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Ni limpieza social ni excesiva represión policial

¡Música,

maestro!

Contra las malsanas

prácticas juveniles

En Riohacha y gran parte del territorio guajiro

se han incrementado los actos delincuenciales.

Atracos a mano armada, raponazos, hurtos a re-

sidencias, robo de celulares y la extorsión a pequeños comerciantes son pan de cada día…

Ha aumentado el consumo de drogas entre jó-

venes y hasta en niños y crece la cifra de asesinatos atribuidos a enfrentamientos entre bandas delincuen-ciales conformadas en su mayoría por menores y ado-lescentes de los barrios marginales.

Muchas de estas muertes son atribuidas a dispu-

tas de territorio entre pandillas y el incremento es ace-lerado en barrios donde puñados de jóvenes caen a diario en las garras de la drogadicción y el alcohol.

El reciente 18 de julio la comuna 10 de Riohacha

fue escenario del asesinato de dos jóvenes, en acción criminal en la cual otros dos resultaron heridos. Horas antes, en otro sector de la misma comuna, un grupo

de jóvenes perpetró un atentado contra parroquianos que disfrutaban de una fiesta popular. Los responsables del atentado se enfrentaron también a la policía, pero lograron huir.

Casos como estos suceden continuamente tanto en Riohacha como en

Maicao y los autores son jóvenes habitantes de barrios subnormales, catalogados como peligrosos porque registran una alta tasa de homicidios y actos delictivos. Jóvenes que han optado por la delincuencia, muchos de ellos procedentes de hogares disfuncionales: padres con muy bajo o nulo nivel académico o drogadictos o alcohólicos, y padres trabajadores y responsables pero que tienen que dejar a sus hijos solos, situación que aprovechan los jefes de las pandillas juveniles para reclutarlos.

Ni limpieza social ni excesiva represión policial para enfrentar el fenómeno.

Se requieren planes continuos de prevención y propuestas que ayuden a insertar a jóvenes y niños delincuentes a la sociedad como gente de bien. Si se actúa a tiempo, se puede cambiar la tendencia. Hay que combatir la delincuencia juvenil, pero no con represión policial sino con oportunidades, con recintos recreativos, con

Por Luis Roberto Herrera Mendoza

orientaciones adecuadas, con afecto y con una mayor inversión de tiempo para ellos.

Unos de los pilares en la vida de los seres humanos es la educación, pero esta tiene que com-

plementarse con actividades lúdicas, artísticas, culturales o deportivas que le resulten atractivas a los jóvenes. En ciudades colombianas que han padecido el fenómeno de la violencia juvenil se ha optado por utilizar el arte como herramienta para la prevención y resocialización de sus jóvenes.

Barranquilla, por ejemplo,

tiene 78 Casas Distritales de Cul-tura: centros dinamizadores de la vida cultural y social de las comu-nidades, espacios de convivencia en los cuales los jóvenes tienen la oportunidad de aproximarse a una práctica artística y hacer buen aprovechamiento de su tiempo libre. Lo cual contribuye al fortale-cimiento de la economía creativa y el tejido social de los barrios de Barranquilla. Escenarios donde se puede acceder gratuitamente a clases de danza moderna y folcló-rica, break dance, acordeón, gui-tarra, instrumentos de viento, gaita, millo, técnica vocal, percusión, foto-

grafía, maquillaje artístico, pintura, caricatura, dibujo, lectura, caricatura, circo, entre otros.

Medellín, con su Red de Escuelas de Música: 27, 13 de cuerda frotada y 14 de viento y percu-

sión, ubicadas en 14 comunas y 3 corregimientos, con una cobertura superior a los 5.000 estudiantes con edades entre los 7 y 24 años, quienes disfrutan y aprenden música, mediante procesos de formación y conformación de agrupaciones, tales como coros, semilleros de instrumento, pre-bandas,

pre-orquestas, bandas y orquestas, que enriquecen los procesos cultu-rales y artísticos de la ciudad.

