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Pa'que crezca la polémica

Caja, acordeón, guitarra y guacharaca, vallenato de siempre en el Fesival de 'La pajará', en Riohacha.

Mi visión particular de

un vallenato inmaterial

Por Luis Roberto Herrera Mendoza

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco, ha incluido la música vallenata tradicional del Magdalena Grande en la lista de Patrimonios Culturales Inmateriales de la Humanidad en necesidad de salvaguardia urgente y tal hecho vuelve a encender la polémica sobre la modernización del género: tradicionalistas vs modernistas.

Controversias que se han dado desde siempre en torno al tradicional género musical, principalmente sobre su génesis: ¿Por cuál puerto ingresó el acordeón?  ¿Cuál pueblo es la cuna del género? ¿Qué pueblo ha aportado más artistas?, y un extendido sinfín de discusiones, de las cuales muchas terminan siendo bizantinas.

La continua ‘modernización’ ha sido el principal debate en que se ha visto envuelto el género desde tiempos inmemoriales, cuando a los primeros instrumentos regionales se les sumó el acordeón: motivo de malestar entre los tradicionalista que no veían con buenos ojos la irrupción de ese instrumento melodioso extranjero que —todo lo indica así — había hecho su entrada al país por el puerto de Riohacha, traído por inmigrantes alemanes que llegaron de Aruba y Curazao, las islas antillanas que eran colonias holandesas. Un algo muy similar a lo que aconteció con la llegada del acordeón al merengue dominicano.

Ya en la era comercial las primeras grabaciones en acetato de la música de acordeón las hizo el músico de Tenerife, Magdalena, Abel Antonio Villa. De tal forma, pues, desde lo comercial su origen no es de ninguno de los dos territorios señalados como cuna de la música de acordeón: La Guajira y el Cesar, pero sí del Magdalena. Que los tres se integraban en el Magdalena Grande.

También se alimentó la controversia, porque en las grabaciones intervinieron Guillermo Buitrago y sus muchachos, conjunto en el cual la guitarra tenía la misma connotación melódica del acordeón. A los tradicionalistas no les llamó mucho la atención de esta fusión y la desecharon como música de acordeón.

La unión de acordeón y guitarra es de vieja data. Y aunque muchos comentan que la guitarra fue primero que el acordeón, lo que sí es cierto es que el acordeón ocupó el protagonismo por la fuerza de su sonido melodioso que le dio a este género musical imponiéndose como el instrumento principal del llamado vallenato.

Es indudable que la guitarra, por sus características sonoras, ha sido una acompañante permanente en la música vallenata: el 80 por ciento de los compositores de canciones vallenatas se acompañan de la guitarra. Son muy pocos los que lo hacen con acordeón. Ejecutar el vallenato en guitarra ha sido tan común, que hay festivales y concurso de vallenatos en ese instrumento.

Exponentes de la música de acordeón sabanero (pertenecientes a Córdoba, Sucre y Bolívar) han llenado de celos a los ortodoxos del vallenato del Magdalena Grande: La Guajira, el Magdalena y el Cesar. Por múltiples razones, acordeoneros de esa región no llegaron a ser rey durante los seis años siguientes a la fundación del Festival de la Leyenda Vallenata y una de las disputas más sonadas fue la de Andrés Landero, de La Sabana, y Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, del Cesar-La Guajira, ganada finalmente por este último. Se sostiene que La Cacica Consuelo Araujonoguera (Dios tenga en su santo reino a una de las fundadoras del certamen valduparense) indujo el resultado para tratar de mantener la creencia de que los ejecutantes del acordeón tradicional eran mejores que los sabaneros.

De nada valieron tales afanes a partir del momento en que Alfredo Gutiérrez —que tuvo que dejar de un lado su estilo y acoplar su ejecución a la usanza de los de la región de Padilla— se coronó rey en 1974. No solo demostró que los de La Sabana también podían y sabían hacerlo, sino que sería rey en tres ocasiones. Y después, en el primer ‘Rey de Reyes’, 1988, una polémica con La Cacica lo obligó a retirarse antes de la competía final.

Artista de grandes quilates, y en permanente creatividad, llegó a ponerle otros ingredientes a la eterna polémica cuando introdujo algunos cambios a la tradicionalidad y muchos lo acusaron de hacer una música que no era vallenata. Los puristas del vallenato siempre han existido y en algunas cosas tenían razón: Alfredo también utilizaba el acordeón para interpretar porros, cumbias y el chandé, además del aire merengue-cumbia —su famosa canción papel quemao’ está arreglado en este ritmo—. Fue bautizado como ‘El rebelde del acordeón’, logró reunir a un puñado de estrellas de la música sabanera y formó la orquesta ‘Los corraleros de Majagual’, que fue considerada la ‘Sonora matancera colombiana’, que la integraban, entre otros, Calixto Ochoa, Cesar Castro, Lisandro Meza, Chico Cervantes y Eliseo Herrera y con la que logran muchos éxitos. Esta agrupación fusionaba la música de acordeón con algunos instrumentos de viento como el saxofón, el bombardino, el clarinete y otros de percusión como el cencerro, gracias a lo cual acentuaban el sonido de la música sabanera. Alfredo Gutiérrez no solo fue pionero en la utilización de la guitarra eléctrica, sino también que les agrego a los coristas y uniformó a los conjuntos vallenatos, además se hizo acompañar de un animador. Todo esto fue motivo de polémica por parte de los puristas de la época.

