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Sacudón a la historia

Aquí

nació...

45

HACE

AÑOS

Festival de

Orquestas

La fecha de registro data del 31 de enero de 1969. Se hizo ante el secretario del Juzgado Quinto Penal Municipal de Barranquilla, a cargo entonces del ilustre soledeño Diógenes Bolívar Barros.

Después quedaría consignado en los libros autorales del entonces Ministerio de Gobierno.

Estamos refiriéndonos al Festival de Orquestas del Carnaval de Barranquilla, que

De las memorias de Arturo López Viñas

 Edición y Adaptación de Inocencio De la Cruz

Los Hermanos Martelo, uno de los grupos nacionales participantes en la primera edición del Festival.

este año cumple 45 de fundado. Y que, como somos gente de tradición —y el Carnaval es tradición barranquillera—, debe connotar un suceso especial, conllevar un gran valor sentimiental, procurar un homenaje a su recientemente fallecido fundador: un aniversario que ha de configurarse como el de las ‘Bodas de zafiro’.

La Billos

Caracas

Boys, de las

primeras

orquestas

extranjeras

en el

certamen.

“Esta es mi historia sobre el comienzo del Festival de Orquestas”, escribirá Arturo López Viñas en la cola de una kilométrica infinidad de datos al respecto. “Es mi historia con anécdotas, chismes y diretes que se vivieron, se cantaron, se bailaron junto con el delirio de un público enloquecido, que traspiró calor humano y le rindió el mejor estimulo de admiración y cariño a sus predilectos artistas”.

Recrea de esa manera, en parte, sus recuerdos del lunes 17 de enero de 1969 —la primera edición—, que en lunes fue que comenzó a realizarse el Festival, el cual, en algunos años, se complementó con el de acordeones, el día martes.

Antes de que el Festival arrancara institucionalmente en el Coliseo Cubierto Humberto Perea —cuando era coliseo cubierto y era escenario que llenaba de orgullo a cualquier músico del mundo que se presentara allí; con el paso del tiempo han sido otros sus escenarios: el Tomás Arrierta, el Romelio Martínez—, la génesis del certamen, como idea del creador, es más: como un evento radial, tuvo lugar en los estudios de ‘La voz de la Patria’, cuando se localizaba en la que fuera residencia de la familia Manco, en la calle Sello (44), entre las carreras Cuartel (44) y Libano (45). ¡Ah!, los nombres de la vieja nomenclatura barranquillera.

“Como miembro de la familia propietaria de la emisora —‘La universidad de la radio’—, convencí a sus regentes y directores, mis primos Vasallo Gómez, para que apoyaran la idea de buscar la piquería entre las orquestas locales, un sueño que siempre aspiré realizar”, dejó escrito Arturo.

Y en el patio de aquella casa, donde, en épocas de ‘La arenosa’, hacían paisaje barranquillero frondosos árboles de mango y guayaba, se construyó el radio‐teatro, muy fresco por quedar al aire libre.

Allí, cuando entonces López Viñas hacía parte de la orquesta ‘Almendra Tropical’ dirigida por Tito Sabal, Arturo encontró a los patrocinadores del primer encuentro entre agrupaciones musicales barranquilleras, que fueron la orquesta ‘Primavera’ de Pipe Barros, la ‘Olímpicos Jazz Band’ de Julio Lastra, el Combo de Juancho Esquivel, de Emisoras Unidas, y, por supuesto, la orquesta de planta de La Voz de la patria, ‘Almendra Tropical’.

“Los maestros de ceremonia fueron Osvaldo Villanigro y el publicista y promotor Primitivo Bernal”, tiene anotado Arturo en su memorias.

Llegó el año 1968 y el alcalde de Barranquilla era Luis Eduardo Consuegra, quien, receptivo de las iniciativas de Arturo, expidió el decreto 077 del 28 de enero y creó el ‘Comité de la Cultura’. Este jamás funciono, pero sirvió para encauzar el sueño de López Viñas de congregar en tarimaa los más connotados grupos orquestales que actuaran en el Carnaval de Barranquilla en el respectivo momento.

