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razónpública.com

Guerra en tiempos de La Habana

Una guerrilla débil

ELN en el territorio

Elaborado por

David Fernando Correal*

Pablo Alberto Ortega**

y Jorge A. Restrepo*** 

Sigue el peligro

Mejor negociando

Altibajos de violencia

       na mirada cuidadosa sobre las acciones militares, la presencia regional y la financiación de esta guerrilla dice mucho sobre el porqué se decidió por fin a negociar y sobre su real capacidad para obtener concesiones del gobierno.  

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Con cuánta fuerza

llega el ELN a mesa

de negociaciones

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Con cuánta fuerza

llega el ELN a mesa

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Tras la ruptura de los diálogos exploratorios con el gobierno Uribe en diciembre de 2008 —y luego de una breve intensificación de sus acciones militares— el ELN había reducido drásticamente su actividad violenta desde finales de 2009. A partir de esta fecha, y hasta mediados de 2010, el grupo sostuvo un cese al fuego “virtual”, durante el cual su actividad armada se mantuvo en niveles mínimos.

Sin embargo la fuga de Gustavo Giraldo, alias Pablito, jefe del Frente de Guerra Oriental en octubre de 2009, permitió la reorganización y fortalecimiento del grupo: en los lugares controlados por este Frente, el ELN aumentó sus recursos mediante el secuestro, la extorsión, la minería ilegal, el contrabando y el narcotráfico. Por eso desde noviembre de 2010 pudo aumentar sus acciones violentas. Este crecimiento se aceleró a finales de 2013 y, para junio de 2014 alcanzaría sus mayores niveles en dos décadas. Desde entonces el ELN ha mantenido altos niveles de violencia.

No obstante las acciones de guerra del ELN no han aumentado desde el comienzo de los contactos confidenciales entre el gobierno y las FARC, ni desde la instalación de la mesa de La Habana.

Es más: contrariamente a lo que suele decirse, esta guerrilla redujo levemente las acciones violentas desde el anuncio de la fase exploratoria de sus propios diálogos con el gobierno.

Sin embargo las acciones de la Fuerza Pública contra el ELN sí han aumentado a un ritmo sostenido: desde 2012 hubo un repunte de los operativos militares y en 2015 se registraron niveles cuatro veces más altos que el promedio anual de 2006-2011. Pero como el ELN ha buscado no exponerse a una confrontación militar abierta con el Estado, el número de combates con la Fuerza Pública se ha reducido desde 2009.

Durante el período 2013-2016, la actividad del ELN se ha caracterizado por acciones ofensivas típicas de una fuerza guerrillera (ataques contra la infraestructura de extracción de hidrocarburos y hostigamientos contra la Fuerza Pública) en zonas aisladas donde el grupo ha tenido presencia histórica. Además, no ha renunciado al secuestro como arma de guerra y fuente de financiación.

El ELN ha buscado no exponerse a una confrontación militar abierta con el Estado.

Pese al escalamiento de su iniciativa armada, el grupo no ha podido retomar los niveles de violencia que sostuvo entre 2007 y mediados de 2009. A mediados de 2014, por ejemplo, realizó un número de acciones que solo correspondió al 54 por ciento de las que cometió en 2002, cuando tuvo su máximo histórico.

El ELN ha sido incapaz de lanzar una ofensiva con alcance nacional, y no ha logrado coordinar acciones armadas en varios lugares

del territorio nacional o mantener el dominio sobre regiones completas, pese a concentrarse en algunas de ellas. Tampoco ha logrado afectar de manera sistemática redes logísticas o de infraestructura, como sí lo lograron las FARC después de la ruptura de su cese el fuego en mayo de 2015.

En últimas, el único ‘logro’ del ELN fue intensificar sus acciones en algunas áreas bien delimitadas.  En gran parte, esta precariedad militar del ELN se debe a la respuesta de la Fuerza Pública, que ha logrado contener su expansión aunque no haya logrado una victoria militar completa.  

Grafiti del ELN en Puerto Nariño, Arauca. Foto: KyleEJohnson

Desde 2011, el ELN no ha logrado abrir nuevos frentes de guerra. Por el contrario, su presencia violenta se ha reducido en los últimos cinco años y pocas unidades guerrilleras sostienen la mayor parte de la iniciativa armada del grupo. Con excepción de sucesos ocasionales en Caquetá, Cundinamarca, Meta y Sucre, no encontramos evidencia documental

de una posible expansión del ELN a departamentos donde no tenía presencia violenta entre 2006 y 2010.

Sin embargo el ELN ha buscado expandirse a otras regiones de departamentos donde ya hacía presencia, principalmente a áreas recientemente “abandonadas” o “cedidas” por las FARC en Chocó, Cauca, y Nariño, como lo denunciaron la Organización Indígena de Colombia y la Defensoría del Pueblo. Hasta el momento, el monitoreo que hace el Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto (CERAC) en estos territorios solo ha encontrado patrullajes armados, entrega de propaganda e injerencia en la explotación de rentas ilegales asociadas con el narcotráfico y la minería ilegal.