Ya en tiempos más cercanos la polémica corrió por motivaciones del ‘Binomio de oro’ (Israel Romero y Rafael Orozco), jóvenes que incursionaron con una propuesta vanguardista en la música vallenata, tanto por su organización como por su interpretación. Y se acusaba a Romero de no tocar vallenato, de utilizar muchos piticos y digitar muy rápido. Le decían ‘vallenato chiquichá’. El Binomio incluyó el sintetizador y la batería y además impuso un estilo empresarial como agrupación: ensayaban coreografías para sus presentaciones y no solo figuras eran el cantante y el acordeonero, sino que a los integrantes se les dio carácter de empleados, con asignación de un salario mensual hubiera presentación o no. Además, fueron los pioneros de las coreografías y en el uso de varios uniformes acordes con su espectáculo, por lo que se ganaron el remoquete de ‘Los niños bien’ o ‘Los coca-colos del vallenato’. El Binomio de Oro le dio caché al vallenato, título de su trabajo discográfico grabado en 1980 ‘De cache’. Ahí arrancó la evolución del vallenato: propuesta vanguardista que traspasó las fronteras colombianas, se internacionalizó y surgieron las presentaciones en Venezuela, Ecuador, Panamá y Estados Unidos y, de paso, se abrió mercado para otras agrupaciones.

El Binomio de Oro vistió el vallenato de ‘caché’, ‘Los Betos’ tambien se modernizaron, pero el legado de ‘Francisco El hombre’ no requiere mucha sofisticación para ejecutarlo. 

Desde ese momento los ejecutantes de la música vallenata se dividieron en dos: los exponentes del vallenato clásico, entre quienes destacan los Hermanos Zuleta, Los Beto, Zabaleta y Villa; Jorge Oñate, con Emilianito Zuleta, con ‘Colacho’, con ‘El Chiche’ Martínez, con Juancho Rois, con Álvaro López; Daniel Celedón, con Ismael Rudas; Silvio Brito con los Hermanos Meriño y ‘Pangue’ Maestre, y Diomedes Díaz con Juancho Roís, Colacho, ‘Cocha’ Molina y Álvaro López, y muchos otros, y los que representaban el vallenato joven: ‘Los Diablitos’, ‘Los pechichones’: Marcos Díaz y Bolañito, y ‘Los muchachos’.

Muchos de los exponentes clásicos del vallenato al ver el éxito comercial de las nuevas agrupaciones fueron adoptando algunas de sus características como instrumentos electrónicos y hasta coreografía. Y poco a poco fueron pasando del vallenato clásico, romántico, costumbrista, parrandero, al comercial para conquistar el potenciado mercado de los jóvenes.

La última gran polémica tiene como protagonista a los nuevos exponentes de la música vallenata, a los que le atribuyen el nombre de la ‘Nueva ola del vallenato’ por su tendencia a modernizar el género, luego de que lo hiciera el samario Carlos Vives con temas considerados clásicos, de mucho reconocimiento en sus épocas y cuyos autores eran la crema y nata del poético, romántico y costumbrista vallenato clásico. Esta modernización, con introducción de nuevos sonidos electrónicos, con tendencia roquera materializada en su trabajo discográfico titulado ‘Clásicos de la provincia’ internacionalizó más aun el género. Canciones como ‘La gota fría’, ‘Matilde Elina’, ‘El Cantor de Fonseca’, ‘Amor sensible’, ‘La cañaguatera’, ‘La celosa’ y otras obras representativas del vallenato también las metió en el gusto de la juventud y la puso a bailar. Esta propuesta del artista samario logra identificar a los jóvenes con los artistas de su generación, la llamada nueva ola, que no es más que la manifestación de un sector que estaba descuidado por el vallenato: el de los peladitos y peladitas de 14 a 19 años que querían ver a un artista ‘vallenato’ de 17 que se vistiera como ellos y hablara un idioma con el que pudieran retratarse, que una niña de 14 no se ve coreando una canción de Los Zuleta. En ese interregno surge ‘Kalé’ Morales, hijo de Miguel e impuso su nueva tendencia melodiosa y pegajosa con un lenguaje simple y juvenil, con el cual le llegó a esa juventud rebelde y ávida de artistas con los cuales identificarse.

