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Sin cerebro ni ojos, pero sí con corazón

Ese otro

molusco

llamado

almeja...

Y Jaime Martínez, su
recolector al alba

articulaciones de sus extremidades inferiores.

Uno de esos días en que la traslación de la tierra regala auroras con mucha luz, se nos facilitó la identidad de

aquella silueta: mi vecino de toda la vida, el exciclista aficionado riohachero Jaime Martínez, quien vivía en la calle anterior a mi casa, donde tiene un taller de arreglo y mantenimiento de ciclas.

“¿Cómo lo quiere?: ¿frío?, ¿al clima?, ¿con azúcar o al natural?”, pregunta a sus clientes el dueño de la venta  Víctor Jiménez Mendoza.

Almeja: sus órganos están rodeados de sangre y agua que contienen nutrientes y oxígeno...

Con Jaime Martínez, otros recolectores de almejas, estos recién llegados: Freddy de Arma y con él, Ever Rodriguez.  Esperan que en una próxima cosecha la recolección del molusco sea gigantesca.

El mar de Riohacha tiene almeja para todos... Claro, tiene que ser en la temporada exacta, en los lugares precios y en el momento apropiado.

dispares, formando unos dibujos característicos en forma de zigzag. Su concha es más lisa y brillante que las de otras almejas y asemeja estar pulida.

Tras la ‘cátedra’ sobre almejas, retomemos la historia de Jaime el exciclista y su relación con las almejas… Su

respuesta no nos ha sorprendido: varios de los presentes, cuando niños, recogíamos grandes cantidades de otro molusco: el chipichipi —la coquina o chirla del Caribe— con el que se prepara un delicioso arroz, parte de la dieta alimentaria de los antiguos riohachero. Era posible que también recogiéramos almejas, pero la confundíamos con chipichipis gigantes, por su gran semejanza, aunque el chipichipi es mucho más pequeño, pero en esos tiempos no sabíamos cómo diferenciarlos.

No bien había dado Jaime la información sobre su relación con las almejas, cuando ya varios de los amigos

asiduos de la venta de jugo, comenzaron a organizarse y planear la ida a una jornada de recolección de almeja. Los primeros fueron los nadadores Fredy De Armas López, director fundador del club de natación Las Medusas, y Ever Rodríguez, miembro del Club Guanabucanes. Tras ellos, muchos otros se dieron a tal tarea. Algunos socios del Guanebucanes, realizaron una excursión hasta el corregimieto de Camarones, de donde hace tiempo los expende-dores de mariscos se proveen de almeja y chipichipi. En este sitio, las playas propicias para su reproducción, por las características del fondo del mar que poseen.

La recolección de almeja en las playas de Riohacha no es nueva y tampoco fue inventada por Jaime Martínez.

Después de la información entregada por él, me di a la tarea de investigar con asiduos de las playas riohacheras de vieja data y con pescadores de toda la vida. Informaron que la recolección de almejas y chipichipi en estas playas es de antigua práctica, que en zonas como la desembocadura del Calancala —Valle de los Cangrejos—, la  Laguna de la Raya, del Hotel Gimaura, y en las playas del Matadero, es donde más abundaba el  molusco, y que familias ente-ras se dedicaban a la recolección. Que debido algunos cambios climáticos tales moluscos desaparecieron de las playas riohacheras y, por mera sustracción de materia, la gente dejó de recogerlas, Su escasez, al parecer, solo fue temporal. Hacer largo rato volvieron y se consiguen en gran cantidad.

Ahora comprendo la resistencia de Jaime Martínez para revelarnos sus andanzas, a orillas del mar de Rioha-

cha, al filo de la madrugada: suponía que tendría competencia, tal como aconteció.  A lo mejor pensará que hay para todos, pero que de él sobresalen la experiencia adquirida por los años que lleva en estas faenas, por lo cual conoce los sitios exactos y la temporada precisa en que era más fácil la recolección.

Jaime lleva mucho tiempo en la pesca, actividad a la cual ha arrastrado a yernos, hijas y cuñados. Ya es fre-

cuente encontrar, en fines de semanas, a miembros de esta familia realizando faenas de pesca en cualquiera de las playas o lagunas de la zona.

Los nuevos recolectores, surgidos tras la información dada Jaime, tiraron la toalla rápidamente. Y es más —y

bien lo sabe Jaime—: la temporada terminaba y fueron muy escasas las que sus imitadores alcanzaron a recoger:

poco a poco fueron dándose  cuenta de que ya no habían y también tuvieron que ver que el exciclista Jaime Martí-nez se había alejado de la playa. Uno de estos días me lo encontré y le pre-gunté sobre el porqué de su avistada ausencia, al alba, en la playa del mar de Riohacha. Su repuesta fue contun-dente: “¡Ya acabó la cosecha!”.

Finalmente, los nuevos recolec-

tores ya aprendieron cuál es la tempo-rada de cosecha de las almejas y pro-meten que cuando llegue la próxima, recogerán tantas que nos invitaran a degustar recetas en las cuales el primer ingrediente es el apetitoso molusco.

La almeja: otro fruto que nos pro-

vee el mar de La Guajira, pero... desa-provechada, como tantos otros de los inmensos recursos naturales con que nos premió la Naturaleza. Su explota-ción apropiada ayudaría a mejorar la calidad de vida de muchos de los habi-tantes de esta península septentrional de Dios.