En 1969, cuando la Junta de Carnaval era presidida por Gabriel Martínez Aparicio, con la vice‐presidencia de Rubén Navarro Serge, y contaba entre sus otros miembros con Octavio Giraldo Maury y Emiliano Vengoechea, vocales, y Diógenes Visbal, fungiendo de ‘secretario de minutas’, el Festival por fin tomó forma definitiva, ante la incansable persistencia de López Viñas,

Arturo, que desde 1961 residía en Estados Unidos, había vuelto a Barranquilla en diciembre de 1968 a raíz de la muerte de su padre —“el 28, reunidos en familia y con el cariño de amigos y conocidos, lo enrutamos, en paso fúnebre, a su última posada del cementerio Universal”, escribió el deudo— y semanas después, ya en 1969, con el eco de los primeros “golpes hondo de los tambores panzudos” de Álvaro Cepeda Samudio, López Viñas entendería que la función debía continuar, dejaría a un lado el duelo y el bando de negro señal de luto y, “como sabía que mi viejo Enrique López Gómez quería verme triunfante con mi proyecto del Festival”, saldría a ‘enfrentarse’ a la jauría de la Junta de Carnaval para lograr por fin que se finiquitara la creación y, de una, la programación —como muestra importante dentro del Carnaval de Barraquilla— del Festival de Orquestas, Combos y Conjuntos, con ganadores en diversas categorías y modalidades.

Con algunas modificaciones de entonces hacia acá, el certamen cumple 45 años y su aniversario ha de ser visto como ‘Bodas de zafiro’, insistimos.

En su exposición de motivos ante “aquellos leones, la Junta, capítulo 1969” —Martínez Aparicio, Navarro Serge, Giraldo Maury, Vengoechea y Visbal—, Arturo planteó que había que sacarles provecho a las orquestas extranjeras que animaban casetas, verbenas y bailes durante el Carnaval y conminarlas a que se hicieran presentes, sin remuneración alguna, en el Festival… Que actuaran junto con los grupos musicales locales, en un solo espectáculo y en igualdad de condiciones competitivas, como un estimulante regalo al pueblo, en especial al barranquillero, que era el que consumía las producciones discográficas de todos los artistas obligatoriamente convocados y, además, sostenía su popularidad.

“Una de mis clausulas era precisa: debía ser un certamen gratis, el regalo de los elementos orquestales al pueblo, que es su sostenedor. Pero la susodicha cláusula fue enmendada por el vice‐presidente Navarro Serje y copia de la enmienda con su puño y letra existen y son parte verificable de mi querella”, se ha lamentado siempre López Viñas. De acuerdo con Navarro Serge, la entrada no debía ser gratis.

La Junta admitió que el creador del Festival era —no podia haber vuelta de hojas ni de ojos—, López Viñas y ella misma se proclamó como representante de los estamentos de una municipalidad que exigía pago por el uso del Coliseo Cubierto Humberto Perea, el escenario señalado por Arturo para el desarrollo del certamen musical. El público tenía que pagar para asistir y se acordó también la división de los porcentajes del producido neto del certamen: la Junta recibiría en pago de arrendamiento del coliseo el 51 por ciento de la taquilla y algunas concesiones…

“El 49 por ciento restante recaería en los derechos autorales y del cual yo”, escribe López Viña, “sin egoísmos, dividí mi participación entre instituciones necesitadas como el asilo San Antonio y la granja San José regentados por ‘Las hermanitas de los pobres’”.

De aquellas retribuciones económicas por derechos de autor, el “semillero de artistas, la Escuela de Bellas Artes” —precisa López Viña en sus memorias—, también recibió una porción del recaudo del éxito taquillero del primer Festival de Orquestas. “Un cheque a favor de la escuela de Bellas Artes fue entregado por mí a su director de turno, el maestro Hans Nobman, en reconocimiento a su labor de enseñanza a nuevos talentos del pentagrama musical”, escribió el creador del Festival.

Festival de Orquestas, el gran reto de López Viñas.

De acuerdo con la directora de la Fundación Carnaval de Barranquilla, Carla Celia Martínez, durante la edición 45 del Festival de Orquestas se le rendirá un homenaje a su creador, el músico y pianista, compositor folclórico y promotor de jazz Arturo López Viñas, quien falleció el pasado 8 de enero.

En declaraciones a los medios, Carla Celia Martínez considera que López Viña fue un hombre muy importante que, en integración con una Junta de Carnaval, creó el certamen musical.

