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Todos a la

gozadera

Los inefables corrillos aseguran que el matoneo a Marcela no es porque ella se haya atrevido a vestir de modernización la expresión dancística de la cumbia, no, por ahí no es...

Y a rullirse el codo:

baile es... ¡cumbia!

Augusto García Rodríguez, la exreina del Carnaval Mireya Caballero de García y la reina actual del jorlgorio barranquillero Marcela García Caballero...

Eso de que los barranquilleros “no perdonan a quien no represente su esencia cultural” y de que “cada vez que aparece un video de la reina bailando las redes colapsan” no es más que exageración mediática.

Ciudad cosmopolita desde siempre jamás, Barranquilla es y ha sido tierra dispuesta a acoger lo bueno que la cultura migrante le permite asumir, con plena autonomía y libertad para desechar lo que no conviene, es más: ¡lo que no le gusta! De no

haber sido así, el patacón relleno —que más que relleno es un sándwich de patacón: entre dos ‘pisaos’ se colocan diversos ingredientes alimentarios— no existiría ni se comería y el Carnaval no se surtiría, año tras año, de aportes de otras regiones.

En cambio aquello de que… “¡Que se muerdan el codo!” no puede ser otra cosa sino expresión cultural barranquillera, retomada y lanzada al aire —también para delicia mediática, no hay duda— por la reina del Carnaval 2016 Marcela García Caballero, una ‘loca’, genial en La Guacherna, a quien han de coronar este jueves 4 de enero.

Y sí, que por favor se muerdan el codo  —¿quiénes?, no sé; pero… ¡que se lo muerdan y se lo rullan!— que el matoneo que le han hecho en redes sociales a Marcela no ha surgido por su singular ‘bailaito’, ni a lo mejor proviene de un grueso de barranquilleros que, en buen número, es lo más probable, ni siquiera son barranquilleros. Puede que sean diez o doce, multiplicados por la anonimia cobarde de la cibernética.

El Monje, barranquillero come-butifarra con bollo’e yuca, que son manjares soledeños; El Monje, amante del arroz’e lisa caminao y servido en hoja de bijao y, El Monje,  degustador insigne del sancocho de guandú con carne salá —sin papa, eso sí, pero con mucho plátano maduro—,  ha aprovechado su estancia de largas emanas por el Caribe, en especial por Barranquilla, para meterse

entre diversos corrillos de la picaresca y la exactitud barranquilleras, ha recabado abundante información —para absoluta reserva entre su hábitos— e hilando delgado termina, sobre rumores, especies variopinta y versiones juramentadas, suponiendo cosas… Y una gran cosa supuesta, pero rayana con la improbable verdad, es que el ‘buling’, sí, así, como se escucha, “buling”, puede tener otras razones de ser, otras motivaciones, que aun si así fuese, esas otras causas no minimizan lo malsano ni lo despreciable, mucho menos lo cobarde del muy reciente comportamiento cibernético.

No han matoneado —y esa palabreja sí que es más fea que matado—; no han matoneado a Marcela, decía, porque ella se haya atrevido a vestir de modernización la expresión dancística de la cumbia, no, por eso no ha sido; ella como que resulta siendo, más allá de un mero disfraz, ‘chivo expiatorio’ de otras situaciones. Pero claro: no aquel ‘chivo espiatorio’ de cierta amiga que creía que expiatorio derivaba de espía.

Y es que a la gente no se le puede olvidar que “en Carnaval todo pasa”, que esta es la fiesta de las ‘patas pa’rriba’ y de un desorden organizado que entre mejor organizado esté, más feliz y dulcemente desordenado resulta. Esta es la época en que el negro pasa a ser blanco y el rojo gira hacia el azul y el liberal da vivas al partido conservador y el refinado se vuelve patán, el encopetado baila con la humilde mensajera, la distinguida le brilla la hebilla al conductor y el macho más remacho se somete a prueba y sale vestido de mujer, como queriendo dejar escapar a aquella fémina que lleva dentro... Época para que la reina gay Linda Yepes se exhiba como todaa una mujer, linda, no hay duda, para orgullo gay, para orgullo incluyente...

Y es que —y vuelve y juega el ‘y es que’— con el ‘bailaito’ de Marcela el Carnaval de Barranquilla tiene otro ingrediente y de soberanísima valía, porque una cosa nueva la está aportando su soberana, su majestad la reina: ha roto moldes y ha fusionado tradición y modernidad en su concepción de baile y… ¡descuella!