Por Luis Roberto Herrera Mendoza

En mi diario deambular, al despuntar alba, por la avenida 14 de mayo del

Distrito Turístico y Cultural, en afanes de contrarrestar las consecuencias malévolas de la hipertensión arterial heredada de mis padres —lo único que heredamos los pobres son las enfermedades—, había percibido, por los lados de las escaleras del Centro Cultural que conducen a la playa del mar de Riohacha, la silueta de una persona como acuclillada dentro del mar.

Por la hora tan temprana y la poca luz no se podía precisar lo que esta persona hacía.

Y en honor a las conjeturas, se podía creer que realizaba algún tipo de terapia para mejorar alguna deficiencia motriz o para la recuperación de alguna lesión traumática, de huesos o

Extraño que Jaime escogiera las horas de la madrugada pa-

ra ir a bañarse al mar y más extraño aun, pensábamos, la forma de bañarse: casi de bruces, inusual, y muy difícil mantenerse así, debido a que el fuerte vaivén de las olas hace perder el equilibrio a los bañistas. Una inquietud seguía asaltándonos: ¿Qué es lo que Jaime hacía desde esa posición?

En la misma primera, esquina de la carrera 11, está un re-

conocido puesto de venta de jugo de naranja, atendido por su dueño, Víctor Jiménez Mendoza. Por su esmerada atención, se ha convertido en sitio de llegada obligatoria para muchos caminantes y ciclistas que al terminar sus sesiones deportivas se acercan hasta el sitio para refrescarse con un jugo que el amable vendedor ofrece diciendo: “¿Cómo lo quiere?: ¿frío?, ¿al clima?, ¿con azúcar o al natural?” Retahíla que repite a cada cliente que llega a su puesto.

Con el paso del tiempo, el lugar se ha convertido en tertulia-

dero —típico del Caribe colombiano—, en el cual se tocan toda clase de temas de actualidad, desde lo político hasta lo deportivo. Y no solo es frecuentado por los deportistas al culminar su rutina diaria, sino también por viajeros y turistas hospedados en los

en dos valvas iguales, unidas por un filamento que posibilita su apertura y cierre. Suelen tener los sexos separados y la fecundación es externa. Almejas hay de diversos tipos y especies:

Almeja Babosa Ruditapes o Venerupis pullastra (Eng) Pullet carpet shell  (Fr) Palourde bleue. Normalmen-

te de color gris pálido o crema, con unas bandas tenues de una tonalidad más intensa y unas finas líneas que se dibujan en su concha, paralelas al borde. Los sifones están unidos en toda su longitud, siendo esta característica la que nos permitirá diferenciarla de otras almejas. Tiene una calidad similar a la almeja fina, pero no posee su resis-tencia fuera del agua.

Almeja Rubia o Venerupis rhomboides  (Eng) Banded carpet shell (Fr) Palourde rose. Sus tonalidades rojizas

y moradas la diferencian de otras almejas. Sus líneas concéntricas, al igual que sus radios, poseen tonalidades muy

hoteles cercanos, por personajes de la política regional y nacional y hasta por artistas que vienen a presentarse en Riohacha y quienes muchas veces participan de las improvisadas charlas. El asunto se ha vuelto costumbre para algunos de los asiduos que hasta echan de menos a los que dejan de asistir. Encuentros mañaneros como excusa para combatir el estrés acumulado por sus actividades diarias o para recibir el buen trato del vendedor que despide a cada cliente con un “oiga: mañana lo espero, oyó”.

En unas de esas sesiones comenté lo intrigado que estaba por lo que, al filo de la madrugada, hacía Jaime

Martínez en el mar de Riohacha, en cercanías al espolón del Centro Cultural. Coincidí con varios nadadores que realizan sus faenas deportivas recreacionales a tempranas horas del día, pero nadie pudo despejar una inquietud que crecía. Pues bien: la venta de jugos de naranja es visitado por todos y Jaime no podía ser la excepción… Un día cualquiera, en medio del tratamiento de tema cualquiera, apareció. Y lo aproveché para pedirle que despejara la inquietud que teníamos sobre sus andanzas por la playa. Al comienzo se mostró renuente, como temeroso de algo, pero poco a poco fue cogiendo confianza y, prácticamente a regañadientes, dijo lo que hacía: simple y llanamente se

dedicaba a la recolección de almejas, que en ese sitio las hay, en la época correspondiente, por montones…

Almejas… ¿Y qué sabemos sobre la almeja?

Investigamos y esto fue lo que encontramos: Es un mo-

lusco bivalvo —cuerpo protegido por dos conchas simétri-cas, cómo el mejillón, la ostra, o la navaja— que vive en a-guas saladas y soportan temperaturas de 5ºC a 35ºC, la baja mar y los cambios de salinidad. No tienen cerebro ni ojos, pero si tienen corazón, boca y recto y su sistema circu-latorio es abierto: sus órganos están rodeados de sangre y agua que contienen nutrientes y oxígeno. Este molusco vive a 5 y 30 centímetros por debajo de la superficie en fondos arenosos o fangosos, excavados para ocultarse. Se alimen-ta de pequeños seres vivos mediante la filtración de agua. Es de concha delgada, convexa en el centro, con estrías muy finas que forman un dibujo que puede apreciarse a simple vista. Su color es entre gris claro y oscuro y suele te-ner manchas pardas que, como líneas, van desde el lumbo hacia el borde, sobre un fondo blanco amarillento. Se divide

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