Rendirán homenaje 

a Arturo López Viñas

La competencia en el grupo de combos y conjuntos nacionales fue reñida, de acuerdo con Arturo. Ganaron ‘Los corraleros de Majagual’, cuyos integrantes hicieron enloquecer a un tumulto festivo que daba vítores a un repertorio de trabalenguas, Eliseo Herrera, y ritmos autóctonos que habían impuesto en los medios radiales y las fiestas patronales de pueblo en pueblo. “El ‘Congo de oro’ al mejor a nivel nacional me honró entregarlo a su director el maestro Manuel Cervantes de la dinastía de grandes músicos soledeños”, anota el creador del Festival de Orquestas.

“Con sublime actuación, los Hermanos Blanco de Venezuela fueron destacados y premiados con el ‘Congo de oro’ para el mejor combo orquestal internacional”, agrega López Viñas.

Siempre sobre lo escrito en las memorias de López Viñas, tras bambalinas sucedieron cosas que no trascendían plenas al escenario central. “Me acuerdo que en mi afán de mostrar lo que mi conciencia trasparente me indicaba y con la experiencia y conocimiento de causa en el pentagrama musical con énfasis en el ensamblaje orquestal, me tocó enfrascarme en discusiones elevadas de ánimo y temperamento con el director de mi grupo preferido, Los Martelos. Joaquín, azuzado por la presencia del director artístico del Country Club señor Alberto Carbonell Jimeno, me increpaban por la actitud que asumí cuando me di a la tarea de no dejarlos actuar hasta que se presentaran la Billos, Los Melódicos y la auténtica orquesta La Playa en su primera visita. Mi buena intención no era del agrado de los señores antes mencionados que aducían que Los

Martelo tenían que cumplir el contrato pertinente, que se requería la presencia del grupo orquestal para amenizar el baile tempranero dedicado a divertir y alegrar la nueva generación de hijos de socios, el baile de ‘Paco‐Pacos’”.

Y agrega López Viñas: “Joaquín Martelo, bajista y director regente de la orquesta, más no musical —el musical era el maestro Peñaloza—, enfurecido casi me zampa una trompa… ‘No joda’, decía yo: ‘Espere compadre y deje que el pueblo admire y aplauda a los extranjeros, lo mismo que a ustedes, que son la mejor organización del pentagrama musical en Colombia y los asistentes van a reconocerlo y sentirse orgullosos de tal prestigio’. En fin, nos conciliamos y el público consentidor, admiró y vitoreó la presentación de la que en ese entonces representó nuestras expresiones vernáculas, que en esa piquería internacional con los colores patrios dejo entrever la supremacía de nuestra gama folclórica y musical: los hermanos Martelo, la orquesta, con la asistencia del maestro Antonio María Peñaloza en su capacidad de arreglista, fueron premiados con ‘Congo de oro’ como la mejor orquesta en la división nacional.

En orquestas, pues —en aquella primera edición del Festival de Orquestas, Combos y Conjuntos, hace 45 años—, la Billos Caracas Boys obtuvo el ‘Congo de Oro’ en la categoría Internacional… Y Los Hermanos Martelos, “la del Club Campestre de Medellín, en contrato con el social Country Club de Barranquilla, ‘Congo de oro’ en la categoría nacional”.

En Combos y Conjuntos, en categoría internacional, el ‘Congo de oro’ fue para los Hermanos Blanco de Venezuela y en la nacional los ganadores del ‘Congo de oro’ fueron ‘Los corraleros de Majagual’.

Escrito ha quedado antes, que Alfredo Gutiérrez, sin haber sido aun rey vallenato, figuraba como el primero —“escogido en franca votación”— en el orden de actuaciones en la primera edición del Festival de Orquestas, lunes 17 de febrero de 1969. No cumplió, a lo mejor, “todavía enhebrado y deprimido por la poca asistencia a la caseta donde cumplía el contrato de amenizar y divertir en el recinto ubicado en el parqueadero del teatro Doña Maruja, en la Carrera 44 N° 70‐80”.

Llegó cuando quiso e irrumpió en el escenario, apostándose con su conjunto en la esquina izquierda de la tarima —dice Arturo—. Insistió e incitó al público que, delirante, pedía fuese valorado y aceptado y porque, con su terquedad emocional, se tiro al entarimado y desde allí entonaba con los dedos de sus pies melodías del arraigue popular.