A pesar del esfuerzo del ELN por ampliar su influencia en el país, durante estos años (2010-2016) se ha observado la reducción de las acciones del grupo en varias de las regiones donde históricamente ha operado, e incluso una desaparición virtual de su capacidad operativa en algunos de sus territorios estratégicos del pasado:

        En Santander y Tolima, donde se reportaron altos niveles de violencia del ELN entre 2006 y 2011, su actividad cayó en más del 80 por ciento.

        En La Guajira el ELN solo tuvo 3 acciones durante este período, lo que muestra una pérdida casi completa de la capacidad operativa del Frente Norte.

        En Risaralda, zona estratégica para el ELN, el Frente Occidental redujo casi a cero su actividad violenta durante estos años.

        ●En Nariño, otra región crucial para el grupo, se registró una caída del 34 por ciento en el número de acciones con participación del grupo guerrillero (38 a 25 casos).

Acuerdo de Paz entre el Gobierno Nacional y el ELN.

Foto: Centro Nacional de Memoria Histórica

Sin embargo algunas unidades del grupo han aumentado sus acciones y han consolidado su dominio regional. En particular, el Frente Oriental, con presencia en Arauca, Casanare y Boyacá, ha sostenido casi todo el esfuerzo militar del ELN en estos años, es el responsable de la mitad de acciones ofensivas y es la unidad que sostiene más combates con la Fuerza Pública.

También es preocupante la situación de Norte de Santander, donde opera el Frente Nororiental. Aunque allí han disminuido las acciones del ELN, este departamento es el segundo con mayor actividad militar del grupo, después de Arauca. Otros frentes de guerra activos se encuentran en Chocó y Cauca, donde operan los frentes Occidental y Suroccidental, respectivamente. En estas regiones los niveles de violencia con participación del ELN se mantuvieron altos.

La “celebración” del aniversario del grupo con un paro armado, entre el 14 y el 16 de febrero de este año, afectó a la población civil y a la industria de transportes e hidrocarburos, así como a la Fuerza Pública, en Casanare, Nariño, Antioquia, Arauca, Cesar, Chocó, Bolívar, Boyacá, Cauca, Norte de Santander y Valle del Cauca.

La reciente ofensiva del ELN ha afectado particularmente a los miembros de la Fuerza Pública: desde 2013 aumentó el número de militares y policías muertos en acciones unilaterales y combates con participación de esta guerrilla. Estos niveles no superan los registrados entre 2006-2008, pero sí son mayores que los del período de “cese del fuego virtual”.

En promedio, entre 2013 y 2015, ha muerto un menor número de civiles en acciones del grupo en comparación con los periodos 2010-2012 (de cese virtual), y 2006-2009 (de aumento en la violencia del ELN).

Además de inefectiva, la reciente escalada del ELN ha tenido un enorme costo político. Con ella puso en riesgo la oportunidad de alcanzar un acuerdo de paz “completo” que incluyera a todas las fuerzas guerrilleras activas en el país.

Sin embargo, una solución negociada al conflicto con el ELN no solo es necesaria sino que reducirá las pérdidas humanas y económicas mucho más que una elusiva terminación del conflicto por medios militares. Por eso el anuncio de un futuro proceso de paz es un avance muy importante para la superación del conflicto y la disminución de la violencia política.

En primer lugar, porque contribuye a disminuir los riesgos y los obstáculos para llevar a cabo los acuerdos alcanzados entre el gobierno y las FARC, en especial en lo referente al  cese bilateral de hostilidades, la participación política, la solución al problema de las drogas ilícitas y la reincorporación de excombatientes  a la vida civil.

El único ‘logro’ del ELN fue intensificar sus acciones en algunas áreas bien delimitadas.

Además, el proceso de paz con el ELN hace responsable ante la sociedad a esta guerrilla por sus acciones. De hecho, el éxito del proceso

de des-escalamiento bilateral y recíproco negociado con las FARC ha hecho más evidentes las acciones del ELN, lo que ha significado un gran costo político para esta guerrilla.

Es probable que tal presión política en contra del ELN le lleve a dar prioridad a la negociación de un proceso de des-escalamiento y de renuncia paulatina a las acciones violentas. En este momento, la sociedad civil colombiana tiene una oportunidad única para presionar a este grupo para que renuncie al uso de la violencia, incluso antes de que se abra formalmente la mesa de negociaciones.

Para lograr este efecto positivo de la negociación, es crucial que la instalación de la mesa de diálogo no se haga antes de que el ELN haya liberado a los secuestrados. Desde 2010, el CERAC conoce de 132 casos de civiles y 4 integrantes de la Fuerza Pública secuestrados por el ELN, pero no conocemos cuántos secuestrados están aún en poder de esta guerrilla.

Otro efecto positivo del diálogo con el ELN sería la reducción de la violencia en regiones como Chocó, Nariño y Norte de Santander, donde cada vez hay más enfrentamientos entre el ELN y los grupos neo-paramilitares por ocupar los espacios abandonados por las FARC. Estas organizaciones ya están iniciando acciones para ocupar estos territorios. Por eso, las autoridades deben estar atentas a esta respuesta violenta de los grupos de crimen organizado que se alistan para una transición hacia el posconflicto.

 

* Investigador del Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto (CERAC)

** Investigador. Realizó estudios de economía en la Universidad Católica de Colombia

*** Profesor de la Pontificia Universidad Javeriana y director del Centro de Recursos para el Análisis del Conflicto (CERAC)

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