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Sentires y saberes de los hermanos mayores

La Tierra

La Madre que no tiene porqué ser poseída

Las playas, lugar sagrado de los serranos. La Tierra, el derecho ancestral de los indígenas del mundo, como los paraguayos sawhoyamaxa.

Simbología ‘El taller para nutrir nuestras semillas’: ludopedagogía, principios de pedagogía de la Madre Tierra, revitalización de las lenguas originarias y plan de vida en las comunidades originarias.

En su relación espiritual

con la Tierra, los indí­genas del mundo —y así lo registra la Unesco— la tienen como fuente de vida, un regalo del Creador que nutre, sustenta y enseña.

Para los aborígenes del

globo terráqueo, es muy ajena a la de ellos la idea de que la Tierra puede poseerse, de que puede pertenecer a alguien, aun cuando no la utilice, ni la cuide ni la habite. “La Tierra es la Madre que no tiene porqué ser poseída”, habían de decir.

Aunque los indígenas

varí­an mucho en sus costumbres, cultura e impacto sobre la Tierra, todos la consideran como su madre y la veneran como tal. Y eso acaba de ser reiterado durante el ‘intercambio de metodologías y saberes entre estudiantes y docentes de Etnoeducación de la Universidad de La Guajira y de Licenciatura de Pedagogía de la Madre Tierra de la Universidad de Antioquia’ y en el cual hubo participación de miembros de las comunidades Arhuaco, Cúbeo, Embera Chamí, Embera Eyávida, Embera Katío, Gunadule, Moruimoiná,  Nasa, Kamentza, Wayúu, Wiwa y Zenú.

Entre el 12 y el 17 del mes que corre hubo tal congregación en Riohacha, en cuyas playas se

cumplió uno de los actos simbólicos más significativos del intercambio: ‘El ritual de armonización’, allí en esa zona, lugar sagrado de los pueblos de la Sierra Nevada.

Desde las voces de los participantes —en especial las de los hermanos mayores, que todos

ellos los son— los sentires, los saberes y los encuentros, los aborígenes subrayaron su relación con la Madre Tierra: hábitat del ser viviente, en la cual la espiritualidad debe punto de coincidencia.

Durante los avances del intercambio se realizaron diferentes talleres, se dictaron conferen-

cias y se cumplieron actos simbólicos —además de ‘El ritual de armonización’, también ‘El taller

para nutrir nuestras semillas’—, actos referentes a los temas de la ludopedagogía, principios de pedagogía de la Madre Tierra, revitalización de las lenguas originarias y plan de vida en las comunidades originarias.

Edith Cuello Daza, directora de

Licenciatura de Etnoeducación de la facultad de Educación de Uniguajira y coordinadora del encuentro, resaltó la amplia participación de las comunidades indígenas y manifestó que uno de los objetivos alcanzados en el intercambio fue la articulación de las actividades desarrolladas desde la visión de cada programa. Una manera de

Indígenas Kamentza, en pleno carnaval de la etnia.

mostrar el vínculo directo, aunque diverso, de cada expresión con la madre tierra, desde una pedagogía propia y la interconexidad entre el ser humano con el cosmos. 

Cuello Daza precisó que este espacio académico fue pensado

como la apertura de encuentros y desencuentros futuros, tanto de docentes como estudiantes y administrativos, para vivir, sentir y conocer las experiencias pedagógicas, comunitarias e investigativas. Propósito a cumplir mediante alianzas, convenios y acciones institucionales, que contribuyan a la formación del ser humano, inserto en un contexto diverso donde fluya el respeto, el entendimiento, la comprensión y afecto. 

El encuentro contó con la participación del coordinador del Pro-

grama de Educación Indígena Abadio Green Stócel y la docente Dora Llagarí de la Universidad de Antioquia; decana de Educación de la Universidad de La Guajira Zoila Urueta Blanco y los docentes de esta facultad Yolanda Parra, Ernel Villa, Jorge González, Nubia Tobar y

Edith Cuello Daza

José Ayner Valencia.

Al final del intercambio, el viernes 17 se desarrolló entre comunidades indígenas el taller ‘Aula

abierta sobre lenguajes y educación’.

La Unesco recoge el sentir indígena mundial y en sus páginas, concordante con el pensa-

miento aborigen, registra que ‘La madre Tierra’ es el centro del universo, el corazón de su cultura, el origen de su identidad como pueblo. Ella los conecta con su pasado (como el hogar de sus ancestros), con el presente (como proveedora de sus necesidades materiales) y con el futuro (como el legado que guardan para sus hijos y nietos). Así­ es como lo indí­gena conlleva un sentido de pertenencia a un lugar.

Mientras el mundo occidental considera, con cierto predominio, que la naturaleza debe ser

estudiada, diseccionada y dominada, y el progreso debe medirse por la capacidad para extraer secretos y riqueza de la Tierra, para los indí­genas la Madre no es un mero recurso económico.

Sus tierras ancestrales son literalmente fuente de vida, y sus diferentes estilos de vida están

desarrollados y definidos en relación con el ambiente que los rodea.

Los indígenas son gente de la tierra. Esta diferencia ha sido causa frecuente de malos enten-

didos. Muchos suponen que los indígenas carecen del sentido del territorio porque no demarcan físicamente su tierra.

Sin embargo, los indí­genas conocen sus extensiones y saben cómo hay que compartir la

tierra, el agua y demás recursos. Comprenden muy bien que dañar la tierra es destruirnos a nosotros mismos, ya que somos parte del mismo organismo.

Por Inocencio De la Cruz

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