“Erdaa… ¿Y qué hacer para calmar un exigente público que se sentía motivado por el esfuerzo y rebeldía del que empezaba a descollar como ‘El rebelde del acordeón’? No podía exponerme a los chiflidos y mentadas de madre de delirantes asistentes, me metí el rabo entre las piernas y aprobé su participación. Con gran delirio, la gente en las graderías aplaudía mí acertada decisión y de esa forma Alfredo Gutiérrez impuso su indomable personalidad. ¿Será acaso que por este acto pantallero musical, a tan distinguido talento del acordeón y la cantautoría lo llaman ‘El rebelde del acordeón’?”, se cuestiona López Viñas.

Para cuando Arturo López Viñas escribió su diatriba titulada ‘Historia del Festival de Orquestas, Combos y Conjuntos’, era abril de 2011. Para entonces pensaba que tras tantos años consecutivos del certamen, con grandes éxitos e interminable lista de personajes, orquestas, combos y conjuntos, los mejores en el panorama artístico, el certamen contribuyó a que la UNESCO escogiera a las festividades del Carnaval de Barranquilla como ‘Patrimonio oral e intangible de la humanidad’.

Y pensaba que, económicamente, “el evento orquestal ha producido pingües ganancias pero, la desidia de los directores regentes, los ladrones de cuello blanco, apoyados por los políticos de turno de la generación “Ni‐NI”, han arrasado con el sentimiento de colaboración que una vez se le impartió a la causa de un festival, gratis, regalo de los elementos orquestales hacia el pueblo, que es su fiel sostenedores… Así dice la principal cláusula del proyecto de mi paternidad, pero fue enmendada por los regentes de la otrora época de la Junta del Carnaval de 1969”.

Los Blanco de Venezuela y la Orquesta de Pacho Galán fueron de los que actuaron como fundadores del Festival de Orquestas, año 1969, en el cual la agrupación venezolana, junto con su coterránea la Billos Caracas Boys y Los Hermanos Martelo ganaron 'Congo de oro'... Pacho lo ganaría posteriormente.

Las memorias de Arturo López Viña en torno al Festival de Orquetas terminan siendo una interminable diatriba y en aras de una objetividad relativa, el cronista-adaptador-editor del kilométrico texto, ha decidido retomar, exclusivamente, todo lo concerniente a la creación y desarrollo de la primera edición.

Con razón a sin ella, Arturo no deja títere con cabeza, pero también se derrama en elogios hacia quienes, escribe, “me ayudaron, como Rafita Roncallo, por esos años, en la dirección de la Corporación Nacional de Turismo en Barranquilla. Rafita, a sabiendas de mi reconocimiento en el medio periodístico, radial y televisivo de Bogotá, me regaló pasaje de ida y vuelta, vía Aereocondor, para que promoviera y difundiera la idea de mi creación. El pueblo no lo había digerido y los de la organización, regente en esa época, miraban con incredulidad”.

Gracias a Roncallo, Arturo logró que Carlos Pinzón, Pacheco, Julio Nieto Bernal, Julio Sánchez Vanegas y Alfonzo Lizarazo y los periodistas Alberto Yepes y Monroy Guzmán, en su columna del Espectador, se mostraron interesados en apoyar tan

quijotesco propósito: realizar un enfrentamiento orquestal entre titanes. Y comenzaron a informarlo en sus respectivos medios.

Un párrafo de las memorias de López Viñas dice que “se conocen muchos datos que desdicen de la honestidad y la trasparencia de la junta directiva de los años antes y después de la época del Festiorquestas 1969, directiva organicional que fue revocada y removida con la escogencia de mi postulado en la persona de…”

También sostiene que “los cheques girados a favor de las instituciones escogidas y parte del convenio formalizado con la Junta regente, provenían de la Contraloría y Personería, encargadas de la auditoria y fiscalización de los espectáculos. Una tercera porción del producido del recién creado evento orquestal, se le concedió al Sindicato de Trabajadores de la Música, que, a pesar de la oposición de su directiva, premió a aquellas orquestas que participaron en la contienda por el premio ‘Congo de oro’: la efigie de un congo en bronce, con baño de oro.

Y, de acuerdo con López Viñas, para entonces —febrero de 1969— ya funcionaban los famosos ‘carruseles’: los tiquetes de entrada, en medio de un coliseo a reventar, no eran desechados sino pasados a terceros por los porteros de turno y revendidos. “Sin escrúpulos y sin conciencia recibían el importe de la entrada sin miramientos a la justa capacidad permitida para el escenario”.

