ospino, el bachiller a los 68 años; el rector Adán García Romero, el docente Yimmer Sánchez Orozco, hijo del graduando, y el autor de esta crónica, David Campo Pineda, quien se trasladó hasta Solplaviento para asistir al acto.
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