Lo que menos les interesa a los jóvenes de nuestros tiempos es la lírica, utilizada por los compositores de antaño, que le cantaban al amor, a la naturaleza, a la picaresca, en sus letras románticas y costumbristas. Ahora también hay canciones que describen las vivencias de sus compositores, pero lo que se vive hoy día es muy diferente a lo que se vivía en tiempos pretéritos. No puede ser la misma vivencia la de un campesino de los pueblos rurales, rodeado de la naturaleza, de caudalosos ríos, de árboles florecidos y de miles de aves que con su canto alegraban el paraje, en tiempos idos, a lo que vive hoy un joven en junglas de concreto y hormigón, enloquecidos por mil aparatos de las nuevas tecnologías, con la contaminación auditiva de automóviles y los pocos ríos que sobreviven llenos de basuras. ¿Será que este compositor contemporáneo podrá describir belleza de este medio ambiente en que está viviendo?

Los jóvenes compositores contemporáneos viven en circunstancias muy diferentes a las que vivieron los autores de tiempos pasados, el medio ambiente, la ética, la moralidad, la ingenuidad de las mujeres, el romanticismo y hasta el analfabetismo de la mayoría de sus paisanos hacían parte del entorno de esos autores, que los ayudaba a sus creaciones, poéticas y llenas de florituras líricas. Hoy en día las fuentes de inspiración de los autores en su mayoría son las mujeres, las relaciones sentimentales, el desamor, el engaño, la infidelidad o hechos jocosos que les ha sucedido. El ‘vallenato llorón y cachón’, es lo que viven los autores. Son pocos los compositores del canto vallenato contemporáneo que realizan una canción costumbrista o a la naturaleza. Muy poco aportan incluso las letras de esas canciones que son hechas para concursar en los diferentes festivales, donde una que otra son atractivo para ser grabada para su comercialización.

Ya muchos de aquellos grandes compositores de antaño que le cantaban a la vida, a la naturaleza y al amor han ido desapareciendo ante el paso inexorable del tiempo. En menos de un mes han abandonado la vida terrenal Calixto Ochoa ‘El negro Calo’, y Alfonso Cotes Jr, dejándonos, eso sí, un legado de buenas composiciones. Infinidad de excelentes creaciones que los jóvenes cantantes de hoy deberían interpretar, con escasa pero acertada adaptación a su estilo moderno y renovado, para que los de su generación y los de la próxima generación, conozcan la lírica utilizada en las cantatas de nuestros desaparecidos juglares y troveros.

Que sepan que esta canción se llama ‘Tierra de cantores’ y es inmortal:

Carlos

Huertas

Hoy se nota en la floresta, un ambiente de alegría...

Y el rumor de ranchería, es más dulce y sabe a fiesta.

¡Claro!... si es que está en Fonseca,

el pueblo y San Agustín,

conmemorando el festín, de esta tierra de cantores,

en donde los acordeones saben llorar y reír.

Es de Carlos Huertas, un hijo de La Guajira que le cantó a

su tierra como cientos y cientos de hombres de por aquí, cuya magia poética traspasó los linderos de lo inimaginable tras saber plasmar y transmitir sus vivencias cotidianas en odas a las cuales otros las acompañaron con  melodías, convirtiéndolas en obras inmortales de la música colombiana, que es lo que en fin reitera la Unesco cuando declara al vallenato como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Hoy se encuentran los retoños, de viejos compositores...
¡Surgirán composiciones, como frutos en otoño!
Y en este nuevo retorno, por lo que se trata y dice...
El recuerdo de Luis Pitre, enmarcado en lontananza
Crecerá con la esperanza de un pueblo que lucha y vive (Bis)

Es esta forma de componer, lo que en sí debe de preservarse, como ya lo hizo Carlos Vives con Clásicos de la Provincia’, álbum en el cual, con un sonido roquero, pero preservando la esencia de la música vallenata: el acordeón, la guacharaca y la caja. De esa forma, Vives puso a tararear y bailar a millones de jóvenes las canciones de nuestros juglares.

Claro que el vallenato debe de modernizarse. Como todo en la humanidad, tiene que ir en constante avance. La música vallenata no puede quedarse permanentemente en el tiempo, inmodificable, como petrificada, porque desaparece. Lo que debe de procurarse es preservar su ADN, su razón de ser, aunque lo acompañen con los instrumentos que se quiera.

Pero los que nunca deben de faltar son la caja, la guacharaca y el acordeón, con la que se les pone melodía a esas historias, no importa que sean de desventuras amorosas con cachos incluidos. O de dolor inmenso ante la propia irresponsabilidad supina, como ‘Alicia adorada’ de Juancho Polo Valencia, que cantó lo que pasó, sin decir que ella esperaba un hijo suyo...

En la preservación de la tradición vallenata nunca deben de faltar la caja, el acordeón y la guacharaca, instrumentos inmortales  para ponerle melodía a la poesía hecha verbo...

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