Pero a la postre, nada importaba: “Era una deliciosa locura colectiva”. Una locura en la cual Arturo no solo fungió como el líder-organizacional sino que se vio obligado a ejercer lo suyo: la música… Los hermanos Blanco, de Venezuela, disciplinados, iniciaron el pique musical, aunque la apertura le correspondía a Alfredo Gutiérrez que no llegaba. Ante su ausencia y la insistencia de un vociferante público, López Viñas convenció a los Blanco, a quienes les faltaba un integrante perdido en el tumulto: el percusionista. Había que comenzar, para evitar reaciones violentas del público. Habló con Cecilio, el director, e hizo ondear unos cuantos billetes de cien dólares para convencerlo de que él, Arturo, era experimentado percusionista. Cecilio Blanco aceptó y arrancó la primera edición del Festival de Orquestas del Carnaval de Barranquilla, mientras llegaba el ausente.

“Y sépalo, cuadro: ¡sorprendí al grupo orquestal! Y con mi intromission, se inició el ansiado Festival de mi paternidad: con los Blanco irrumpimos con ‘Volando’ y, volando, calmamos los ánimos ya encendidos del atiborrado gentío amante de la música Caribe”, dejó escrito el creador del Festival.

Los miembros de la Junta del Carnaval 1969 —que se había inventado dos reinados del Carnaval: uno internacional y el otro nacional—, brillaban por su ausencia. “Ellos estaban en su juerga de turismo y lagartearía internacional, con sus bellas candidatas, explotadas hasta el cansancio y remamadas de actividades que las paseaban dentro del circulo de clubes sociales, cacheteando a más no poder, con los consabidos patos de rigor y pretendidos edecanes”, apunta Arturo en sus memorias.

Pero los directivos del Carnaval, capítulo 1969, alcanzaron a enterarse del gran éxito del Festival —¡gran sorpresa!— y unos cuantos se hicieron presentes en el Coliseo. Era la hora de las fotos, “el momento de reclamar aplausos y reconocimiento por el programa cumplido, con alabanzas para ellos mismos que se creían, ahora sí, gestores del certamen”.

“Pero el pueblo, la gente que vivió y disfrutó a morir las mejores actuaciones en tarima viva, reconocían la labor de un Quijote que luchó para ofrecerle a ese pueblo lo que es del pueblo: solaz, diversión y expresión vernácula con sentido Caribe”, anota López Viñas.

Retomando el desarrollo de que aquella primera edición, Arturo escribe sobre la presencia, en medio de “un grueso delirante gentío”, de los ritmos de tambó y maracas “con la estridencia de una retumbante acústica”, y allí, como epicentro, el maestro Antonio María Peñaloza, creador de ‘Te olvidé’.

En su recuento, López Viña resalta las actuaciones del vocalista de la Billos José Luis Rodríguez y las presentaciones de ‘Miche’ Sarmiento con su grupo innovador, de la Sonora del Caribe de los hermanos Pompeyo, de la Sonora Sensación de Gilberto ‘Platanito’ Caballero, de la Orquesta de Pacho Galán, la de José Ramón Herrera y la de ‘Pello’ Torres con sus Demonios del Ritmo.

“Yo, me convertí en niño malo, usando mi influencia para mostrar la grandeza de la primera visita de la orquesta de planta del club Unión de Medellín, contratada para actuar en las fiestas del Country Club: los Hermanos Martelo, que era orientada por mi querido maestro el eximio Antonio María Peñaloza, su arreglista también”, se lee en las memorias de López Viñas. “Y es que con Antonio María y Alex Tovar habíamos formado un trío al cual tildaban de ‘locos’ y ‘atrevidos’, porque, quijotescamente, innovábamos en la gama del pentagrama armónico con influencias del Jazz.  Por eso, allí en el Festival, cuando sonaron los hermanos Martelo, se me dio por resaltar el ensamblaje orquestal de la agrupación con el propósito de impresionar a la nutrida audiencia para que acogiera mi argumento y para que la escogencia de los versados e intelectuales sabedores de la música fuese acertada. En aprobación general, el gentío convirtió a los Martelos en la mejor orquesta nacional, compartiendo honores con la Billos Caracas Boys, la mejor en el tinglado internacional”.

Remembranzas de

su creación, en

su cuadragésima

quinta edición

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