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Recuerdos luctuosos para recrear pasado alegre

Rangel ‘El maño’ Torres haciendo gala en su ejecucion de bajo al lado de Rafael Orozco.

Israel Romero y Daniel Celedón: nueva ola, tiempos aquellos...

‘El maño’ Torres:

bajista creativo,

un ‘showman’…

Por Luis Roberto Herrera Mendoza

Por allá por los años 70 —siglo pasado—,

cuando la música de acordeón iniciaba su despegue comercial e iniciaba su expansión nacional, ya se escuchaban los primeros éxitos del monstruo Diomedes Días, con su primera grabación al lado de Nafer Duran entre la que se

destaca ‘El chanchullito’, de su propia autoría. Nacía también la potente voz de Daniel Celedón al lado de otra de las nacientes estrellas del acordeón, Israel Romero, que pusieron a bailar a los jóvenes de la época con sus éxitos ‘Digan lo que digan’ y ‘Amanecemos parrandeando’, ambas de la autoría de Israel Romero: jóvenes exponentes de la música de acordeón que para la época fueron denominados los de ‘la nueva ola’.

En Riohacha, en los años 76-77, muchos adolescentes

estábamos en transición de la pubertad hacia la juventud, embelesados con la música rock de los hermanos Gibb, Barry,

Robin y Maurice, integrantes del grupo Británico los Bee Gee con su álbum Saturday Night Fever, banda sonora del filme del mismo título y al que el grupo le aportó las seis canciones principales: ‘Stayin’Alive’, ‘Night Fever’, ‘How Deep Is Your Love’, ‘More than a woman’  y ‘If I Can’t Have You’. Exitosa película protagonizada por John Travolta y Karen Lynn Gorney.  Paralelo a estos éxitos del rock, localmente nace también una estrella de la música del acordeón: Juan Roys Zúñiga, acompa-ñado de un experimentado cantante de la música tropical colombiana como lo era Juan Piña Val-derrama —de la dinastía de los Piña,  familia de músicos de San Marcos, Sucre—, que ya había fungido como corista del ‘Binomio de oro’. Roys y Piña grabaron en Codisco, bajo el sello Costeño, el trabajo titulado ‘El fuete’, que sería un rotundo éxito y pondría a bailar a los jóvenes de aquella es-plendorosa época.

Yo y otros amigos, compañeros de cole-

gio, parientes y vecinos, entre estos los hoy médicos Franklin Choles Pérez, cirujano cardiovascular, y Rodrigo Salina Goenaga, especialista en salud ocupacional —con quienes el único objetivo común era bailar y perseguir jovencitas—, nos reuníamos a escu-char música, especialmente cuando salían al mercado los nuevos trabajos discográficos, a pesar de los disímil de nuestros gustos musi-cales. Choles Pérez, tenía preferencia por el rock y las baladas, a mí además de los

Juancho Roys y Juan Piña: ‘El fuete’.

anteriores, también la salsa, el bolero y la música tropical, y Rodrigo Salina era el especialista en música de acordeón. El entusiasmo de este amigo, sumado a que era la música perfecta para nuestras labores enamoradizas de la época, contribuyó a que nosotros pudiéramos incluir la música de acordeón en nuestros gustos.

Cada vez que salía un nuevo trabajo discográfico de algunos de los grupos de la época —saca-

ban dos trabajos discográficos por año, es decir uno cada seis meses—, nos reuníamos a escucharlo detalladamente.  Mi amigo Rodrigo Salina se especializaba en los contra-versos —son las frases que los cantantes improvisaban entre las letras de las canciones— y uno de los más recordado es el que hizo Diomedes en la canción ‘Lo más bonito’, que hizo parte del trabajo discográfico con Juancho Roys ‘La Locura: “Oye Diomedes, es verdad que la quieres, esa no la cambio ni por panela”. Además, mi amigo también era un especialista en la digitación de los pitos de los acordeoneros y sabía de las características de cada uno al ejecutar el instrumento de fuelle, reconocía con solo escuchar las notas iniciales de cualquier tema, al acordeonero, pero además sabía quién era el compositor y hasta la fecha en que fue grabada. A veces hacíamos el ejercicio entre todos y competíamos para ver quién conocía más contra-versos. Es fácil deducir quién ganaba.

Pero mientras mis amigos escudriñaban las canciones para aprenderse los contraversos y los

sonidos melodiosos del acordeón, mi atención se la llevaba el sonido de un instrumento que fue introducido en los años 60 por el tres veces Rey Vallenato Alfredo Gutiérrez: el bajo electrónico, un aporte del Jazz. Este interesante instrumento influyó enormemente en la modernización del ritmo autóctono de la Provincia de Padilla y, con el paso del tiempo, dejó de ser el instrumento pasivo solo para marcar el compás melódico en las piezas musicales a interactuar coordinadamente con el acordeón.

Con los revolucionarios cambios introducido por el llamado padre del modernismo de la música

de acordeón, el ‘Binomio de oro’ destaca por ser de los grupos que más aportó con innovaciones como modernos diseños de los uniformes y coreografía de los coristas —emulando a grupos extranjeros de merengue—, arreglos en ‘guitarra punteada’ y armonías elaboradas con ‘varias voces de acordeón’, combinaciones del acordeón y el bajo, además de otras de tipo administrativo y organizativo.

Entre los artistas que hi-

cieron parte de esta agrupación, sobresalía el joven bajista Rangel ‘El maño’ Torres, miembro de una destacada familia de músicos villanueveros, hijo del maestro Reyes Torres, fundador de la orquesta que orgullosamente llevaba su nombre y considerada una de las agrupaciones de música tropical de más prestigio en toda la región Caribe. La agrupación musical del maestro Reyes Torres marcó toda una historia en la música tropical, llamada posterior-mente música de prquesta.