Chocó, azotada por la violencia

—al igual que La Guajira, sumido en el abandono estatal— también destaca por la calidad de su música y de sus músicos. La escuela del padre Isaac Rodríguez es un referente obli-gado en el ámbito musical de Quibdó. Grupos emblemáticos como ‘Niche’, ‘Guayacán’ y ‘La contundencia’ son dirigidos y conformados por sus anti-guos alumnos. Alexis Lozano director de Guayacán, el fallecido Jairo Varela director de Niche, Leonidas Valencia

director de la Contundencia, Octavio Panesso director de Saboreo y Neivo de Jesús Moreno director de Golpe de Amporá han sido, entre muchos, alumnos de la escuela de música que se institucionalizó. De estos procesos formativos musicales del Chocó han salido muchos jóvenes de la violencia y un paradigma es Carlos Yahani Valencia, ‘Tostao’, integrante de ChocQuibTow: pasó de ‘joven problema pandillero’ a ser un reconocido músico a nivel mundial, proyectando la cultura de su terruño. Fue rescatado tras asistir en Quibdó, su pueblo, a la presentación de una orquesta de niños que se llamaba La Charanguita del maestro Luis Carlos Ochoa. En ese momento no entendía que pudiera haber una

Para erradicar la violencia juvenil se ha optado por utilizar el arte como herramienta para la prevención y resocialización de los jóvenes.

Armonía, melodía y ritmo: alegría, felicidad... contra la violencia...

¡Arriba las bandas juveniles!, pero de música...

orquesta de salsa para niños. “Ese fue mi primer contacto en serio con la música, para no despegarme nunca más de ella, la músi-ca”, dice ‘Tostao’.

La música es también un medio de

comunicación intergeneracional: permite repensar el mundo, sobre experiencias de ayer y de hoy hacia el mañana. Da la oportu-nidad de aprender del pasado; su práctica fomenta valores como la armonía, la comprensión mutua, la experiencia de comunidad, la solidaridad y la interdepen-dencia. También se desarrollan la dignidad y el protagonismo individual a la vez que se cultiva el compromiso, la sensibilidad, la creación artística y la belleza. La música puede unir a las personas, permitir la comunicación, puede romper barreras, siendo un poderoso medio de participación. También es un medio de educación ya que haciendo música en grupo podemos aprender valores y cualidades como saber escuchar y dialogar; aprender a respetar a

Dudamel es ejemplo en Venezuela. Las oportunidades que la educación musical ofrece alcanzan para reducir, en parte, la pobreza y la exclusión.

los demás; aprender a trabajar en equipo; aprender actitudes solidarias, de compañerismo, de comunicación emocional, de empatía, tanto a nivel musical como humano. La música genera valores de solidaridad, de no violencia, de diálogo, de unidad, reforzando los sentimientos de confianza en uno mismo y en los otros, así como también el desarrollo de la creatividad y de la imaginación, caracterís-ticas importantes a la hora de abordar la resolución exitosa de un conflicto.

La música en otros países es implementada como política de gobierno, incluida en los pensum

académicos de las instituciones educativas. La inclusión de la música en las escuelas ha sido un tema recurrente y de preocupación constante en el ámbito de la educación en Venezuela, por ejemplo. En ese sentido, la educación musical, que es una parte de la educación artística, ha tenido logros tan importantes en ese país, que hoy se está convirtiendo en una referencia internacional. El fenómeno Dudamel —recibió formación musical desde sus 4 años— ha sido posible gracias a una política de Estado iniciada hace cuatro decenios, política sostenida que, desde 1975, ha propiciado en Venezuela la democratización del acceso a la formación musical a todos los niveles sociales. Más allá de Duda-mel, el gran significado radica en las oportunidades que la educación musical ofrece para reducir la pobreza y la exclusión.  

Esto es así porque las artes no deben ser un elemento ornamental o periférico de la educación,

sino parte orgánica de ella. La enseñanza de la música desde la más tierna infancia es una tarea her-mosa y crucial en toda sociedad. Esto es un ideal de la educación desde hace muchísimos siglos: la música como parte del desarrollo espiritual y la conciencia y la formación estética del hombre. Que niños y jóvenes, sobre todo los de medianos y escasos recursos, tengan creciente y total acceso a la educación musical. Ese sería uno de los más firmes caminos del desarrollo social en La Guajira.