Y provoca envidia, porque el matoneo cibernético no es otra cosa que la cobarde manera de desfogar, casi siempre desde detrás de una máscara de anonimia, la envidia que se siente alma adentro —si es que gente así puede llegar a tener alma—, mediante calificativos hirientes, calumnias, trato despectivo, puro ‘ bochinche’ ante la impotencia de tener nada que aportarle al mundo, ni siquiera al Carnaval.

Los movimiento con polleras de cumbiambera o pilonera o comparsera o rumbera al ritmo de una cumbia o un mapalé o de una salsa terminan, e incluso de un regueaton o de una champeta, lo juro por dios —que para El Monje está terminantemente prohibido jurar en vano—, lo juro por el dios Baco y todos los dioses de la parafernalia de la gozadera; decía que los movimientos de baile con sentido robótico de Marcela García Caballero con polleras de cumbiambera o pilonera o comparsera o rumbera al ritmo de una cumbia o un mapalé o de una salsa terminan siendo, a la final, lo juro otra vez, ¡todo un espectáculo!

En Bogotá lució sencillamente sensacional esa estilizada figura de mujer joven, moderna, contemporánea de las nuevas tecnología y la electrónica auditiva y propulsora de nuevos movimientos, tirando pasos y meneando hombros y caderas, brazos y piernas, cabeza y cabellera y marcando ritmos carnavaleros, pero sustraída de lo tradicional. ¿Y qué puede haber de malo en eso? ¿Qué de bueno no puede tener? ¡De bueno, muchísimo, no hay duda!

Escribe la revista ‘TV y novelas’, generalizando, que “para muchos barranquilleros la reina debe ser sensual y tener movimientos de caderas y hombros, cualidades que, según ellos, Marcela no tiene… que parece un robot, que hace movimientos muy extraños con sus hombros y que no parece costeña”…

Aunque El Monje tiene muchas limitantes —y no debe explayarse en sus puntos de vista sobre sensualidad— no puede quedarse callado ante esa otra exageración mediática de que el fusión-baile de Marcela no es sensual. ¡Por Dios! ¡Más sensual, pa’dónde!

Y… “¡que se muerdan el codo y se lo rullan!”… Que mientras se lo muerden y se lo rullen, sepan que ‘baile’ en africano es ‘cumbe’… Y de cumbe se deriva ‘cumbia’… Y cumbia es una mezcla de culturas tanto en lo musical como en lo rítmico que, producto de aculturación, dio inicio a su asiento por estas tierras en el siglo XVII —los esclavos negros traídos por europeos desde el África— y de entonces para acá ha pasado por una dinámica evolución, no ha podido estarse quieta un instante, tanto en sonidos como en danza. Y en Latinoamérica se arraigó y ha sido cambiante. Y en Soledad, una de sus zonas bien sonoras y flauteadas y bailada a la usanza antigua, se enroló con el merengue para que el maestro Pacho Galán hiciera importante el merecumbé (‘Mere’ de merengue y ‘cumbé’ de cumbia): “¡Anoche, anoche soñé contigo, soñé una cosa bonita, que cosa maravillosa. ¡Ay cosita linda, mamá!”

Y, siendo la principal expresión folclórica de Colombia, la cumbia no ha parado, no para ni parará en su proceso evolutivo. Y en el Carnaval de Barranquilla de 2016, la reina Marcela García Caballero ha propuesto, motu proprio, que la cumbia se baile de otra forma, en el marco de su dinámica.

Y que vayan a morderse el codo y a rullírselo no solo quienes han publicado lo que han publicado, sino tamién quienes han hecho eco mediático de este cuento de Carnaval. Ni “tiesa” ni de “pasos de epiléptico”: costeña, barranquillera, ciento por ciento, con otra visión, y rítmica acción, del baile de la cumbia.

Esta gozadera no tiene componte… En esta gozadera, somos todos, toditos, todos… Así El Monje haya tenido que morderse el codo, sin rullírselo, claro está, cuando saltó como impulsado por un resorte, ¡casi se cae de la cama!, al ver una presentación televisiva de la Asociación Nacional de Trabajadores del Sistema Judicial Colombiano y Afines, con el eslogan ‘Asonal somos todos’.

¿Quién copió a quién? ‘Sabrá Joaco’, como dicen mis amigos soledeños…

Por El Monje, de vuelta al Canaval

Pa'que se muerdan el codo, y se lo rullan, Marcela baila como se le da la bendita gana.

Ante lo llamativo y sensual del baile de Marcela en su visita al Palacio de Nariño, el presidente Santos estuvo que se bailaba... Sus movimientos robóticos llaman la atención.

Marcela, usted sí que baila... Y con gracia y salero, yo estaba que saltaba al ruedo... Pa'que se muerdan el codo...

¡Somos sabrosura!

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