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Colombia reverdece a la esperanza
Que la palabra sea el arma que esgrimamos...

Ahora sí

alza su vuelo

la paloma...

Juan Manuel Santos  

Este martes comienza el debate legislativo en procura de que ocurra lo que no ocurrió el pasado

2 de octubre en el plebiscito: la refrendación del acuerdo de paz, ahora ‘mejorado’, para poder darle curso a la implementación.

Denominado ‘El acuerdo del teatro Colón’ porque se firmó en el emblemático escenario bogotano el jueves 24

por los jefes del Estado y de las Farc Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño Echeverri, respectivamente —bases para dar inicio a la construcción de una paz duradera, en especial sobre el fin del conflicto con las Farc—, el docu-mento sigue siendo objeto de críticas y rechazos, especialmente por parte del Centro Democrático en cabeza de su jefe Álvaro Uribe.

Para el logro de la refrendación, el gobierno se aferra al respaldo de los partidos que integran la Unidad Na-

cional. Tiene la certeza de que el Congreso le dará aval a lo firmado, en medio de la exposición y escucha de los planteamientos de los partidos políticos, de víctimas y de los promotores tanto del ‘sí’ como del ‘no’.

Los de ruana, literal, también vivieron, entusiastas, el entorno de la firma del ‘El acuerdo del teatro Colón’ y, optimistas, saludan al presidente Juan Manuel Santos, a su paso hacia el histórico acontecimiento.

El Nuevo Edificio del Congreso y el Capitolio Nacional

han de ser, pues, los escenarios apropiados —el Parlamento— para que comience a ponerse en práctica, en toda su lite-ralidad, el espíritu de la frase de Rodrigo Londoño Echeverri, Timochenko, al dar inicio a su discurso de diez minutos en la ceremonia de firma del acuerdo del jueves reciente: “Que la palabra sea la única arma de los colombianos”.

Sí, la palabra, el diálogo, el debate respetuoso, el con-

senso y el disenso como únicas armas para que pasen a la historia “más de siete décadas de violencia y medio siglo de guerra abierta”, se les dé valor a 33 años de diálogos fallidos y a un lustro de conversaciones en La Habana —con resultados para el optimismo, para el reverdecer de la esperanza—, se haga sustracción de “el desencanto del pasado 2 de octubre” y todo, pero todo-todo lo que huela a paz y convivencia, se reoriente hacia “el más histórico esfuerzo por conseguir el mayoritario consenso de la nación” en torno a ‘El acuerdo del teatro Colón’.

Aunque la oposición, en todo su derecho, ande en bus-

ca de mecanismos que obliguen a una refrendación popular del acuerdo, acción a la cual ha anunciado su inclinación e Partido Conservador —la Constitución le otorga al Congreso la facultad de refrendar este tipo de actuaciones del Ejecutivo— y se recurra también a tutelas en contra de lo acordado y firmado, se espera que el diálogo se imponga y la nación salga fortalecida de la encrucijada que le provoca esta terrible noche de más de siete decenios de violencia.

Colombia ha de salir del desangre para que comience a

encaminar sus pasos por sólidos senderos que den firmeza a

la esperanza generalizada. Que esta nota ligera sobre lo que viene esta semana para ‘El acuerdo del teatro Colón’ se complemente con una crónica del periodista Jesús David Gómez, del Sistema Informativo de Presidencia.

SÍ SE PUDO: QUE VIVA COLOMBIA

Cuenta detalles sobre los previos inmediatos y la firma del acuerdo desde la visión gubernamental:

“No me rendiré. Seguiré buscando la paz hasta el último minuto de mi mandato porque ese es el camino para

dejarles un mejor país a nuestros hijos”, aseguró el presidente Juan Manuel Santos el pasado 2 de octubre tras conocer los resultados del plebiscito.

Y fiel a su promesa, el Jefe del Estado se puso en la tarea. Pocas horas después de la citada jornada electoral,

comenzó innumerables reuniones en las que escuchó las consideraciones de representantes del No y de distintos sectores de la sociedad colombiana.

Escuchar fue el verbo más practicado por el Presidente Santos en estos cerca de dos meses. Fueron jornadas

agotadoras, pero provechosas.

Y este jueves, 53 días después, finalmente todo ese paciente esfuerzo rindió sus frutos. Se logró la suscripción

de un acuerdo definitivo con las Farc. Un acuerdo que pone fin a más de cinco décadas de conflicto con ese grupo.

La jornada se auguraba histórica. De traje gris oscuro y corbata azul celeste, el Presidente Santos arribó al Pa-

lacio de San Carlos, antigua residencia presidencial y actual sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, a media mañana.

A las 11:23 de la mañana, el Jefe del Estado abandonó la Cancillería rumbo al Teatro Colón, escenario esco-

gido para el solemne y discreto acto.

El Presidente fue recibido con aplausos por cerca de mil asistentes. El escenario no podía ser mejor, pues fue

inaugurado tres años antes de la finalización de la Guerra de los Mil Días. Pocas veces la majestuosa edificación lució tan hermosa.

Las notas del Himno Nacional, interpretadas por Cecilia Silva Caraballo, fueron las encargadas de poner en

marcha el histórico evento.

Acto seguido, el Presidente Santos se ubicó en el escenario con Humberto de la Calle a su derecha y Sergio

Jaramillo a su izquierda.

Y llegó el gran momento. Rodrigo Londoño Echeverri, líder de las Farc, y el Presidente Santos suscribieron el

nuevo acuerdo, el Acuerdo del Teatro Colón.

El primero en plasmar su rúbrica fue Londoño Echeverri. Luego fue el turno del Jefe del Estado colombiano. Con su mano izquierda y con el simbólico balígrafo, firmó el documento que cambiará la historia de las futuras generaciones del país. Luego estrechó la mano de su otrora enemigo, con el que en adelante se enfrentará exclusivamente en la

arena política.

“¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo!”, gritaban de pie y a todo pulmón los asistentes, mientras las lágrimas recorrieron las

mejillas de varios de ellos.

Tras escuchar las palabras de Londoño Echeverri, el Jefe del Estado colombiano comenzó su intervención a

las 11:44 de la mañana. Durante 19 minutos, el Mandatario expuso las bondades del Acuerdo y sus implicaciones para las generaciones venideras. Convocó a un pacto nacional para implementar lo acordado y aseguró que toda guerra es una derrota.

Cuando terminó de pronunciar su discurso, fue objeto de una nueva ovación. Por más de un minuto, los aplau-

sos retumbaron en la acústica del soberbio recinto.

En ese instante el grupo Tambor del Cabildo se tomó el escenario. Con trajes típicos y de impecable color blan-

co, interpretaron ‘Violencia’, obra del maestro José Barros.

Nunca cobró tanta vigencia el tema del maestro nacido en El Banco, Magdalena. “Maldita violencia”, cantaba

Cecilia Silva Caraballo, como rechazando lo acontecido en el último medio siglo en el país.

Y con ello se cerró el acto.

Una vez terminado, se escuchó en grito sentido y emotivo: “¡Viva Colombia!”

Y es así: Que viva Colombia, que viva Colombia sin guerra. Que viva Colombia en paz.

Con su mano izquierda y con el simbólico balígrafo, Santos firmó el documento que cambiará la historia de Colombia, al tiempo en que Londoño Echeverri parece elevar una plegaria al cielo por el histórico momento.

Rodrigo Londoño Echeverri

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