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Opiniones

Debemos encontrar un
justo medio entre verdad,
justicia y reparación...

Recientemente tuve la oportunidad de participar en dos foros y conversatorios sobre el

tema de la justicia para la paz y del proceso de reconciliación. En mi calidad de panelista sentí grandes expectativas debido a los ejes temáticos de los eventos, y por el nivel de mis interlocutores y compañeros de panel, dado que debatir y reflexionar sobre la construcción de la paz, es un gran reto que reviste compromiso para  proponer y cuestionar de forma responsable.

Con autonomía y criterio mi iniciativa siempre ha sido aportar a la paz de Colombia. Lo he

hecho mediante una apuesta al fortalecimiento institucional del país, cuando fui participe del diseño e implementación de la política de seguridad democrática –en calidad de ministra de defensa-; en la que priorizamos las acciones del Estado para defender a todos los colombianos por igual y sin distinción, bajo los principios de transparencia e inclusividad, el imperio de la ley y resaltando el monopolio del uso legítimo de las armas por parte del Estado, para así, dejar abierta la puerta para la negociación con aquellos que quisieran participar de la vida democrática. Con ello, se evidenció el carácter democrático de nuestras acciones y mi disposición hacia la paz.

Conforme a mi trayectoria y planteamientos, quiero rescatar dos grandes conclusiones de

los foros en los que participé. En primera medida, cito las palabras del doctor Fernando Carrillo, quien recopiló nuestros aportes y subrayó que  “La reparación como elemento central incluye sanciones”; sumado a las palabras que pronunció Ingrid Betancourt, posteriormente, en le foro de reconciliación:

 

“Nosotros como sociedad, aspiramos a que no haya impunidad. Ellos, los de las Farc, requieren seguridad jurídica. Ambas ambiciones son justas. Y no son incompatibles.

La paz que queremos no es cualquier paz: porque  de lo contrario estaremos prendiendo la chispa de una nueva guerra.” (Discurso, pg. 16).

 

En contraste, me permito reiterar mi preocupación por los bajos niveles de legitimidad y

confianza institucional actuales, junto a la preocupación por la falta de condiciones humanitarias en el proceso. Por ello, quiero invitar de nuevo al Gobierno Nacional para que atienda el llamado que millones de colombianos hemos realizado para que el acuerdo atienda a los estándares internacionales de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. Llamado, al que se han sumado en diferentes momentos muchas de las víctimas.

Por Marta Lucía Ramírez

Ex Candidata Presidencial Partido Conservador

¿Quién representa a quién en el posconflicto?

Autor: David Roll 

Gran parte de los acuerdos de paz gira en torno al mejoramiento de

las condiciones de vida de los campesinos, ya que las Farc fueron en principio un movimiento de resistencia campesina. El ministro del posconflicto, Rafael Pardo, nos explicó en una reunión de dos horas a un grupo de tres académicos, seis grandes empresarios, un exalcalde de

Bogotá y otras tres personas, cuál es el plan de desarrollo regional del posconflicto, y la

impresión que tuvimos varios es la de que no podía haberse encontrado mejor gerente para administrar tan pocos recursos en semejante desafío.

Por la brevedad del evento, sin embargo, quedaron en mi mente varias preguntas que

quiero compartir con mis lectores. La primera hubiera sido ¿qué tan cierto es que no hay plata ni instituciones  preparadas para este reto, como afirma en todos los escenarios posibles Juan Camilo Restrepo, recién exministro de Agricultura y también exministro de Economía de la época de los anteriores acuerdos de paz? La segunda hubiera sido ¿quién va a representar a esos 10 millones de colombianos ante el Estado para la gestión de dicho proceso de desarrollo rural? Mejor dicho, ¿quién representa a los campesinos en Colombia? ¿Tienen una organización que sirva de interlocutor? ¿Va a ser el partido que surga de los acuerdos? Si es así, ¿sí los representa? ¿Se sentirán representados por dicho partido? ¿O será una gestión meramente tecnocrática sin retroalimentación participativa,  por la dispersión de los representados y la falta de una organización  sindical, política o gremial que esté legitimada para hablar en nombre de ellos.

La última gran pregunta, que hizo  ya de salida un profesor de la universidad del Rosario

a los que aun estábamos allá unos minutos después es: ¿y lo urbano? ¿Cuál es la propuesta para lo urbano? Lo que yo interpreté como: los restantes cuarenta millones de colombianos,  que no son campesinos, que pueden esperar de los acuerdos, en términos de propuestas para la gestión de las urbes y sus grandes problemas? ¿A qué ministro le corresponde eso? Y sobre todo, ¿quién nos va a representar en semejante cuestión? ¿Serán los partidos políticos que en los tres últimos años perdieron su identidad  por su participación no institucional en el gobierno de la Unidad Nacional? (todos menos el Centro Democrático, porque el nombramiento inconsulto  de los nuevos ministros del Polo y el Verde dinamitaron los últimos partidos que tenían  discurso ajeno a cuotas).

Esto demuestra lo que se ha dicho en el grupo de expertos en reforma política al cual

pertenecemos investigadores de varias universidades, gestores de tanques de pensamiento y líderes de ong’s sobre el tema, liderado por el MOE, y que yo resumo diciendo que el posconflicto sin reforma política y electoral a tiempo es como intentar vender una casa sin pintarla primero. Especialmente a nivel regional la cuestión es preocupante.

*Profesor Titular Universidad Nacional

Armando Emilio Colón Rojas Interesantes las crónicas del Caribeño José Orellano, construidas desde las entrañas de la Capital de la República. Gracias Jose, eres Orgullo Caribe. Desde Santa Marta, un abrazo.

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