Se sabe que la música, desde tiempos remotos, forma parte de la educación del individuo y que

ha sido considerada materia obligatoria en instituciones educativas, de estratos altos. En La Guajira, sin embargo, relacionar la música con otras ramas del saber o agruparla junto a las materias que conforman el programa de estudio de las escuelas, ha sido tarea difícil. Quizás esto se pueda com-prender de cierta forma, ya que la música, si se le compara con las otras artes, posee un status propio, como consecuencia principalmente de los medios técnicos y del lenguaje de que se sirve, llevándola a ocupar un puesto de excepción.

De pronto resulta comprensible la dificultad para llevar a cabo la tarea de enseñar música en las

escuelas de manera sistemática y masiva por la complejidad que conlleva el estudio de dicho arte. No obstante, gracias al empeño de algunos individuos, de manera particular, o de pequeños grupos, la música, aunque de manera lenta y tímida, ha logrado formar parte de los programas formativos de

algunas instituciones educativas.  Tenemos que hacernos este interrogante, ¿Qué se ha hecho y qué ha dejado de hacerse para lograr desarrollar y estimular la enseñanza de la música en las institucio-nes educativa de La Guajira?

En Riohacha es necesario que desde ya se inicie un proceso formativo musical a gran escala, se

debe iniciar la enseñanza desde los primeros años de la infancia —Jardines Infantiles y Centro Educa-tivos Infantiles (CDI)— y continuar en las instituciones educativas de primarias y secundarias, copiar la exitosa experiencia venezolana, y de algunas instituciones educativa colombianas, con su música académica.

Es primordial que las instituciones educativas incluyan en su Proyecto Educativo Institucional

(PEI) la formación musical, para que pueda hacer parte de su pensum académico. Que en las instituciones educativas se implemente el programa del ministerio de Cultura ‘Bandas-Escuela de Música’ que hace parte del componente de gestión del Plan Nacional de Música para la Convivencia (PNMC) que venció en 2014. Esto garantizará un flujo constante de jóvenes en formación haciendo parte del proceso cultural, lo que ha de garantizar continuidad y solidez para la formación.

Es importante para la sostenibilidad del proceso, contar con el apoyo de las administraciones

locales, los diferentes sectores, las instituciones educativas, el Bienestar Familiar, los entes encargados de las políticas culturales del Departamento y el Distrito, el Fondo Mixto de Cultura, las secretarias de Educación departamental y distrital, la Universidad de La Guajira, los padres de familia y hasta las juntas de acción comunal de los barrios. Con estos procesos lograremos que la juventud viva un nuevo modo de acercarse a la música, que rompe paradigmas y propone un concepto social no elitista. Son como un sistema educativo alternativo, abierto a todos, que plantea retos, fomenta una actitud constructiva frente a los errores y promueve el trabajo desinteresado por lo bello y lo lúdico.

Muchos me señalaran de estar en contra de los procesos formativos musicales que se puedan

estar dando en Riohacha. Por el contrario, estoy muy contento de que se den, lo que no comparto es la metodología que se está usando para la convocatoria. Creer reunir 100 jóvenes para que hagan parte de un proceso formativo musical, me parece excluyente, mientras que, en nuestros barrios subnormales, quizá miles de jóvenes están esperando tener una oportunidad para salir adelante.

¡No señores, así no es! Lo ideal sí es que se inicien procesos mediante los cuales jóvenes de to-

dos los sectores sociales tengan la oportunidad de ser parte de la formación artística, para así superar la alta inequidad y, de contera, la gran carga de agresividad con que está creciendo la juventud en nuestro departamento. Jóvenes inmensamente talentosos en medio de una riqueza musical de sobra, frente a una pobreza absoluta de oportunidades.

Los músicos, por regla general, no matan. Sería un buen paso para el llamado posconflicto.

Miguel Martínez, ‘Slow’; su hermana Gloria Emilce Martínez, ‘Goyo’, y su esposo Carlos Valencia, ‘Tostao’: ChocQuibTow. Gracias a la música, todo lo malo pasó. Hoy acarician los dinteles de la gloria.

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