Rangel ‘El maño’ Torres y el maestro Reyes Torres: otra dinastía de músicos originaria de Villanueva, ‘Cuna de acordeones’.

Entre los integrantes de esta reconocidísima agrupación musical podemos mencionar a ‘Juancho’ Gil —papá de Andrés ‘El turco’ Gil Torres y cuñado del maestro Reyes—, Silvio Molina, Manuel María Barros, Rafael Hernández, Pedro Meza y Tomas Rafael ‘Chumeca’, destacado ejecutor de las tumba-doras en varias orquestas regionales. El maestro Reyes Torres y su familia vivieron en el barrio San Luis de Villanueva y entre sus vecinos figuraban el compositor Alberto Murgas y el maestro Emiliano Zuleta Baquero, tronco de la dinastía de los Zuleta.

El maestro Reyes Torres tal vez es más co-

nocido dentro de los círculos de la generación de músicos sobre pentagrama de la ‘época dorada’ de la música en La Guajira: tenían renombre las agrupaciones de Riohacha, Camarones y Pancho. Su aporte más valioso: ejecutantes de guitarra, bajo electrónico y consumados arreglistas de la música de acordeón, entre ellos Camilo Torres (fallecido), Alcides ‘El Chiche’ Torres y Rangel ‘El Maño’ Torres, considerados por los entendidos como los mejores intérpretes de guitarra eléctrica y bajos eléctricos, al lado de grandes artistas del género como Los Hermanos Zuleta, Diomedes Díaz, Jorge Oñate, El Binomio del Oro y Juancho Roys, con quienes dejaron impreso su talento, como paradigma  para las nuevas generaciones de ejecutantes de estos instrumentos.

Rangel ‘El maño’ Torres le impartía todo su

conocimiento y energía a la ejecución de este instrumento, adoptando nuevos arpegios. Sus presen-taciones con el Binomio de Oro —grupo con el que inicio su carrera profesional como bajista— fueron memorables. Su creatividad tuvo sus mejores momentos al unirse con otro talentoso en la creatividad musical: Juancho Roys Zuñiga. Estos dos genios hicieron memorables arreglos musicales desde que se unieron, en 1977, en la producción del disco ‘El fuete’. Pasaron muchos cantantes al lado de estos dos monstruos: Elías Rosado, Oñate, Diomedes. Estos dos talentosos músicos guajiros, Roys y Torres, nunca se separaron, tanto así que ¡hasta la muerte los sorprendió juntos!

Gran parte de la orquesta del maestro Reyes Torres.

Tuve el gusto de presen-

ciar en varias ocasiones pre-sentaciones en vivo de Juancho Roys, con varios de los can-tantes con que actuó durante su vida musical,  pero mientras todo el mundo estaba pendien-te del cantante mi atención estaba centrada en ‘El maño’, en su forma singular de ejecutar el  instrumento: él era

todo un ‘showman’, brindaba un gran espectáculo, sus gestos, su baile, su virtuosismo en la ejecu-ción, sus señas con Juancho para hacer los pases, sus improvisaciones y la coordinación con el resto del grupo, especialmente con Wilson Peña en la tumbadora y Tito Castilla en la caja. ‘El maño’ disfrutaba cada pieza musical que ejecutaban, se gozaba toda la presentación bailando con alegría, impartiéndole a su actuación esa sabrosura que solo tienen los costeños. Él le dio un nuevo alcance al bajo en las agrupaciones de música de acordeón, como se dijo antes: pasó de ser un instrumento de acompañamiento y marcación de tiempo a participar directamente en los arreglos en algunas

Contracarátula del elepé, 33 rpm, de ‘El cóndor legendario’. Atrás, ‘El maño’, y adelante, flanqueando a los hermanos Zuleta, Juan Carlos Rueda y Lenín Bueno Suárez.

exitosas canciones, como al final de un clásico de los Hermanos Zuleta: ‘El cóndor legendario’, al igual que en el inicio de ‘El parrandón’ del Binomio de Oro  o en ‘Pa’mi amigo el querendón’ y ‘El que espabila pierde’, del mismo grupo. En esos números es notoria la participación del bajo.

Junto a este virtuoso músico,

otros como Issac Carrillo y José Vás-quez, bajistas también, contribuyeron a expandir hacia los mercados interna-cionales la música originaria de la Provincia de Padilla, penetración que arranca a partir de la modernización. Gracias a ellos, comenzaron a alternar con agrupaciones merengueras y sal-seras de alto nivel.‘El maño’ Rangel era una persona alegre, jocosa, descom-plicada. Tuvo el honor de ser premiado con la amistad de mucha gente. Era tan buen músico, que lo requerían otras agrupaciones para que participara y aportara su calidad interpretativa en las grabaciones de sus trabajos discográ-ficos: en su corta vida logró participar

con su bajo en 180 grabaciones. Murió en un accidente aéreo ocurrido un 24 de noviembre de 1994, en territorio venezolano. Trágico suceso que no solo trunco la talentosa y exitosa vida de este músico sino también la de Juan Humberto Roys Zúñiga, su amigo y compañero de creación, de una y mil batallas musicales.

Así como su padre, Rangel ‘El maño’ Torres ocupa un lugar en la historia villanuevera y guajira

como alguien que dedico su vida a engrandecer la música de la tierra de ‘Francisco el hombre’.

‘El maño’: conocimiento y energía a la ejecución del bajo, adoptando nuevos arpegios.

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